Jaloneos entre la mafia "política de gran altura"
Tomados de La Jornada, Hernández, Helguera y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.
A unos días de que termine la tregua que representa el “debate” en el Senado de la República sobre la privatización de Pemex, la guerra entre el PAN y el PRI por el control del país arrecia. Por una lado están las declaraciones del panismo de que una vez concluidos los foros se procederá a un periodo extraordinario en el Congreso para aprobar la venta de la paraestal, en contra parte el priísmo se niega a entregar sus levantadedos sin el respectivo pago, que ahora incluye no sólo la elección intermedia de 2009, sino la presidencial de 2012. Para tal fin presionan para que sean ellos –los del PRI- quienes diseñen los programas sociales –Oportunidades, Para que vivas mejor, etc.-y designen cuándo y cómo se entregarán las limosnas a cambio del voto de lo pobres.
En este escenario la asesina Elba Esther Gordillo incrementa sus facturas y ante la indecisión de pagarlas o no toma la alianza con sus “enemigos” del pasado y opera a favor del “triunfo” del PRI en Nayarit, como un aviso de lo que podría pasar en 2009 y 2012, si no le cumplen lo que exige. En respuesta el secretario del PAN, Rogelio Carbajal, anunció que el impuesto líder Germán (Mentiras) Martínez “negocia” con Gordillo una “alianza” para 2009, que en palabras llanas significa: el fraude de 2009.
De poco han servido las amenazas e insultos vertidos por el otrora poderoso líder del Yunke, Manuel Espino, de que el pelele Felipe Calderón Hinojosa está pagando de más los “favores” recibidos en 2006 por la mafiosa Gordillo y de que se le está entregando el país en charola de plata al capo priísta Manlio Fabio Beltrones, quien es el nuevo “peligro para México”.
Luego de las denuncias hechas por Beltrones y Emilio Gamboa de que son espiados por órdenes del usurpador Calderón Hinojosa, los comentarios de Espino subieron de tono al señalar que es en demasía lo que se le entrega al PRI. En ese escenario el senador del PRI, Fernando Castro Trenti, arroja luz sobre lo ocurrido en 2006.
El PRI, dijo, “no tiene de qué avergonzarse. No hemos asumido un papel de legitimador, pero tampoco de desestabilización. Nos vimos obligados a aceptar los resultados de una elección fraudulenta en 2006, que impuso a un presidente en donde estábamos nosotros en la disyuntiva de reconocerlo o desconocer las instituciones; frente a ello, el PRI acudió a asumir su responsabilidad en la asunción de Calderón como presidente”.
Y sobre la venta de Pemex al capital privado abunda: “Les decimos de nuevo que no vamos a acceder a un periodo extraordinario para aprobar la reforma petrolera, como la han presentado. Las iniciativas de Calderón serán modificadas, habrá propuesta del PRI, ya hemos dicho en qué no estamos de acuerdo con lo propuesto por el Ejecutivo.
“El gobierno está urgido de doblegar al Congreso, no admite que la oposición le pida que escuche los foros de debate de Pemex, donde la comunidad científica ha sido clara en descalificar las iniciativas de Calderón, y el gobierno, frente a esas voces, cierra y presiona para que se pruebe. No vamos a ceder”.
Después de dos años el PRI reconoce de forma abierta que negoció con el PAN la toma de protesta del espurio Calderón Hinojosa, que a cambio recibió más comisiones en el Congreso de las que le correspondían por ser la tercer fuerza política representada ahí y que han recibido “presiones” para aprobar las iniciativas privatizadoras.
Es decir, que se han confabulado con la corrupta Elba Esther Gordillo, con el ratero Carlos Salinas de Gortari y con el PAN para continuar con el saqueo del país. A esta actividad le llaman “política de altura”. ¡Que cinismo!
El siguiente reportaje fue tomado de la revista Reporte Indigo.
http://download.reporteindigo.com/
Los míos, los tuyos y los nuestros
Por Ramón Alberto Garza Carlos Salinas de Gortari renegó durante sus casi ocho años en el exilio de las traiciones políticas de lo que él mismo bautizó como la nomenclatura priista.
