Elecciones compradas*
Tomados de La Jornada, Helguera y El Fisgón y El Universal, Helioflores y Naranjo.
Octavio Rodríguez Araujo
Con 3.3 millones de votos de diferencia entre Peña Nieto y
López Obrador sólo queda demostrar, como dice la portada de Proceso, que la
elección fue comprada, y si se demuestra tal vez la diferencia no sea la
anotada. Todos los días aparecen nuevas evidencias de la compra del voto de
millones de mexicanos. Esto siempre se ha hecho desde que he observado procesos
electorales, pero ahora ha sido escandaloso y un pésimo principio para la
alternancia en el poder y para la salud de nuestra precaria democracia. El mexiquense,
si no se anula la elección, llegará a Los Pinos con la conciencia (espero) de
que él, su partido y las empresas que lo apoyaron abusaron de la pobreza de
muchos mexicanos para torcerles la mano que marcaría las boletas electorales.
La ética estuvo totalmente ausente entre quienes hicieron
posible el cuestionado triunfo del PRI en la presidencial. Quizá tendrán el
poder, pero no el orgullo de haber ganado en comicios equitativos. La
honestidad no fue, ni de lejos, una de las características del tricolor, de sus
gobernadores, de sus candidatos y del de Atlacomulco. Éste ya estaba al tanto
de que si había una gran participación ciudadana, que ciertamente la hubo, sólo
podría contrarrestar los votos en favor de AMLO produciendo divisiones entre sus
filas y comprando votos y tal vez conciencias. Se prestaron al juego varias de
las casas encuestadoras que cumplieron el papel de propagandistas del
mexiquense priísta, el duopolio televisivo, principalmente Televisa, algunos
medios impresos y, desde luego, las empresas que coadyuvaron al fraude como
Soriana y Banca Monex (que dice cínicamente que su misión es “satisfacer las
necesidades de nuestros clientes de manera ética y creativa”), para sólo
mencionar a las más visibles.
Las expresiones tanto sociales como partidarias y jurídicas
que se han manifestado después de la elección pasada ya no son porque se
reconozca el triunfo de López Obrador, que según Peña Nieto “no sabe perder”,
sino para que se sepa objetivamente la verdad de estos comicios en los que las
irregularidades y errores al apuntar y vaciar los datos fueron, aunque grandes,
el problema menor. No debe pasarse por alto, sin embargo, la diferencia de los
votos registrados en el PREP y los revelados después del recuento realizado por
el IFE: de 1.17 millones en conjunto para EPN, AMLO y Josefina Vázquez Mota.
Esta diferencia no es poca cosa pues equivale a una cantidad ligeramente mayor
que los sufragios obtenidos por Quadri. Lo principal de la elección, entonces,
está en la “inducción” del voto con base en las necesidades de la gente y de su
ingenuidad al creerle a la televisión sólo porque no conoce otras fuentes de
información. Dicha inducción es, por lo menos, inmoral, y todavía no empieza el
gobierno priísta: de un triunfo inmoral, un gobierno inmoral.
La demanda de los jóvenes de democratizar los medios
electrónicos de comunicación y de exigir normas éticas en su labor cotidiana,
no es una ocurrencia sino una necesidad impostergable. Haberle quitado a los
mass media, con la última reforma electoral, la posibilidad de contratar espots
propagandísticos de partidos, candidatos y ciudadanos, fue un relativo avance,
pero ahora sabemos que se requieren más controles y evitar así que se explote
la pobreza de la gente con la compra de votos. Habrá de verse cuántas de las
denuncias se pueden demostrar y qué actitud asume el tribunal electoral, porque
si es como en 2006 las cosas irán mal.
Las fuerzas progresistas del país y la gente que todavía
tiene dignidad y respeto por sí misma, deben exigir que la impugnación de unos
comicios sucios, inmorales y aprovechados de las necesidades de muchos no sea
estéril. Dicha impugnación no es, como dicen algunos, un berrinche más de López
Obrador porque no llegó a Los Pinos, sino un deber contemplado en la ley para
obligar a las instancias jurisdiccionales a reconocer todas las aberraciones
que distinguieron estos comicios y que incluso el PAN y el mismo Calderón,
hipócritamente, también admiten.
Esta vez, por cierto, nadie podrá acusar a López Obrador de
provocar inestabilidad en el país ni de ser “un peligro para México”. Si
alguien se ha apegado a la legalidad y al supuesto pacto de civilidad que
firmaron los candidatos antes del primero de julio, ha sido él; ni siquiera
quienes reconocieron su derrota antes de los resultados oficiales o quienes
felicitaron al priísta antes de los tiempos legales del proceso que aún no
termina. Pero el poder no quiere ser cuestionado, muchos menos en sus métodos
de ejercerlo. Así nos irá bajo el nuevo gobierno, si se lo dan a Peña Nieto.
¿Puede actuar conforme a derecho alguien que para llegar al
poder lo torció y abusó de él y de sus fisuras y omisiones? No lo pienso.
¿Actuará con imparcialidad el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación? Quiero pensar que sí, pero lo dudo.
Ya respingó el PRI, y aunque Calderón dijo claramente que la
compra de votos es inaceptable y que la autoridad electoral deberá castigarla
si así procede, ahora lo acusan de invadir la esfera judicial. Calderón no está
invadiendo nada, en esta ocasión, simplemente está “haciendo votos” porque la
autoridad electoral actúe como le corresponde.
Si tanto invirtieron, los priístas y sus poderosos apoyos,
en evitar que AMLO ganara esta elección, ¿por qué pensar que permitirán que las
denuncias prosperen y que el TEPJF actúe como le corresponde si no lo hizo en
2006? El IFE pretende lavarse las manos diciendo que ya cumplió y trata de
pasarle la papa caliente al tribunal, pero hay que recordarle que fue omiso
ante muchas denuncias e irregularidades.
Es nuestro deber ciudadano exigir que se investigue hasta
sus últimas consecuencias esta elección y que, si procede su nulidad, ésta se
lleve a cabo. El pueblo mexicano no puede ser burlado dos veces, una
aprovechándose de su pobreza y necesidades y la otra imponiéndole un gobierno
ilegítimo por el solo expediente de que hay muchos intereses en juego y que
éstos no quieren perder.
PD. Para aquellos que dicen que el voto diferenciado
demuestra que la voluntad ciudadana no pudo ser comprada, bastaría recordarles
cómo votó el Panal en 2006. No defiendan lo indefendible.
*Tomado de La Jornada.
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