El ladrón por su boca murió
Tomados de La Jornada, El Fisgón, Helguera y Hernández y El Universal, Naranjo.
Los latrocinios y corruptelas del clan Fox-Sahagún quedaron al descubierto en dos libros que circularon durante el sexenio del traidor y ladrón Vicente Fox Quesada. “Familia Presidencial. El gobierno del cambio bajo sospecha de corrupción” de Anabel Hernández y Arelí Quintero y “Fin de fiesta en Los Pinos” de Anabel Hernández –ambos de la Editorial Grijalbo- documentaron (con información del propio gobierno y sus dependencias) las transas de la ex pareja presidencial y de sus familiares.
En los mismos queda claro de quién y para quién se hicieron y remodelaron los ranchos causa ahora del escándalo y los negocios sucios y tráfico de influencias de colaboradores cercanos al salvaje de Guanajuato y el nada transparente “éxito” de los negocios familiares. También deja sin lugar a duda los verdaderos dueños de las propiedades, pues hasta ese año 2005, Fox Quesada aparecía en el registro público de la propiedad como único dueño.
Que el imbécil de Guanajuato nos salga ahora con que desde antes “cedió” sus acciones y propiedades, excepto la casa donde vive a sus hermanos es una descarada mentira. El mandó a la quiebra las empresas familiares, está documentado, se fueron al Fobaproa. El mismo lo dijo en plena campaña. Así que ¿cuáles acciones regaló?, si no había nada que regalar. Cómo se explica que durante seis años las dos familias Fox-Sahagún se volvieran, unos, exportadores exclusivos de hortalizas a gran escala y otros flamantes magnates inmobiliarios. Es tan corto de ideas, que piensa que anteponiendo a Dios y a su madre muerta es suficiente para que se le crea. Decían las abuelitas: “ a éste no le creo ni el bendito”.
El taimado ranchero ladrón apela a la conmiseración popular para justificar su descaro. Pero en la propia entrevista concedida a la revista Quién, responde a la pregunta de la reportera sobre si extraña la residencia oficial de Los Pinos. Dirigiendo la vista hacia su vasta propiedad exclamó: “¿tú crees que puedo extrañar algo?”
Los hechos y hasta sus propias palabras lo han delatado. Es un vulgar ladrón al igual que los priístas a quien dijo sacaría de Los Pinos, pero nunca fue así. Ahora se reúne en grandes fiestas de sociedad con el ratero mayor del PRI, Carlos Salinas de Gortari, a quien sin el mayor empacho abraza y llama presidente Salinas. Ese es el verdadero Fox Quesada, el bravucón y taimado ranchero, que fue tentado por el diablo y se llevó a su rancho los miles de millones de pesos. Lástima de los millones de personas que confiaron en él en las elecciones del año 2000, tuvieron que pasar siete años para que el gran público de la televisión y la radio pudiera tener acceso a lo que en la prensa escrita ya se había denunciado. Fox Quesada es un ladrón, corrupto e ignorante ex presidente. Nada para vanagloriarse de pertenecer al PAN. Los peores partidos políticos de México, nunca habían tenido un engendro de tal magnitud. Allá cada uno con su conciencia, pero lo que si es innegable es que es un ratero de la calaña de Montiel, Madrazo, Salinas de Gortari, López Portillo, Echeverría Alvarez, Elba Esther Gordillo, etc.
Sus compinches del Yunque, lo hunden más cada que quieren ayudarlo. Un día dicen estar dispuestos a que se le investigue y al rato salen con que sí pero que se les investigue a otros también. Con eso dan a entender que el ladrón Fox Quesada tiene cola que se le pise, pero que hay otros que también tienen lo suyo. ¡Valiente defensa!
En los foros de internet los panistas no alcanzan a tragarse la realidad, algunos de plano dicen que ya era supermillonario, otros que robó menos que los del PRI y los menos sufren el desengaño.
Mientras la ciudadanía se niegue a ver la realidad seguiremos ocupando un lamentable lugar entre los países más corruptos. En nada ayuda que los argumentos de los jóvenes sean de este tipo:
“Todos roban”
“Robó menos que los otros”
“El ya era rico cuando llegó a la presidencia”
“Son inventos de sus enemigos perredistas”
“Los medios vendidos se están vengando”
Una sociedad corrupta lo es más cuando sus propios ciudadanos ven con “normalidad” la corrupción y participan de ella. La única salida es dejar de cerrar los ojos, no participar en la misma y luchar porque los corruptos sean llevados a los tribunales y se les aplique la ley. Basta de impunidad ¡Por favor!
La siguiente colaboración fue tomada del diario La Jornada.
