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martes, mayo 19, 2009

La complicidad Calderón-Salinas*













Tomados de La Jornada, El Fisgón, Hernández y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.


ÁLVARO DELGADO

MÉXICO, DF, 18 de mayo (apro).- Frase por frase, palabra por palabra, Miguel de la Madrid describió a Carlos Salinas, su sucesor en el poder presidencial, como quería hacerlo y al final, con malicia, asintió: "es un criminal".

Cómplice de su hermano Raúl, cuya fortuna de más de 130 millones de dólares en buena medida procede del narcotráfico, y él mismo ladrón de la mitad de los millones de dólares de la partida secreta que manejó a discreción, Carlos queda exhibido como un hampón por De la Madrid en la entrevista con Carmen Aristegui.

--¿Debería Carlos Salinas ser enjuiciado en México? --le preguntó la periodista.

--A estas alturas, yo no creo --respondió el expresidente.

--¿Por qué no?

--Ya pasó mucho tiempo y al mismo gobierno de México no le conviene seguir con ese asunto pendiente.

--¿Por qué? La justicia es la justicia.

--Pues sí, pero...

--¿Por qué no le convendría a un gobierno panista? ¿No sería conveniente para la salud pública de este, nuestro país? Sabiéndose lo que se sabe e intuyendo lo que pudo haber pasado con la corrupción, ¿no debería enjuiciarse a Salinas?

--Yo creo que ya no sería conveniente.

--¿No cree Miguel de la Madrid en alguna medida, por lo menos chiquita, en la utilidad del escándalo para la salud pública, si del escándalo surge un proceso de justicia?

--No tanta.

--¿No tanta justicia o no tanto?

--No tanta utilidad

--¿No sirve la justicia? ¿La justicia estorba para ejercer el poder?

--A veces sí.

--¿La impunidad es condición necesaria para que la maquinaria siga funcionando en México?

--Sí.

Y sí: todos los mexicanos saben que la impunidad es el insumo básico para que la maquinaria del sistema de corrupción opere en México, en primerísimo lugar quienes han lucrado y lucran indebidamente con el patrimonio nacional y han enviado al infierno de la miseria a más de la mitad de los mexicanos.

Tiene razón De la Madrid: aun habiendo elementos para ello, y los hay, Salinas no será enjuiciado no sólo porque al gobierno de Felipe Calderón "no le conviene seguir con ese asunto pendiente", sino porque --y esto es lo fundamental-- forma parte del mismo sistema de complicidades, razón por la cual ostenta formalmente el cargo.

El silencio de Calderón y los funcionarios de su gobierno relacionados con el combate a la corrupción y la aplicación de la justicia, es elocuente y, si alguna duda queda de la abyecta sumisión a Salinas, es la posición del presidente del PAN, Germán Martínez, quien antepone el lucro electoral al esclarecimiento de conductas delictuosas.

"Creo que al que se debe llevar a juicio es al PRI en las urnas", declaró Martínez, quien jamás ha emitido una critica a Salinas, entre otras razones porque sabe el papel que éste jugó en el fallo de los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) en los comicios del 2006.

Antes del fallo, que impuso a Calderón como oficialmente ganador, Salinas habló con los nueve magistrados, sobre todo con los que consideraban que debía anularse la elección por la ilegal intervención de Vicente Fox y el Consejo Coordinador Empresarial (CCE).

Un prominente abogado panista confirmó al reportero que, poco antes de la toma de posesión de Calderón, Salinas estaba molesto porque quería reunirse con él, pero César Nava Vázquez, el secretario particular y actual candidato a diputado federal, no quería tomarle la llamada, ni siquiera con la intervención de un allegado de ambos.

"Salinas está muy enojado con Calderón, porque no le quiere tomar la llamada y a él le debe su triunfo. Dice que el marcador en el Tribunal Electoral estaba 4-3, con riesgo de convertirse en 3-4, que era la nulidad, y él hizo la unanimidad de 7-0."

La molestia duró muy poco: Salinas y Calderón gozan a plenitud la complicidad.

