¿A quién apoya el FAP?
Un simple análisis del comportamiento delos partidos que forman el Frente Amplio Progresista (FAP) en la Cámara de Diputados arroja claramente un distanciamiento entre el discurso y los hechos. Aunque el PRD obtuviera la “palabra” del usurpador Felipe Calderón Hinojosa de reasignar recursos a sectores desprotegidos como la cultura, ancianos, etc., las propuestas de la Convención Nacional Democrática (CND) quedaron muy lejos de ser plasmadas en el recién aprobado presupuesto 2007 y la foto de “unidad” que se tomaron los coordinadores de las bancadas del PRI, PAN y PRD es más que elocuente sobre a que proyecto apoyaron. Y no fue al alternativo de nación propuesto por Andrés Manuel López Obrador.
Los legisladores del FAP tienen que respaldar los acuerdos de la CND que son los emanados de la lucha social iniciada hace meses en contra del fraude electoral y de la usurpación del poder por parte del espurio Calderón con el aval de los empresarios, Iglesia, jueces y medios de comunicación. No olvidemos que la transformación de las instituciones del país es el hilo conductor del movimiento. No se trata de recoger migajas o el reparto del pastel entre los mismos de siempre, incluidos por supuesto, todos los partidos políticos. Basta de saqueo a la nación y de gastos millonarios en salarios de políticos, legisladores y jueces, que al final sólo defienden sus propios intereses o los de aquellos que pagan sus campañas políticas.
En seguida un análisis tomado de la revista Proceso.
http://www.procso.com.mx
El gran perdedor
carlos acosta córdova
México, D.F., 28 de diciembre (apro).- Si no quiere seguir perdiendo presencia y autoridad, Andrés Manuel López Obrador tendrá que replantear su estrategia de lucha política y, sobre todo, su relación con las fracciones legislativas de los partidos del Frente Amplio Progresista, en particular el PRD. Porque si hubo un perdedor absoluto en todo el proceso de negociación y aprobación del paquete económico presentado por Felipe Calderón, fue justamente él.
En cambio, quien salió ganando, así fuera con un éxito relativo, fue precisamente Calderón: tanto la Ley de Ingresos como el Presupuesto de Egresos fueron aprobados por consenso, por muy arduas, tensas y aun ríspidas que hayan sido las negociaciones entre la Secretaría de Hacienda y los legisladores de oposición. Y eso, hay que reconocerlo, pocas veces se ha visto –si no es que nunca-- en la historia reciente tanto del debate parlamentario como de la economía nacional.
Eso, sin duda, le da gobernabilidad a la Presidencia de Calderón, y más cuando llega a ella en medio de una elección tan cuestionada, un proceso postelectoral que tuvo a los mexicanos en vilo y, más aún, luego de la accidentada toma de protesta del 1 de diciembre.
Sacar por consenso el paquete económico 2007, es decir, con el acuerdo unánime de todos los partidos representados en las cámaras legislativas, le da a Calderón –así le hayan parchado o retocado su proyecto o, también, enmendado la plana en algunas propuestas del mismo-- una temprana pero contundente fuerza para posicionarse políticamente. De entrada, está marcando una diferencia notable con su antecesor, y que ya le han reconocido propios y extraños: la habilidad para negociar, la disposición de ser flexible y la capacidad para sacar acuerdos entre partes con ideas, ideologías, trayectorias y propuestas aparentemente irreconciliables.
En cambio, a López Obrador le fue mal de principio a fin. Como si el pacto con “sus” legisladores sólo haya sido boicotear la toma de protesta y hasta ahí, porque después de ese día, legisladores y partidos que le apoyaban se olvidaron de él.
Los datos no son pocos: Cuando iniciaron las negociaciones del paquete económico, Andrés Manuel envió a la Cámara de Diputados y al Senado a casi todos los integrantes del gabinete de su “gobierno legítimo” para que acordaran con los legisladores del Frente la ruta a seguir en la discusión del paquete presidencial de ingresos y egresos. Algunos fueron acomodados en pequeñas oficinas; otros sólo alcanzaron un escritorio. Y desde ahí intentaron despachar y dar línea, en concordancia con el ideario y las propuestas de campaña de El Peje.
