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domingo, febrero 10, 2008

La misma gata, pero revolcada: abrir o privatizar Pemex*


Tomado de La Jornada, Hernández.


Mario Di Costanzo

La renta petrolera se define como la diferencia que existe entre el precio de venta del petróleo y su costo de extracción: si en promedio extraer un barril de petróleo en nuestro país tiene un costo de cuatro a ocho dólares y en los mercados internacionales se vende en aproximadamente 80 dólares, la renta petrolera equivale a 72 dólares por barril.

Luego entonces, esta renta petrolera es la que hasta ahora se ha utilizado como una de las principales fuentes de ingreso de las finanzas públicas y no como una de las principales fuentes de ingreso para la expansión del sector energético o, en todo caso, del sector petrolero nacional.

A lo anterior hay que agregar que en virtud de que el petróleo es un recurso natural no renovable, en la medida en que no se invierta esa misma renta petrolera en el sector energético le seguiremos robando a las futuras generaciones de mexicanos esa riqueza.

Por ello, a pesar de que tanto Felipe Calderón como los legisladores del PRI y del PAN han señalado que la “reforma energética” que se presentará no buscará la privatización de Petróleos Mexicanos, el simple hecho de permitir la inversión privada en los procesos de refinación, exploración, distribución y comercialización del petróleo implicaría la “transferencia o cesión” de buena parte de la renta petrolera, que es de todos los mexicanos, a compañías privadas nacionales o extranjeras.

Más aún si el principal argumento que se ha dado por parte de los grupos que quieren abrir el sector consiste en señalar que el país no cuenta con recursos para financiar la expansión de la industria.

Y para corroborar lo anterior, sólo basta señalar lo siguiente:

De acuerdo con el último informe financiero de Pemex, al 30 de septiembre de 2007 la paraestatal reportó ventas totales por 808 mil 128 millones de pesos (73 mil 927 millones de dólares) y un costo de ventas más gastos generales de 375 mil 339 millones de pesos (34 mil 336 millones de dólares); es decir, que la renta petrolera fue de 432 mil 789 millones de pesos.

Sin embargo, el mismo informe señala que al 30 de septiembre la paraestatal entregó o pagó al fisco (entre impuestos, derechos y aprovechamientos) 457 mil 341 millones de pesos; es decir, tuvo que entregar “la totalidad de la renta petrolera” más 25 mil millones de pesos aproximadamente.

Es obvio que esta situación muestra, entre otras cosas, la elevada carga fiscal que tiene Pemex y que sin lugar a dudas no se mantendría para las empresas privadas que pudieran entrar al negocio del petróleo, en virtud de que ninguna compañía del mundo aceptaría o sería rentable con esa carga fiscal.

De hecho, la inversión o empresas del sector privado que pudieran entrar al “nuevo negocio” no aceptarían hacerlo ante tal carga fiscal, por lo que necesariamente a ellos se les aplicaría una tasa fiscal diferente y más reducida que la que actualmente enfrenta Pemex, lo que les permitiría adueñarse de la renta petrolera.

Cabe señalar que por lo menos sin la apertura se está garantizando que dicha renta petrolera tenga como destino “las arcas nacionales”, pero con la apertura a la inversión privada –aunque esto no implique de fondo una privatización total– se estaría cediendo una buena parte de esa renta petrolera a empresas privadas, que la utilizarían para construir más infraestructura petrolera, lo que les permitiría cada vez más adueñarse de una porción mayor de la renta petrolera nacional.

Por ello, si bien es cierto que aun cuando en el discurso de Calderón y de los legisladores del PRI y del PAN se niega que la “reforma energética” busque la “privatización del petróleo”, la poca o nula inversión gubernamental en Pemex combinada con una apertura al capital privado permitiría que los nuevos inversionistas se adueñaran paulatinamente de la renta petrolera de la nación, que es equivalente a privatizar a la industria del petróleo.

De hecho, esto es lo que ha venido sucediendo, sólo que esta inversión privada se ha dado a través del esquema conocido como Pidiregas, lo que ha evitado –al menos parcialmente– que la renta petrolera nacional se haya privatizado, ya que si revisamos qué ha sucedido durante los últimos 25 años nos damos cuenta de que la inversión pública en Pemex pasó de casi 18 mil millones de dólares en 1981 a sólo 1.6 mil millones de dólares en 2007, mientras la inversión privada a través de Pidiregas pasó de 2 mil millones de dólares en 1998 a 11 mil 440 millones en 2007, lo que significó un crecimiento de 484 por ciento.

