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lunes, junio 04, 2007

Hipocresía pura, un deslitado del PRIAN y el alto clero mexicano






Tomados de La Jornada, Helguera, Hernández y Rocha y El Universal, Naranjo y Boligán.

Para quienes todavía sostienen que el usurpador Felipe Calderón Hinojosa era la opción menos mala, baste notar la vertiginosa transformación que tiene el panismo en los últimos años. Su más odiado rival –sí odiado, porque la derecha fascista vive de ello- fue el PRI. Criticó hasta más no poder sus formas antidemocráticas de elección interna, las elecciones de Estado, el uso de los recursos públicos para sus fines personales, el dedazo, el culto a la personalidad, el corporativismo obrero y popular, etc. Pues como “arte de magia” el PAN se transformó en el PRI y viceversa.

No puede quedar duda de ello luego de las triquiñuelas utilizadas por los panistas de primer nivel en las elecciones para gobernador de Yucatán, vamos desde la precandidatura y luego la concertacesión con el PRI para devolverle el control del estado a cambio de las “famosas” reformas estructurales, sin importales el respeto al voto de la ciudadanía. Luego vino la compra de delegados al consejo nacional panista, donde con recursos públicos el pelele Calderón Hinojosa compró “conciencias” al más puro estilo del mentor e ideólogo de los panistas Carlos Salinas de Gortari. Recordemos su nefasto sexenio plagado de asesinatos de opositores (más de 500 perredistas muertos, sin que sus asesinos sean llevados ante la justicia) y la única “verdad” impuesta desde los mismos medios de comunicación en radio, televisión y prensa escrita. Igual que ahora, todo al servicio de quien asaltó Los Pinos desde el 1 de diciembre de 2006.

Por ello nadie más puede pensar de “buena fe” que el espurio era la opción menos mala. Pero el problema no se queda ahí, bueno fuera. Ahora viene el intento de legitimación –que al igual que el pelón Salinas de Gortari, nunca tendrá- mediante la misma táctica que uso aquél, el miedo y el uso de la fuerza pública (PFP, AFI, militares, marinos, etc.).

Mientras el cardenal Norberto Rivera Carrera –acusado en Estados Unidos de proteger al sacerdote pederasta Joaquín Aguilar- festejó su cumpleaños número 65 y celebró que el procurador Eduardo Medina Mora –su hermano Manuel es director de Banamex- y el titular de la Comisión Nacional de derechos Humanos (CNDH), José Luis Soberanes –cercano a oscurantista grupo religioso Opus Dei- interpusieran una demanda de anticonstitucionalidad contra la ley aprobada en el Distrito Federal que permite el aborto antes de las 12 semanas de gestación, en Sinaloa y otras partes del país se violaban los derechos humanos, el principal de ellos: el derecho a la vida.

El “piadoso” cardenal se abstuvo de hacer cualquier comentario a los asesinatos y violaciones a manos de militares en la guerra “personal y mediática” del pelele contra el narcotráfico. El sábado pasado cuatro mujeres –dos de ellas niñas- y un tercer niño fueron asesinados por soldados del Ejército Mexicano en un retén localizado en Sinaloa. Los menores y las mujeres iban en compañía de otras tres personas en una camioneta de redilas. Los militares –presumiblemente ebrios- abrieron fuego contra el vehículo, pues dijeron no detuvieron la marcha. Pese a lo trágico y violatorio del derecho a la vida, el cardenal Norberto Ribera, no emitió ninguna palabra, nada. Se dedicó a compartir con los asistentes a la misa su pastel de cimpleaños, pero de defender las vidas de esos cinco seres humanos, tres menores de edad y otra una mujer de apenas 19 años, nada. Esa es otra de las caras del alto clero católico mexicano, a la hora de la verdad, está del lado de sus amigos. Sí de los grandes empresarios, de los políticos poderosos, de aquellos que usan el poder, pues está entre iguales. Que cada quien saqué sus propias conclusiones.



El seguida dos colaboraciones tomadas del periódico La Jornada.



http://www.jornada.unam.mx





Recuperar la política


Gustavo Esteva


Escoge bien a tu enemigo", aconseja un antiguo dicho árabe: "vas a ser como él". Si tu enemigo es un ejército, tendrás que montar otro para enfrentarlo; si tu enemigo es la mafia, te harás mafioso.

