Tomados de La Jornada, Hernández, El Fisgón y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.
Álvaro Delgado
MEXICO, D.F. (apro).- Sólo la concepción patrimonialista del
poder, pero sobre todo la insolencia de creer que los mexicanos son estúpidos,
explica que el priista Enrique Peña Nieto ofrezca como novedad lo que la
Constitución consagra como derechos para los mexicanos y obligaciones para los
gobernantes.
El Manifiesto para una Presidencia democrática, el decálogo
que Peña Nieto afirma que contiene los “principios políticos” a los que se
apegará si es electo presidente de la República, es una manipulación por hacer
creer que con él los mexicanos tendrán las libertades que la Constitución
consagra hace casi dos siglos.
Y hay algo más grave: Si Peña Nieto dice que ese
“manifiesto” es su respuesta a la movilización de los jóvenes en su contra,
rubricada como #YoSoy132, entonces no ha entendido que éstos se han levantado
precisamente contra esa visión patrimonialista, falaz e insolente del poder de
la que él se ufana –como en la Universidad Iberoamericana– y que su documento
ratifica.
El decálogo de Peña Nieto es, también, la aceptación
involuntaria de su ignorancia sobre la Constitución, aun cuando se graduó de
abogado en la Universidad Panamericana –que quizá por eso no quiere visitar– y,
si él no es el autor del documento, entonces la confesión es que tiene más
asesores que ideas.
Por eso, si el silencio obsecuente sobre este montaje
prevalece entre un sector como cuando lo presentó –el lunes 21– ante
“intelectuales” de la talla de Claudio X. González, Fernando Gómez Mont, Héctor
Aguilar Camín y Jorge Castañeda, y aun es elogiado por personajes como Emilio
Álvarez Icaza, no pueda haber una conducta análoga de quienes conocen
mínimamente la Constitución y la historia de México.
Pero cuáles son los diez “principios políticos” que Peña
Nieto presenta como oferta de campaña: 1) Libertad de manifestación, 2)
Libertad de expresión, 3) Relación con los medios, 4) Derechos humanos, 5)
Libertad religiosa, 6) No discriminación, 7) División de poderes, 8) Elecciones
libres, 9) Transparencia y rendición de cuentas y 10) Federalismo y
transparencia.
Salvo el punto 3), los otros nueve planteamientos
presentados como novedad están contemplados en la Constitución: El punto 1) en
el artículo 9 y el 2) en los artículos 6 y 7, y hace apenas un año, en junio de
2011, se aprobó una reforma constitucional para reconocer expresamente los
derechos humanos.
El punto 5) de la oferta de Peña Nieto se refiere a la
libertad religiosa, que ya consagra la Constitución en el artículo 24 y la
separación del Estado y las iglesias lo garantiza el 130, y el punto 6), que se
refiere a la no discriminación, está garantizado en el mismísimo artículo 1º
constitucional.
En cuando a la división de poderes, que ofrece el punto 7)
del Manifiesto de Peña Nieto, está previsto en el artículo 49 y las competencias
de cada poder se detallan en los artículos siguientes.
Prueba de que Peña Nieto y sus asesores no conocen la
Constitución es cuando ofrece elecciones libres, que la Constitución garantiza
en el artículo 41, y la transparencia y rendición de cuentas, ofrecidas en el
punto 9), están garantizadas en el artículo 6, y el federalismo en el 115.
Hay quienes alegan, aun de buena fe, que es positivo que
Peña Nieto se comprometa a respetar estos artículos constitucionales, algunos
de ellos letra muerta, pero aceptarlo es convalidar este insolente montaje.
Lo único novedoso en el Manifiesto es el punto 3), en el que
Peña Nieto ofrece una relación democrática con los medios y ofrece una reforma
constitucional para crear un organismo ciudadano que supervise la contratación
de publicidad de todos los niveles de gobierno en medios de comunicación.
Es una burla: Aunque sería positivo un organismo así, lo
procedente es que primero exhiba los contratos que como gobernador del Estado
de México firmó con Televisa y todos los medios, así como los montos que
cobraron las actrices Lucero y Angélica Rivera –su actual mujer– por aparecer
en los promocionales, aun si fue de gratis.
Cabe la pregunta: ¿Quién le cree a Peña Nieto? Exacto, yo
tampoco…
Apuntes
Este lunes 28 se cumplió un mes del asesinato de Regina
Martínez, corresponsal de Proceso en Veracruz, donde cuatro días después fueron
abatidos otros tres periodistas, sin que el gobernador Javier Duarte –el más
apreciado de los gobernadores priistas por Peña Nieto, por servil y cómplice–
haya hecho algo relevante no sólo para esclarecer los crímenes, sino para
impedir otros. El sábado 26 fue asesinado José Luis Blanco Rosas, investigador
y catedrático de la Universidad Veracruzana. Amigo de Regina Martínez, Blanco
Rosas, de 51 años de edad, fue hallado muerto el sábado 26, en el interior de
su vivienda en la calle Altamirano, en pleno centro de Xalapa. José Julián
González Osorno escribió, desde la indignación, un texto que se reproduce en la
página web de Proceso y del que reproduzco un fragmento: “¿Qué oscuro espanto
se pasea por Xalapa? ¿Qué horror carcome el alma de Veracruz? ¿Qué infinita
crueldad siembra muertes y muertes en el corazón de nuestro país? Escribo esto
porque no podemos callar. Porque, José Luis, no te habrías quedado callado
nunca si un amigo nuestro hubiera sido asesinado. Porque sabíamos, querido José
Luis, que un amigo caído es la merma de uno mismo, es ir haciéndose cada vez
más y más pequeños, más y más pobres…”
Comentarios: delgado@proceso.com.mx y Twitter:
@alvaro_delgado
*Tomado de la revista Proceso.
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