progressif

miércoles, mayo 27, 2009

Estado de interdicción*














Tomados de La Jornada, Hernández, El Fisgón, Helguera y Rocha y El Universal, Helioflores.


Bernardo Bátiz V.

Es increíble, inusitado cuando menos, que alguien, en este caso el ex presidente Miguel de
la Madrid, se haya declarado a sí mismo en estado de interdicción; que él, por voluntad propia, se haya puesto en la tesitura de incapacidad y, por tanto, en la hipótesis, según nuestras leyes civiles, de requerir de ahora en adelante, para sus actos de derecho, de su vida civil y familiar, de un tutor que lo represente y firme en su nombre, que le autorice a viajar y disponer de sus bienes, pues ése es el efecto de una declaración de interdicción.

En la vida cotidiana, la de los simples mortales, se dan casos en los que se solicita de un juez de lo familiar que alguien sea declarado en estado de interdicción; esto sucede cuando la persona ya no tiene capacidad para decidir con lucidez por sí misma y requiere, como lo requiere también un menor de edad, que sea otro quien la represente legalmente, en el caso de un adulto incapaz, un tutor, quien será el que tome las decisiones que normalmente le corresponderían.

En mi vida profesional he conocido más de un caso en el que familiares cercanos a un anciano, impacientes porque sigue viviendo más de la cuenta, y no ven cómo disfrutar de la herencia, solicitan en contra de la voluntad de éste su declaración de interdicción, pero el juez no la dictamina sin oír al anciano y sin antes tomar en cuenta dictámenes periciales obligatorios, ordenados por la ley, de sicólogos y siquiatras. En el mejor de los casos, el procedimiento ocupa varios meses, porque no es poca cosa declarar incapaz a alguien; la sentencia es muy delicada y cuidadosa, la dicta el juez que es un experto en derecho, con el apoyo de los expertos en las ciencias de la conducta y la conciencia humana y, por supuesto, conociendo personalmente y escuchando a la persona sometida al penoso juicio, con el que prácticamente se pierde la personalidad jurídica, al menos la de ejercicio...

Miguel de la Madrid y su familia no se tomaron esas molestias y literalmente de la noche a la mañana, o más bien de la mañana a la noche, dictaminaron que el ex presidente es incapaz y que lo que dijo no le obliga. Diré como aquellos carteles, denominados espectaculares, que pusieron hace unos años en contra de Roberto Madrazo: “¿Tú les crees? Yo tampoco”.

Lo cierto es que la entrevista reveladora que llevó a cabo la cada vez más respetada periodista Carmen Aristegui, inteligente, con un valor civil a toda prueba, nos muestra a un hombre, ciertamente de edad, con alguna torpeza leve en el hablar, pero evidentemente congruente y hasta cuidadoso en alguna de sus respuestas; se le ve y escucha contestar con pleno conocimiento de causa las preguntas que se le hacen y no parece que se trate de un hombre que no sabe lo que dice.
Ciertamente, con la edad hay algunas fallas en la memoria, que no es tan veloz como en la juventud, y algunas limitaciones, que sólo en casos extremos y previa determinación de peritos y la intervención imparcial de un juez experimentado ameritan que alguien sea declarado incapaz. Por supuesto, el caso del ex presidente no es de ésos.

El incidente muestra hasta qué bajeza ha caído nuestra clase política, que está integrada no sólo por políticos profesionales, sino también por los dueños de las televisoras, quienes, a pesar de la importancia de la noticia no hicieron un solo comentario en sus programas normalmente nutridos de chismes y escándalos, y vaya si éste es un gran escándalo.

Causa pena ajena que un hombre se desdiga de su palabra y la anule o trate de anularla afirmando que ésta no es válida porque él se encontraba enfermo. En un juicio ante los tribunales, esa retractación no tendría ningún valor; sin embargo, parece que para los noticiarios de televisión fue suficiente para cerrar el caso. Así también han de pensarlo quienes forzaron al ex presidente a esa vergonzosa retractación, pero por supuesto, están equivocados; el testimonio tiene toda al fuerza política por quien lo dijo y porque simplemente corrobora lo que la opinión pública ya conocía.

Otro punto que no puede pasarse por alto es el cinismo de quienes obligaron al declarante a desdecirse; quedará siempre la duda de cuál fue el nivel de los argumentos para que lo hiciera. Como no sabemos con certeza qué pasó, aunque alguna vez se sabrá, podemos sospechar que las amenazas fueron pesadas, pudieron haber sido sobre la integridad y la vida del mismo declarante o de sus familiares, a pesar de que está permanentemente protegido por una escolta del Ejército; pero también pudieron haber sido amenazas de revelaciones de actos cometidos por él o por personas cercanas a él, tan graves o más que las que reveló de su sucesor en la Presidencia de la República. Parece, en este caso, que habló quizá en un acto de descarga moral que seguramente le pesaba, pero se olvidó de que él o personas cercanas a él también pudieran ser exhibidos o denunciados públicamente en la misma forma que lo fue el ex presidente Salinas.

Las lecciones de este triste y vergonzoso sainete deben ser que quede más claro cada vez ante los ojos de la gente que hemos tenido y seguimos tendiendo dirigentes sociales de muy poca valía y de una falta de ética a tal grado, que bastaría para que la gente encuentre la razón de sacudirse a este tipo de gobernantes y dirigentes sociales, así como de los manipuladores a través de los medios, y reasumir la soberanía que le corresponde y que se encuentra por lo pronto secuestrada. No hay mal que por bien no venga.

jusbbv@hotmail.com

Tomado de La Jornada.