"No podemos involucrar al ejército de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico", señaló hace algunos años el zar estadunidense de la droga; "crearía un problema de seguridad nacional". Reconocía así el riesgo de disolución de las fuerzas armadas cuando se les emplea en esa función. Fue un acto de cinismo, pues acababa de realizar una gira por América Latina en la que presionó a todos los gobiernos que visitó para que sus ejércitos lucharan contra ese enemigo. No le importaba que esos ejércitos se disolvieran. Quedaría en pie, para lo que hiciese falta, el ejército de Estados Unidos.

Los datos duros respaldan el argumento. Un estudio del presidente de la Barra de Abogados de Puerto Rico reportó desde hace tiempo que, de cada dólar que paga un consumidor estadunidense de droga, le tocan al productor en Colombia o México de tres a cinco centavos y a los traficantes y distribuidores entre 10 y 15 centavos. El resto va a dar a las manos de quienes supuestamente combaten la operación.

El sabio consejo árabe puede verse en otro contexto. Para Kart Schmidtt, el prominente jurista alemán, la distinción amigo/enemigo forma el concepto de lo político, así como la distinción entre el bien y el mal forma el de la moral y el de lo bello y lo feo el de la esfera estética. El genio de Marx, según Schmidtt, habría sido convertir la cuestión social en asunto político al expresarla como antagonismo entre burgueses y proletarios.

Tras el ostracismo que sufrió a raíz de su condena en Nuremberg, por sus servicios a la causa nazi, Schmitt goza de fama póstuma. Sus libros han sido finalmente traducidos al inglés y son referencias obligadas en el mundo académico, particularmente en Estados Unidos. Si bien los fundamentos teóricos y éticos de sus planteamientos son frágiles, su enfoque describe eficazmente las actitudes de las clases políticas en los estados modernos. Sin la distinción amigo/enemigo no podría entenderse la política estadunidense o el comportamiento de políticos de muy diversas orientaciones ideológicas.

Quienes conciben de ese modo la política y se dedican obsesivamente a identificar aliados y adversarios pierden a menudo de vista el sentido mismo de la acción política -el bien común- e incluso sus propios propósitos. Es frecuente, además, que al surgir dificultades para enfrentar a los enemigos identificados la lucha se oriente contra los del propio bando.

Cuando las luchas intestinas en el seno del PRI dejaron de resolverse con el manotazo presidencial llegaron a niveles de ferocidad literalmente mortales. El PRD parece dedicar más energía a dirimir sus conflictos internos, entre enemigos declarados, que a la lucha con adversarios de afuera o por las causas que pretende defender. Los trapos sucios del PAN, que acostumbraba lavar en casa, se exhiben ahora muy públicamente. Las confrontaciones por las candidaturas son frecuentemente más intensas que la competencia por los votos, y ésta se define cada vez más por una mercadotecnia orientada a liquidar al enemigo, como acaba de verse en el proceso de 2006.

Los órganos de coordinación de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca han padecido desde el principio esas obsesiones, atrapados en disputas internas y reduciendo la compleja lucha de la APPO a la confrontación con un enemigo identificado. En su base social, en contraste, se observa desprecio por esos juegos obscenos de las clases políticas y un creciente compromiso con otras tradiciones políticas que se ocupan seriamente del bien común.

Conforme a esas tradiciones, en vez de la empecinada lucha por el poder económico o político, que ha sido la fuente de todas las corrupciones, el empeño se orienta a realizar directamente los cambios que hacen falta. En vez de la representación, convertida cada vez más en disputa entre amigos y enemigos por posiciones y privilegios, se busca la presencia -el ejercicio activo de la dignidad por parte de los hombres y mujeres que forman la sociedad, los cuales no se conforman ya con el disfrute vicario de los desplantes, decisiones y acciones de líderes o representantes y toman directamente en sus manos la actividad política.

En México aprendimos todo esto con el zapatismo, que a pesar de todo sigue siendo corazón y sustancia en las entrañas de los movimientos sociales y políticos actuales. Con él, igualmente, se va tejiendo la nueva perspectiva.

gustavoesteva@gmail.com



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Hacia un Estado penitenciario

Hermann Bellinghausen

El emergente Estado policiaco nos disgrega en islas de pensamiento crítico y resistencia, a la deriva en una real y ficticia marea de consumo y control que aspira a ahogarnos. Sus avances semejan esas manchas ectoplásmicas de petróleo que cubren y envenenan grandes extensiones de océano cuando un buque-tanque se perfora en el Pérsico, las costas de Galicia o el Golfo de México. El nuevo capítulo del proyecto capitalista crece, confiado en no encontrar oponentes de peso. No es mera alegoría comparar su táctica con la del huno Atila: donde pise no volverán a crecer los pastos.

