progressif

viernes, marzo 14, 2008

Pisotean Estado de derecho






Tomados de La Jornada, El Fisgón, Helguera y Rocha y El Universal, Helioflores.

En el “Estado de derecho” mexicano, los poderosos, la mafia política, empresarial y clerical pueden hacer lo que sea. Para ellos no se aplica la ley pues están exentos de cumplirla. Y no es un juego. En el discurso todos debemos sujetarnos a ella, nadie por encima de la ley pregonan los bufones lectores de noticias y sus comparsas en la prensa escrita. Nadie, por encima de las instituciones bufan los políticos de medio pelo y altos vuelos.

Pero en los hechos la ley se aplica sólo a aquellos que no tienen influencias, dinero o por venganza. Intocables son los de siempre. No importa el color o el credo, impunidad mata cualquier legislación.

Para muestra tenemos el escandaloso enriquecimiento ilegal de la pandilla encabezada por el ladrón Vicente Fox Quesada. Meses de investigación, de acumular pruebas contundentes, además de diversos reportajes que arrojaron documentación oficial que avala las imputaciones e corrupción y tráfico de influencias. Tres años después la declaración de no culpabilidad y el silencio cómplice de las “autoridades” encargadas de aprehender a los pillos.

El caso de Juan Camilo Mouriño muestra de cuerpo entero el sistema corrupto en el que los mexicanos somos rehenes de las “instituciones” que sólo sirven y se sirven del poder político y económico.

El Congreso de la Unión, que “sí llega a acuerdos para beneficio de los mexicanos” legisló en materia electoral y pese a las múltiples presiones de los concesionarios de radio y televisión se aprobó una reforma constitucional, que fue avalada por una amplia mayoría de legisladores federales y luego por la inmensa mayoría de los legisladores de los congresos de los estados. Es decir, la mayoría de los legisladores del país, aprobaron un nuevo conjunto de leyes en materia electoral, entre las cuales destaca que se utilizarán tiempos oficiales en medios electrónicos para hacer publicidad a los partidos políticos.

Sin embargo, y pese a llenarse la boca cada vez que pueden con el respeto a las “instituciones y al Estado de derecho”, los concesionarios de Televisa y TV Azteca, junto con los radiodifusores del país decidieron violentar la Constitución mexicana y por su pistolas no transmitir nada.

Ellos que siempre dicen ser respetuosos de la ley ahora esgrimen lo siguiente:

TV Azteca en un comunicado anunció que recurrirá al amparo porque es “la vía idónea que el gobernado tiene para defenderse de los actos arbitrarios de los gobernantes”.

La CIRT dijo que se reunirá con los consejeros del IFE para “explicarles” las razones técnicas para no haber transmitido nada.

Sería ingenuo creer en razones técnicas, toda vez que pudieron armar sin mayor problema una campaña como la que orquesta el gobierno usurpador del pelele Felipe Calderón Hinojosa para privatizar Pemex. En ella no sólo se transmite audio y video, sino que se recurre a programas de chismes de la farándula y a telenovelas. Si pudieron hacer eso, cómo no van a poder transmitir spots de 20 segundos.

El IFE señaló que es mejor esperar a ver las razones que tuvieron, antes de aplicar cualquier sanción. Las leyes son claras, quienes las viola se le somete a ellas. ¿Nadie por encima de la ley? ¿Todos respetan el mentado Estado de derecho? Se trata de una burla descarada que cuenta con la entera complicidad del PRIAN y del espurio Calderón Hinojosa.




La siguiente colaboración fue tomada de La Jornada.










“Sí, ¿y qué?”

Luis Javier Garrido

En vísperas del 70 aniversario de la expropiación petrolera, el manejo oficial del caso Mouriño no deja lugar a dudas de que Felipe Calderón defiende a su colaborador y brazo derecho a fin de autoprotegerse al irse descubriendo los alcances de las redes de corrupción que se benefician ilegalmente de la privatización de la industria petrolera y de las cuales él aparece como el principal responsable.

