progressif

domingo, abril 06, 2008

El cinismo consiste en saber el precio de todo y el valor de nada*



Tomado de La Jornada, Hernández.


Mario Di Costanzo


De nuevo, el equipo de Felipe Calderón reacciona de manera por demás absurda ante los señalamientos de corrupción en el sector energético realizados por Andrés Manuel López Obrador y en esta ocasión le tocó a Alfredo Elías Ayub, director general de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), emitir un comunicado para “explicar” que el multimillonario contrato firmado entre la CFE y la empresa española Repsol fue un arreglo muy provechoso para el país, para las arcas nacionales y, por consiguiente, para todos los mexicanos.

Más aún, se atrevió a señalar que dicho contrato nos permitirá adquirir miles de millones de pies cúbicos de gas provenientes de Perú y al mismo tiempo podremos obtener ahorros por más de mil 500 millones de dólares.

Desafortunadamente, Elías Ayub no pudo explicar por qué un país como México, que ocupa el 14 lugar mundial en producción de gas natural, tiene que adquirirlo de Perú utilizando como intermediaria a una empresa española.

Mucho menos explicó por qué, si el costo máximo del gas que Repsol suministrará en Manzanillo es de 2.45 dólares por millón de BTUS (unidades térmicas británicas), la CFE aceptó pagar el mismo gas a Repsol, a un promedio de 8 dólares por millón de BTUS, y “con todo y ello” nos ahorramos mil 500 millones de dólares

Pero más inexplicable resulta que, de acuerdo con información de la propia Comisión Federal de Electricidad, se observa que a pesar de que durante los últimos cinco años la deuda total de la paraestatal aumentó sólo 20.5 por ciento, para ubicarse en 8 mil 482 millones de dólares, la deuda derivada del uso del esquema Pidiregas se incrementó en 100 por ciento, es decir, en más de 3 mil millones de dólares, mientras que la deuda contraída a través de esquemas diferentes a los Pidiregas se redujo en casi 40 por ciento.

Esta situación revela que durante los últimos años ha existido una clara tendencia a utilizar el mecanismo de los Pidiregas como un instrumento para endeudar a la CFE, mediante la asignación a empresas privadas de contratos para la construcción de infraestructura eléctrica, que incluyen tanto la generación privada de energía eléctrica como proyectos relacionados con el gas natural.

Y que esta política repercute no solamente en el nivel de endeudamiento de la empresa, sino también en los pagos u amortizaciones que la paraestatal tiene que realizar por este concepto, ya que por ejemplo mientras que en 2002 no se realizaban pagos por estos proyectos, para 2007 la amortización o pago de Pidiregas ascendió a poco más de 54 mil 100 millones de pesos, lo que representó la cuarta parte del gasto programable total de la empresa.

En este sentido, es preciso recordar que la propia Auditoría Superior de la Federación, en su Informe sobre la Revisión de la Cuenta Pública de 2002, realizó diversas observaciones tanto a la Secretaría de Energía como a la Comisión Reguladora de Energía y a la propia Comisión Federal de Electricidad, donde expresamente concluyó que “desde 1996 la CFE ha reducido de manera significativa su inversión en el desarrollo y construcción de la infraestructura básica de generación de energía eléctrica, por lo cual la capacidad necesaria para satisfacer la demanda ha sido suplida con la participación, cada vez mayor, de productores privados, aun cuando la CFE sí contaba con capacidad de inversión”.

Hay que recordar que la mayoría de estos proyectos de generación a través del multicitado esquema ha sido asignada a empresas de origen español, como Iberdrola o Repsol, y desde 2003 Juan Camilo Mouriño se desempeñó como asesor del secretario de Energía y posteriormente en 2004, durante la gestión de Felipe Calderón al frente de la misma Sener, Juan Camilo fungió como subsecretario de Electricidad.

Finalmente si a lo anterior se añade el patético diagnóstico que presentó el equipo calderonista sobre la situación que guarda Pemex, lo único que podemos concluir es que la actitud asumida por estos señores resulta por demás cínica, pues sólo han dejado ver que conocen el precio de todo, pero el valor de nada.

Secretario de la hacienda pública del gobierno legítimo


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Bajo la Lupa*

Alfredo Jalife-Rahme

■ Quienes controlen el petróleo y el agua controlarán el mundo


No es lo mismo el abordaje conceptual de un geoestratega que el de un vulgar fiscalista neoliberal con visión de hormiga.

En la misma línea de pensamiento del británico sir Halford Mackinder, cuyo concepto del “corazón eurasiático” ha configurado la política exterior de la dupla anglosajona desde la Primera Guerra Mundial, los geoestrategas de Estados Unidos Heinz Alfred (alias Henry) Kissinger y Zbigniew Kazimierz Brzezinski han expresado que quien controle los hidrocarburos euroasiáticos habrá dominado el mundo.

Este trascendental axioma geoestratégico lo ignoran los muy primitivos neoliberales del duopolio del PRI y el PAN, sumado de los desviacionistas del PRD.

Después de la catástrofe militar de la dupla anglosajona en Irak sería conveniente ajustar el axioma geoestratégico del petróleo euroasiático, donde se concentra 65 por ciento de los hidrocarburos “convencionales” –es decir, de fácil acceso y extracción–, con un axioma reformado que incluya los hidrocarburos “no convencionales” –de difícil acceso y extracción, a un costo muy superior– de Canadá, México y Venezuela, que el régimen torturador bushiano busca capturar con el fin de mitigar su adicción energética con dos métodos: 1. El “convencional”, que enarbolan el ASPAN (Acuerdo para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte), el Comando Norte y el Comando Sur, y 2. El “no convencional” de la amenaza del terrorismo texano con máscara islámica de Al-Qaeda y montaje hollywoodense.

