La transición imposible*
Tomados de La Jornada, El Fisgón y Helguera.
Homero Campa
Los afanes de transición política en México, que se hicieron
patentes con la alternancia iniciada por Vicente Fox, nunca cristalizaron.
Quienes frenaron estos cambios son los poderes fácticos que se mantuvieron
actuantes durante las siete décadas de dominio del PRI y que se desataron en
los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón ante un debilitamiento gradual
del Estado. En entrevista exclusiva con Proceso, la periodista británica Jo
Tuckman, corresponsal de The Guardian y autora del libro México: democracia
interrumpida, recientemente publicado por la Universidad de Yale, afirma que Televisa y TV Azteca mantienen
como rehenes a los políticos y que la estrategia de Felipe Calderón contribuyó
a multiplicar los frentes de batalla.
Cuando en febrero de 2000 la periodista Jo Tuckman llegó a
México como corresponsal del diario británico The Guardian, creyó que tendría
la oportunidad de cubrir un periodo de mucha efervescencia, rico en ángulos
noticiosos: la transición del país a la democracia, después de 71 años de
gobiernos priistas.
Para esas fechas el candidato del Partido Acción Nacional
(PAN), Vicente Fox, se perfilaba como posible ganador de las elecciones
presidenciales. Su triunfo en los comicios de julio acrecentaron las
expectativas de la periodista: imaginó que en México se iniciaba una era de
cambios fascinantes como los que experimentó España tras la muerte de Francisco
Franco o la Unión Soviética tras el colapso del régimen comunista.
Pero eso no sucedió. “Todo se tranquilizó. No pasaban grandes
cosas”, recuerda Tuckman. Y enfrentó dificultades para colocar notas sobre
México en su periódico. En el contexto de la guerra en Afganistán en 2001 y
luego en Irak en 2003, decayó el interés sobre México en los medios europeos.
En la medida en que Tuckman se adentraba en los problemas
del país y en la idiosincrasia de su gente, se percató de que la idea de que
“aquí no pasa nada” era muy superficial. “Debajo de la normalidad aparente
sucedían muchas cosas importantes, las cuales estallaron en 2006 durante el
sexenio de Felipe Calderón”:
–¿Qué cosas? –se le pregunta.
–El progresivo debilitamiento del Estado que propició vacíos
institucionales, los cuales fueron llenados por poderes fácticos, legales e
ilegales: los monopolios empresariales, los cacicazgos regionales, el
corporativismo sindical y, sobre todo, el narcotráfico y el crimen organizado.
“Esos poderes fácticos ya existían –advierte–, pero estaban
contenidos por el antiguo régimen. Cuando éste se fragmentó, aquéllos
aprovecharon el debilitamiento del Estado para fortalecerse e, incluso,
desafiarlo.”
En ese marco de “debilitamiento del Estado y fortalecimiento
de los poderes fácticos”, Tuckman analiza actores e instituciones y describe
hechos que han marcado al país en los últimos dos sexenios. Lo hace en su libro
Mexico democracy interrupted (México,
democracia interrumpida) que, publicado por la Universidad de Yale, empezó a
circular el mes pasado en Gran Bretaña y Estados Unidos.
Tuckman estudió antropología social y tiene una maestría en
estudios latinoamericanos. Antes de llegar a México fue corresponsal de prensa
en Rusia y en América Central. Cobró notoriedad en el país cuando el pasado 7
de junio publicó en The Guardian un reportaje en el que, con base en “docenas
de archivos informáticos”, informó que Televisa suscribió con el equipo del
priista Enrique Peña Nieto un convenio de asesoría y venta de cobertura
favorable en la televisión a fin de proyectarlo a la Presidencia de la
República.
Son precisamente Televisa y, en menor medida, TV Azteca dos
de los poderes fácticos que se han aprovechado de la debilidad del Estado
mexicano. En su libro Tuckman señala: “Las dos cadenas de televisión explotan
su influencia sobre la opinión pública para mantener como rehenes a los
políticos. Sus decisiones editoriales son regularmente definidas no sólo por la
competencia de los altos ratings, o incluso por simpatías políticas, sino por
intereses corporativos y vendettas personales”.
“Estrategia equivocada”
En entrevista con Proceso, Tuckman considera al crecimiento
del crimen organizado como uno de los mayores desafíos que debe enfrentar el
país. Señala que “la equivocada y contraproducente estrategia del gobierno de
Calderón” también es responsable del fortalecimiento de los cárteles de la
droga.
“Hizo lo peor: su estrategia fragmentó a los cárteles de la
droga y multiplicó los frentes del conflicto”, dice.