La realidad –preocupante para el futuro de Andrés Manuel-- fue que los legisladores lo único que le ofrecieron al gabinete de su exabanderado fue, como dice la canción, una total indiferencia. Absoluto desdén. Al grado de que en las reuniones pactadas entre gabinete legítimo y legisladores, los integrantes de aquél se quedaron, solos, chiflando en la loma: ni con quién pelotear ideas. Mucho menos a quién darle línea, a quién marcarle el rumbo. No hubo, pues, interlocución. Andrés Manuel nunca pudo hacerse presente en la Cámara a través de sus enviados.
Muy desde el principio se vio que el gabinete de El Peje nada tenía que hacer, al menos en la Cámara de Diputados. Antes de que la Presidencia de la República enviara a la Cámara los documentos de su propuesta económica para el próximo año, la gente de Andrés Manuel ya les había presentado a sus legisladores su propio proyecto de ingresos y gastos para 2007, que supuestamente deberían defender y anteponer al que presentara la Presidencia. Pero de inmediato fue rechazado. Apenas lo tuvo en sus manos, el equipo asesor del Grupo Parlamentario del PRD –entre ellos, algunos economistas calificados, de sobrada reputación y experiencia técnica-- lo estudió… y lo descalificó.
En efecto, de acuerdo con el análisis de los asesores del PRD en la Cámara, en la propuesta de Presupuesto de López Obrador “se aprecia una notoria falta de conocimiento del funcionamiento de las finanzas públicas” y la carencia de “un modelaje básico de las distintas variables”, por lo que “parece un ejercicio superficial y apresurado”.
Desde su propuesta de marco macroeconómico para 2007, dice el documento, se observa que el equipo de López Obrador no estuvo actualizado con el desempeño reciente de las finanzas públicas del país, ni respecto de las proyecciones disponibles en los distintos organismos internacionales sobre la economía mundial.
Así, el proyecto de López Obrador incurrió en errores como el de no considerar que la plataforma petrolera de exportación va a la baja por la continua declinación de los campos de Cantarell --por lo que apuntaba una plataforma muy superior a la estimada oficialmente--, y el considerar que la economía estadunidense crecerá muy por arriba de lo estimado por las propias autoridades de ese país y los organismos financieros internacionales: éstos estiman un crecimiento del PIB de Estados Unidos de 2.5% y el equipo de Andrés Manuel, en 3%. Y de ahí se derivan toda suerte de proyecciones equivocadas.
Ya en cosas más particulares, López Obrador consideraba ingresos públicos inferiores en más de 114,000 millones de pesos a los proyectados por el gobierno. “La falla más notable es la clara ausencia de un modelaje del comportamiento de los ingresos no petroleros, los cuales se subestiman sin ninguna justificación”, dice el documento, que sirvió de base para que Javier González Garza, el coordinador de los diputados perredistas, desechara la propuesta de El Peje.
El análisis hace hincapié en algunos recortes presupuestales propuestos por el “gobierno legítimo” que “parecen carecer de sentido”, como el que se propuso para el Poder Judicial. El proyecto de Calderón asignaba a ese poder un presupuesto de 29,421 millones de pesos; el de Andrés Manuel, apenas 12,000 millones. Al final quedó –aprobado por consenso-- en 25,229.5 millones de pesos. El argumento de los asesores perredistas era que no reportaría gran beneficio desmantelar la mitad de los tribunales existentes en el país, pues ello ocurriría con un recorte tan descomunal.
Llamó más la atención, todavía, el hecho de que el proyecto de López Obrador, que siempre manifestó su propósito de defender al sector de energía, consignara un presupuesto para Pemex y la CFE mucho menor al que proponía Calderón: Para Pemex, AMLO pedía recursos por 119,233.1 millones de pesos; Calderón, 144,326.8 millones. Al final quedó en 140,802.8 millones. En CFE, AMLO: 168,396 millones; Calderón: 183,732 millones. El definitivo fue de 182,000 millones.
