progressif

domingo, julio 29, 2007

Un costoso sainete*



Tomados de La Jornada, Hernández y El Universal, Palomo.

Carlos Acosta Córdoba

En su obsesión por que el gobierno de la Ciudad de México, encabezado por Marcelo Ebrard, “reconozca su legitimidad” como presidente de la República, Felipe Calderón ha recurrido a todo tipo de presiones, entre ellas bloquear la reestructuración de su deuda. Pero si bien esta situación ha provocado dolores de cabeza a Ebrard –quien sin embargo se niega a “tomarse la foto” con el mandatario–, especialistas en temas políticos y económicos advierten que las presiones de Calderón podrían afectar las finanzas del país.

s tal el afán de Felipe Calderón por obligar a Marcelo Ebrard, jefe del gobierno capitalino, a que lo reconozca como mandatario legítimo del país, que no tiene empacho para incurrir en excesos de poder presidencial a fin de presionarlo.

El presidente no le autoriza la reestructuración de la deuda, aun cuando esta operación traería consigo importantes ahorros que podrían destinarse a obras de infraestructura que urgen en la capital, y cuya ausencia tanto critica Calderón. Además, la propuesta del gobierno capitalino para refinanciar su deuda sigue los lineamientos de la política de deuda del gobierno federal que busca reducir costos financieros y alargar plazos para el pago de éstas.

Además, Calderón realiza una campaña de medios para acusar al gobierno de la ciudad de no hacer nada ante los problemas ambientales, así como del desabasto de agua y de la insuficiencia del drenaje. Atemoriza a la población al decir que debido a la pasividad del gobierno capitalino habrá terribles inundaciones y hundimientos. Y quiere vestirse de gloria cuando anuncia que su gobierno hará lo que no hace el de Ebrard: invertir 36 mil millones de pesos para proyectos hidráulicos en la capital. Recursos que, por cierto, provendrán del propio gobierno capitalino y del gobierno del Estado de México: para el primero propone un aumento, al triple, de las tarifas que por derechos de agua paga el gobierno de la Ciudad de México a la Comisión Nacional del Agua; al segundo lo urgirá para que pague un adeudo por 12 mil millones de pesos que tiene con la federación por el suministro del líquido.

Así mismo, para atizar las presiones, cuando Marcelo Ebrard dijo que la ciudad estaba lista para administrar el aeropuerto capitalino, Calderón lo ignoró y anunció que el gobierno federal ya tenía el proyecto de construir una terminal aérea de carga en el estado de Hidalgo.

Por lo que concierne a los proyectos de trenes suburbanos, en los que el gobierno capitalino necesita y quiere participar, Calderón desdeña a Ebrard y su gobierno sólo trata con el gobernador priista del Estado de México, Enrique Peña Nieto, pese a que las necesidades de infraestructura aumentarán en la Ciudad de México en virtud de que los trenes llegarán aquí con cientos de miles de nuevos usuarios. Como remate, el presidente azuza al panismo de todos los niveles para que se oponga a la construcción de la Torre del Bicentenario que Ebrard quiere edificar.

Calderón presume que quiere colaborar con el gobierno capitalino, “más allá de posiciones políticas”, pero Ebrard dice que no se va con la finta: “Lo único que quiere el licenciado Calderón es que me siente con él para que nos tomen la foto y con ello dejar sentado que lo estamos reconociendo como presidente de la República”.

Trabas

En su empecinamiento porque Ebrard se siente con él y lo reconozca, Calderón ha llevado las cosas al extremo. Politiza cuestiones que son estrictamente técnicas para llevar agua a su molino y dificultar el desempeño del gobierno capitalino. El caso de la deuda es sintomático.

El miércoles 25 tuvo que intervenir la Comisión Permanente del Congreso de la Unión para exhortar al secretario de Hacienda, Agustín Carstens, a que autorice –le corresponde hacerlo por ley, pues la deuda capitalina debe contar con el aval del gobierno federal– la propuesta de refinanciamiento del débito capitalino. Eso, tras dos meses de continuos llamados y envíos de oficios –todos ignorados– del gobierno de Ebrard para que se diera la autorización correspondiente. Ésta es urgente, pues las instituciones financieras, nacionales y extranjeras que participarán en el programa de reestructura dieron de plazo este mes de julio para hacer válidas sus ofertas.