Para el presidente que gestó el neoliberalismo mexicano, Luis Echeverría, Fernando Gutiérrez Barrios, Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones, entre otros, fueron los artífices de las desgracias políticas hacia finales de su sexenio.
Lo lamentaba una y otra vez. En Dublín, en Londres, en Barcelona o en Boston. Su debacle política, decía, había sido una venganza orquestada por esa vieja guardia priista que quería
arrebatarle el poder y su proyecto de nación.
En las ambiciones de esa nomenclatura ubicaba Salinas de Gortari los asesinatos de Posadas, Colosio y Ruiz Massieu. También los apoyos desde adentro para el Zapatismo. La suma, en fin, de todos sus infiernos.
Y fue esa división dentro del PRI, entre nomenklatura y neoliberales, la que terminó entregando la Presidencia de la República al PAN.
Y fueron esos odios que se decían irreconciliables, que se avivaron con el encarcelamiento de su hermano Raúl en el sexenio zedillista, los que hicieron que Carlos Salinas terminara marcando su distancia del PRI.
Y fue el priista Francisco Labastida, con Emilio Gamboa como su jefe de campaña, el que debió llorar la primera derrota tricolor frente a un Vicente Fox que tenía todo el respaldo político del exiliado en Dublín, incluyendo los primeros apoyos de Elba Esther Gordillo.
Y fue esa división entre neoliberales y nomenklatura la que impidió concertar durante el foxismo las reformas fiscal, laboral y energética. La disputa abierta entre Manlio y Elba se exhibió en el ring de San Lázaro.
Y aunque Carlos Salinas no pudo cumplirle a los Fox, ellos sí le cumplieron lo que Zedillo no le pudo dar: su libertad pacífica de tránsito en México –el retorno del exilio– y la liberación de su hermano Raúl. Ambas se consiguieron en el primer sexenio panista.
Pero la amenaza de Andrés Manuel López Obrador se dibujó en el horizonte político de 2006. Y Carlos Salinas y la Maestra no lo pensaron dos veces.
La nomenklatura sacó adelante la candidatura de Madrazo. Para Carlos Salinas y Elba Esther, el rompimiento con ese PRI debía ser definitivo. Se divorciaron del tabasqueño y se pusieron al servicio del PAN y de Calderón.
Pero el sexenio calderonista no está saliendo tan bien como podría esperarse. Peor aún, las malas condiciones económicas en el mundo y la crisis energética amenazan con agravar el
panorama financiero hacia mediados de sexenio. Y sin operadores políticos eficaces entre los panistas, resulta difícil delinear un perfil azul rumbo al 2012.
El nuevo concertador
Y no es que el reloj político se adelante. Lo que sucede es que hay que construir desde ya la candidatura. De hecho, los panistas –o deberíamos decir los calderonistas– ya van tarde.
En el PRD, en cambio, se perfilan por lo menos los rostros de Marcelo Ebrard y López Obrador. Y eso tiene muy inquietos a panistas y priistas.
Es aquí donde Carlos Salinas decide modificar su estrategia. Porque sabe que con el calderonismo como está no le alcanza, no le dan las cuentas para 2012. Hoy tienen más valor político los rostros priistas de Enrique Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones y Beatriz Paredes, que los panistas de Santiago Creel, Juan Camilo Mouriño y Germán Martínez.
Pero Salinas sabe que ese valor es canjeable sólo si el PRI puede presentar un frente unido. A diferencia de 2006, cuando la disputa Madrazo–Elba Esther–Beltrones– Tucom los hundió en el tercer lugar. Y aunque el trasvase de votos hacia el panismo calderonista rindió a Salinas, a la Maestra y al Tucom réditos políticos y económicos, sería difícil replicar en 2012 esa maniobra. Simplemente porque no existe un candidato panista a quien cultivar desde ahora.
Por eso, como un moderno Plutarco Elías Calles, el ex presidente se asume como el nuevo concertador y pacificador de los caudillismos revolucionarios.
Pero aquellos generales revolucionarios de ayer, los caciques que se sentaron a pactar el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario, hoy visten de saco y corbata, de smoking y frac. Unos se dicen neoliberales, otros se identifican con la nomenklatura.