Por ello, el verdadero fondo de la discusión es y deber ser quién o quiénes van a controlar la renta petrolera del país. Y en este sentido, para que la nación pueda conservar la renta petrolera como un patrimonio de los mexicanos, tiene que y debe de realizar las inversiones de manera directa, ya que en el contexto actual, privatizar o abrir resultaría ser la misma gata, pero revolcada.

Secretario de la hacienda pública del gobierno legítimo

*Tomado del periódico La Jornada.



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El sello de la derrota*


Álvaro delgado

México, D.F., 6 de febrero (apro).- Felipe Calderón le ha impuesto al Partido Acción Nacional (PAN), en poco más de un año de gobierno, el sello de la derrota electoral.

Los contundentes descalabros del 2007 se le atribuyeron desde el gobierno de Calderón a Manuel Espino, el anterior presidente del PAN, pero los dos primeros compromisos electorales de Germán Martínez sólo ratificaron la tendencia perdedora de ese partido, que inclusive se hundió hasta el cuarto lugar, este domingo 3, en Baja California Sur.

Salvo la gubernatura de Baja California, en la que sólo con la abierta participación del gobierno de Eugenio Elorduy y la operación de Elba Esther Gordillo se frenó al priista Jorge Hank Rhon, el PAN ha perdido todas las elecciones posteriores al 2 de julio del 2006 --17 estatales-- y la votación que Calderón obtuvo oficialmente se ha desplomado sostenidamente.

Las derrotas del PAN se producen a pesar de las variopintas alianzas que ha establecido a nivel de los estados: Con el partido Nueva Alianza (Panal), que encabeza la dirigente magisterial Elba Esther Gordillo; el Verde Ecologista de México y el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Antes de la primera entrega de una gubernatura al PRI, en Yucatán, el PAN observó dos descalabros en el mismo 2006: En Tabasco, donde apenas obtuvo 3 por ciento de los votos, apoyó al priista Andrés Granier y en Chiapas sufrió la segunda derrota consecutiva al aliarse con el también priista Antonio Aguilar Bodegas.

Desde entonces el PAN sólo ha cosechado derrotas en los 17 procesos electorales que ha habido hasta este domingo 3 de febrero; y no se prevén cambios en otras cuatro elecciones estatales que habrá este año --Hidalgo, este 17 de febrero; Nayarit, en julio, y en octubre, Guerrero y Coahuila--, aun cuando ya lo preside Germán Martínez.

La primera gran derrota fue en Yucatán, en mayo del 2007, un proceso que el candidato panista a gobernador, Xavier Abreu --ahora empleado federal, como el exgobernador de ese estado, Patricio Patrón--, afirmó que hubo un “fraude electoral” del PRI.

Con Yucatán, que fue el primer proceso electoral del 2007, comenzó el declive electoral del PAN: Aun cuando conservó su votación respecto a la elección presidencial, perdió ante la candidata del PRI, Ivonne Ortega, quien aumentó en 154 mil sus votos; el Partido de la Revolución Democrática (PRD) se desfondó.

El PRD, que obtuvo en el 2006 más 125 mil votos, sólo recibió 23 mil en la elección estatal. Es decir, 102 mil yucatecos que votaron por López Obrador decidieron hacerlo ahora por el PRI y su candidata. Y las elecciones en Puebla y Tamaulipas, el 11 de noviembre, rubricaron el pésimo año electoral para el PAN: En el estado gobernado por Mario Marín, apenas ganó una diputación, mientras que en la entidad gobernada por Eugenio Hernández, amigo también de Calderón, el retroceso fue tal que perdió su principal bastión, Reynosa.

Antes, en septiembre, Veracruz fue otro de los signos de la debilidad panista: Sólo ganó dos diputados de mayoría, después de que en las elecciones de hace tres años ganó 14 --una más que el PRI--, y retuvo sólo 30 de los 88 municipios en los que triunfó hace tres años, con una pérdida de 58, entre ellos el puerto de Veracruz y Córdoba, sus bastiones.