Apuntes

Justo en medio de este escándalo y el de Carlos Ahumada nació, hoy lunes 18 de mayo, un nuevo diario. Se llama La Razón. Lo dirige Pablo Hiriart, exdirector de La Crónica de Hoy y, precisamente, excolaborador y amigo de Carlos Salinas. Hiriart dice que el nuevo periódico es "un medio de comunicación abiertamente comprometido con los cambios que al país le urgen". Hiriart asegura que la familia del empresario tamaulipeco Ramiro Garza Cantú le prestó cabezal y dinero: "Los señores Garza me han extendido una línea de crédito para relanzar el diario, que se comenzará a pagar cuando llegue a un punto de equilibrio financiero. Mientras lo pago, ellos conservan un asiento en el Consejo de Administración. Para todos los efectos administrativos y editoriales, el propietario de La Razón soy yo". … Hasta siempre, maestro Benedetti: "Lento viene el futuro/ lento/ pero viene…"

Comentarios: delgado@proceso.com.mx

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Ego herido... y amenazador*


CARLOS ACOSTA CóRDOVA

Ator de Los gastos secretos del Presidente. Caja negra del presupuesto nacional (1996), el legislador perredista Pablo Gómez documenta que en los seis años del gobierno de Salinas la partida secreta ascendió a 845 millones 671 mil dólares, al cambio promedio de cada año.

En ese libro –que elaboró con datos concretos del Presupuesto de Egresos de la Federación de varios años, a los que tuvo acceso como diputado entonces– refiere que dicha partida se utilizó para “entregar dinero a cuenta de favores o premios de desempeño por actividades políticas y la creación de un fondo personal o familiar del presidente”.

En enero del año pasado, escribió en La Palestra, un órgano informativo de los senadores del PRD, que de aquella cantidad Raúl Salinas de Gortari pudo haber depositado en Suiza los polémicos 105 millones de dólares que presuntamente el hermano incómodo reunió de un grupo de empresarios, entre los que estaban Ricardo Salinas Pliego, Carlos Peralta, Adrián Sada González, Carlos Hank Rhon y Roberto González Barrera, El Maseco, entre otros.

Pero no es una suposición de Pablo Gómez. El propio Raúl Salinas se encargó de decir que ese dinero era de su hermano Carlos quien –acusó desde la cárcel– constantemente se lo reclamaba.

En efecto, el 10 de octubre de 2000, en el noticiario nocturno de Joaquín López Dóriga, se difundió una conversación entre los hermanos Adriana y Raúl Salinas. Éste se hallaba fúrico, pues días antes se transmitió una entrevista que el propio López Dóriga y Héctor Aguilar Camín le hicieron a Carlos Salinas, en la que el expresidente dijo sentirse muy lastimado por las conductas de su hermano, sus negocios “poco claros” y la existencia, que según él desconocía, de cientos de millones de dólares depositados en bancos del extranjero.

Estalló en ira Raúl, al teléfono con Adriana. Se sintió atacado y traicionado por su hermano el expresidente. No sólo reveló que los pasaportes falsos los sacó de Gobernación por instrucciones del propio Carlos, sino que amenazó con aclarar que gran parte de esos fondos eran del erario; insinuó que Carlos mismo fue el intermediario y dijo que le parecía “una cobardía gigantesca” que Carlos le enviara a la cárcel mensajes con Juan José (Salinas Pasalagua, hijo de Raúl) “de que le manden dinero porque es de él.”

Dos de las líneas de investigación de la PGR sobre los dineros de Raúl en Suiza señalaban que esos recursos provenían de la partida secreta que manejó Carlos Salinas como presidente o que eran producto de pagos realizados por empresarios favorecidos con la privatización de empresas públicas.

Otro de los especialistas en el tema de la partida secreta es Sergio Aguayo, investigador de El Colegio de México. En un texto de 1997 sostiene que el uso personal de la partida secreta explica “algunos enigmas sobre el estilo de vida de los expresidentes”.

Dice: “Por ejemplo, sabemos que Carlos Salinas de Gortari lleva un nivel de vida muy alto, que le permite viajar por el mundo y tener una cómoda existencia en Dublín, Irlanda. ¿Cuál es el origen de su fortuna? De acuerdo con cifras oficiales, cuando fue presidente de la República, tenía un salario equivalente a 60 mil dólares al año (estimaciones para 1992). Se trata de minucias a la luz de lo que tenía a su disposición con la partida secreta: los 858 millones de dólares que gastó durante su sexenio significan que desde que entró y hasta que salió pudo gastar diariamente 390 mil dólares”.

Salinas siempre ha negado un uso personal y discrecional de la partida secreta. Inclusive, en el prólogo de la cuarta edición de su libro México, un paso difícil a la modernidad, reconoció que ese fondo se utilizaba para apoyar a “partidos políticos, dirigentes, empresarios, sindicatos, organizaciones rurales, intelectuales, organizaciones religiosas y medios de comunicación, entre muchos otros, incluidas personas que realizaban otras tareas que se consideraban también necesarias”.