En la introducción de su libro, Tuckman recuerda que
Calderón lanzó la ofensiva contra el crimen organizado tan pronto tomó posesión
a finales de 2006. Indica que la justificó “con el argumento de que las
instituciones de seguridad locales se encontraban rebasadas. Desde entonces,
las fuerzas federales no han sido capaces de, al menos, contener el derramamiento
de sangre en casi todos los frentes. El problema va más allá de la muerte y el
horror. De hecho, la estrategia de Calderón pareciera alimentar tanto la
violencia como la corrupción que ha creado el espacio en que actúan los
cárteles”.
Y añade: “Una vez que un cártel pone la mira en una plaza en
particular, todas las instituciones que son consideradas importantes para
salvaguardar o expandir sus actividades se encuentran bajo amenaza. Fuerzas
policiacas, prisiones, tribunales judiciales, burocracias locales, partidos
políticos, periódicos y muchas otras instituciones requieren defenderse de las
infiltraciones o entrar en ellas. La crisis de gobernabilidad que ya se
encuentra atrincherada en algunas partes del país amenaza con propagarse”.
–¿La cobertura del narcotráfico implica desafíos para un
corresponsal extranjero?
–Sí, pero no implica los mismos riesgos que enfrenta un
periodista mexicano que trabaja en un estado o en una ciudad debido a una
sencilla razón: uno entra y sale del lugar. Los reporteros locales se quedan a
enfrentar las consecuencias de lo que publican.
Se le comenta que el gobierno federal normalmente es muy
sensible a las críticas de la prensa extranjera. Se le refiere que funcionarios
de prensa de Los Pinos o de secretarías de Estado suelen reaccionar a las notas
“negativas” con invitaciones a tomar café para hacer reclamos abiertos o
“amistosos”.
“Ello depende del medio de comunicación extranjero
–sostiene–. En mi caso, hasta antes de mis notas sobre Peña Nieto y Televisa,
fui una especie de corresponsal anónima. Mis notas no tenían un seguimiento,
como sí lo tienen diarios como The Financial Times, The Washington Post o The
New York Times. A pesar de que The Guardian es un periódico importante a nivel
global, es en realidad poco conocido en México. Todavía hay encargados de
prensa de oficinas públicas que no lo reconocen; por tanto, yo no he estado en
esa lista de corresponsales de “medios importantes” y no he recibido reclamos.
Creo que eso ya cambió a partir de lo que publiqué sobre Televisa y Peña Nieto.
“Las reglas de las televisoras”
En su libro, Tuckman hace un breve repaso de la historia de
Televisa. Refiere como ésta y TV Azteca paulatinamente han aumentado su poder
de influencia al grado de que funcionarios, líderes de partidos políticos y
legisladores temen enfrentárseles o buscan congraciarse con ellas. Describe la
construcción del candidato presidencial Peña Nieto como si se tratara de un
actor de telenovela. Cita los contratos por unos 74 millones de dólares publicados
en Proceso por el reportero Jenaro Villamil, mediante los cuales Televisa
realizó una cobertura favorable para el entonces gobernador del Estado de
México.
Y anota: “Una fuente que asistió a reuniones entre los
máximos ejecutivos de la compañía (Televisa) y un representante de alto nivel
de Peña Nieto, confirmó los alegatos de un acuerdo promocional”.
Luego apunta: “Un asistente cercano a Peña Nieto me dijo en
2009 que las negociaciones para las coberturas periodísticas con el duopolio
(Televisa y TV Azteca) es una práctica común entre todos los aspirantes
presidenciales. Su jefe (Peña Nieto) estaba siendo favorecido en ese momento,
pero –dijo– su equipo tenía la expectativa de que este predominio se
desvaneciera conforme se acercaran las elecciones y los jefes de la televisión
empezaran a jugar en el campo de los candidatos. El gobernador, insistió,
hubiera preferido mayor competencia en este sector (de las telecomunicaciones),
pero, dado que él quiere ganar la elección, no tuvo más opción que jugar con
las reglas de las televisoras”.
Durante la entrevista Tuck man reconoce que ese testimonio
no lo utilizó en sus textos que publicó The Guardian. Dice que el libro lo
escribió antes de que obtuviera los archivos informáticos en los que basó sus
notas periodísticas. Comenta que cuando obtuvo los documentos ella y sus
editores en Londres fueron “bastante cuidadosos: tardamos dos meses en
verificar la información”.
Cuando el 7 de junio el diario británico publicó el texto de
Tuckman, El PRI y Televisa desmintieron la información. Esta última fue más
allá: exigió una disculpa pública y amenazó con una demanda legal en Londres.
–¿Calculó el efecto de su nota en The Guardian?