Pero para que Carlos Salinas pueda autoerigirse como el fiel de la balanza, lo primero que tiene que hacer es marcarse en ceros. Es decir, desmarcarse.
A partir de esa óptica puede entenderse el más reciente libro del ex mandatario, La Década Perdida, en el que sorprendió al renegar de su origen neoliberal. Una factura que endosó a Ernesto Zedillo y Vicente Fox.
Desde que salió el libro, Carlos Salinas viene montando toda una operación política mediática, que incluye dejarse ver con más frecuencia en eventos sociales, promoviendo entrevistas con todos los medios.
Esa sanación política salinista también implica una reconciliación con el pasado y el exorcismo de los demonios electorales de su elección como presidente en el 88. Todo para llegar a la boda de la hija de Manlio Fabio Beltrones en un Convento de las Vizcaínas que se transformó en un conciliábulo para el reencuentro y el perdón.
Como en las mejores escenas de las obras “famigliares” de Mario Puzo, la boda de la hija fue el pretexto ideal para sentar en la mesa a amigos y enemigos. Para que se cruzaran las miradas, se abrazaran, se dieran el beso en la mejilla, el manotazo en el cachete y se intercambiaran el clavel.
El Jefe Diego se sentó a la diestra de su amigo Carlos Salinas. A la siniestra, su futuro, el mexiquense Enrique Peña Nieto. Y si llamó la atención el desfile de panistas como Santiago Creel o de perredistas como Carlos Navarrete, acaparó más reflectores la charla privada que sostuvo Carlos Salinas con Juan Camilo Mouriño.
Pero la escena estelar de la noche no fue ésa. Corrió a cargo de dos priistas. De Carlos Salinas y Emilio Gamboa Patrón. El reencuentro de lo irreconciliable. Los que tenían catorce años de no hablarse, de sentirse traicionados el uno por el otro.
Los que con su disputa personal hicieron de la división del PRI su derrota en 2000 y su gran debacle en 2006. Pero esos días parecen haber quedado atrás. El PRI se recupera a pasos agigantados en todo México.
El gobierno calderonista de Manlio Fabio Beltrones y las reconciliaciones entre los priistas otrora distanciados, están ayudando aún más. Al que lo dude, que revise el resultado
de la última elección de Nayarit. Ahí es posible anticipar vísperas de lo que puede suceder en 2009 y 2012.
Con el partido de la Maestra de nuevo en alianza con el tricolor, los priistas nayaritas barrieron. El PAN ni pintó.
En este escenario la asesina Elba Esther Gordillo incrementa sus facturas y ante la indecisión de pagarlas o no toma la alianza con sus “enemigos” del pasado y opera a favor del “triunfo” del PRI en Nayarit, como un aviso de lo que podría pasar en 2009 y 2012, si no le cumplen lo que exige. En respuesta el secretario del PAN, Rogelio Carbajal, anunció que el impuesto líder Germán (Mentiras) Martínez “negocia” con Gordillo una “alianza” para 2009, que en palabras llanas significa: el fraude de 2009.
De poco han servido las amenazas e insultos vertidos por el otrora poderoso líder del Yunke, Manuel Espino, de que el pelele Felipe Calderón Hinojosa está pagando de más los “favores” recibidos en 2006 por la mafiosa Gordillo y de que se le está entregando el país en charola de plata al capo priísta Manlio Fabio Beltrones, quien es el nuevo “peligro para México”.
Luego de las denuncias hechas por Beltrones y Emilio Gamboa de que son espiados por órdenes del usurpador Calderón Hinojosa, los comentarios de Espino subieron de tono al señalar que es en demasía lo que se le entrega al PRI. En ese escenario el senador del PRI, Fernando Castro Trenti, arroja luz sobre lo ocurrido en 2006.
El PRI, dijo, “no tiene de qué avergonzarse. No hemos asumido un papel de legitimador, pero tampoco de desestabilización. Nos vimos obligados a aceptar los resultados de una elección fraudulenta en 2006, que impuso a un presidente en donde estábamos nosotros en la disyuntiva de reconocerlo o desconocer las instituciones; frente a ello, el PRI acudió a asumir su responsabilidad en la asunción de Calderón como presidente”.