Inclusive la recaudación federal participable, la que va a estados y municipios, era menor en 82,356.6 millones de pesos en el proyecto de AMLO: 1 billón 175,036 millones contra 1 billón 257,392.6 millones de Calderón.
Por todas estas fallas y más, el grupo de asesores del PRD calificó la propuesta de AMLO de “prácticamente indefendible”.
De ahí todo lo demás: los diputados perredistas –el resto de los legisladores del llamado Frente Amplio Progresista, parecieron no tener vela en el entierro-- se fueron por la libre. Hicieron caso omiso de las propuestas de López Obrador y se enfrascaron –y en muy buena parte lideraron-- en la discusión con la Secretaría de Hacienda, que no con el PAN, cuyos legisladores fueron obnubilados por aquella.
Así, no sólo el proyecto económico de AMLO fue desatendido, sino también viejas propuestas y demandas enarboladas recientemente por aquél y de siempre por la izquierda, como la disminución de los pagos por el rescate bancario, la eliminación de los regímenes tributarios de privilegio para los potentados, la reducción real y contundente de los gastos suntuarios y el derroche en inmorales salarios de la alta burocracia.
Llama mucho la atención el silencio de Andrés Manuel López Obrador, que parece dejarle toda la cancha a Calderón, quien, hábilmente, al término de las discusiones en el Congreso por el paquete económico, envió cartas de felicitación, agradecimiento y reconocimiento a los coordinadores de todos los grupos parlamentarios. El consenso logrado con la Ley de Ingresos y el Presupuesto, les dijo, “dan muestra de que la pluralidad y el debate democrático son los mejores caminos para llegar a los acuerdos y consensos necesarios en beneficio de todos los mexicanos”. De paso, les expresó la voluntad de “su gobierno” “para dialogar y trabajar con el Poder Legislativo, a fin de seguir construyendo los acuerdos que permitan la construcción del México que anhelamos”.
López Obrador, ni una palabra. Los millones que le dimos nuestro voto esperamos escucharlo pero, sobre todo, una rectificación de estrategias y de relaciones con quienes en el Congreso tendrían que apoyarle.
De no hacerlo, el limbo no parece lejano.
Comentarios: cgacosta@proceso.com.mx
Los legisladores del FAP tienen que respaldar los acuerdos de la CND que son los emanados de la lucha social iniciada hace meses en contra del fraude electoral y de la usurpación del poder por parte del espurio Calderón con el aval de los empresarios, Iglesia, jueces y medios de comunicación. No olvidemos que la transformación de las instituciones del país es el hilo conductor del movimiento. No se trata de recoger migajas o el reparto del pastel entre los mismos de siempre, incluidos por supuesto, todos los partidos políticos. Basta de saqueo a la nación y de gastos millonarios en salarios de políticos, legisladores y jueces, que al final sólo defienden sus propios intereses o los de aquellos que pagan sus campañas políticas.
En seguida un análisis tomado de la revista Proceso.
http://www.procso.com.mx
El gran perdedor
carlos acosta córdova
México, D.F., 28 de diciembre (apro).- Si no quiere seguir perdiendo presencia y autoridad, Andrés Manuel López Obrador tendrá que replantear su estrategia de lucha política y, sobre todo, su relación con las fracciones legislativas de los partidos del Frente Amplio Progresista, en particular el PRD. Porque si hubo un perdedor absoluto en todo el proceso de negociación y aprobación del paquete económico presentado por Felipe Calderón, fue justamente él.
En cambio, quien salió ganando, así fuera con un éxito relativo, fue precisamente Calderón: tanto la Ley de Ingresos como el Presupuesto de Egresos fueron aprobados por consenso, por muy arduas, tensas y aun ríspidas que hayan sido las negociaciones entre la Secretaría de Hacienda y los legisladores de oposición. Y eso, hay que reconocerlo, pocas veces se ha visto –si no es que nunca-- en la historia reciente tanto del debate parlamentario como de la economía nacional.
