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viernes, noviembre 14, 2008

Falsea verdad oficial causa de la muerte de Mouriño





Tomados de La Jornada, helguera y El Fisgón y El Universal, Helioflores.


De la misma forma que empezó, así continuó la farsa del salinista Luis Téllez. Su único fin es declarar “accidente” y le crean o no esa será la verdad oficial. La manera tan burda como se ha manejado la caída del Learjet 45, ha culminado con la presentación de la transcripción del audio, que terminó en la “hipótesis sólida” de que los pilotos era novatos y que la turbulencia de otra nave mayor –situación descartada por expertos conocedores del Learjet 45, una de las naves más seguras, a decir de los mismos- fueron los causantes de que la aeronave se precipitara en picada.

El testaferro del ratero Carlos Salinas de Gortari, minutos después de que la nave se estrellara en pasado martes 4 de noviembre ya tenía solucionado el caso: fue accidente, dijo. Ese mismo día antes de las 20:00 horas y desde las escena del avionazo Téllez insistía en que había sido un “accidente”. En los noticieros de la noche continuaría con ese discurso. El mismo fue reiterado en las primeras horas de la mañana del miércoles 5 en conferencia de prensa y por la tarde del mismo día siguió la cantaleta. Para el jueves 6 de noviembre la tesis sobre el accidente era la “única posible”, según el propio funcionario, quien asumió el papel de procurador general de la república, secretario de gobernación y vocero de la presidencia espuria. Sin una aclaración de por medio, el ahijado del nefasto Salinas de Gortari, continuó en la representación del show para la radio y televisión.

En el transcurso, ninguno de estos medios electrónicos dedicó tiempo a la lucha interna entre panistas, y a las declaraciones del pelele Felipe Calderón Hinojosa de que su delfín recibió injustos “ataques” recriminaciones y “calumnias”. Se identificó plenamente que las palabras fueron para los miembros del Yunke, quienes por voz de uno de sus dirigentes visibles, Manuel Espino, respondió que los reclamos debieran ser para las bandas de narcotraficantes.

Ahora con el asunto casi solucionado –nada más falta que se oficialicen sus “hallazgos”-, no habrá que esperar los 11 meses que dijo Téllez se tardarían en Estados Unidos en analizar las dos cajas de grabación de la aeronave.

Otro dato es que en el show de hoy no se pasó la trasmisión de las últimas palabras pronunciadas por los pilotos. Sólo leyeron una transcripción de las mismas. A decir del mentado Téllez los pilotos no tenían la experiencia debida, además de que no conocían los instrumentos de la nave. La revista Proceso de esta semana contienen una entrevista con un piloto que navegó este avión. El asegura que reciben cursos rigurosos de pilotaje, además de que en un simulador tienen entrenamiento para todo tipo de accidentes. Eso de que los pilotos –los dos- no conocían la nave es de plano una “jalada de los pelos”. Lo de la turbulencia fue descartado por otro piloto con experiencia de 8 años de vuelos y aterrizajes en la Ciudad de México, entrevistado por la revista electrónica Reporte Indigo.

Sólo recordemos que en el caso del asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994, actuaron también de manera concertada, Manlio Fabio Beltrones –en ese entonces gobernador de Sonora- y el corrupto Carlos Salinas de Gortari. La versión del asesinó solitario y del giro imposible del cuerpo de Colosio al momento de caer para recibir otro disparo de costado fue impuesta en ese entonces. Esa fue la explicación para descartar al menos dos tiradores. Nunca se supo la verdad y los beneficiados del crimen fueron Salinas de Gortari, quien tiene un enorme poder económico y político –tanto que lo están proponiendo para gobernador de Nuevo León- y Manlio Fabio Beltrones, el verdadero mandamás del PRI.

Como siempre, se tiene que ver quién o quienes fueron favorecidos con la muerte de Juan Camilo Mouriño. El nuevo secretario de Gobernación espurio, Fernando Gómez Mont, es “muy cercano” a la coyota Diego Fernández de Cevallos y este oscuro personaje es muy cercano –con él comenzó su también enorme fortuna- a Salinas de Gortari. Fernández de Cevallos inauguró la transa y corrupción llama “concertacesión” que en palabras llanas fue “te doy dinero y prebendas” para que valides, primero mi presidencia espuria –recordemos que la de Salinas de Gortari, también fue una presidencia surgida del fraude electoral- y luego nos arreglamos en el reparto de “concesiones”, en gubernaturas y presidencias municipales. A partir de ahí PAN y PRI son mugre y mugre, porque la uña la comparten.

