En la recta final*
Tomados de La Jornada, Hernández, El Fisgón, Helguera y Rocha.
Octavio Rodríguez Araujo
Podría decirse que estamos ya en la recta final. El panorama
es incierto y las expectativas son muchas para los simpatizantes de los
candidatos, especialmente para los punteros. Además del hallazgo de boletas con
folios duplicados y de sobrantes y faltantes según el distrito, se teme el
famoso carrusel de votos (que Julio Hernández López ha llamado ruleta”). Contra
éste es muy poco lo que puede hacerse, pues el dinero que se use para pagar
votos precruzados no es fácil de cuantificar ni de auditar. Para que el
carrusel (o ruleta) sea efectivo e influya en los resultados electorales
requerirá mucho dinero, pero hay quienes lo pueden poner y no habrá modo de
detectarlos irrefutablemente ni mucho menos sancionarlos, pues aunque el Cofipe
se refiere a la prohibición expresa de ejercer presión y coacción sobre los
electores (artículo 4), no es simple su comprobación.
Para quienes no saben o recuerdan qué es un carrusel
electoral lo explico de manera sencilla: en una casa se congrega a cierto
número de votantes; el primero va a la casilla electoral y en lugar de
depositar los votos se regresa con las boletas que le dieron. En dicha casa se
cruzan por determinado partido y se entregan cruzadas al segundo votante. Éste
las deposita y regresa con las papeletas que le dieron en la casilla, y así
sucesivamente. Todo esto supervisado por “coordinadores” especiales. Por cada
conjunto de boletas se le paga a cada quien cierta cantidad de dinero. Cuando
las autoridades de la casilla cuenten los votos notarán que se presentaron X
electores menos dos, el primero y el último del carrusel. Se sospechará que
éste se llevó a cabo, pero nada podrá hacerse salvo consignarlo en las
observaciones de la votación. Es obvio que el partido más tramposo y con más
dinero otorgado por gente interesada en su triunfo será el que más carruseles
pueda organizar. Comprar conciencias no es muy difícil entre gente de veras
necesitada o entre personas manipuladas corporativamente, digamos en un
sindicato autoritario y represor (no es necesario poner ejemplos).
Los observadores electorales y los representantes de los
partidos poco o nada podrán hacer con las sospechas que puedan tener de este
tipo de fraude, pues las boletas no tienen dispositivos electrónicos que puedan
ser detectados a la entrada o la salida de la zona de votaciones, como en
productos de algunas tiendas o en los aeropuertos. Un millón de votos así
logrados puede hacer la diferencia entre dos candidatos con posibilidades de
ganar. En 2006, aun aceptando como buenos los resultados presentados por el IFE
en la elección presidencial (que no los acepto), la diferencia entre el PAN y
la coalición de izquierda fue de casi 244 mil votos, menos de 0.6 por ciento
“en favor” de Calderón.
La única manera de contrarrestar dicha tentación de fraude
(la del carrusel) y otras que han dado buenos resultados en el pasado es que
haya una enorme participación ciudadana el próximo primero de julio. La
abstención y los votos nulos, como he comprobado en otros escritos, dan ventaja
al partido con más recursos, y todavía más si cuenta con los apoyos del
gobierno federal y de gobiernos locales. Como no tengo duda de que el candidato
de Calderón y de los gobernadores priístas es Peña Nieto, además de ser el
candidato de Televisa y otros grandes empresarios, no es improbable que se haga
todo lo posible para que triunfe sobre su único contrincante con posibilidades
de derrotarlo. La guerra sucia que ya estamos viendo no es sino uno más de los
ingredientes para lograr este propósito. Pero la bolsa de trucos es grande e
incluso puede contar con artificios cibernéticos, aunque algunos especialistas
digan que son imposibles (otros dicen que sí son posibles y, a mi juicio, lo
han demostrado, como lo expuse oportunamente en un libro sobre las elecciones
de ese año).
A diferencia de la elección de 2006, que entre la supuesta
izquierda contó con el subcomandante Marcos y su otra campaña en contra de
López Obrador, en la presente elección los de la otra campaña se han mantenido
al margen (si acaso todavía existen) y en su lugar surgieron, con orientación
muy distinta, los estudiantes, sobre todo universitarios, y su movimiento
#YoSoy132, que está por elecciones libres y transparentes al mismo tiempo que
se ha manifestado en contra de la manipulación mediática y de Peña Nieto. Sin
embargo, como era obvio, ya surgieron sus detractores y quienes quieren
desacreditarlos desde sus columnas políticas, escritas o verbales. Aun así, el
movimiento dista mucho de haberse desinflado, tanto en número como en
entusiasmo. Los jóvenes han descubierto que pueden ser protagonistas de la
historia, sí, de la historia, pues lo que está por decidirse en esta elección
no es sólo que gane o pierda un candidato, sino un proyecto de nación distinto
al que nos han impuesto los gobiernos neoliberales. Si lo logramos, será sin
duda un momento histórico del que nos sentiremos orgullosos, pues el país, así
como lo han puesto, no aguanta más.
PD: Conscientes de la coyuntura que vivimos y de la
importancia que tienen las elecciones próximas, la Editorial Jorale/Orfila y un
servidor acordamos obsequiar, en apoyo a la campaña de López Obrador y por vía
de Para Leer en Libertad AC, una buena cantidad de ejemplares de mi libro
México en vilo; partidos, candidatos, campañas y elecciones, referido al antes
y al después de los comicios de 2006. Confío en que sea de interés para mis
lectores.
rodriguezaraujo.unam.mx
*Tomado de La Jornada.
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