Y sobre la venta de Pemex al capital privado abunda: “Les decimos de nuevo que no vamos a acceder a un periodo extraordinario para aprobar la reforma petrolera, como la han presentado. Las iniciativas de Calderón serán modificadas, habrá propuesta del PRI, ya hemos dicho en qué no estamos de acuerdo con lo propuesto por el Ejecutivo.
“El gobierno está urgido de doblegar al Congreso, no admite que la oposición le pida que escuche los foros de debate de Pemex, donde la comunidad científica ha sido clara en descalificar las iniciativas de Calderón, y el gobierno, frente a esas voces, cierra y presiona para que se pruebe. No vamos a ceder”.
Después de dos años el PRI reconoce de forma abierta que negoció con el PAN la toma de protesta del espurio Calderón Hinojosa, que a cambio recibió más comisiones en el Congreso de las que le correspondían por ser la tercer fuerza política representada ahí y que han recibido “presiones” para aprobar las iniciativas privatizadoras.
Es decir, que se han confabulado con la corrupta Elba Esther Gordillo, con el ratero Carlos Salinas de Gortari y con el PAN para continuar con el saqueo del país. A esta actividad le llaman “política de altura”. ¡Que cinismo!
El siguiente reportaje fue tomado de la revista Reporte Indigo.
http://download.reporteindigo.com/
Los míos, los tuyos y los nuestros
Por Ramón Alberto Garza Carlos Salinas de Gortari renegó durante sus casi ocho años en el exilio de las traiciones políticas de lo que él mismo bautizó como la nomenclatura priista.
Para el presidente que gestó el neoliberalismo mexicano, Luis Echeverría, Fernando Gutiérrez Barrios, Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones, entre otros, fueron los artífices de las desgracias políticas hacia finales de su sexenio.
Lo lamentaba una y otra vez. En Dublín, en Londres, en Barcelona o en Boston. Su debacle política, decía, había sido una venganza orquestada por esa vieja guardia priista que quería
arrebatarle el poder y su proyecto de nación.
En las ambiciones de esa nomenclatura ubicaba Salinas de Gortari los asesinatos de Posadas, Colosio y Ruiz Massieu. También los apoyos desde adentro para el Zapatismo. La suma, en fin, de todos sus infiernos.
Y fue esa división dentro del PRI, entre nomenklatura y neoliberales, la que terminó entregando la Presidencia de la República al PAN.
Y fueron esos odios que se decían irreconciliables, que se avivaron con el encarcelamiento de su hermano Raúl en el sexenio zedillista, los que hicieron que Carlos Salinas terminara marcando su distancia del PRI.
Y fue el priista Francisco Labastida, con Emilio Gamboa como su jefe de campaña, el que debió llorar la primera derrota tricolor frente a un Vicente Fox que tenía todo el respaldo político del exiliado en Dublín, incluyendo los primeros apoyos de Elba Esther Gordillo.
Y fue esa división entre neoliberales y nomenklatura la que impidió concertar durante el foxismo las reformas fiscal, laboral y energética. La disputa abierta entre Manlio y Elba se exhibió en el ring de San Lázaro.
Y aunque Carlos Salinas no pudo cumplirle a los Fox, ellos sí le cumplieron lo que Zedillo no le pudo dar: su libertad pacífica de tránsito en México –el retorno del exilio– y la liberación de su hermano Raúl. Ambas se consiguieron en el primer sexenio panista.
Pero la amenaza de Andrés Manuel López Obrador se dibujó en el horizonte político de 2006. Y Carlos Salinas y la Maestra no lo pensaron dos veces.
La nomenklatura sacó adelante la candidatura de Madrazo. Para Carlos Salinas y Elba Esther, el rompimiento con ese PRI debía ser definitivo. Se divorciaron del tabasqueño y se pusieron al servicio del PAN y de Calderón.
Pero el sexenio calderonista no está saliendo tan bien como podría esperarse. Peor aún, las malas condiciones económicas en el mundo y la crisis energética amenazan con agravar el
panorama financiero hacia mediados de sexenio. Y sin operadores políticos eficaces entre los panistas, resulta difícil delinear un perfil azul rumbo al 2012.
