La soberbia de Televisa*
Tomados de La Jornada, Hernández, Helguera, El Fisgón y Rocha y El Universal, Naranjo.
Jenaro Villamil
The Guardian retomó lo que se ventiló en uno de los cables
divulgados por Wikileaks en 2011 y también agregó elementos para indicar que
Televisa firmó contratos millonarios con el gobierno de Vicente Fox para
inducir una percepción negativa en contra del entonces jefe de Gobierno
capitalino, Andrés Manuel López Obrador.
El periódico británico le ha llamado “contabilidad creativa”
a esta estrategia del consorcio televisivo y publicitario para encubrir los
contratos y los montos reales de los convenios a través de empresas
intermediarias. Proceso ha señalado que se presume una “doble contabilidad” que
puede constituir un fraude a accionistas minoritarios.
La reacción de Televisa frente a estos nuevos elementos la
pinta de cuerpo entero. Con Proceso fue una negativa visceral. Acusó a este
reportero y a la revista de actuar “por consigna”, como si investigar los
negocios del poder público con la televisora fuera un asunto confidencial. Con
The Guardian pidió “disculpas públicas”, como si ellos hubieran hecho lo mismo
con decenas de personajes empresariales, políticos y sociales a los que han
linchado en pantalla cuando así conviene a sus intereses.
El “Plan de Acción” entre TVPromo-Radar, filiales de
Televisa, y el gobierno de Peña Nieto no se modificó ni se canceló, a pesar de
haberse ventilado desde octubre de 2005. Al contrario, en una demostración de
soberbia, la empresa televisiva lo aplicó a otros gobernadores sin que ninguna
autoridad lo frenara. Mucho menos el PRI, partido que cedió su condición de
entidad de interés público para ponerse a las manos de los mercaderes de la
pantalla. Pasaron de la lógica del “partido hegemónico” a la de políticos al
servicio de la “televisión hegemónica”.
Peña Nieto se volvió un “modelo” a seguir. Le dieron la
vuelta a la ley electoral, a la Ley Federal de Radio y Televisión y a la propia
Constitución para convertir los programas informativos y los contenidos de
entretenimiento y hasta de deportes en un escaparate de venta de percepciones a
favor de los políticos que pagaron exorbitantes sumas.
Nadie los paró a tiempo. A pesar de que los políticos se
quejan de los “abusos” y de la soberbia de Televisa, han acabado por ceder al
poder del monopolio, temerosos de ver difundidos sus errores y sus expedientes
negros en la pantalla.
La soberbia de Televisa fue alentada y consentida por
gobernadores y por el propio gobierno federal. El primer mandatario Felipe
Calderón, enredado en su ilegitimidad de origen y comprometido con los spots
“cedidos” por Televisa en la campaña del 2006, ha gastado en casi seis años más
de 50% de 19 mil millones de pesos dilapidados en gastos de comunicación social
para favorecer al imperio mediático. Tan sólo hay que recordar las “teleseries”
y los telemontajes de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal para
tener una idea de lo invertido en el Canal 2 y las otras señales de Emilio
Azcárraga Jean.
El resultado está a la vista. Al gobierno de Calderón no le
sirvió para frenar la ambición de Televisa y caer en un descrédito
generalizado. Su sexenio fue el que más prebendas y “gangas” otorgó a la
televisora: desde la fibra óptica de la Comision Federal de Electricidad (CFE),
la fallida licitación 21, los contratos a la telefónica Bestel (ISSSTE e IMSS),
el freno a la posibilidad de una competencia real en televisión abierta, la
autorización a una mayor concentración en empresas de televisión por cable y la
inminente autorización para la fusión Televisa-Iusacell.
Los llamados Cuatro Fantásticos de Grupo Televisa se han
enriquecido de una forma grosera en este periodo. El megayate TV de Emilio
Azcárraga Jean, documentado por Proceso, es tan sólo un botón de muestra de lo
que ellos consideran un lujo que vale la pena tenerlo, pero en secreto.
Enfermos de soberbia, los principales cuatro ejecutivos de Televisa (Azcárraga
Jean, Bernardo Gómez, Alfonso de Angoitia y José Bastón) no entienden lo que
está sucediendo.
En las últimas semanas han reforzado las medidas represivas
contra sus propios trabajadores. La paranoia es la otra cara de la soberbia.
Creen que desde adentro existen “traidores” y no se dan cuenta que el maltrato
a reporteros, productores, actores y publicistas es el camino empedrado para su
propio infierno.
Creen que las marchas de los jóvenes del movimiento
#YoSoy132 se pueden ocultar creando movimientos “alternos” como GeneraciónMx,
un grupo sin representatividad alguna que tiene todas las características de
los productos al estilo Televisa (Iniciativa México (Mx), por ejemplo). Creen
que #YoSoy132 es un grupo manipulado o sobredimensionado para favorecer a López
Obrador.
Frente a la crisis de opinión pública que viven, creen que
con sacrificar a funcionarios menores (como el mismo caso de Alejandro
Quintero, director de TV Promo) van a tapar el sol de su impudicia.
Creen que tienen aún el bono del rating cuando han perdido
de forma acelerada el único bien intangible que no se compra: la credibilidad.
Piensan que todo es una crisis pasajera, administrable,
resultado del ánimo electoral, de la disputa entre Peña Nieto y López Obrador.
A la panista Josefina Vázquez Mota la utilizan para hacer negocios, no la
consideran una interlocutora válida. Ahora buscan, desesperados, quedar bien
con el “peligro para México”, el mismo político al que han “dado por muerto”
decenas de veces y hoy asciende en las preferencias electorales.
La soberbia los vuelve a cegar.
Los 19 días restantes pueden ser el éxito de la Primavera
Mexicana y el Otoño de Televisa, como aparato de poder salvaje, sin
contrapesos, soberbia y sin autocontención. Es demasiado tarde para el
gatopardismo. Es el tiempo de la democratización de los medios masivos
mexicanos.
*Tomado de la revista Proceso.
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