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jueves, diciembre 28, 2006

Ahora las quejas sobre el "festejado" acuerdo presupuestal



Tomados de La Jornada, Hernández y Ahumada.

Mientras el usurpador Felipe Calderón Hinojosa vacaciona desde ayer en la isla de Cozumel hoy se publicó en el Diario Oficial de la Federación las leyes que avalan el presupuesto para 2007. En dicha publicación se omiten detalles sobre en qué se gastarán mil 520 millones de pesos destinados al sector cultural, lo que pone en riesgo 254 proyectos del sector. Ahora los festejadores perredistas se quejan de la omisión y amenazan con pedir explicaciones a la Secretaría de Hacienda, sí a la misma que le dieron manga ancha al no dejar en claro –por la falta de tiempo dijeron los presurosos legisladores que contaban hasta el 31 de este mes para ello- en qué se destinarían los más de 82 mil millones de pesos reasignados. Como siempre ahora se dicen defraudados cuando en los hechos no desquitan (los "legisladores" de todos los partidos) ni una mínima parte de sus altísimos salarios que salen del bolsillo de todos los mexicanos, de esos que tal vez ni sepan que tienen representante en el Congreso.

Sigan festejando que en los pocos días que quedan del presente año llegarán los regalitos vías incrementos. Entonces, comenzará la cuesta de enero. Pero como eso es hasta el próximo año, pues que nos apura.

En seguida una nota tomada de La Jornada donde se expone la flagrante violación a los derechos elementales de los ciudadanos y a las garantías y leyes consagradas en la Constitución, que para el gobierno federal y para el asesino Ulises Ruiz Ortiz son papel de baño.

http://www.jornada.unam.mx


"Dijeron que iban a tirarnos al mar", testimonio de detenidos en Oaxaca

Golpes, humillaciones y amenazas de la PFP, constante en documento de la Limeddh

Alberto Santiago Pérez, de 59 años, fue detenido el pasado 25 de noviembre junto con sus dos hijos

VICTOR BALLINAS

Detenciones ilegales, golpes, humillaciones, amenazas y malos tratos contra mujeres y hombres detenidos el pasado 25 de noviembre en Oaxaca son documentados por la Liga Mexicana de Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh), por medio de los testimonios de varios de los encarcelados, en los cuales se da cuenta de los abusos que sufrieron por elementos de la Policía Federal Preventiva (PFP). Los testimonios de Edith Coca, Níckel y Alfredo Santiago Rivera, y Alberto Santiago Pérez revelan esas vejaciones.

Níckel narró las violaciones a sus derechos desde el momento en que fue capturado: "Me llamo Níckel Santiago Rivera, me detuvieron el 25 de noviembre entre las 7:30 y 8:30 de la noche; junto conmigo capturaron a mi papá, Alberto Santiago Pérez, y a mi hermano Alfredo Santiago Rivera. Nos encontrábamos en nuestro domicilio, cuando a mi papá le dio dolor de estómago y se tomó una pastilla, pero como es alérgico a ese medicamento, se le enrojecieron las piernas, le dio comezón y le brotaron ámpulas grandes en las piernas.

"Por ello, determinamos bajar al centro en el coche de mi hermano para comprar la medicina. Dejamos el coche en un estacionamiento, como a la una de la tarde; luego fuimos a comprar el medicamento, y como a las dos, nos fuimos a comer al mercado 20 de Noviembre. Entre las tres y las siete de la noche vimos ropa en las tiendas, y después decidimos ir por el coche, pero el estacionamiento estaba cerrado.

"Decidimos entonces tomar un camión, pero tampoco había servicio de transporte, por lo que seguimos caminando, y cuando dimos vuelta en la calle Héroes de Chapultepec, en sentido contrario a nosotros venía corriendo un grupo de jóvenes. Ahí fuimos interceptados por tres camionetas de la PFP. De cada una bajaron aproximadamente seis policías, y sin decirnos que estábamos detenidos, nos indicaron que nos tiráramos al piso con las manos en la cabeza y boca abajo. Ahí nos golpearon con macanas y fui pateado en la espalda y las piernas.

Dos lesiones que sangraban...

"Después nos llevaron en la batea de una camioneta, acostados con la cara viendo hacia el piso; así nos tuvieron a siete personas. Mi papá iba conmigo en la misma camioneta, pero tenía dos lesiones que le sangraban, una en la parte media de la nariz y otra arriba de la mejilla izquierda. Nos llevaron a rendir declaración en la cárcel de Miahuatlán, ahí me despojaron de mi teléfono celular, cinturón, agujetas, tenis y un juego de tres llaves. Después nos llevaron ante el agente del Ministerio Público, y posteriormente nos sacaron a un patio donde nos dieron de comer.
"Luego nos reunieron y nos llevaron en dos grupos. En total eramos 51. Nos llevaron en un helicóptero a una pista donde nos esperaba otro avión, que nos llevó a Nayarit; ahí nos bajaron, nos interrogaron, todo ante una cámara de video. Esos datos ya nos los habían pedido antes dentro del avión. Luego nos subieron a un autobús que nos llevó al Cefereso número 4 Noreste de Tepic, Nayarit. En todo el trayecto nos tuvieron agachados con esposas en la manos. En el Cefereso nos colocaron hincados con la cabeza abajo, nos pidieron los zapatos para que los olfateara un perro, luego los calcetines.