Precisamente por el secretismo en el uso de esos recursos, la falta de vigilancia y supervisión de los mismos ha sido difícil documentar quiénes se beneficiaron de la partida secreta, si bien con el tiempo han ido conociéndose casos concretos como, por ejemplo, el de Héctor Aguilar Camín y la revista Nexos, que fue apoyada por Salinas con cerca de 3.5 millones de pesos, por distintos servicios a la Presidencia.

Recursos de esa partida se destinaron, también, para apoyar personalmente a exmilitantes de organizaciones políticas de izquierda –antiguos críticos del sistema–, con el fin de cooptarlos. De hecho, muchos de los programas específicos del Pronasol, la estrategia salinista de combate a la pobreza, fueron dirigidos y ejecutados por personajes de probada capacidad para manipular masas y que alguna vez militaron en la izquierda. Había de todo en Solidaridad: exguerrilleros, excomunistas, extrotskistas, exmaoístas...

Revisiones a las cuentas públicas hechas por legisladores dieron cuenta, en distintos momentos, que recursos de la partida secreta fueron a parar a manos de secretarios de Estado, subsecretarios, empresarios, procuradores, familiares del propio presidente Salinas.
Para éstos últimos, los beneficios también llegaban en especie, como relató Proceso (943) la última semana de noviembre de 1994, en el ocaso del gobierno salinista:

“Al mediodía (del lunes 21), una despreocupada aparición de autos de lujo, blindados, para familiares y amigos del presidente Salinas. Como la agenda presidencial de ese día era ‘privada’, pocos reporteros se aparecieron temprano por la sala de prensa de Los Pinos. Tres de los que siempre están allí detectaron frente a la puerta número uno de la residencia oficial tres autos Volkswagen Jetta VRG, GLX, sin placas: uno negro, otro azul metálico y el tercero gris.

“Enrique Ramírez, en El Día del martes 22, describió sus características: ‘Asientos de piel, rines deportivos, quemacocos, alerón trasero, calaveras entintadas, sin placas, con el emblema de la Automotriz Lindavista. También: ‘Y sí, al acercarse se nota. Vidrios, portezuelas, los postes, cofres y cajuela con blindaje. Bueno, hasta los neumáticos: si les pega un balazo, no importa, el coche sigue rodando con el rin’, según les dijeron los empleados de la agencia que llevaron los autos hasta Los Pinos.

“Y respondieron a todo: la Presidencia de la República pidió unos 60 autos similares; cada uno cuesta como 90 millones (de viejos pesos) en agencia, pero por el blindaje un porcentaje más. En los permisos provisionales para circular, se apreciaba el nombre de sus propietarios, según la nota de Ramírez: Adriana Salinas de Yáñez (el negro), Enrique Salinas de Gortari (el gris) y Francisco Vázquez Alanís (el azul).

“En la Dirección de Comunicación Social ni cuenta se dieron. Se preocuparon más por dar a conocer un informe de autoevaluación en el que se habla de un cabal cumplimiento de los compromisos contraídos por el presidente Salinas.”

El principal beneficiario

Pocas dudas hay de que el gran beneficiario de la partida secreta fue el propio Salinas. Principalmente por las imputaciones directas de su hermano Raúl –en la famosa conversación telefónica con Adriana, desde la cárcel, pero también por lo que aseguró la semana pasada el expresidente Miguel de la Madrid.

Pero incluso antes de éste, Luis Téllez ya había dado cuenta de ello. En febrero pasado se difundieron conversaciones personales del entonces secretario de Comunicaciones y Transportes –hoy presidente de la Bolsa Mexicana de Valores–, en las que asegura que “Salinas se robó la mitad de la partida secreta”.

Y es relevante que lo haya dicho Téllez, pues durante 10 años –por los distintos cargos que tuvo en las secretarías de Programación y Presupuesto y de Hacienda y Crédito Público– estuvo metido en las entrañas del sector financiero.

Como director general de Planeación Hacendaria debía allegarse y manejar información de gran relevancia en el desempeño económico del gobierno y del país. Él lideraba la operación de todo el sistema de movimiento de fondos del gobierno federal; llevaba el registro de las cuentas corrientes de depósito, en dinero y valores, y de todas las operaciones crediticias de las dependencias federales; operaba el sistema de información hacendaria de los estados y municipios, y también todo el sistema de información económica, financiera y hacendaria de la Secretaría, en el que incorporaba la información sobre las principales variables financieras y hacendarias del gobierno federal, del Departamento del Distrito Federal y de las empresas paraestatales. (Proceso 1571)
Sin embargo, lo dicho por su hermano Raúl, por De la Madrid y por Téllez, más lo que en el tiempo se ha conocido por indagatorias judiciales y legislativas, no le impiden a Carlos Salinas de Gortari rechazar las imputaciones públicas de que usó para beneficio personal la partida secreta.