El nuevo concertador
Y no es que el reloj político se adelante. Lo que sucede es que hay que construir desde ya la candidatura. De hecho, los panistas –o deberíamos decir los calderonistas– ya van tarde.
En el PRD, en cambio, se perfilan por lo menos los rostros de Marcelo Ebrard y López Obrador. Y eso tiene muy inquietos a panistas y priistas.
Es aquí donde Carlos Salinas decide modificar su estrategia. Porque sabe que con el calderonismo como está no le alcanza, no le dan las cuentas para 2012. Hoy tienen más valor político los rostros priistas de Enrique Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones y Beatriz Paredes, que los panistas de Santiago Creel, Juan Camilo Mouriño y Germán Martínez.
Pero Salinas sabe que ese valor es canjeable sólo si el PRI puede presentar un frente unido. A diferencia de 2006, cuando la disputa Madrazo–Elba Esther–Beltrones– Tucom los hundió en el tercer lugar. Y aunque el trasvase de votos hacia el panismo calderonista rindió a Salinas, a la Maestra y al Tucom réditos políticos y económicos, sería difícil replicar en 2012 esa maniobra. Simplemente porque no existe un candidato panista a quien cultivar desde ahora.
Por eso, como un moderno Plutarco Elías Calles, el ex presidente se asume como el nuevo concertador y pacificador de los caudillismos revolucionarios.
Pero aquellos generales revolucionarios de ayer, los caciques que se sentaron a pactar el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario, hoy visten de saco y corbata, de smoking y frac. Unos se dicen neoliberales, otros se identifican con la nomenklatura.
Pero para que Carlos Salinas pueda autoerigirse como el fiel de la balanza, lo primero que tiene que hacer es marcarse en ceros. Es decir, desmarcarse.
A partir de esa óptica puede entenderse el más reciente libro del ex mandatario, La Década Perdida, en el que sorprendió al renegar de su origen neoliberal. Una factura que endosó a Ernesto Zedillo y Vicente Fox.
Desde que salió el libro, Carlos Salinas viene montando toda una operación política mediática, que incluye dejarse ver con más frecuencia en eventos sociales, promoviendo entrevistas con todos los medios.
Esa sanación política salinista también implica una reconciliación con el pasado y el exorcismo de los demonios electorales de su elección como presidente en el 88. Todo para llegar a la boda de la hija de Manlio Fabio Beltrones en un Convento de las Vizcaínas que se transformó en un conciliábulo para el reencuentro y el perdón.
Como en las mejores escenas de las obras “famigliares” de Mario Puzo, la boda de la hija fue el pretexto ideal para sentar en la mesa a amigos y enemigos. Para que se cruzaran las miradas, se abrazaran, se dieran el beso en la mejilla, el manotazo en el cachete y se intercambiaran el clavel.
El Jefe Diego se sentó a la diestra de su amigo Carlos Salinas. A la siniestra, su futuro, el mexiquense Enrique Peña Nieto. Y si llamó la atención el desfile de panistas como Santiago Creel o de perredistas como Carlos Navarrete, acaparó más reflectores la charla privada que sostuvo Carlos Salinas con Juan Camilo Mouriño.
Pero la escena estelar de la noche no fue ésa. Corrió a cargo de dos priistas. De Carlos Salinas y Emilio Gamboa Patrón. El reencuentro de lo irreconciliable. Los que tenían catorce años de no hablarse, de sentirse traicionados el uno por el otro.
Los que con su disputa personal hicieron de la división del PRI su derrota en 2000 y su gran debacle en 2006. Pero esos días parecen haber quedado atrás. El PRI se recupera a pasos agigantados en todo México.
El gobierno calderonista de Manlio Fabio Beltrones y las reconciliaciones entre los priistas otrora distanciados, están ayudando aún más. Al que lo dude, que revise el resultado
de la última elección de Nayarit. Ahí es posible anticipar vísperas de lo que puede suceder en 2009 y 2012.
Con el partido de la Maestra de nuevo en alianza con el tricolor, los priistas nayaritas barrieron. El PAN ni pintó.
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