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martes, febrero 13, 2007

Pelele continúa censura del bocón y legisladores fraguan atole con el dedo


Tomado de La Jornada, El Fisgón.

Desde los tiempos del traidor de Vicente Fox Quesada el gobierno federal implementó una política de “verificación de medios” para retirar la propaganda oficial a todos aquellos que le fueran críticos u opositores y beneficiar a los que de una u otra manera “coincidieran” con las políticas en turno. Se trataba (y se trata) de sujetar y comprar con dinero público el trato amable por parte de los medios de comunicación. Muchos de ellos en especial los electrónicos ya recibieron su tajada del pastel y llegaron a acuerdos con el espurio Felipe Calderón Hinojosa, para proyectar Calderolandia. A quien va dirigida principalmente la censura es a los impresos –esos que ponían de malas al ignorante de Guanajuato-, periódicos y revistas que pretendan salirse del huacal. Es pues la misma gata pero revolcada del priísmo pero con la fachada de ahorrar recursos, para gastarlos claro, en Televisa y TV Azteca, como queda demostrado con las inmensos bombardeos publicitarios en radio y televisión, mientras que en la prensa escrita, es difícil encontrar algún anuncio.

Por medio de la Secretaría de Gobernación el des-gobierno títere planea apretar aún más la pinza para ahogar las voces disidentes. De esta manera lanzó nuevos lineamientos que además de dificultar la contratación de espacios, señalan a la Segob como la única que puede autorizar las pautas publicitarias, es decir, se centraliza la publicidad para favorecer a los amigos y fastidiar a los críticos y opositores. Sólo que hay un pequeño detalle, los dineros que van a gastar son de los contribuyentes, por lo que es ilegal e ilegítimo que pretendan gastarlo como se le dé la gana. Máxime si se trata de utilizarlo para acallar a los disidentes. Y a esto le llaman democracia.

Debemos estar muy atentos al desarrollo de los acontecimientos porque hacia donde se encaminan todos los pasos del pelele –militarización, Calderolandia, incrementos de energéticos, etc.- es a la privatización de los últimos recursos de los mexicanos y para ello lo menos que quiere es voces discordantes.

Por otra parte y con el cinismo por delante –como siempre- el ladrón y corrupto de Vicente Fox Quesada declaró en Estados Unidos que en el caso del desafuero de Andrés Manuel López Obrador "tuve que retirarme y perdí. Pero 18 meses después, me desquité cuando ganó mi candidato”. Una declaración muy al estilo de una persona que lo único que hizo durante seis años fue robar junto con su familia y los hijos de Marta Sahgún, los bribones Bibriesca, mismos que en los meses que lleva el usurpador Felipe Calderón Hinojosa, no han sido molestados.

Tal es la impunidad que el llamado “salvaje de Guanajuato” (por la ignorancia demostrada en los más variados temas) se pasea por el país y el extranjero, siempre con la amenaza de regresar –que nunca se ha ido como el ratero de Carlos Salinas de Gortari- y menguar el de por sí endeble equilibrio del pelele.

En tanto el Senado de la República aprobó una ley –que será enviada a los diputados para su aprobación- que pretende realizar reformas en seis temas prioritarios Régimen de Estado y Gobierno; Democracia y Sistema Electoral; Federalismo, Reforma del Poder Judicial; Reforma Hacendaria y Garantías Sociales. No se define a qué se refiere cada tema, pero se deja entrever que abarcará todo el ámbito político, financiero y social.

Sin embargo, no nos dejemos engañar con las cuentas de vidrio. Ya los tres principales partidos mostraron su postura y ninguna coincide más allá de que se necesitan cambios. Para el PRD es básico entrar en reformas profundas para evitar los fraudes como el del 2 de julio de 2006 y frenar la venta del patrimonio nacional, mientras que para el PRIAN lo importante no es tener una nueva Constitución sino “seguir la tradición” de parchar la actual con el fin de adecuarla a sus intereses que son contrarios a la mayoría de la población.

Y les corre prisa, pues dicen que para el año que entra será “imposible” siquiera pensar en tales modificaciones.

Cuando todos los senadores –118 de 128- votaron unánimemente, como ciudadanos debemos tener fuertes reservas sobre los alcances de tales acuerdos. Baste recordar que de la misma manera votaron los diputados de todos los partidos la ley Televisa, que al final otorgó al duopolio miles de millones de dólares gratis y la tranquilidad de renovar sus concesiones antes de tiempo violentando el Estado de derecho. Así que imaginemos que pueden hacer ahora, si en diciembre aprobaron un presupuesto sin pies ni cabeza –todos los legisladores- y se felicitaron por el mismo, qué nos espera cuando se dan de plazo 12 meses para concluir las negociaciones y elaborar las reformas que darán, dicen, paso a la transformación del Estado mexicano.