En los mismos queda claro de quién y para quién se hicieron y remodelaron los ranchos causa ahora del escándalo y los negocios sucios y tráfico de influencias de colaboradores cercanos al salvaje de Guanajuato y el nada transparente “éxito” de los negocios familiares. También deja sin lugar a duda los verdaderos dueños de las propiedades, pues hasta ese año 2005, Fox Quesada aparecía en el registro público de la propiedad como único dueño.
Que el imbécil de Guanajuato nos salga ahora con que desde antes “cedió” sus acciones y propiedades, excepto la casa donde vive a sus hermanos es una descarada mentira. El mandó a la quiebra las empresas familiares, está documentado, se fueron al Fobaproa. El mismo lo dijo en plena campaña. Así que ¿cuáles acciones regaló?, si no había nada que regalar. Cómo se explica que durante seis años las dos familias Fox-Sahagún se volvieran, unos, exportadores exclusivos de hortalizas a gran escala y otros flamantes magnates inmobiliarios. Es tan corto de ideas, que piensa que anteponiendo a Dios y a su madre muerta es suficiente para que se le crea. Decían las abuelitas: “ a éste no le creo ni el bendito”.
El taimado ranchero ladrón apela a la conmiseración popular para justificar su descaro. Pero en la propia entrevista concedida a la revista Quién, responde a la pregunta de la reportera sobre si extraña la residencia oficial de Los Pinos. Dirigiendo la vista hacia su vasta propiedad exclamó: “¿tú crees que puedo extrañar algo?”
Los hechos y hasta sus propias palabras lo han delatado. Es un vulgar ladrón al igual que los priístas a quien dijo sacaría de Los Pinos, pero nunca fue así. Ahora se reúne en grandes fiestas de sociedad con el ratero mayor del PRI, Carlos Salinas de Gortari, a quien sin el mayor empacho abraza y llama presidente Salinas. Ese es el verdadero Fox Quesada, el bravucón y taimado ranchero, que fue tentado por el diablo y se llevó a su rancho los miles de millones de pesos. Lástima de los millones de personas que confiaron en él en las elecciones del año 2000, tuvieron que pasar siete años para que el gran público de la televisión y la radio pudiera tener acceso a lo que en la prensa escrita ya se había denunciado. Fox Quesada es un ladrón, corrupto e ignorante ex presidente. Nada para vanagloriarse de pertenecer al PAN. Los peores partidos políticos de México, nunca habían tenido un engendro de tal magnitud. Allá cada uno con su conciencia, pero lo que si es innegable es que es un ratero de la calaña de Montiel, Madrazo, Salinas de Gortari, López Portillo, Echeverría Alvarez, Elba Esther Gordillo, etc.
Sus compinches del Yunque, lo hunden más cada que quieren ayudarlo. Un día dicen estar dispuestos a que se le investigue y al rato salen con que sí pero que se les investigue a otros también. Con eso dan a entender que el ladrón Fox Quesada tiene cola que se le pise, pero que hay otros que también tienen lo suyo. ¡Valiente defensa!
En los foros de internet los panistas no alcanzan a tragarse la realidad, algunos de plano dicen que ya era supermillonario, otros que robó menos que los del PRI y los menos sufren el desengaño.
Mientras la ciudadanía se niegue a ver la realidad seguiremos ocupando un lamentable lugar entre los países más corruptos. En nada ayuda que los argumentos de los jóvenes sean de este tipo:
“Todos roban”
“Robó menos que los otros”
“El ya era rico cuando llegó a la presidencia”
“Son inventos de sus enemigos perredistas”
“Los medios vendidos se están vengando”
Una sociedad corrupta lo es más cuando sus propios ciudadanos ven con “normalidad” la corrupción y participan de ella. La única salida es dejar de cerrar los ojos, no participar en la misma y luchar porque los corruptos sean llevados a los tribunales y se les aplique la ley. Basta de impunidad ¡Por favor!
La siguiente colaboración fue tomada del diario La Jornada.
Pruebas del fraude
Luis Linares Zapata
Fox volvió a dar testimonio explícito de su masiva participación en el fraude orquestado contra López Obrador. Con el desparpajo de un personaje que se siente impune declara ante los micrófonos de Telemundo, en la ciudad de Chicago, que para él era necesario e importante detener al entonces candidato de la izquierda: Andrés Manuel López Obrador. Desde la perspectiva reaccionaria que lo caracteriza, Fox justifica cualquier intervención para contrariar el voto ciudadano, para entorpecer la ruta marcada por la voluntad popular. Rellena, le da vigente contenido, a más de un año de la tragedia del 2 de julio de 2006, a la pancarta que sostenía aquel valiente joven oaxaqueño en la que lo acusaba de ser un traidor a la democracia. Grito popular que tanto disgusto le causó al malhadado presidente.