"Más tarde, desnudos, nos revisaron y nos preguntaron si teníamos alguna enfermedad de transmisión sexual o crónica. Me dieron un uniforme beige. Luego me pusieron con la cabeza agachada en una máquina, como una lámpara negra, a la que antes hicieron que mirara. Me raparon y nos pasaron a un cuarto donde nos tomaron huellas digitales en cada dedo, las palmas y las orillas de la mano, y sólo ambos pulgares en cuatro ocasiones. En el trayecto a la celda 23 pasillo B me dijeron que yo era líder de la APPO, y que en este lugar no había líderes. En la celda hay vigilancia con cámara de circuito cerrado y micrófonos; escuchan y ven todo, incluso cuando dormimos. Me intimidan sicológicamente diciéndome que en el celular tengo el número de Radio Universidad, que soy líder de la APPO".

Alberto Santiago Pérez, de 59 años y profesor de educación primaria, padre de Níckel Santiago, también, narró a la Limeddh las violaciones a sus derechos. "Me encontraba mal de salud, por lo que salí con mis hijos Alfredo y Níckel hacia el centro de la ciudad; de regreso, esperábamos un autobús cuando en la calle Niños Héroes me golpearon en la cara con sus macanas y en los pies con parte de los gemelos. Fueron dos policías federales preventivos. Ya dentro de la camioneta me golpearon con toletes. Nos llevaron a Miahuatlán y de ahí a Nayarit. Soy inocente de lo que me imputan. "Acuso a los que me atropellaron física y moralmente. Estoy lastimado en la cara y con hinchazones en los ojos. La PFP violó mis derechos".

Otro de los testimonios es el de Edith Coca Soriano, de 30 años, bióloga y estudiante de maestría en ciencia en productividad de egroecosistemas. "Me detuvieron a un costado del Pochote, paralelo a Alcalá. Eran policías vestidos de azul; uno me golpeó la cabeza, me tiró, me pateó y me arrastró. Me gritaba, y luego me dejaron levantarme para subirme a una camioneta. Dejaron de golpearme, pero a mis compañeras de a lado les pegaban en la cabeza. Me quitaron mi celular, y en las camionetas nos quitaron las mochilas; yo llevaba ahí una cámara digital. Nos llevaron al llano, donde nos tomaron muchas fotos, nos pidieron nombre, dirección y edad. Dimos como 10 veces los datos a diferentes personas.

"Después nos subieron a otras camionetas y nos llevaron a otro lugar que no conocía, pero dijeron que eran los hangares. Nos preguntaron de nuevo nuestros datos y nos amenazaron con que nos iban a violar. Descubrí que son unos incultos, porque decían que sí queríamos que el Che fuera presidente y que el socialismo ha fracasado en todo el mundo. Después nos llevaron a un cuartel. Tuve miedo, pensé que ahí sí nos iban a violar o torturar".

"De nuevo nos trasladaron. Un policía intentó tocarme los senos, pero pegué los brazos a mi cuerpo y ya no insistió. Una vez que llegamos a Miahuatlán supe que no nos iban a torturar. Me trataron bien, me dejaron sacar mi suéter de la mochila porque hacia mucho frío; ya no estaba mi cámara fotográfica. Un médico nos revisó y nos tomaron declaración preparatoria, pero yo no declaré porque no había alguien de mi confianza ni abogados de oficio. Nos dejaron hacer una llamada. Por la tarde llegó la PFP y nos sacó del penal; ahí estaban los de derechos humanos del estado entrevistando. Nos sacaron en helicóptero y cuando íbamos subiendo nos dijeron que nos iban a tirar al mar.

"Llegamos de noche. Vi un edificio que decía Universidad California; no supe dónde estábamos, nos pasearon en autobús y nos ordenaron que a todo teníamos que decir: 'sí señor, no señor'; dijeron que estábamos en un penal de máxima seguridad. Nos revisaron, nos desnudaron y nos tomaron fotos. Yo estaba muy sucia, y me bañé. Me regañaron y por la madrugada nos cortaron el pelo; me sentía muy mal porque hacía 12 años que no me lo cortaba, y aquí, sin más, me lo mutilaron. Hasta el día siguiente nos dieron desayuno y el agua que tomamos sale sucia de la llave. La estancia está sucia y las carceleras nos insultan. Me acusan de sedición, daño a particulares, a moteles de Oaxaca y al ADDO. Soy inocente. Nos humillan, nos piden que nos bajemos la pantaleta y que nos alcemos la camisola, los guardias nos ven, esto es una humillación..."


A continuación una colaboración tomada también de La Jornada.