La siguiente es una nota tomada de la revista Proceso.


http://www.proceso.com.mx



La derrota de AMLO, el momento que más gozó en Los Pinos, alardea Fox en EU

j. jesús esquivel

Washington, 12 de febrero (apro).- “No nos estamos escondiendo de nadie, ahí estamos; en el rancho, en el rancho de San Cristóbal”, declaró el expresidente Vicente Fox en la capital de Estados Unidos, ufanándose de que a “diferencia de los otros (exmandatarios)”, él no hizo “año de Hidalgo”, ni se llevó nada de Los Pinos cuando culminó su sexenio.

Al afirmar que él y su esposa, Marta Sahagún, están “estableciendo una nueva práctica democrática”, Fox se asumió como el innovador e intrépido político que rompe con los tradicionales esquemas del México antiguo, ese país que estaba acostumbrado a las presidencias priistas.

“¿Quién dijo que era una regla?”, preguntó Fox a manera de respuesta a la pregunta que se le formuló sobre la razón que lo motivaba a hablar de lo que pasa en México, cuando la regla de oro no escrita entre los expresidentes era precisamente el quedarse callados.

“En México mucha gente siguen siendo unos nostálgicos (sic) de un pasado anti-democrático”, subrayó Fox, en clara referencia a Santiago Creel, su protegido y exsecretario de Gobernación durante casi todo su sexenio, y quien apenas la semana pasada le aconsejó al guanajuatense evitara hablar de lo que pasa en México, si es que quería ayudar al PAN y al gobierno de Felipe Calderón.

Vestido de traje azul marino, camisa blanca y corbata a rayas también azules, Vicente Fox hizo su debut como orador internacional en la capital de Estados Unidos, al lado de Marta Sahagún, ataviada impecablemente con un traje sastre negro.

“Nosotros estamos estableciendo una nueva práctica democrática”, presumió Fox de su participación y la de su esposa, como oradores principales del evento que se realizó en el mismo Centro Kennedy, y que organizó la American Society of Association Executives (ASAE) y el Centro para la Asociación de Liderazgo.

Sentados en sillones beige frente a una mesita de centro, con macetones de plantas de ornato de trasfondo y, encima, una pantalla gigante de alta definición, Fox y Marta Sahagún fueron entrevistados en una sesión informal por la periodista Meryl Comer, quien le aclaró al exmandatario mexicano:

“Es Washington”, cuando éste, a manera de broma, le reclamó que entre los miembros del auditorio se encontraban representantes de la prensa mexicana.



“Te dije que Proceso y (el diario) Reforma iban a estar aquí”, le subrayó Fox, quien precisamente, como condición para participar en el evento, sugirió no se invitara a los medios de comunicación.

Sin embargo, la sala del prestigioso Centro Kennedy no se colmó para escuchar al expresidente de México y a su esposa. De los 2 mil asientos, poco menos de la mitad lucían vacíos, pese a que los organizadores remataron las entradas en los últimos tres días, y aun cuando desde hace un mes ya las habían rebajado en 50%.

Originalmente costaba 85 dólares el boleto más barato, y 475 el más caro.

En la charla informal, Comer básicamente le preguntó de todo a Fox y Marta, aunque sólo preguntas a modo, que la moderadora tenía previamente escritas en una carpeta que mantuvo sobre sus rodillas los 90 minutos que duró el evento.

No obstante el esquema, el expresidente de México aprovechó el momento para sacar a relucir los momentos que más gozó como jefe del Ejecutivo, y que curiosamente nada tuvieron que ver con la victoria presidencial de Calderón Hinojosa, pese a que es de su propio partido, el blanquiazul, sino al placer que le produjo la derrota electoral de Andrés Manuel López Obrador.

En breve relato de lo que legalmente ocurrió entre el perredista y el caso del predio conocido como “El Encino”, Fox admitió como una “derrota” el hecho de que, por la popularidad del entonces jefe del gobierno de la Ciudad de México, el guanajuatense tuvo que intervenir para detener el proceso de desafuero del perredista y se le permitiese contender por la Presidencia del país.

“Él violó la ley”, arremetió Fox en referencia a López Obrador; “fue muy difícil y perdí… pero 18 meses después obtuve la victoria”, alardeó Fox, con una amplia sonrisa en el rostro y frotándose las manos, en franca alusión a la derrota del perredista en los comicios presidenciales del año pasado.

Marta Sahagún, por su parte, sostuvo que “nunca, nunca” tuvo aspiración de ser la presidenta de México, y negó también fuera cierto “el escándalo del toallagate”.