Este Estado, de madera neoliberal, se encuentra al servicio de la dominación de los grandes consorcios del dinero, que tienen el cerillo para prender la madera de su propiedad (en caso de que los estados neoliberales tuvieran otro futuro que no sea el naufragio: son despreciables para los pueblos y desechables para sus dueños). Se trata de una lógica de poder poco favorable para las mayorías humanas y las especies que pueblan nuestro aún exprimible planeta.

La cínica consideración del Gran Capital (GC) es que "no alcanza para todos" y los que no caben están condenados (sin considerar la opción de repartir la riqueza; o sea, que no haya "riqueza" y el GC se borre de la superficie de la Tierra). Para fines prácticos, los poderes que son han dividido a la humanidad en tres clases: ellos, que son unos cuántos, en primer lugar. En último, los que no vivirán (onda Africa subsahariana), o sí pero como esclavos, prisioneros o exilados. En medio, los empleados, consumidores, técnicos, capataces, profesionistas y rentistas rumiantes.

El proceso de militarización y penalización al que está sometido México no es circunstancial ni obedece a ninguna pregonada lucha contra el narcotráfico. La delincuencia organizada, tan organizada como el propio Estado y con el cual tiene mucho terreno común, parece coartada suficiente para montar el aparato de control y castigo que reclama el capitalismo salvaje. Lo aderaza la propaganda blindada en televisoras cómplices y prensa sometida que avalan y venden la irresisitible oferta: "la seguridad vale más que la libertad". ¡Muu!

La única coordenada del GC es la ganancia cruda y neta. En torno a este propósito tan burdo se ha establecido un complejo sistema de territorios "en guerra", grandes extensiones dedicadas al trabajo forzado o el castigo, y locaciones para una multitud de inversiones directas dirigidas a la explotación específica y exhaustiva de todo lo explotable. En su base, la dominación mediante la violencia "legal" para aceitarle el paso al proyecto de saqueo integral y global.

Esto obedece a un proyecto muy definido. El sociólogo Loïc Wacquant ha estudiado hasta la obsesión sus componentes y alcances. (Entre sus libros: Las prisiones de la miseria, Repensar Estados Unidos: por una sociología del superpoder, Parias urbanos y Simbiosis letal: la raza y el ascenso de la penalidad neoliberal.) Según el investigador, Estados Unidos es "el laboratorio viviente del futuro neoliberal", y se aboca al análisis del Estado penal y "el nuevo gobierno de inseguridad social", una "invención estadunidense de implicaciones planetarias".

Wacquant documenta que desde 1975 se inició un proceso de penalización de la vida pública en Estados Unidos, que en nuestros días ha logrado inmensos avances. Y advierte de sus "repercusiones prácticas e ideológicas sobre las demás sociedades sumisas a las 'reformas' impulsadas por el neoliberalismo" (Castigar a los pobres, Contre-Feux, Agone, Marsella, 2004). Describe cómo se desmanteló meticulosamente el Estado benefactor, y con él los derechos básicos (educación, salud, dignidad en el trabajo), orientando la vida entera a la compra-venta. Quienes no cotizan en este mercado-mundo tienen una sola ruta: sumisión o cárcel. Se trata de inculcar obediencia en la sociedad, "el deber del trabajo por el trabajo".

La histeria "antiterrorista" es el más reciente pretexto para arrebatar libertades y establecer la guerra como teatro de fondo. La "tierra de la libertad", como fue conocido Estados Unidos, es el país con más ciudadanos en prisión después de China. Actualmente, más de 2 millones de personas viven en la cárcel y unos 6 millones están o han estado bajo proceso. Además, el poder obtuvo una ganga increíble: que el trabajo manual sea ilegal. Los pobres están obligados a trabajar, aunque hacerlo resulta ilegal para millones de personas que como quiera serán contratadas y explotadas.

Ese "modelo" se extiende a México. El pretendido control de trabajadores y jóvenes cuenta con cuatro recursos: la policía (o Ejército habilitado), la justicia, la prisión y el monopolio de procedimientos para determinar quién es "inocente" y quién "criminal". El problema de fondo no es la "legalidad". La ley importa cada día menos. Se ha decidido eliminar la protesta, las alternativas, cualquier "riesgo" de resistencia contra la injusticia y la pobreza.