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jueves, marzo 06, 2008

Administrar la riqueza decía López Portillo. El tesoro es nuestro repite el pelele







Tomados de La Jornada, Helguera, El Fisgón, Hernández y Rocha y El Universal, Helioflores y Omar.

El “tesoro” escondido en aguas profundas nos traerá un futuro promisorio, la recompensa será “garantizar nuestro futuro y el de las nuevas generaciones”, arguye el comercial que hasta hace días el pelele Felipe Calderón Hinojosa decía que no era de ellos. La voz en off de la publicidad de marras insiste en que el petróleo es de los mexicanos, “es nuestro”, y ese “tesoro” servirá para tener más escuelas, hospitales, carreteras, etc. En pocas palabras ¡ya la hicimos!, ese tesorote nos está esperando. Ahora sólo nos preocuparemos por administrar tanta abundancia.

Hace 32 años –1976- el priísta José López Portillo en su discurso de toma de posesión como presidente de la república –todos los partidos políticos de ese entonces avalaron su candidatura, llegó sin contrincantes- exponía su plan de cómo llevaría a México al primer mundo y cómo sacaría de la pobreza a los marginados, a los desposeídos, a esos a los que el Estado les había fallado. Todo era simple. De los seis años, tomaría dos para la recuperación –del sexenio del priísta Luis Echeverría Alvarez, el asesino de Tlatelolco-, otros dos para la consolidación y los últimos para el crecimiento acelerado.

Para ello pedía superar las discrepancias y avanzar –dejar en el pasado los seis años de crímenes, de guerra sucia en contra de la guerrilla, y del encarcelamiento y desaparición de luchadores sociales, es decir, seis años de terrorismo de Estado- emocionado solicitaba: “hagamos una tregua inteligente para recuperar nuestra serenidad y no perder el rumbo... podemos hacer de nuestra patria un infierno o un país donde la vida sea buena".

Para 1977 se revaloraron las reservas petroleras de la llamada Sonda de Campeche en 24 mil millones de barriles, con una explotación diaria de un millón de barriles de crudo, con lo que México pasó de ser en el pasado reciente un importador de crudo a un exportador del energético. En su primer informe de gobierno López Portillo alardeaba: "los países se dividen ahora entre los que tienen petróleo y los que no tienen; ¡nosotros lo tenemos!".

En 1980 México exportaba más de dos millones de barriles de crudo diarios y ocupaba el sexto lugar mundial como país exportador. Para ese entonces, quien aseguró que defendería el peso como perro, sentenció: "los mexicanos que han sufrido carencias ancestrales, ahora tendrán que aprender a administrar la abundancia”. Para 1982, último año de López Portillo, el país estaba en bancarrota. El peso sufrió una devaluación de más de 200 por ciento y se tuvo que decretar la paridad oficial. Durante su sexenio los altos precios del petróleo trajeron a las finanzas mexicanas más de 100 mil millones de dólares extras. Nada de eso había quedado. Todo había sido robado por José López Portillo y sus secuaces, entre ellos figuraban en una gran lista amigos y familiares. Con gran descaro nacionalizó la banca y la acusó de lo que él fue culpable. "Ya nos saquearon. México no se ha acabado. ¡No nos volverán a saquear!", vociferó en la Cámara de Diputados.

Sin embargo, vinieron nuevos saqueadores: Miguel de la Madrid –comenzó la privatización de Pemex-, Carlos Salinas de Gortari –otro López Portillo pero reloaded-, Ernesto Zedillo Ponce de León –venta de Pemex y CFE mediante los Pidiregas-, Vicente Fox Quesada –Privatización de Pemex y CFE mediante contratos de servicios múltiples, Pidiregas y saqueo del erario vía aduanas e IPAB (Fobaproa). Un Salinas de Gortari cualquiera-, y el pelele Felipe Calderón Hinojosa, quien pretende la venta “legal” de Pemex y CFE con el cuento del “tesoro” de todos los mexicanos. Desde su candidatura se han denunciado las corruptelas en las que ha incurrido. Tuvo que regresar el autopréstamo de 3 millones de pesos cuando era director de Banobras, sus familiares políticos como Hildebrando Zavala y Juan Antonio Zavala –hermanos de su esposa Margarita- hoy mantienen jugosos contratos con el gobierno, uno de manera directa y el otro a través del Grupo español Prisa, mismo que despidió de W Radio a la periodista Carmen Aristegui, a petición del gobierno pirata. Su sobrina Mariana Gómez del Campo es la dirigente del PAN del Distrito Federal y su corrupto amigo Germán Martínez es el dirigente nacional del mismo partido. Los dos han sido señalados por utilizar dinero federal para comprar sus puestos. Su lugarteniente Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación del gobierno patito, está acusado de tráfico de influencias. Se benefició con contratos de Pemex, por 26 millones de pesos siendo funcionario público, algo totalmente ilegal y penado por la ley. El grupo empresarial de su familia tiene negocios con Pemex, como la transportación de personal y equipo, decenas de gasolinerías y negocios de generación de electricidad. Están asociados con empresas españolas.

Con ese panorama a cuestas el usurpador Calderón Hinojosa y su pandilla pretenden recetarnos la misma medicina de López Portillo. Ese “tesoro” nos sacará de la pobreza y elevará al primer mundo. Pero en 32 años los únicos beneficiados han sido los hombres del poder, los grandes empresarios, los jueces, los líderes sindicales corruptos, las televisoras. En suma, todos menos los mexicanos. Desde hace 32 años Jolopo –como se le conocía a López Portillo- prometió saldar la deuda con los pobres. Cada seis años repiten lo mismo. El resultado es un voraz saqueo. ¡Basta de simulación! ¡Basta de tanto ratero! ¡Cárcel para todos aquellos que han saqueado y siguen desangrando a la nación!