La razón argüida por Fox ante los micrófonos de Telemundo es de nulo peso, aun dentro de la ramplona fragilidad con que acostumbra justificar su actuación la facción derechista que él representa: AMLO es un demagogo. Y, con tal adjetivación peyorativa, Fox, y ensamble de pericos que le repiquetean en el oído, sustenta cualquier acción emprendida para liberar a la sociedad de las pretensiones de un personaje con esa terrible característica en su conducta pública. En su torpe y pedestre argumentación, no requiere de más apoyo a sus sinrazones que una improvisada, estúpida comparación con quienes despreciativamente moteja como “Chávez” (el presidente Hugo Chávez de Venezuela) o “Correa” (el presidente de Ecuador, Rafael Correa). En un salto carente de toda autocrítica, Fox se lanza de cabeza al vacío de las conceptualizaciones políticas, al mundo –para él totalmente desconocido– de las ideologías y las pertenencias a un partido político. Fox debía suponer, al menos, que hay suficientes indicios de que buena parte del PAN siempre lo rechazó por advenedizo, mal informado, inculto, de alcances groseros y limitado.
Como si fuera un dechado de profundidad y sólida formación ideológica, con una concepción acabada de lo que es un Estado nacional, estudioso de las actualidades del mundo, de las corrientes académicas en boga, dice que trabajará en su “centro de estudios en construcción”. Descalifica a sus cocos preferidos de Latinoamérica siguiendo la estrategia de esa derecha subordinada, por completo, a los designios del imperio bushiano. Simplemente tienen (los arriba citados por él) una desmedida ambición de poder, concluye en tono irrebatible el pedestre guanajuatense. Y, con esta terminal acusación, siente el vahído interior de las frases eternas, las que brotan en torrentes desde su insípido pecho de pretendido líder continental, de predicador cotizado, pero que, en realidad, se alinea entre los eurocéntricos de la Internacional Demócrata de Centro (IDC), agrupación en la que va en pos de un estrellato obtuso e ineficiente.
En esta frase foxiana de “contener a AMLO” se implican varias actuaciones ilícitas del activista Fox. Tal vez ello sólo implique el empleo de mil 700 millones de pesos en propaganda de auxilio a la candidatura de un Calderón, en ese tiempo situado en la cola de las preferencias electorales. Tal vez ello alcance, además, a la autorización de otros mil 500 millones para fondear la trama electorera de la maestra Gordillo (entre 30 mil o más maestros itinerantes atendiendo urnas desprevenidas) bajo el disfraz de un programa de vivienda del que nunca se han rendido cuentas, ni a los contribuyentes y, menos aún, a los maestros sindicalizados.
Tal vez la palabra detener llegue a sonar como promesa de concesiones bancarias a diversos personajes de los negocios y el periodismo. Una simple contraprestación a los ataques que emprendieran contra AMLO, tal como sucedió en el caso del ínclito Coppel, aquel que amenazó con despedir empleados y cerrar negocios si se votaba por AMLO. O tal vez la disposición de Fox para contenerlo se agote en la negociación con varios gobernadores priístas para que trabajaran junto a él en esa lucha. Bien se sabe que la consigna la escucharon gente de la talla de Bours en Sonora, Marín en Puebla o Hernández en Tamaulipas, por nombrar sólo a unos cuantos. Y, entonces, una vez cumplida la misión, los miles de millones de pesos que les canalizó de los recursos excedentes del petróleo quedan justificados. Pero la lista de interpretaciones al verbo detener quizá implique también la presión ejercida sobre los jueces del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ya sea de manera grosera y directa, como hizo Fox, o a través de un digno representante de su misma calaña: Diego Fernández de Cevallos. Más alto todavía, a lo mejor detener se revista de complicidades con los magistrados de la corte suprema. O con el manto protector para empresarios entrometidos, contra la ley, en la contienda para apuntalar a un mediocre candidato como Calderón. En fin, que la conjugación del verbo detener alcanza a toda una serie interminable de sucesos, todos reprobables, todos con un peso, lo suficientemente generoso para proceder a la anulación de la elección pasada.
Pero ninguna de las circunstancias y hechos probados que se mencionan arriba fue suficiente argumento para que los abajo firmantes de desplegados en apoyo a los consejeros del IFE (en especial al gordillista Ugalde) dudaran de sus seguridades manifiestas. Tampoco les sirven para afirmar, a plana entera, lo incompleto de la reciente ley electoral aprobada o, peor todavía, para deslizar que con ella se contraviene la libertad de expresión. Ninguno de ellos difundirá un extrañamiento por la democracia ofendida tan arbitrariamente por Fox.
Así como afirmaron, con tantas más cuantas firmas de respaldo a la limpieza inmaculada de la elección, bien podrían ahora reclamarle a Fox su ilegal confesión de parte y sacar las conclusiones derivadas. Pero eso no es materia que les preocupe, menos aún que los empuje a la protesta; eso es asunto pasado y juzgado por las instituciones a las cuales se apegan con un prurito tan hipócrita como convenenciero.
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