Mi percepción del debate*
Tomados de La Jornada, Hernández, El Fisgón, Helguera y Rocha.
Octavio Rodríguez Araujo
El primer debate me pareció un tanto plano, el de este
último domingo tuvo mejor estampa y a leguas se vio quiénes tienen más estatura
política y quiénes pasarán a la historia como comparsas de una elección. Uno de
éstos, el del ego inversamente proporcional a su capacidad, quedará como
sinónimo de lo patético. No quería mencionar su nombre, pero evitaré dudas: me
refiero al señor Quadri.
Josefina, temblorosa, insegura y acartonada no dio el ancho.
Quiso ser agresiva con sus contrincantes y lo único que logró fue exhibirse
como una persona que no está acostumbrada a los debates. Tal vez si se hubiera
formado en la política y si hubiera participado en el Congreso sabría revirar
con agudeza y tocar verdaderamente los puntos débiles y sensibles de sus oponentes.
Su estereotipada sonrisa, seguramente aconsejada por su creador de imagen (que
yo ya hubiera despedido), se vio tan falsa como la de los vendedores de
productos milagro. Era la misma cuando se refería a asuntos serios que cuando
supuestamente hacía chistes, como el de convertir en mujeres a los hombres que
la rodeaban. Me recordó a esos que están en una reunión y que quieren contar un
chiste pero no logran imprimirle chispa. Nadie se ríe. La señora Vázquez Mota
perdió, y si no se fue hasta abajo se debió a que este lugar ya lo ocupaba
Quadri, al que ella llamó, sin querer (supongo), Cuadro.
Los punteros en el debate fueron, sin lugar a dudas, López
Obrador y Peña Nieto, en este orden. El primero fue perfectamente coherente,
mesurado en sus tonos y expresiones, sólido y, a juzgar por su sonrisa
ocasional, con un toque de ironía casi contenida. Hasta respetuoso nos resultó,
incluso para desmentir a sus contrincantes, sobre todo a la señora Vázquez
Mota. Cuando ésta dijo que Octavio Paz había renunciado a su cargo de embajador
en India como protesta por la matanza de Tletelolco (1968), para añadir a
manera de pregunta qué había hecho López Obrador, se puso en evidencia, pues
éste no ocupaba ningún cargo y apenas contaba con 15 años de edad. Sobre por
qué entró en el PRI en 1971 a pesar de los lamentables sucesos del 10 de junio,
AMLO le dijo que apenas estaba en preparatoria. Si Josefina hubiera leído al
menos el artículo de Andrés Lajous en Nexos se habría enterado de que el
tabasqueño entró en política en 1976, invitado por el poeta Pellicer a su
campaña para senador. Para entonces era estudiante de licenciatura y tenía 22
años.
Lopez Obrador actuó como lo que es: un señor, un político
con experiencia, un luchador social desde que era joven, un candidato que sabe
que va a ganar. Esto último también lo cree Peña Nieto, pero ya no está tan
seguro como al principio de su campaña. Sin embargo, los dos se condujeron como
candidatos serios, maduros y ecuánimes. No se atacaron entre sí por una
sencilla razón: son adversarios de verdad y como políticos bien sabían que
atacarse los hubiera puesto a la altura de Vázquez Mota y “Cuadro”. Mejor
dedicar el poco tiempo a presentar sus propuestas, y así lo hicieron.
La mejor propuesta fue, desde luego y aunque yo parezca
parcial, la de AMLO; fue tan buena y bien articulada que cuando le tocó el
turno a Peña Nieto sus planteamientos parecían una mala copia, e incompleta, de
lo dicho por el tabasqueño, a la zaga de éste. Pero no sólo fue una buena
propuesta en las varias intervenciones que marcaba el formato del debate, sino
que aprovechó el gran momento para mencionar a algunos de sus próximos
colaboradores cuyos nombres dicen mucho para los mexicanos, tanto por su
experiencia como por su probidad. Este parecería un dato secundario en una
elección presidencial, pues para todo fin práctico e incluso legal estaremos
votando por una persona, pero el mensaje y el compromiso de este candidato es
que en realidad estaremos votando por un equipo, un equipo de primera. Ningún
candidato, ni siquiera en los países de democracia más avanzada que la nuestra,
ha hecho lo mismo.
He estado a favor de López Obrador desde hace mucho tiempo y
me llena de orgullo contarlo entre mis amigos, aunque no esté siempre
acompañándolo. Me cae bien, lo aprecio y pienso que representa la única
oposición al sistema prevaleciente y que cada quien a su manera y con sus
posibilidades combatimos para reconstruir el país. Es mi candidato a la
Presidencia, como lo fue en 2006, y lejos de ocultarlo lo presumo públicamente.
México no aguanta más de lo mismo, lo hemos visto con tres presidentes priístas
y con dos panistas que quisieron ser gobernantes sin lograrlo.
Como vivo en Morelos debo añadir que Graco Ramírez,
candidato de las izquierdas para gobernador, tendrá también mi voto. AMLO y
Graco son de diferentes corrientes en el seno del PRD, pero han sabido posponer
sus diferencias por el bien de la unidad y de proyectos que, hasta donde los
conozco, guardan muchas similitudes y son complementarios.
Todavía faltan unos días, pero los cambios se están dando
con rapidez. Soy optimista y vamos a ganar.
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