Eso, sin duda, le da gobernabilidad a la Presidencia de Calderón, y más cuando llega a ella en medio de una elección tan cuestionada, un proceso postelectoral que tuvo a los mexicanos en vilo y, más aún, luego de la accidentada toma de protesta del 1 de diciembre.
Sacar por consenso el paquete económico 2007, es decir, con el acuerdo unánime de todos los partidos representados en las cámaras legislativas, le da a Calderón –así le hayan parchado o retocado su proyecto o, también, enmendado la plana en algunas propuestas del mismo-- una temprana pero contundente fuerza para posicionarse políticamente. De entrada, está marcando una diferencia notable con su antecesor, y que ya le han reconocido propios y extraños: la habilidad para negociar, la disposición de ser flexible y la capacidad para sacar acuerdos entre partes con ideas, ideologías, trayectorias y propuestas aparentemente irreconciliables.
En cambio, a López Obrador le fue mal de principio a fin. Como si el pacto con “sus” legisladores sólo haya sido boicotear la toma de protesta y hasta ahí, porque después de ese día, legisladores y partidos que le apoyaban se olvidaron de él.
Los datos no son pocos: Cuando iniciaron las negociaciones del paquete económico, Andrés Manuel envió a la Cámara de Diputados y al Senado a casi todos los integrantes del gabinete de su “gobierno legítimo” para que acordaran con los legisladores del Frente la ruta a seguir en la discusión del paquete presidencial de ingresos y egresos. Algunos fueron acomodados en pequeñas oficinas; otros sólo alcanzaron un escritorio. Y desde ahí intentaron despachar y dar línea, en concordancia con el ideario y las propuestas de campaña de El Peje.
La realidad –preocupante para el futuro de Andrés Manuel-- fue que los legisladores lo único que le ofrecieron al gabinete de su exabanderado fue, como dice la canción, una total indiferencia. Absoluto desdén. Al grado de que en las reuniones pactadas entre gabinete legítimo y legisladores, los integrantes de aquél se quedaron, solos, chiflando en la loma: ni con quién pelotear ideas. Mucho menos a quién darle línea, a quién marcarle el rumbo. No hubo, pues, interlocución. Andrés Manuel nunca pudo hacerse presente en la Cámara a través de sus enviados.
Muy desde el principio se vio que el gabinete de El Peje nada tenía que hacer, al menos en la Cámara de Diputados. Antes de que la Presidencia de la República enviara a la Cámara los documentos de su propuesta económica para el próximo año, la gente de Andrés Manuel ya les había presentado a sus legisladores su propio proyecto de ingresos y gastos para 2007, que supuestamente deberían defender y anteponer al que presentara la Presidencia. Pero de inmediato fue rechazado. Apenas lo tuvo en sus manos, el equipo asesor del Grupo Parlamentario del PRD –entre ellos, algunos economistas calificados, de sobrada reputación y experiencia técnica-- lo estudió… y lo descalificó.
En efecto, de acuerdo con el análisis de los asesores del PRD en la Cámara, en la propuesta de Presupuesto de López Obrador “se aprecia una notoria falta de conocimiento del funcionamiento de las finanzas públicas” y la carencia de “un modelaje básico de las distintas variables”, por lo que “parece un ejercicio superficial y apresurado”.
Desde su propuesta de marco macroeconómico para 2007, dice el documento, se observa que el equipo de López Obrador no estuvo actualizado con el desempeño reciente de las finanzas públicas del país, ni respecto de las proyecciones disponibles en los distintos organismos internacionales sobre la economía mundial.