1. La crisis política abierta en México por la publicación de las evidencias de los graves actos de corrupción cometidos por Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación, se agrava todos los días no tan sólo por la aparición de nuevas informaciones, sino por el desprecio a la legalidad del país con el que están respondiendo Calderón y sus amigos.

2. El golpe al régimen de facto con las revelaciones es demoledor, pues Mouriño ha sido pieza clave de la mecánica calderonista y es irremplazable para el espurio, pues: a) en los negocios “privados” había venido fungiendo como su principal asociado, cómplice y encubridor, b) como su operador privado se había tornado en su alter ego y su mejor apoyo en las relaciones institucionales, c) como hijo del principal socio y prestanombres de Vicente Fox garantizaba la tregua y acomodo de los intereses de las mafias de Fox y de Calderón, d) en tanto que íntimo de Manlio Fabio Beltrones creaba condiciones inmejorables para los acuerdos PAN-PRI en el Congreso, y e) como hombre de confianza del PP neofranquista y de múltiples empresas españolas consolidaba vínculos entre las trasnacionales hispanas y los amigos de Calderón.

3. Felipe Calderón tenía varias opciones para enfrentar el affaire Mouriño y escogió la peor: la que lo incrimina a él también, y de manera abierta, asumiéndose como encubridor y cómplice. La defensa a ultranza de un individuo que ante los mexicanos es mediocre, extranjero y corrupto no ha hecho otra cosa que mostrar la dependencia extrema de Calderón a éste, su carencia de cuadros y su ineptitud para responder en términos políticos a los señalamientos. En vez de actuar con los criterios de un hombre de Estado y aceptar que su colaborador había obrado en la ilegalidad y pedirle su renuncia para ponerlo a disposición de la justicia, Calderón respondió con un complejo diazordacista y cual capo de mafia buscó arroparlo junto con sus cuates: no evidenció fuerza, sino una debilidad extrema.

4. El torpe “sí ¿y qué?”, espetado por Mouriño desde un principio fue visto como una burla por los mexicanos, y el desprestigio en el que se ha ido hundiendo en pocas semanas, arrastrando con él a Calderón, es cada vez mayor, no nada más entre los amplios sectores populares, sino en todos los ámbitos, incluyendo el propio PAN, donde prevalece un creciente malestar; en diversos grupos empresariales y, sobre todo, en las fuerzas armadas. Una encuesta de María de las Heras, publicada en Milenio Diario el 10 de marzo, muestra que 85 por ciento de los mexicanos reprueban a Mouriño y 68 por ciento dicen que “debería renunciar”.

5. El fracaso del régimen de facto ha sido también mediático, pues los mexicanos no le creen en absoluto. La entrevista televisada de un Mouriño confeso y cínico con López Dóriga el jueves 6, aceptando que sí había firmado los contratos, pero que todo era “legal”, fue entendida como una burla por casi todos los medios, y la declaración leída en Bucareli el martes 11, anunciando la entrega de expedientes a la PGR, sin que ésta pudiese aún abrir una investigación al no haber denuncia (La Jornada, 13/3/08) fue vista como el anuncio de la autoexoneración seudojurídica que prepara el gobierno de facto, para el que es “legal” lo que él sostiene y avalan las “instituciones” sometidas a él, y no lo que dicen la Constitución y las leyes.

6. La encerrona de Los Pinos del miércoles 12, en una comilona que anunció por enésima vez el respaldo absoluto de Calderón y de sus incondicionales –los gobernadores panistas y el presidente del PAN– a Mouriño, fue vista como la respuesta de una mafia, aunque para otros no pasa de ser el acto desesperado de una pandilla de barrio, en la que de nuevo no hay muestras de fuerza, sino evidencias de debilidad.