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Las razones de López Obrador**


MARTí BATRES

Andrés Manuel López Obrador está llamando a votar por candidatos del Partido de la Revolución Democrática, del Partido del Trabajo y de Convergencia. ¿Por qué? Las razones se encuentran, principalmente, en su papel al frente del movimiento que se ha convertido en la verdadera oposición al gobierno federal y a sus políticas, así como en las batallas que se librarán en la segunda mitad de este sexenio.

Existen dos polos en la disputa nacional real. Por un lado están los que persisten en continuar las transformaciones neoliberales iniciadas con Miguel de la Madrid y continuadas por Salinas, Zedillo, Fox y Calderón. Por otro, los vigorosos movimientos populares que se han opuesto desde entonces y hasta ahora a esa ruta y que reclaman una reorientación popular y nacional del rumbo del país. Ambos bloques se expresan a través de diferentes fuerzas políticas, y a veces las atraviesan y las someten a fuertes tensiones o contradicciones.

Así, la oligarquía que gobierna México ha tratado de colocar a sus voceros en las listas de todos los partidos políticos, especialmente en el PRI y el PAN. Lo que necesitan es que, con la camiseta de cualquier partido, sus legisladores defiendan y aprueben las llamadas reformas estructurales: la reforma constitucional para privatizar los energéticos; la reforma laboral para eliminar la estabilidad en el empleo, y la reforma fiscal, pero con el sesgo de cobrarle más impuestos a los contribuyentes cautivos y no a los actuales empresarios evasores. Se avizora, sobre todo, una nueva embestida para buscar la aprobación del IVA en medicinas y alimentos.

Sin embargo, esa batalla no se ha hecho suficientemente visible en la competencia electoral de nuestros días. Lo que hoy priva es una gran confusión porque al ciudadano común no le queda clara la diferencia entre un partido político y otro. El PRI y el PAN protagonizan el pleito más ruidoso de la coyuntura, pero al final de cuentas no hay una contradicción programática entre ellos. Irán a la Cámara de Diputados a votar en el mismo sentido, como lo han hecho desde 1991. Sólo es una pelea de espacios de poder.

El PRD, por su parte, no se ve en la contienda salvo en algunas regiones. No ha logrado establecer la diferencia tajante con el proyecto dominante para colocarse como el polo electoral opuesto al PRI-PAN. Esto tiene mucho que ver con la noción que tienen dirigentes y candidatos respecto del papel que debe desempeñarse en las Cámaras, y la relación a establecer con la fuerza dominante. No se termina por entender que la oposición se opone o acaba por ser un actor más entre muchos otros.

En la legislatura saliente, el PAN, el PRI y legisladores de otras fuerzas políticas hicieron todo lo posible por modificar la Constitución y entregar Petróleos Mexicanos a las grandes compañías extranjeras. No lo lograron por la doble acción que realizaron el movimiento popular –desde fuera del Poder Legislativo– y una parte de los diputados del PRD, PT y Convergencia. La batalla se ganó afuera por la inconformidad social y por el respaldo firme de un conjunto de legisladores, no tan numeroso, pero sí muy consistente, que obligó a la discusión pública del tema.

Un caso similar ocurrió hace dos legislaturas, en el año 2001, cuando el movimiento popular paró en seco el intento de imponer el IVA en medicinas y alimentos con el apoyo de no más de cincuenta legisladores del PRD, seis del PT, uno de Convergencia, e incluso una docena de priistas.

En la legislatura que está por terminar, las fuerzas progresistas y de izquierda tuvieron la más grande bancada de la historia contemporánea. Sin embargo no todos participaron con la misma postura y determinación en la lucha principal: la batalla por el petróleo. Para frenar el proyecto privatizador, en esta ocasión como en otras, lo más importante no fue el número de legisladores, sino la determinación de algunos y su relación con el movimiento popular.

Tomando en cuenta lo anterior, se entiende que la oligarquía busque tener diputados que voten a favor de las llamadas reformas estructurales. Pero también se infiere que lo más importante para el movimiento popular, opuesto a tales reformas, es contar con legisladores con la suficiente claridad y firmeza para representar ese movimiento en el Congreso de la Unión.

De la misma forma que a los adversarios de AMLO, a la oligarquía le interesa contar con legisladores que aprueben las mal llamadas reformas estructurales, así sean del PRI, del PAN o de otros partidos políticos. Para el movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador lo más importante es contar con legisladores que se opongan a la imposición del IVA en medicinas y alimentos y al resto de las contrarreformas, independientemente del partido que sean, pues la cohesión de cada bloque estará dada por la coincidencia en el mismo programa económico social...

La lucha real de nuestros días, la que está definiendo si México continúa o no por la ruta neoliberal –la que exacerba la desigualdad social y los riesgos que ello conlleva– no se da entre un partido político y otro. Pasa por la confrontación de proyectos económicos sociales totalmente diferentes, donde unos pugnan por mantener ganancias y privilegios frente a otros que luchan por una mayor equidad y justicia social en el país. Y hoy por hoy, nos guste o no, quien encabeza esa lucha con su movimiento es Andrés Manuel López Obrador.

**Tomado de la revista Proceso.