Cardenales y curas pederastas

Octavio Rodríguez Araujo

En 2005 se estrenó en la televisión de Estados Unidos una notable película basada en hechos reales ocurridos en Boston y dirigida por Dan Curtis: Our fathers. Recientemente tuvimos la oportunidad de ver esa película en México, también en televisión. La vigencia en México de este filme es impresionante, sobre todo por las semejanzas que guarda con el caso del cura Nicolás Aguilar Rivera, protegido por el cardenal Norberto Rivera Carrera cuando era obispo de Tehuacán, Puebla, en 1987.

Aguilar fue acusado de pederastia, y en lugar de someterlo al juicio eclesiástico por tan nefasto crimen, o de entregarlo a las autoridades civiles por ese delito, fue cambiado de lugares (de diócesis, se dice en el lenguaje de la Iglesia católica) y finalmente enviado al extranjero, a Los Angeles, California, con la evidente intención de evitar que pudiera ser juzgado por las autoridades mexicanas.

Muy pronto, sin embargo, el padre Aguilar hizo de las suyas en aquella ciudad de Estados Unidos. Se sospecha que abusó sexualmente de 26 niños y, según evidencias mostradas en este diario, el obispo de Los Angeles, Roger Mahony, le informó a Rivera que su enviado había cometido "acciones depravadas y criminales" contra jóvenes acólitos, mencionándole, además, que dado que el pederasta había regresado a México, él y otros jerarcas de la Iglesia en Los Angeles querían cooperar con la policía de esa ciudad para que fuera buscado y arrestado. Se sospecha que tanto Rivera Carrera como Mahony han protegido en diversos momentos al pervertido cura, y la madre de tres hijos abusados sexualmente, Valentina Mendoza, no es la única demandante de justicia, pero sí la que ha interpuesto una demanda más, especialmente contra el cardenal mexicano. La señora Mendoza es en nuestros días el equivalente a la señora Mary Ryan de Boston, protagonizada en la película mencionada por Ellen Burstyn. Sobra decir que el cura pederasta mexicano, Nicolás Aguilar, es equivalente al cura bostoniano que, con la denuncia en su contra, sirvió para que se destapara una cloaca en cuyo interior se encontraron muchos otros casos semejantes con cientos de víctimas. Ese cura, sentenciado a 10 años de prisión a los 67 años, y asesinado en su celda en febrero de 2004 según nota de CNN, se llamó John J. Geoghan, y el cardenal que lo protegió, a él y a otros curas pederastas, fue Bernard Francis Law, quien, por cierto, fue a su vez protegido por el papa Juan Pablo II, ahora fallecido.

En la película, y en la vida real, como puede consultarse en el valiente periódico The Boston Globe en Internet, el caso comenzó cuando un grupo de víctimas del padre Geoghan, ya adultos, denunciaron los hechos ocurridos cuando eran niños ante un abogado de nombre Mitchell Garabedian, protagonizado en el filme por Ted Danson. Ese abogado aceptó los casos primero sin cobrar (aunque buscaba obtener buenas ganancias de la indemnización que pensaba conseguir, por parte de la arquidiócesis católica de Boston, a las víctimas), y pese a que varios de los 147 casos presentados ante la corte no fueron suficientemente sólidos por falta de evidencias, hubo uno que sí avanzó y con base en él fue condenado el cura Geoghan. A lo largo de los años se descubrieron más casos en varias ciudades de Massachusetts y el cardenal Law, quien por cierto nació, de padres estadunidenses, en Torreón, Coahuila, en 1931, tuvo que renunciar después del escándalo en su diócesis y toda vez que ya no se pudo encubrir la serie de abusos contra niños y jóvenes por los sacerdotes católicos. La Iglesia sólo pagó 10 millones de dólares como indemnización a las víctimas. Es pertinente mencionar que existe un libro de Pepe Rodríguez titulado Pederastia en la Iglesia católica (Delitos sexuales del clero contra menores, un drama silenciado y encubierto por los obispos), publicado por Ediciones B, en 2002.

No deja de ser preocupante que las denuncias penales interpuestas contra el cura mexicano Aguilar se estén juzgando en Estados Unidos y no en nuestro país, donde desde 1997 fue denunciado por los padres de cuatro niños ante el Ministerio Público de Tehuacán. Acá la justicia parece temer a la Iglesia católica, de la misma manera que a los acusados por la valiente periodista Lydia Cacho que son, obviamente, empresarios y políticos muy influyentes.

Confiemos en que el desenlace del asunto de la pederastia practicada por curas no termine con declaraciones de compasión por parte del cardenal Rivera, como ocurrió con el también cardenal Law en Boston al morir el padre Geoghan en la cárcel. Cuando éste fue asesinado, el vocero de la arquidiócesis, Christopher Coyne, declaró que "después de conocer las noticias de la trágica muerte de John Geoghan, la aquidiócesis de Boston ofrece sus oraciones para el descanso del alma de John y extiende sus rezos y consolación a su hermana querida Kathy en este momento de pérdida personal." Ni una palabra para los más de 100 niños víctimas del cura pederasta, ningún consuelo para sus padres, esposas e hijos. Ninguna oración cuando una de las víctimas de Geoghan, Patrick McSorley, se suicidó al no poder sobrellevar por más tiempo el trauma por el abuso del que fue objeto.