7. El autoapoyo oficial, lejos de salvar a Mouriño, no está conduciendo más que a hundir más a la mafia calderonista evidenciando que todos están inmersos en la corrupción: lejos de detener el conflicto, lo prolonga y agrava. En un régimen democrático, el gobernante legítimo tomaría distancias del corrupto y lo libraría a la justicia para ser procesado; en el gobierno espurio de los pillos panistas, sin darse cuenta todos aceptan ser culpables y quieren imponerse a la mala, aunque su salvación momentánea esté en manos del PRI de Salinas y de su operador principal, el senador Manlio Fabio Beltrones.

8. La torpeza panista ha llevado al gobierno de facto a una situación límite, pues pierde si Mouriño cae ahora, pero también pierde si se queda, como quieren los priístas para desgastar al régimen, pues el que se seguirá hundiendo es Calderón, ya que nadie cree que no conociera que su colaborador ha estado librado a un desbocado tráfico de influencias y que él no sea el principal beneficiario.

9. La defensa a ultranza de Calderón a Juan Camilo Mouriño no sólo no ha logrado detener la caída en picada de su secretario de Gobernación, sino que lo ha hundido a él cada vez más, pues ya no aparece tan sólo como un golpista que se apoderó del poder por la vía del fraude electoral o un inepto gobernante espurio sometido a poderes trasnacionales, sino que el escándalo creciente está descubriendo nuevas redes de corrupción que pretenden enriquecerse con el patrimonio petrolero de la nación, todas las cuales apuntan a Calderón.

10. La crisis nacional se ha ahondado en unos días de manera grave, evidenciando que el gobierno de facto carece de toda viabilidad y que México no puede seguir cuatro años más hundido en este desastre de corrupción e ineficiencia.


A continuación un análisis tomado de la revista Proceso.



http://www.proceso.com.mx/






Mouriño, el “muy menor” secretario


carlos acosta córdova

México, D.F., 13 de marzo (apro).- Un día de octubre de 1991, el joven y aguerrido diputado panista Felipe Calderón Hinojosa subió exaltado a la tribuna. Se calificaban las elecciones intermedias de ese año, a la mitad del gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Previamente, diputados priistas habían aceptado una serie de irregularidades en los comicios –más boletas en las urnas que votantes en el padrón, la más frecuente--, que minimizaban, pues decían que no alteraban el resultado final.

Prendido como siempre que hacía uso del micrófono, Calderón les reclamó: “Decir que sí hubo irregularidad, pero que no es determinante para cambiar la votación, es como decir: ‘sí hubo trampa, pero de todos modos te hubiera ganado’. Y les recriminó a gritos: ‘¡Señores priistas: la trampa, el fraude, que es el aprovechamiento del engaño o del error de otro para obtener un beneficio, eso es fraude!’ La confesión más clara del fraude es que hacen trampa, independientemente de que haya sido determinante o no y cuando ustedes reconocen la ilegalidad, pero señalan que no es relevante, señores, ¡están demostrando que la ética política la conocen de referencia, porque se es honesto o no se es!

“Aceptamos, entendemos que vengan a decirnos: aquí está la trampa, pero no encuadra en las causales del código (electoral). ‘¡Aquí está la trampa, pero no es suficiente para cambiar el resultado! ¡Aquí está la trampa!’ ¡Entendemos que lo digan en nombre del código!, pero, señores, no lo digan en nombre de la ética política, ¡no sean hipócritas!”

Por supuesto, no es lo mismo ser diputado y estar en la oposición, que tener la máxima responsabilidad del país. Pero si Felipe Calderón actuara con la misma lógica de entonces, Juan Camilo Mouriño no sería más secretario de Gobernación. Por tramposo, por deshonesto, por hipócrita, por cínico, y porque conoce la ética sólo de referencia.

Menuda sorpresa nos ha dado Calderón al tener un secretario de Gobernación tan atípico, tan endeble, tan falto de pensamiento complejo, tan carente de presencia. Nos lo quisieron vender, desde la campaña, en el periodo de transición y en el primer año de gobierno, como el equivalente del jefe de la Oficina de la Presidencia de Carlos Salinas de Gortari, el memorable doctor José Córdoba Montoya, por su omnipresencia, su innegable inteligencia, a veces siniestra, que estaba en todo y que, sin duda, era el poder tras el trono, la materia gris del entonces presidente.