El desplome del PAN también fue notable respecto a la elección presidencial del 2006, cuando Calderón quedó en segundo lugar, con un millón 6 mil votos, después de Andrés Manuel López Obrador, quien obtuvo un millón 36 mil, por 727 mil de Roberto Madrazo.

De los municipios más poblados del estado, el PAN sólo retuvo Boca del Río, cuyo candidato es hijo de Miguel Angel Yunes Linares, director del ISSSTE y operador de Elba Esther Gordillo, quien decidió coaligarse con su partido Nueva Alianza al PRI.

Gordillo, dirigente magisterial y de Nueva Alianza, también se alió al PRI en Chihuahua, donde el PAN sólo retuvo --por 300 votos-- el ayuntamiento de la capital y perdió Juárez, un enclave histórico de ese partido.

En la elección de Chihuahua, el PAN logró 524 mil votos con Calderón en la elección del 2006, equivalente al 45 por ciento, pero en la estatal se desplomó: Perdió 143 mil votos.

El PRI, por su parte, se recuperó: En el 2006 obtuvo 342 mil, equivalente al 29 por ciento, mientras que en la estatal, en alianza con el partido de Gordillo, subió a 447 mil votos, es decir, ganó 105 mil votos.

El PRI sumó a sus votos los 20 mil de Nueva Alianza del 2006, pero también de quienes votaron por López Obrador, porque el PRD se desplomó: De los 212 mil que logró con la coalición Por el bien de todos, el PRD-Convergencia apenas lograron 32 mil 500 votos, una pérdida de 180 mil votos.

El Zacatecas, aunque por primera vez ganó la presidencia municipal de la capital, el PAN perdió 50 mil votos respecto de la elección presidencial, mientras que el PRI aumentó apenas 5 mil votos. El PRD, solo, retrocedió 20 mil votos, mientras que el PT, que condujo Monreal, conquistó 73 mil, que de haber habido coalición hubiera arrasado.

En Zacatecas capital, el panista Cuauhtémoc Calderón Galván ganó al candidato del PRD por una diferencia de 4 mil votos, mientras que el PT obtuvo 5 mil. Sumados PRD y PT hubieran ganado al PAN.

Pero en las elecciones que siguieron también se produjo un retroceso para el PAN: Inclusive en dos estados, Durango y Oaxaca, cayó 50% respecto a la elección presidencial.

En Aguascalientes el PAN padeció una de sus peores derrotas, acrecentada por las divisiones internas: Perdió 30 mil votos respecto de la elección presidencial, mientras que el PRI ascendió y le arrebató la capital.

En Oaxaca, entidad en la que de por sí tiene escasa presencia, el PAN se desplomó: Con Calderón logró 226 mil votos, el 16%, pero en la estatal sólo obtuvo 113 mil votos, exactamente la misma cantidad que perdió.

El PRI, aunque arrasó en todos los distritos, disminuyó también su votación respecto al 2006, cuando obtuvo 428 mil, equivalente al 31%: Ahora sólo logró 412 mil, suficientes para obtener el 47%.

El PRD se cayó también rotundamente: De los 620 mil votos que logró López Obrador, ahora sólo recogió 238 mil. Perdió 382 mil votos.

En Baja California, el PAN retuvo la gubernatura sobre el priista Jorge Hank Rhon, pero perdió 50 mil votos respecto a la elección presidencial del 2006, mientras que el PRI ganó 141 mil votos. Aquí el PRD se desplomó otra vez: De los 224 mil que obtuvo López Obrador, ahora perdió 205 mil votos y sólo obtuvo 18 mil.

En las elecciones de Sinaloa el PAN también se desplomó y perdió uno de sus enclaves simbólicos, Mazatlán, mientras que en Tlaxcala, que gobierna el expriista Héctor Ortiz, logró arrancar la mayoría en el Congreso.

En Michoacán el PAN cerró el año de la misma manera que comenzó: Con la derrota, aunque la diferencia fue que el triunfador, el perredista Leonel Godoy, inmediatamente se puso a las órdenes de Calderón.

En Michoacán, el PAN volvió a aliarse con el Panal, de Elba Esther Gordillo, pero también lo hizo con el PRI, cuyos operadores electorales se coordinaron con los panistas allegados a Calderón: El español experto en “guerra sucia” Antonio Solá Reche y el “ingeniero electoral” Jorge Manzanera, actual secretario general adjunto del CEN.


*Tomado de la revista Proceso.