–Sabía de su importancia, pero no esperaba el impacto que
provocó. Es más, pensé que tendría mayores repercusiones una nota posterior: la
que fue publicada el 26 de junio. Con base en nuevos documentos y de fechas más
recientes, el texto reveló que había una unidad secreta de Televisa –llamada
“equipo Handcock”– que encargó videos promocionales sobre el candidato y su partido,
a la vez que desacreditaba a sus rivales. Y pensé que tendría más repercusiones
debido a que uno de los líderes de esa unidad secreta de Televisa, de nombre
Alejandra Lagunes, fue posteriormente integrada al equipo de Peña Nieto como
“coordinadora de estrategia digital y de redes sociales”. Pero esa segunda nota
no tuvo mayor efecto.
Contrario a las exigencias de Televisa, no hubo disculpa
alguna por parte de The Guardian. Por el contrario, el 10 de junio Martin
Hogdson, subdirector del diario, publicó un texto en el que defendió el
contenido de la nota de Tuckman del 7 de
junio. Hasta donde ella conoce, la televisora no acudió a los tribunales.
“Después Televisa emitió un comunicado en el que informó que
The Guardian había iniciado una investigación sobre mis notas. Lo hizo parecer
como una reivindicación de su reclamo y una sanción en mi contra. Fue tramposo
debido a la siguiente razón: Cuando un lector envía una carta de queja, ésta se
publica y una especie de defensor de audiencias del diario inicia en automático
una investigación interna. Eso se hace con todos y ocurre de manera regular.
Esa pesquisa interna concluyó en que no había elementos para el reclamo de
Televisa”, cuenta la periodista.
Dice que antes de publicar el texto buscó a los representantes
de Televisa y de Peña Nieto para que fijaran su postura, pero que éstos se
negaron.
–Televisa argumentó que solicitó ver los “archivos
informáticos”, pero que usted se negó a mostrárselos, por lo que no podía
opinar sobre documentos que no conocía. ¿Por qué no se los mostró?
–Porque en ese momento no tenía autorización de mi fuente
para hacerlo. Después la obtuve y los documentos se subieron en línea. Pero ese
alegato de Televisa –que también utilizó el PRI– no es válido: mis editores y
yo estábamos haciendo preguntas claras y buscábamos respuestas claras en las
que no era necesario ver los documentos. Por ejemplo ¿Televisa ha vendido o no
paquetes de promoción que incluyen la venta de contenidos informativos sobre
Peña Nieto? Para contestar esa pregunta, la televisora no requería ver
documento alguno.
–¿Después de que se armó el revuelo, la buscó algún
funcionario de Televisa?
–No. Más bien fui yo quien insistió en buscarlos. Pedí
entrevistas para medir sus reacciones. Después solicité una entrevista con
Alejandro Quintero u otros funcionarios debido a que nos proponíamos hacer una
nota más global sobre la televisora. Nunca accedieron a mi solicitud… Con el
PRI sí hubo respuesta cuando obtuve los documentos de la unidad Handcock. Les
mostré incluso algunos de ellos. Su posición aparece en la nota que se publicó
después.
–¿Por qué el tema Televisa-Peña Nieto era importante para
The Guardian?
–En primer lugar porque la nota tenía méritos propios:
documentaba la complicidad del poder político con el poder mediático. Además,
tradicionalmente este tema ha sido parte de la agenda de The Guardian. Recuerde
que el diario tuvo un papel activo en el escándalo de las escuchas ilegales en
Gran Bretaña que derivaron en un cuestionamiento público y en una investigación
oficial sobre las relaciones entre los medios de Rupert Murdoch y el gobierno
de David Cameron.
Tuckman añade otro factor: “The Guardian está interesado en
posicionarse como un diario global y está consciente de que hay lugares del
mundo, como América Latina, en los que no ha puesto la atención que se
merecen”.
–¿Había conciencia de que esa nota tenía un efecto
electoral, que se le estaba pegando al candidato puntero?
–Nunca lo calculé así. Había una coyuntura periodística. En
ese momento ya había surgido el movimiento #YoSoy132, que rechazaba los
contenidos informativos de Televisa y se oponía a Peña Nieto. Pero no había
intención de afectar a un candidato. Mis motivaciones eran periodísticas, no
políticas.
A Tuckman se le comenta que sus notas y los documentos en
que éstas se apoyaron –así como los textos que este semanario ha publicado
acerca de este tema– forman parte de la queja que el PRD presentó ante el IFE
el pasado 9 de junio, debido a que el PRI habría incurrido en “publicidad
encubierta” de su candidato. La queja fue desechada y el lunes 20 el PRD apeló
tal decisión ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Comenta que ese hecho la satisface pero a la vez la
incomoda. “No estoy acostumbrada a participar de los hechos noticiosos, sino a
observarlos e informarlos”, dice. Y señala que, en todo caso, “hay aquí un
asunto de fondo: el cuestionamiento a la opaca relación de los medios de comunicación
y el poder político”.
*Tomado de la revista Proceso.
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