La historia del sainete de la deuda capitalina puede resumirse así. Al poco tiempo de que Ebrard asumió el mando de la ciudad, la nueva administración encontró que la deuda local, pese a ser en términos absolutos la más alta de todas las entidades federativas –44 mil 133 millones de pesos a diciembre de 2006–, se había manejado con eficiencia, pues contaba con las calificaciones más altas por parte de empresas internacionales calificadoras de crédito –como Fitch Ratings, Standard & Poor’s y Moody’s–; que en los últimos años venía reduciéndose en términos reales –de 47 mil 309 millones de pesos en 2003 a 43 mil 934 millones estimados para 2007–, que como porcentaje del PIB capitalino apenas representa 2.7% –el porcentaje más bajo de todas las deudas locales–, contra 43.4% que significa la deuda pública nacional, respecto del PIB total del país, y que el servicio de la deuda –pagos de intereses y amortizaciones– no resultaba nada oneroso, pues apenas consume 5% de los ingresos operativos del gobierno local.

La pregunta entonces era, ¿para qué refinanciar si todo está bien? Mario Delgado Carrillo, secretario de Finanzas del gobierno capitalino, lo ha explicado una y otra vez: el mercado financiero internacional ha cambiado dramáticamente y ofrece nuevas oportunidades. La persistente baja en las tasas de interés en México, en Estados Unidos y en el mundo han propiciado gran liquidez en el mercado internacional de capitales.

“Hay mucho dinero en el mundo buscando proyectos rentables; al acecho están grandes fondos de inversión; fondos internacionales de pensiones, también los famosos hedge funds, los fondos de cobertura que se multiplican de manera impresionante, y que cada vez tienen más aceptación en los mercados bursátiles. Todo ello ofrece nuevas oportunidades”, dice a Proceso.

Además, detalla, los plazos para los pagos de deuda se han venido ampliando espectacularmente: hace apenas unos años hablar de largo plazo era decir 28 días; hace unos tres años los plazos máximos eran de 10 a 15 años; pero ahora se van a 30 y más años. Actualmente, el plazo promedio de los distintos contratos de deuda del gobierno capitalino es de 8.8 años, con el agravante de que, si no se mejora el perfil de pagos, cada año se tendrían que hacer refinanciamientos.

“Entonces, refinanciar de un jalón la mayor parte de la deuda –38 mil millones es la propuesta– nos permitiría generar ahorros de más de mil 500 millones de pesos al año; liberamos esos recursos que estamos destinando al servicio de la deuda y los aprovecharíamos para inversión en infraestructura. La operación que pretendemos realizar es justamente la misma que ha hecho el gobierno federal con la deuda pública del país: reducir costos y alargar plazos; hacerla más cómoda”, dice Delgado.

Con esa idea, el gobierno capitalino contrató los servicios de Protego, la empresa de consultoría financiera de Pedro Aspe Armella –secretario de Hacienda en la administración de Carlos Salinas–, con la que firmó un contrato el 1 de marzo pasado, con vencimiento al 31 de diciembre de este año –por 1 millón de pesos más IVA– para que le hiciera, en principio, un estudio completo sobre la deuda capitalina y desarrollar una estrategia integral de mejoramiento de las condiciones de la misma.

Dicha contratación causó mucho ruido, críticas en los medios, incomodidad en las filas perredistas y hasta molestia en el equipo de Andrés Manuel López Obrador. Cómo contratar al que fue secretario de Hacienda del “innombrable”, exponente distinguido del más puro neoliberalismo económico, aquel tecnócrata insensible –así se dijo en los medios y en las tribunas parlamentarias– quien alguna vez dijo que los grandes problemas nacionales –pobreza, desempleo, salarios miserables y demás– eran “mitos geniales”.

El gobierno de Ebrard no se arredró. Aspe le garantizaba experiencia nacional e internacional en el tema de la deuda, además de que otra decena de gobiernos estatales ya se habían hecho de sus servicios, con buenos resultados. Pero también, hábilmente, Ebrard eligió a Aspe por su cercanía con el actual secretario de Hacienda y por la admiración y respeto que éste siente por aquél. “Pedro Aspe es mi inspiración”, dijo Carstens apenas se incorporó al equipo calderonista de transición.