Pero en este tema, a Salinas se le cree lo mismo que a Luis Echeverría –porque se justifican igual– cuando dice que no tuvo responsabilidad alguna en la matanza de estudiantes, en los trágicos sucesos de 1968 y 1971.

Es decir: Nada.

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Así pensaba y así hablaba*


ÁLVARO DELGADO

Hace un cuarto de siglo, Miguel de la Madrid criticaba con dureza a su antecesor en la Presidencia, José López Portillo, por haber desbarrado en una entrevista con Carlos Loret de Mola, publicada en el libro El Juicio. Entre otras cosas, López Portillo afirmó que la responsabilidad de la deuda pública no le correspondía a él, “sino al pueblo de México”. Así –relató años después De la Madrid–, “consideré la posibilidad de sugerirle que se desdijera, pero luego pensé que eso sería contraproducente”. Y ahora el exmandatario se hizo caso a sí mismo: se desdijo y se calló.


El juicio, un libro del político y periodista Carlos Loret de Mola elaborado con base en dos entrevistas con José López Portillo, generó un escándalo político en 1984, a dos años de iniciado el gobierno de Miguel de la Madrid, quien juzgó que ese trabajo sólo sirvió “para terminar de hundir la imagen” de su antecesor.

De la Madrid cuenta ese episodio en Cambio de rumbo, un grueso volumen de memorias que elaboró, en 2004, auxiliado por Alejandra Lajous, y que sin embargo también arroja luz sobre sí mismo:

“Las afirmaciones de López Portillo, que significan su defensa ante las decisiones tomadas durante su sexenio, se han revertido contra él; han tenido un efecto de bumerán. Cabe imaginar la reacción del lector cuando López Portillo afirma que la responsabilidad de la deuda pública no le corresponde a él, sino al pueblo de México…”

Apunta: “En el fondo, el libro revela una ingenuidad extraordinaria de parte del expresidente, quien no midió la diferencia entre expresar sus opiniones ante amigos o excolaboradores, y hacerlo ante un periodista que, por profesión, lógicamente las publicará”.

Ante la polémica que concitó el libro de Loret de Mola, De la Madrid cuenta que López Portillo lo consultó, “por medio de cientos de mensajeros”, sobre lo que debía hacer:

“Yo estuve reflexionando al respecto. Consideré la posibilidad de sugerirle que se desdijera, pero luego pensé que eso sería contraproducente, pues Loret argumentaría que las opiniones de López Portillo eran verídicas, lo que a la postre sólo serviría para aumentar la polémica. Así que le mandé decir que, en mi opinión, lo mejor que podía hacer era callarse, pues se iba a venir una reacción muy fuerte en su contra, por lo que había que evitar echarle más leña al fuego.”

Un cuarto de siglo después de lo que recomendó a López Portillo, y una vez que se generó un escándalo por acusar a Carlos Salinas y a sus hermanos de conductas criminales, De la Madrid se hizo caso a sí mismo: Se desdijo y se calló.

Reputado como político prudente en extremo, el expresidente tuvo un momento de arrojo al declarar a la periodista Carmen Aristegui que se arrepentía también de haber designado a Salinas como su sucesor. Pero él mismo hizo transitoria su audacia.

“¿Frío? Mentira”

La personalidad plomiza de De la Madrid se despliega, también, en dos largas entrevistas con Regino Díaz Redondo, publicadas en Excélsior, en cinco y cuatro partes respectivamente: La primera al cumplir tres años de su gobierno, en diciembre de 1985, y la segunda a una semana de concluir su mandato, en 1988.

Zalamero, Díaz Redondo no escatima elogios para encumbrar a De la Madrid, exhibido su auténtico talante por las antipopulares medidas ante la crisis económica y su pasmo ante los terremotos de 1985:
¿Frío?, mentira, no confundir la frialdad con la seriedad (…) Escucha con una gran paciencia a su interlocutor. Es un presidente que escucha. Afable, directo; la dialéctica del hombre de leyes le permite emitir opiniones enriquecidas por sus conocimientos profundos de la Constitución y de la historia nacionales.