Sin embargo, se dio tiempo para fanfarronear que ella y Fox (juntos), cuando estaban en la residencia oficial de Los Pinos, revisaban los resultados de los sondeos sobre la popularidad del presidente, para determinar cómo proceder en los asuntos de seguridad nacional, economía y temas sociales. “Estoy en paz, estamos en paz con la transparencia”, acotó Marta, quien además aseguró que su marido “no sólo fue un buen y gran presidente, sino que es también un gran ser humano”.

Y cuando aparentemente todo marchaba conforme a lo acordado por Fox y los organizadores, la moderadora abrió el micrófono a los miembros del auditorio, entonces Apro inquirió al expresidente sobre sus “confusiones” de nombres, premios y nacionalidades de escritores latinoamericanos…

“Lo hago (con intención) para llamar su atención”, respondió Fox, no sin antes observar que el corresponsal de Apro representa también a “Proceso, una revista de oposición fuerte que ha sido muy crítica de mi persona y de la de mi esposa”. Marta sólo asintió con la cabeza para refrendar lo dicho por su marido.




Ahora un análisis tomado de la misma revista


¿Izquierda o perredismo?

cuauhtémoc arista

México, D.F., 12 de febrero (apro).- Aunque el pasado jueves 8 ofrecí mi opinión sobre la circunstancia actual del PRD ante la corriente Nueva Izquierda, voy a desglosarla para que se aprecien los matices.

Quizá los oyentes de aquella ocasión no valoraron que si alguien como yo, que me asumo como un afortunado que puede dar a conocer sus puntos de vista, acudió a ofrecerlos, es porque le interesa el porvenir de su partido. No estoy comprometido con su éxito porque no soy un militante, pero no colaboraría a su fracaso. Al menos no tanto como algunos de sus militantes.

Comienzo por decirles a esos izquierdistas de décadas que, para que la autocrítica sea útil, tiene que estar libre de trampas. Como esa de que una corriente específica invite a gente de la prensa a dar su opinión sobre el partido, calculando que mientras peores sean los señalamientos, más debilitarán a quienes formalmente llevan la conducción del mismo. Eso es una invitación a pegarle al de enfrente, es asumir un foro de reflexión como parte de la lucha interna de corrientes y no, como decía una experimentada legisladora arrepentida de haberme invitado, entender ese acto como escuchar a parte de la opinión pública.

Fue una jugada hábil y funcionó con quien no está interesado en la grilla interna del PRD –lo que no hace sus críticas menos valiosas si se quisieran aprovechar–, pero no con todos. Para decirlo claro, parecía una jugada para que Leonel Cota escuchara invectivas contra su liderazgo formal, un paso hacia el ajuste de cuentas postelectoral en el congreso de la organización, donde Nueva Izquierda jalaría dos palancas para tratar de tomar las decisiones en el PRD: la casi universalmente repudiada idea de apoyar la candidatura de Ana Rosa Payán para la gubernatura yucateca –que en caso de ganar les reportaría mayor financiamiento electoral, y Dios sabe que el FAP necesita esos recursos para sostener un movimiento de escala nacional–, y la distribución de culpas de la derrota en la elección presidencial pasada: los izquierdistas auténticos enjuiciarían a los “oportunistas” del primer círculo de López Obrador y dejarían el liderazgo de éste a merced de las decisiones de la corriente dominante.

Sobre lo primero, aun si deja tambaleante a Cota, como tratan de establecerlo algunos analistas, el rechazo a la postulación de Payán se trata en todo caso de una rectificación. De cualquier manera, la presidencia de Cota terminará en unos meses y no entregará entre sus cuentas esa apuesta política suicida, como la definió Miguel Ángel Granados Chapa. Y si la propuesta provenía de López Obrador, la situación no cambia. De verdad, sus partidarios no estaban conformes con esa candidatura y lo expresaron de todas las formas a su alcance.

En cuanto al ajuste de cuentas, Denise Dresser dejó claro que López Obrador tuvo muchas fallas, que se sumaron a diversos ataques del establishment en pleno (claro que pasó por encima de su afirmación como si ello no entrañara delitos). Sin embargo, el PRD pudo haber revertido esos embates al menos en la mínima cantidad que necesaria para cubrir el pequeño margen que el Tribunal Electoral tuvo a bien darle por bueno a Felipe Calderón para proseguir la tarea de Salinas, Zedillo y Fox. Y eso se lo echarían en cara René Arce, Víctor Hugo Círigo, Lorena Villavicencio, Jesús Zambrano y Jesús Ortega (nada menos que el coordinador general de la campaña) a los “oportunistas” que, seguramente viendo por sí mismos, escucharon la invitación de López Obrador a establecer una alianza lo más amplia posible para derrotar a los rivales legales, a las instituciones tomadas por éstos y a sus patrocinadores que se fortalecieron con la alfombra legislativa que le tendió el pasado cardumen en el Congreso. Leonel Cota entre ellos. Y desde luego, era una forma nada sutil de recordarle a López Obrador que si bien el PRD fue fundado por “oportunistas” del PRI y de la izquierda histórica, éstos aportaron la patente de las causas sociales y el perfil popular, aunque ni siquiera el color rojo quedó entre los emblemas del partido. A favor de la gente de izquierda auténtica, hay que señalar que varios de los aliados circunstanciales y a los que hubiera debido dárseles participación en el poder si la coalición hubiera triunfado, hoy vuelven a su cauce natural priista o simplemente gobiernista.

