Periodistas y delincuentes*
Tomados de La Jornada, Helguera, El Fisgón y Rocha y El Universal, Naranjo.
Jorge Carrasco Araizaga
MÉXICO, D.F. (apro).- La prensa de provincia pasa por unos
de los peores momentos de su historia. Los asesinatos, desaparición y exilio de
comunicadores se han convertido en una constante, como si la agresión a los
periodistas no fuera un ataque directo a la democracia.
Signo de la fallida alternancia política es que en los casi
12 años de gobierno del PAN, según los diferentes conteos, han sido asesinados
entre 70 y 80 periodistas, cerca de 20 se encuentran desaparecidos y varios más
se han visto obligados a salir de sus localidades.
Ni en los 70 años del régimen autoritario del PRI hubo tal
afrenta. Pero de ese autoritarismo vienen las condiciones que han propiciado el
atraso y vulnerabilidad en que se encuentra el periodismo mexicano en casi todo
el interior del país.
La alternancia de ese viejo régimen priista a los dos
sexenios consecutivos del PAN generó nuevos cacicazgos en provincia, alternados
también entre esos dos partidos junto con el PRD.
Los gobernadores son herederos de los caciques políticos de
antaño. Pero mutaron en algo peor, en amos y señores de sus estados. Controlan
todo, tienen todos los recursos y a nadie rinden cuentas. Son los feudos
mexicanos en pleno siglo XXI.
En todo intervienen. No sólo para sus afanes de control,
sino para que nadie los vigile. Buscan el control del Congreso, ponen a sus
compadres al frente del Poder Judicial, designan a los presidentes de las
comisiones de Derechos Humanos, simulan transparencia y, sobre todo, controlan
a la prensa.
Gustosos, la gran mayoría de los dueños de los medios
locales entran al juego de la simulación. Gobernantes y dueños de medios hacen
como que informan.
A cambio de millonarios contratos de publicidad, guardan
silencio o manipulan la información cuando el interés gubernamental es el
silencio o la distorsión.
En ese juego, la gran perdedora es la sociedad. Le escatiman
la información. Le impiden saber lo que ocurre y afecta. Anulan su derecho a
saber.
Pero quienes también pierden son los periodistas, que quedan
en medio de esos intereses.
En general, los dueños de esos medios se han desentendido de
sus periodistas. No se han preocupado por su profesionalización. Es lógico, no
necesitan periodistas profesionales para cumplir con las pautas de publicidad
gubernamental.
Poco les importa lo que hacen sus periodistas fuera de la
redacción. En todo el país, es un secreto a voces entre el gremio periodístico
que algunos colegas han estado vinculados de distintas maneras a la
delincuencia. Es parte de la descomposición social. Eso lo sabe también la
autoridad, tanto la federal y, desde luego, los gobiernos estatales.
Nada justifica un solo ataque contra la prensa en México. La
impunidad no es por incapacidad para investigar los asesinatos. Es por ese
interés en que no se conozca lo que ocurre.
Veracruz es ahora el peor lugar para hacer periodismo en
México, como ayer lo fue Tamaulipas. En esa lógica, mañana puede ser otro
estado. Nueve periodistas asesinados en Veracruz en tan sólo año y medio del
gobierno del priista Javier Duarte de Ochoa. Toda una marca.
Son los casos de la corresponsal de Proceso en Veracruz,
Regina Martínez, asesinada la madrugada del 28 de abril sin que hasta la fecha
haya algún detenido, y Víctor Báez, colaborador de Milenio Xalapa, quien fue
secuestrado el miércoles 13 y privado de la vida.
Quienes han asesinado a los periodistas quieren el silencio
o demostrar quién manda. El silencio del gobierno es cómplice.
@jorgecarrascoa
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home