Los siguientes materiales fueron tomados de la revista Proceso.








El sabotaje, posible


PATRICIA DáVILA Y RODRIGO VERA


Demasiadas dudas siembran las versiones oficiales sobre la caída del Learjet 45 en el que murieron el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, varios de sus colaboradores y el extitular de la SIEDO José Luis Santiago Vasconcelos, además de varias personas en tierra. Mientras que las autoridades federales sostienen que fue un accidente, especialistas en aeronáutica consultados por Proceso consideran "inconcebible" que una falla técnica hubiera provocado la tragedia. Por ello, opinan, una investigación a fondo debe considerar la hipótesis de un sabotaje.


Patricia Dávila y Rodrigo Vera

La posibilidad de que un sabotaje muy sofisticado provocara la caída de la aeronave en la que viajaba el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, permea con fuerza en los círculos de la aeronáutica mexicana.

El hecho de que los pilotos del avión no hayan declarado una emergencia y que en sólo 30 segundos los controladores aéreos hayan perdido la señal del Learjet 45 y éste se haya estrellado súbitamente en el suelo, hace pensar a los especialistas que pudo existir tal sabotaje, pues consideran inconcebible que un accidente así fuera provocado por una falla técnica.

Sin embargo, las pesquisas iniciadas y difundidas con profusión por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) se encaminan principalmente a sostener que se trató de un accidente, aunque todavía está por analizarse la información contenida en las dos cajas negras de la aeronave, que según las autoridades, ya fueron enviadas a laboratorios especializados de Estados Unidos.

El piloto y controlador aéreo Ángel Iturbe, actual secretario del trabajo del Sindicato Nacional de Controladores Aéreos, afirma: "Existe la posibilidad de un sabotaje. Eso no lo puede negar nadie. Tenemos que sopesar todas las posibilidades, ¡todas! Aunque en estos momentos no podemos afirmar que hubo un sabotaje, tampoco lo podemos descartar".
-Pero se ha desechado esa posibilidad porque, se dice, el avión no estalló en el aire...

-Mire, para sabotear un avión no necesariamente se requiere de una bomba o de una bazuca que lo haga estallar. Eso no es cierto. La tecnología ha avanzado a pasos tan agigantados que ya nos dejó atrás. Es más, hasta los artefactos que parecen más inofensivos pueden servir para realizar un sabotaje.

-¿Cómo pudo haberse realizado? ¿Con qué medios?

-Le pongo un ejemplo muy común; los sistemas de seguridad de los aeropuertos le prohíben al pasajero llevar a bordo navajas, cortaúñas, cables o aerosoles porque pueden servir para sabotear un vuelo. No se necesita ser un experto para saberlo y son las propias autoridades aeroportuarias de todo el mundo las que hacen pública esta alerta.

-En este caso concreto, ¿el sabotaje sólo pudo haberse cometido cuando la nave estuvo en el aeropuerto de San Luis Potosí?

-Interviene tanta gente en la operación de un vuelo, que es difícil imaginar en dónde y quiénes intervinieron en un posible sabotaje. Aquí intervinieron mecánicos, despachadores, guardias de seguridad y varias personas más. Esto tienen que determinarlo las investigaciones. Si fue un accidente, deben decir en qué consistió. Y si fue un sabotaje, pues que Dios nos agarre confesados porque quién sabe qué otras cosas puedan suceder en este país.

Un renombrado especialista en seguridad aeronaval, consultado por Proceso -quien pidió omitir su nombre por temor a represalias-, asegura que "bastó con atrofiar un microchip del Learjet para impedir el despliegue adecuado de sus alas poco antes del aterrizaje. Esto pudo ocasionar su súbito desplome".

Para él, es "inconcebible" que un accidente haya provocado la caída de una aeronave tan segura y que, por ser la que transportaba nada menos que al secretario de Gobernación, seguramente debió estar sujeta a meticulosas inspecciones técnicas antes y después de cada vuelo.

"Nunca antes en la historia de la aviación se había dado el caso de que, por una falla técnica, una aeronave se haya desplomado así, como un ladrillo", ilustra.

Lo secunda otro especialista, que también pidió el anonimato: "Un sabotaje no necesariamente es provocado por un estallido. Con cortar las líneas de combustible se pueden parar los motores. En tierra se pudo provocar un debilitamiento de estas líneas".
-¿Este corte en el suministro de combustible no da tiempo a los pilotos para pedir ayuda?
-No, porque se paran las turbinas y se traban los controles del avión. Es una emergencia tan grave que ni siquiera da tiempo al piloto y al copiloto de notificar. En mi opinión, hay 70% de probabilidades de que se trató de un sabotaje, aunque las autoridades se inclinen por la hipótesis del accidente.