Inclusive, en la última de las cinco partes de la entrevista, publicada el 5 de diciembre de 1985, Regino cabeceó a ocho columnas: “Soy frío de cabeza y caliente de corazón: el presidente”, pero esa declaración no aparece por ninguna parte.

–Un presidente sereno, de pensamiento profundo, no tiene derecho a irritarse, a confundirse ni a tomar decisiones livianas… Pero, ¿alguna vez se irrita?

–Sí, mucho, pero me aguanto.

–¿Con quiénes no se entiende?

–Con los tiesos y los fríos… A veces me dicen: pobre de este presidente que le tocó una época muy difícil… Pero yo creo que es también un reto especial, que me estimula a utilizar mayor talento, imaginación, voluntad y actividad.

–Señor presidente, se dice que no llega usted a las gentes con entusiasmo, que está demasiado tieso, demasiado lejos cuando dialoga con ellas.

–Con la gente normal me entiendo muy fácil y ella conmigo.

–¿Lo deprime alguna cosa?

–Depresión propiamente no, a veces, al final de ciertos días, sí hay cansancio, pero depresión no, afortunadamente no.

–¿Qué hace el presidente de México cuando descansa, si es que descansa alguna vez?
–Sí descanso. Sí descanso y me doy tiempo para descansar, y me obligo para tener tiempo para descansar; porque el descanso es indispensable en términos de salud y en términos de serenidad.

La charla alcanza los días de los terremotos y los “errores” por la expropiación de terrenos, pero no sobre la parálisis del gobierno.

–A raíz del sismo ha cambiado la mentalidad de la gente. ¿Cree que pueda estar en peligro el sistema político actual o que, cuando menos, haya una gran irritación contra el gobierno?
–No lo creo. Yo no veo en la mayoría del pueblo de México un deseo de cambio fundamental de nuestra estructura política.

Sobre la relación con los medios de comunicación, De la Madrid la califica de “compleja y difícil”, y le molesta “que se anteponga el sensacionalismo a la ponderación”.

Eso es fundamentalmente lo que me molesta. Y eso no implica de mi parte hostilidad hacia la prensa. Sé que es un fenómeno hasta cierto punto natural, del cual los propios periodistas siempre, cuando menos los periodistas profesionales, están en guardia, y usted siempre me lo ha dicho, que tienen que estar en guardia contra esa tendencia. Y además es un fenómeno, como le digo, mundial.

–¿Cómo clasificaría o dividiría a la prensa nacional?

–Perdóneme que no le responda a la pregunta. Creo que es de los juicios que un presidente debe reservarse para sí mismo.

Después de hablar de su familia –“la célula fundamental de la sociedad”–, De la Madrid diserta sobre libros y autores.

–¿Puede citarme algunos autores?

–Lo que pasa es que si doy una lista pecaría por defecto u olvido. Pero… en la literatura mexicana, por lo pronto, me gustan mucho las novelas de Martín Luis Guzmán, de Agustín Yáñez, de Carlos Fuentes, de Luis Spota, de Juan Rulfo. Le repito: He leído tanto que es difícil hacer una lista, porque es enorme e interminable.

–¿Tiene preferencia por algún autor extranjero?

–A los clásicos los trato de leer de vez en cuando; a los griegos, a los romanos, a los españoles, a los ingleses, a las grandes figuras. Lo clásico por eso es clásico. Porque es de valor permanente, eterno, porque habla de la naturaleza humana que, al fin y al cabo, es una constante en el tiempo; me gustan también los modernos: Borges, García Márquez, Vargas Llosa.

–¿Qué es lo que más le gusta de la vida y qué hubiese preferido ser de no haber sido presidente de la República?

–A mí de la vida me gustan muchas cosas. Creo que es una oportunidad ilimitada de tener experiencias; la que he tenido me ha gustado. Si tuviera oportunidad de repetirla, la repetiría; y si no hubiese tenido esta oportunidad, me hubiera gustado seguir en el servicio público, en alguna posición, o también en actividades de tipo académico.

–¿Duerme usted bien?

–Normalmente sí.

–¿Cuántas horas?

–De seis a siete, y obviamente sí hay veces que tarda más en llegar el sueño o se acaba más pronto cuando hay problemas especiales. En esta última época que me ha tocado, de los terremotos, sí le confieso que me bajó el buen sueño que normalmente tengo.
–¿No toma usted pastillas para dormir?

–Prefiero una cerveza.