A continuación un análisis tomado de la revista Proceso.




http://www.proceso.com.mx/





El chico superpoderoso

josé gil olmos

México, D.F., 5 de marzo (apro).- A unos cuantos días de llegar a la Secretaría de Gobernación, Juan Camilo Mouriño ya era apodado “El chico superpoderoso”. Pero un mes después, sus superpoderes ya están minados y su sonrisa de portada de revista del corazón es ahora una mueca de preocupación.

El 16 de enero Mouriño tomó posesión de la Secretaría de Gobernación en lugar de Francisco Ramírez Acuña, quien en un año no logró consolidar las relaciones con los partidos ni agarrar los hilos de la política nacional. Tres semanas después, el político y empresario panista no aguantó la tentación y cometió el pecado favorito de la clase política: la vanidad, el mismo en el que tanto cayó Martha Sahagún el sexenio pasado.

La portada de la revista Quién se la dedicaron y, vestido de un traje “Hermenegildo Zegna”, lució como modelo bajo el título de “El chico superpoderoso” y con el atributo de ser “el galán del gabinete”.

En ese reportaje se le descubrieron sus mayores atributos y facultades extraordinarias: es cliente del los antros de moda; le gusta cantar y bailar la salsa y la cumbia; toma ron; es vanidoso porque nunca se quita el saco para no dejar ver las lonjas de la cadera; nunca deja de asistir a las “cascaritas” de fútbol en Los Pinos y, sobre todo, es amigo de Felipe Calderón.

Su esposa María de los Ángeles Escalante es hija del empresario constructor Eduardo Escalante Escalante, y su padre, Carlos Mouriño Atanes, es dueño del equipo de fútbol español Celta de Vigo, donde el chico superpoderoso nació.

De manera paralela, en otros medios comenzaron también a descubrir sus virtudes de político moderno y de su carrera meteórica –no obstante que sólo ha sido diputado – y, como si fueran logros y no una de sus responsabilidades básicas, destacaron las reuniones de trabajo con algunos representantes de los partidos.

Un mes y medio le duró la miel sobre hojuelas. Los poderes de “Iván”, como le dicen familiarmente, fueron menguados a la primera jugada política. El jugador estrella del equipo “Los Mueganos”, como se dicen los más cercanos a Calderón, resintió de inmediato el cambio de posición. Ya no era el “cazagoles” que jugaba protegido desde la secretaría particular de la Presidencia, sino el guardameta. Y a la primera jugada los goles entraron de inmediato.

El domingo 24 de febrero, Andrés Manuel López Obrador reveló, en un acto en el zócalo capitalino, las pruebas del tráfico de influencias de Moruriño, quien siendo diputado y asesor de la Secretaría de Energía, firmó contratos con Pemex a empresas propiedad de su padre Ivancar y Grupo Energético del Sureste.

La familia Mouriño hizo un negocio de 100 millones de pesos, de los cuales los contratos firmados por el chico maravilla significaron 26 millones.

La cascada de información de los negocios ilícitos del secretario de Gobernación ha caído sin cesar en los últimos días. El último dato es que el suegro de Juan Camilo Mouriño, Eduardo Escalante, recibió en enero contratos de obra pública superiores en monto al que obtuvo todo 2007.

El reportero Diego Osorno, del diario Milenio, acreditó que apenas una semana y media después de que Mouriño llegó a la Secretaría de Gobernación, su suegro dueño de la Constructora Escalante S. A. de C. V., ganó contratos por más de 299 millones de pesos de la Secretaria de Comunicaciones y Transportes.

Hasta el momento, el gobierno federal no ha desmentido esta información ni la expuesta por López Obrador. La respuesta de Mouriño al perredista fue sibilina, sin fuerza: es “mezquino y doloso”, como si con descalificaciones pudiera borrar las pruebas.

A nivel político, difícilmente el secretario de Gobernación podrá reponerse de este golpe certero porque ha mermado su calidad de interlocutor. Quizá legalmente encuentren un artificio para salir del escollo, pero desde la opinión pública Mouriño no tiene el crédito necesario para encabezar las negociaciones más importantes del gobierno calderonista.

Seguramente, es por esto que la secretaria de Energía, Georgina Kessel, es ahora la encargada de las negociaciones de la reforma energética y no el secretario de Gobernación como en un principio se hizo.

Esta decisión muestra que, para Felipe Calderón, su amigo Iván se transformó, por lo menos en este momento crucial, en un lastre más que en una salida al problema que le representa sacar la reforma energética.

Y, paradójicamente, para el dirigente del PAN, Germán Martínez, es una oportunidad para mostrar su fortaleza política al encabezar la estrategia de reparación de daños y anotarse un punto importante en la carrera presidencial.

Cuando Mouriño estuvo en la secretaría particular de la Presidencia, lo compararon con José María Córdoba, el poderoso asesor de Carlos Salinas de Gortari. Después, cuando llegó a la Secretaría de Gobernación, por su edad hubo quien lo comparó con el general Lázaro Cárdenas, quien hasta hoy sigue siendo el político más joven en llegar a esa dependencia.

Hoy, esos superpoderes empiezan a desvanecerse y el amigo de Calderón comienza a tomar su estatura y eso, para los adversarios políticos del PAN y del gobierno, es muy favorable, pues tendrán enfrente a un interlocutor frágil, débil y expuesto al descrédito. El problema para Calderón será cuánto tiempo lo sostendrá y a quien pondría si su carta política más fuerte ha quedado evidenciada en la mesa del juego político.