Se daba por hecho que la inclusión de esa gente cargada de pecados priistas –y vaya si lo están– no eran admisibles en un esfuerzo como el que encabeza López Obrador. Quizá tienen razón. Pero la ocasión de luchar por las transformaciones sociales desde el poder se veía en verdad cercana. De hecho, uno de los mayores méritos del PRD en la época del caudillismo de Cuauhtémoc Cárdenas –cuando no faltaron invitaciones a “oportunistas” amigos del ingeniero– fue haberse convertido en opción de gobierno, rebasando con mucho la mentalidad de comités y asambleas. Pero también hizo necesario un salto cualitativo en la formación de cuadros, que nunca se ha dado. Hace poco una nota de Apro refrescaba nuestra memoria acerca de la influencia benéficamente emanada de Jesús Ortega hacia sus familiares en Aguascalientes para controlar el PRD local. Y bueno, ¿qué es el PRD en Aguascalientes? Ortega protestó por la postulación de Ebrard a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. ¿Qué credenciales tenía él? ¿Por qué no aspirar a ganar la gubernatura de Aguascalientes o al menos elevar ahí el nivel de los votos perredistas para las siguientes elecciones? Eso, desde luego, no significa que Ebrard sea una carta magnífica, pero otra líder de la izquierda histórica, Rosario Robles, abrió una importante grieta en las probabilidades de triunfo del PRD en la capital, ya sin el control de López Obrador.

La opción de mantener una línea ideológica firme tiene muchas ventajas, sin duda: le da identidad a un partido, no le impide aliarse con otras fuerzas, pero obliga a hacerlo en condiciones bien claras, y le permite gobernarse con apego a principios que, en teoría, son más fuertes que los intereses personales y de grupo que naturalmente surgen dentro de una organización política. Pero miren hasta dónde me obligan a descender: esa aparente utopía ha desembocado, ahora sí que aquí y en China, a dos opciones: al control férreo por parte de una cúpula que sólo formalmente se integra con la diversidad de corrientes de opinión, o bien a la formación de una sólida y hasta simpática pero testimonial fuerza de izquierda que a la menor oportunidad es utilizada por las mayores para validar los abusos más increíbles o bien cooptada a conveniencia de sus dirigentes. Quienes fingen asombro ante el énfasis que López Obrador pone en el contacto directo con la gente, olvidan que sin ese ascendiente –que según la prensa del nuevo régimen ya perdió–, su partido de izquierda ya lo hubiera marginado porque no es líder de ninguna corriente.

Pero la siempre lista izquierda mexicana institucionalizada encontró una forma realmente nueva de organizarse democráticamente: copiar el sistema de partidos para, dice Jesús Ortega, acabar con el pensamiento único, con las decisiones casi unipersonales, y lograr que todas las corrientes de opinión estuvieran representadas en los órganos de gobierno y del partido. Es decir, formalizaron, legalizaron la división; convirtieron la normal competencia interna en una lucha por la supervivencia política que inicia en los comités delegacionales y termina... ¿dónde termina?

¿Y qué gana la ciudadanía con que una dependencia de gobierno encabezada por un perredista esté equilibrada en términos de corrientes de opinión dentro del partido, si esos funcionarios no tienen la capacidad profesional para cumplir adecuadamente sus tareas? En eso sí estoy plenamente de acuerdo: el PRD sigue pensando como oposición. Ganar el poder se convierte en un imperativo tan fuerte que no se piensa en cómo utilizarlo para realizar los llamados –por lo común exageradamente– “avances programáticos”.

Finalmente, además de no formar parte de una trampa hacia el adversario interno, la autocrítica fértil tiene que incluir las opiniones de los otros. No solamente dejarlos hablar para luego, ya dueños del micrófono, replicar impunemente. No; se tiene que tomar en cuenta lo que se dice, no necesariamente aplicarlo, pero ser dúctil al diálogo, al intercambio crítico con el otro, y específicamente con el otro a quien le incumben directamente las mismas preocupaciones que a ese izquierdista o perredista en busca de identidad. De otra manera queda uno al margen de la más vieja y eficaz forma de adquirir conocimiento que se conoce. Y si uno se dice de oficio político, bueno, se cae en un total contrasentido.

Amenazo con volver a tratar el tema.

Comentarios: carista@proceso.com.mx