Contento con Salinas

Regino volvió a entrevistar a De la Madrid en noviembre de 1988, a unos días de entregar a Salinas el cargo, y nota que “no ha perdido el tono, el énfasis, la convicción”. Anota: “El diálogo fluido, relajante. El presidente está sereno, son las siete de la tarde, su semblante está fresco, no hay asomo de cansancio. Sí, a veces hace notar asuntos que parecen afectarlo, emocionarlo, responsabilizarlo.”

–Para empezar, y romper un poco el hielo, yo quisiera preguntarle, ¿cuál ha sido el momento más agradable y cuál el más desagradable de su gobierno?

–El más desagradable lo recuerdo con facilidad. Yo creo que fueron los momentos alrededor de los terremotos de septiembre de 1985. Fueron momentos muy dramáticos; fueron momentos en que, sobre todo en los primeros tiempos, yo tenía un sentimiento de impotencia, de no poder responder con rapidez, con la agilidad deseada, al gran problema. Momentos agradables muchos, Regino…

–¿De qué se arrepiente durante su sexenio? ¿Qué es lo que no ha hecho?

–Es una pregunta bien difícil, Regino. Quizá sea muy presuntuoso de mi parte decirle que en lo básico no estoy arrepentido. Habrá algún detalle. Habrá una cuestión secundaria. Yo me esforcé mucho por tomar las mejores decisiones y ejecutar de la mejor manera esas decisiones mediante acciones. Probablemente sí me arrepiento de que hubo lapsos en donde yo me restringía de tener una actividad social más amplia, de quedarme, digamos, los fines de semana en mi casa, viendo papeles, dejando de ver amigos. Creo que ahí probablemente se me pasó la mano.

–¿Pero cómo dejó el país y cómo lo deja?

–Mire, lo tomé en grandes dificultades y ahora lo dejo con dificultades. La diferencia es la agudeza de los problemas…

–¿A usted no le sorprendieron los resultados del 6 de julio?

–Sí me sorprendieron, porque yo tenía la impresión de que el partido de la Revolución iba a tener una votación menor, pero no tanto.

–¿Y usted está conforme con la forma en que se realizó la selección del candidato a la Presidencia, del ahora presidente electo?

–Yo creo que sí. Responde a nuestra cultura política, responde a la etapa actual del desarrollo político mexicano. El resultado a mí me pareció bueno, y a un proceso se le califica por el resultado. Yo estoy muy contento de que haya sido electo Carlos Salinas de Gortari. En consecuencia, el proceso fue idóneo.

Regino le pregunta sobre las protestas del Frente Democrático Nacional, particularmente la interpelación que le hizo Porfirio Muñoz Ledo en su último informe de gobierno.

–¿Qué sintió usted como ser humano, ya no como presidente, qué sintió como ser humano en ese momento?

–Lástima.

–¿Lástima por quién?

–Por ellos. Lástima de que no entendieron la gran oportunidad que se nos está ofreciendo a todos los mexicanos de mejorar nuestra vida democrática.

–¿Fue un momento de nerviosismo para usted? ¿Estuvo usted inquieto?

–No, yo soy muy autocontrolado y mientras más es la presión, más me controlo. Es una reacción temperamental quizás.

En otra parte de la entrevista, De la Madrid vuelve sobre su temperamento y su deber como presidente de la República. “El país lo trae uno metido todo el día, y a veces toda la noche”.
–¿Sintió a veces ganas de zarandear a alguien por incomprensión?

–Sí, muchas veces, y me las aguanté.

–¿Y hasta qué punto el aguantarse no contribuye a excitar o a debilitar –como usted quiera– su pasión y sus nervios, y entonces tener menos capacidad de maniobra, en vez de gritar aunque sea a solas?

–Creo más en la persuasión que en la violencia. Y opino que un presidente de México, sobre todo, está obligado a propiciar la paz y la concordia. Y que se tiene uno que aguantar los corajes, y que se tiene que aguantar uno las intemperancias. Porque está uno sirviendo a la nación.

“A mí se me dice que soy muy sereno, que soy muy tranquilo. No es cierto. Soy muy nervioso, muy intranquilo, preocupón; pero me aguanto.”

Hombre de fobias –“sí tengo: odio la mentira, odio la deshonestidad”–, De la Madrid hizo un compromiso: “Me he fijado el firme propósito de no volver a aspirar a puestos de dirección política ni a ser muy activo en la política, salvo que en un momento dado hubiera un partido de oposición que ganara el poder: Me volvería furibundo oposicionista”.
Tal cual.

*Tomados de la revista Proceso.