Además, la elección de Pedro Aspe tenía otro ingrediente que hizo suponer al gobierno capitalino una rápida aceptación de su propuesta de refinanciamiento por parte del gobierno federal. Aspe es egresado y figura emblemática del ITAM, como lo es Agustín Carstens y aun el propio Calderón, quien estudió allí la maestría en Economía; también lo son Luis Téllez, titular de la SCT, y Georgina Kessel, secretaria de Energía, entre otros miembros importantes del gabinete. Pero el propio Mario Delgado, quien fue alumno de Aspe, y buena parte de los principales funcionarios de la Secretaría de Finanzas del GDF que encabeza Delgado provienen de esa institución educativa.

Todo quedaba en familia, pues. El mensaje del gobierno capitalino al elegir a Aspe Armella era claro: No había riesgo de un manejo de la deuda capitalina que fuera contrario a los paradigmas que en esa materia sigue el gobierno federal.

Aspe concluyó los primeros trabajos a mediados de mayo. El gobierno capitalino convocó a un proceso de subasta e invitó a todos los bancos nacionales y varias instituciones internacionales a participar en el refinanciamiento de su deuda. Las propuestas fueron recibidas el 29 de mayo. Fueron muchos los que le entraron: además de los cinco bancos “nacionales” más grandes –Banamex, Bancomer, Santander, Banorte y HSBC– presentaron ofertas Deutsche Bank, Dexia y Goldman Sachs, entre otras instituciones internacionales. Y la sorpresa: se recibieron 12 propuestas, todas notariadas, con ofertas que sumaban casi 80 mil millones de pesos, cuando el gobierno sólo quiere refinanciar 38 mil millones.

Perder la dignidad

El secretario de Hacienda, Agustín Carstens, fue informado paso a paso de todo el proceso. Conoció desde el 8 de junio las propuestas de las instituciones y el plan completo del gobierno encabezado por Ebrard para refinanciar la deuda. A partir de esa fecha, fue apremiado a través de varios oficios –del 19 de junio y del 11 y 19 de julio– para que diera su autorización.

Carstens no contestó ninguno. La Comisión Permanente le hizo un exhorto el miércoles pasado –incluido el voto de los legisladores panistas– para que diera su autorización. Pero nada. Al cierre de esta edición, la noche del viernes 27, Hacienda aún no respondía. El martes 31 vence el plazo para aceptar las propuestas de los bancos. Si no hay respuesta, éstos las retirarán.

“Es un absurdo y un contrasentido”, dice Mario Delgado. “No hay razón técnica para no autorizar el refinanciamiento. Vamos en línea con la política de deuda del gobierno federal, de plazos más largos y costo financiero menor. Además, si mejora el perfil de nuestra deuda, también lo hace el de la deuda pública nacional, pues la nuestra, por ley, debe contar con el aval del gobierno federal”.

Agrega: “Hacienda ha tenido todo el tiempo para estudiar la propuesta, pero no responde. Ni siquiera nos han llamado para revisar la documentación y las distintas propuestas. Están politizando el tema de las finanzas públicas. Le están negando al gobierno capitalino la posibilidad de contar con más recursos para infraestructura y mejores servicios a la población. Ellos mismos (el gobierno federal) saben, y así lo han expresado, que hay consenso en las democracias modernas, de que el tema de finanzas públicas debe manejarse profesionalmente, con criterios técnicos. Pero no, prefieren politizar el tema, limitar y frenar nuestro trabajo”.

Públicamente, Marcelo Ebrard ha interpretado la reticencia del gobierno federal a autorizar el refinanciamiento de la deuda como una respuesta de Calderón a su negativa de reunirse con él, a acompañarlo en las giras que por el Distrito Federal y los municipios conurbados ha realizado… a “tomarse la foto”, pues.

Y así lo ha demostrado Calderón: aprovecha cada estancia en estos lugares para criticar y denostar al gobierno capitalino –el actual y los de Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles, Andrés Manuel López Obrador y Alejandro Encinas– por no atender los graves problemas de la ciudad, particularmente los del medio ambiente, transporte público e infraestructura hidráulica, y por no cooperar con el gobierno federal.

“Los señalamientos son falsos”, dice Ebrard. “Estamos trabajando con instancias federales en más de 106 acciones que tienen que ver con los intereses de la ciudad”, e insiste en que Calderón sólo quiere la foto y el reconocimiento.

–¿Cuál es el problema de tomarse la foto, si es para bien de la ciudad? –le preguntaron al jefe de gobierno capitalino hace unos días.

–Tendría un costo muy alto. Dejas la dignidad ahí –respondió.

*Tomado de la revista Proceso.