En este tenor, el británico John Gray, un autor de tintes apocalípticos, titula su artículo en The Observer. “Quienes controlen el petróleo y el agua controlarán el mundo”. Su estrujante tesis, que de cierta manera marca el sentir geopolítico de la decadencia británica y de sus petroleras BP y Shell, la resume el rotativo: “nuevas superpotencias compiten por los recursos en disminución, mientras Gran Bretaña se ha convertido en un jugador menor. El resultado puede ser letal”.

Muy “menor”, pero todavía la “pérfida Albión” asesta excelentes golpes contra los cándidos países latinoamericanos, como acaba de ser expuesto el cuantioso fraude de la trasnacional pirata española Repsol, en connivencia con las cleptocracias de Perú y México, lubricado por el presunto agente británico David Shields (alias Shell), con travestismo de “experto” petrolero, quien acabó vendiendo gas y sobre cuya identidad maligna ya habíamos alertado con antelación (ver Bajo la Lupa, 9-1-08). Bajo advertencia no hay engaño.

No es ningún secreto exponer que en la etapa neoliberal las trasnacionales españolas (v. gr. Santander y Repsol) constituyen las “mulas de Troya” (con el debido respeto, pero no dan para “caballos”) de Gran Bretaña en Latinoamérica. Nunca hay que perder las proporciones: la España aznarista es el “país pirata” que usa Gran Bretaña para apoderarse de una parte sustancial de las joyas geoestratégicas de Latinoamérica.

John Gray aduce persuasivamente que “actualmente se libra una carrera por los recursos mundiales que se asemeja al “gran juego” en las décadas que desembocaron en la Primera Guerra Mundial. Hoy, como ayer, el premio más codiciado es el petróleo y el riesgo es que, conforme la contienda se caliente (sic), no siempre será pacífica”.

Moraleja: Gran Bretaña –extensivo a EU– venderá muy cara su derrota energética después de haber dominado y minado el mundo durante dos siglos, gracias al control de los hidrocarburos mediante sus trasnacionales petroleras BP y Shell –extensivo a las trasnacionales estadunidenses Exxon Mobil, Chevron-Texaco, Conoco Phillips y Halliburton.

El “gran juego” decimonónico –concepto acuñado por el autor británico Rudyard Kipling en la novela de geopolítica imperial Kim, que evidencia las guerras que libraron Gran Bretaña y Rusia por el control de los hidrocarburos centroasiáticos –se ha complicado a juicio de John Gray: “hoy existen nuevos jugadores poderosos, y no solamente el petróleo está en juego”.

Muy realista, el autor comenta que “ahora, Gran Bretaña importa poco, y China e India, que fueron países subyugados durante la fase final del ‘gran juego’, han emergido como actores principales”.

Llama la atención que Gray no cite para nada a Estados Unidos, que, a nuestro humilde entender, representa el clon del destino geopolítico de la decadencia energética británica.

Remarca que han desaparecido para siempre “los días cuando el petróleo convencional era barato”. A diferencia del siglo XIX y en resonancia con nuestra tesis sobre los hidrocarburos “no convencionales”, la “batalla no se encuentra únicamente enfocada al petróleo de Asia central, y se extiende desde el Golfo Pérsico hasta África y Latinoamérica, aun a los glaciares polares, y también constituye una batalla por el agua y el desabasto de los minerales vitales. Por encima de todo, el calentamiento global incrementa la escasez de los recursos naturales”.

Se mofa del “capitalismo global”, el cual, por cierto, se ha vuelto el hazme rreír de moda :“estamos lejos del mundo fantasioso de hace solamente una década, cuando los gurús de moda peroraban sabiamente sobre la economía del conocimiento. Entonces, nos aleccionaban, las materias primas no importaban más (¡súper-sic!). Eran las ideas las que movían el desarrollo económico (…) Actualmente, la economía del conocimiento fue una ilusión creada por el petróleo barato cuando los auges eternos acaban en lágrimas”.

Como todos los geoestrategas saben, “el petróleo permanece en el corazón del nuevo “gran juego”, y hoy es más importante que nunca”, y su “nueva fase” empezó en 1991, con la primera guerra del Golfo, de Daddy Bush y el premier británico John Major (nota: coincidentemente, ambos socios del insolvente Grupo Carlyle; ver Bajo la Lupa, 26-3-08) contra Irak, que “fue nada menos que una guerra del petróleo”, así como la reciente invasión anglosajona a Irak, en 2003.

En forma interesante, se suma a la tesis en boga sobre la excesiva dependencia del petróleo por cada soldado estadunidense, según un reciente reporte del Pentágono: “con su compleja logística y exagerada vinculación al poder aéreo, los ejércitos de alta tecnología son extremadamente intensivos en energía”.

Admite la “decadencia occidental” y el papel determinante de Rusia, Venezuela e Irán, pero coloca como el “mayor jugador” a China, que “ha apostado todo en su crecimiento económico”, tan dependiente de los energéticos y del agua, cuando los glaciares del Himalaya comienzan a derretirse prematuramente.

*Tomados del periódico La Jornada.