Así, el proyecto de López Obrador incurrió en errores como el de no considerar que la plataforma petrolera de exportación va a la baja por la continua declinación de los campos de Cantarell --por lo que apuntaba una plataforma muy superior a la estimada oficialmente--, y el considerar que la economía estadunidense crecerá muy por arriba de lo estimado por las propias autoridades de ese país y los organismos financieros internacionales: éstos estiman un crecimiento del PIB de Estados Unidos de 2.5% y el equipo de Andrés Manuel, en 3%. Y de ahí se derivan toda suerte de proyecciones equivocadas.
Ya en cosas más particulares, López Obrador consideraba ingresos públicos inferiores en más de 114,000 millones de pesos a los proyectados por el gobierno. “La falla más notable es la clara ausencia de un modelaje del comportamiento de los ingresos no petroleros, los cuales se subestiman sin ninguna justificación”, dice el documento, que sirvió de base para que Javier González Garza, el coordinador de los diputados perredistas, desechara la propuesta de El Peje.
El análisis hace hincapié en algunos recortes presupuestales propuestos por el “gobierno legítimo” que “parecen carecer de sentido”, como el que se propuso para el Poder Judicial. El proyecto de Calderón asignaba a ese poder un presupuesto de 29,421 millones de pesos; el de Andrés Manuel, apenas 12,000 millones. Al final quedó –aprobado por consenso-- en 25,229.5 millones de pesos. El argumento de los asesores perredistas era que no reportaría gran beneficio desmantelar la mitad de los tribunales existentes en el país, pues ello ocurriría con un recorte tan descomunal.
Llamó más la atención, todavía, el hecho de que el proyecto de López Obrador, que siempre manifestó su propósito de defender al sector de energía, consignara un presupuesto para Pemex y la CFE mucho menor al que proponía Calderón: Para Pemex, AMLO pedía recursos por 119,233.1 millones de pesos; Calderón, 144,326.8 millones. Al final quedó en 140,802.8 millones. En CFE, AMLO: 168,396 millones; Calderón: 183,732 millones. El definitivo fue de 182,000 millones.
Inclusive la recaudación federal participable, la que va a estados y municipios, era menor en 82,356.6 millones de pesos en el proyecto de AMLO: 1 billón 175,036 millones contra 1 billón 257,392.6 millones de Calderón.
Por todas estas fallas y más, el grupo de asesores del PRD calificó la propuesta de AMLO de “prácticamente indefendible”.
De ahí todo lo demás: los diputados perredistas –el resto de los legisladores del llamado Frente Amplio Progresista, parecieron no tener vela en el entierro-- se fueron por la libre. Hicieron caso omiso de las propuestas de López Obrador y se enfrascaron –y en muy buena parte lideraron-- en la discusión con la Secretaría de Hacienda, que no con el PAN, cuyos legisladores fueron obnubilados por aquella.
Así, no sólo el proyecto económico de AMLO fue desatendido, sino también viejas propuestas y demandas enarboladas recientemente por aquél y de siempre por la izquierda, como la disminución de los pagos por el rescate bancario, la eliminación de los regímenes tributarios de privilegio para los potentados, la reducción real y contundente de los gastos suntuarios y el derroche en inmorales salarios de la alta burocracia.
Llama mucho la atención el silencio de Andrés Manuel López Obrador, que parece dejarle toda la cancha a Calderón, quien, hábilmente, al término de las discusiones en el Congreso por el paquete económico, envió cartas de felicitación, agradecimiento y reconocimiento a los coordinadores de todos los grupos parlamentarios. El consenso logrado con la Ley de Ingresos y el Presupuesto, les dijo, “dan muestra de que la pluralidad y el debate democrático son los mejores caminos para llegar a los acuerdos y consensos necesarios en beneficio de todos los mexicanos”. De paso, les expresó la voluntad de “su gobierno” “para dialogar y trabajar con el Poder Legislativo, a fin de seguir construyendo los acuerdos que permitan la construcción del México que anhelamos”.
López Obrador, ni una palabra. Los millones que le dimos nuestro voto esperamos escucharlo pero, sobre todo, una rectificación de estrategias y de relaciones con quienes en el Congreso tendrían que apoyarle.
De no hacerlo, el limbo no parece lejano.
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