Pero el joven Mouriño está a años luz de Córdoba Montoya. No puede ser secretario de Gobernación alguien que suplica espacio y tiempo en estaciones de radio y televisión para aparecer, en el terreno de éstas, y, sin argumentos, defenderse de sus “detractores”. No puede ser secretario de Gobernación alguien que le dice a los mexicanos: por ustedes me sacrifiqué, para servirles tuve que renunciar a las acciones de las 80 empresas de mi familia y dejar “muchas de las comodidades que tienen los que viven en el interior del país”. (Un buen redactor de discursos le hace falta: ¿el Distrito Federal está fuera, en el exterior, del país?)

Me uno a los millones de mexicanos que creen que Mouriño debe dejar la Secretaría. Pero no secundo el linchamiento lopezobradorista: a Mouriño no le alcanza el talento para ser delincuente y traficante de influencias. Y si lo pretendiese, verde se ve frente a Marta Sahagún y sus hijos, por ejemplo, o frente a extranjeros, naturalizados mexicanos, que saben de lo fácil que es burlar la legislación mexicana, aprovecharse aun de la idiosincrasia nacional, conocedores a fondo de la corrupción en la burocracia, para hacer millonarios negocios, como es el caso de tristemente célebre Carlos Ahumada, el empresario de origen argentino, el de los videos que hicieron trizas al Partido de la Revolución Democrática.

No. Mouriño es muy menor. Y así se vio en la televisión y se escuchó en la radio. De pena ajena. Parecía un muchacho preparatoriano quejándose de que otros grupos --sus “detractores”, dijo--, lo quieren fastidiar, que no lo dejan trabajar, que quieren que el gobierno fracase y que a México le vaya mal. Más allá de la pose de “niño bien”, ajeno a la cultura del esfuerzo que decía Luis Donaldo Colosio, Mouriño no mostró nada: ni un argumento válido, ni una exposición lógica, ni una expresión contundente, ni una idea interesante. Nada que dejara ver a un político. Nada que hiciera creer que en la pantalla, o tras el micrófono, estaba el secretario de Gobernación.

Hasta a Joaquín López Dóriga, cuya presencia se imponía a la del muchacho, le costaba trabajo hablarle de usted. Y, de veras, espanta y sorprende que alguien tan verde sea el secretario de Gobernación. Y no es porque se añoren perfiles dinosáuricos –muchas veces no exentos de siniestralidad--, pero sólo de recordar quiénes han sido secretarios de Gobernación, no se entiende cómo alguien con la magra trayectoria de Mouriño –en la política, en el conocimiento del país, en la formación académica ad hoc-- pueda ser el encargado de la política interior del país.

Secretarios de Gobernación han sido, desde los años 40 a la fecha, hombres cuyo nombre dice algo, para bien y para mal: Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruiz Cortines, Ernesto P. Uruchurtu, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, Mario Moya Palencia, Jesús Reyes Heroles, Enrique Olivares Santana, Manuel Bartlett Díaz, Fernando Gutiérrez Barrios, Patrocinio González Garrido, Jorge Carpizo McGregor, Esteban Moctezuma, Emilio Chuayffet, Francisco Labastida, Diódoro Carrasco Altamirano, Santiago Creel Miranda, Carlos Abascal Carranza, Francisco Ramírez Acuña.

Quizás salvo este último y Esteban Moctezuma –dos de los más breves titulares de Gobernación--, el resto destaca por una trayectoria que –insisto: para bien o para mal-- de alguna manera justificaría su llegada a la Secretaría.

Pero ¿Mouriño? Sólo Calderón sabe por qué lo puso ahí. Obviamente no lo va a quitar ahorita. Impensable. Pero no puede tardarse mucho en quitarlo, a menos que quiera seguir debilitando su gobierno.

Comentarios: cgacosta@proceso.com.mx