La falla increíble

El siniestro ocurrió poco antes de las 19:00 horas del martes 4, muy cerca del cruce entre Periférico y Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México. Álvaro Sánchez y Martín de Jesús Oliva piloteaban el Learjet 45, matrícula XC-VMC.

Además de Juan Camilo Mouriño, en la nave viajaba José Luis Santiago Vasconcelos, exsubprocurador de la Procuraduría General de la República (PGR), quien estaba amenazado de muerte por los cárteles de la droga.

Los otros tripulantes eran la sobrecargo Giselle Carrillo y varios funcionarios de la secretaría de Gobernación: Julio César Ramírez, jefe de escoltas de Mouriño; Miguel Monterrubio, coordinador de Comunicación Social; Norma Díaz, directora de Información; y Arcadio Echeverría, coordinador de eventos y administración. Los nueve murieron.
El vuelo provenía de la ciudad de San Luis Potosí, donde Mouriño y Vasconcelos participaron en la firma de un acuerdo por la legalidad y la justicia.

La misma noche del martes 4, Luis Téllez, secretario de Comunicaciones y Transportes, adelantó que el Learjet realizaba un "vuelo normal", puesto que no reportó "ninguna anomalía" a los controladores del aeropuerto de la Ciudad de México.

El miércoles 5, en conferencia de prensa, Téllez trató de sustentar la versión de que la tragedia fue provocada por un accidente: "No se han detectado indicios que permitan formular hipótesis distintas a las de un accidente, hasta el momento".

El titular de la SCT mostró a los medios las imágenes captadas por el radar en las que se muestra la trayectoria de la aeronave. También difundió la grabación del diálogo entre los pilotos y los controladores aéreos, quienes les daban las especificaciones técnicas para realizar el aterrizaje. Las voces se escuchaban serenas. Pero de pronto la comunicación se cortó y la aeronave dejó de ser detectada en el radar, sin que los pilotos reportaran una emergencia.

Acompañaba a Téllez en la conferencia de prensa el ingeniero Agustín Arellano, director de Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam), quien explicó que el avión "cumplió con los reportes de posición autorizados" y que sus "altitudes y velocidades" se encontraban "dentro de las normas establecidas", por lo que, reiteró, en ningún momento la aeronave hizo "una llamada de auxilio que permitiera suponer que se encontraba en problemas".

Aún se maneja la versión de que el avión de alto tonelaje que precedía al minijet de Mouriño, la aeronave de Mexicana de Aviación 1692, que venía de Buenos Aires, pudo provocar una turbulencia -un vórtice- que lo desestabilizó y lo hizo caer. Sin embargo, las autoridades aéreas descartan esa posibilidad, argumentando que la distancia entre una y otra aeronave era la adecuada, de entre cuatro y cinco millas.

Lo cierto es que el Learjet perdió súbitamente altura y cayó en picada a 330 kilómetros por hora. Su fuselaje voló en pedazos, destruyó cables eléctricos, ocasionó un incendio y destruyó una veintena de automóviles.

Manuel Estrada Valdez, el anterior piloto de Mouriño y quien operó el Learjet de enero a junio de este año, dice sorprendido: "El avión estaba en perfectas condiciones durante el tiempo que lo operé. Su mantenimiento era el adecuado. Siempre teníamos mecánicos a disposición. Cuando yo llegaba al hangar, siempre se verificaba la nave antes de volar y le hacíamos toda clase de pruebas".
Agrega Estrada que el mantenimiento del Learjet 45 se hacía solamente en Houston, Texas, con técnicos muy especializados. Él tiene conocimiento de que todavía hace unos 15 días se le hizo allá el último servicio, siempre con el aval de la Secretaría de Gobernación.
-¿El piloto de la nave hizo lo correcto?

-Supongo que sí, porque en los entrenamientos nos preparan para todo: fuego en un motor, paro de una turbina, etcétera. En un simulador idéntico al Laerjet 45 nos adiestran para enfrentar cualquier falla que se nos pueda presentar en un vuelo real.

El entrevistado señala que el capitán Álvaro Sánchez, quien fue el último piloto del avión, desde los años ochenta volaba Learjets y "tenía alrededor de 10 mil horas de vuelo". Y Martín de Jesús Olivo, el copiloto, tenía registradas unas 4 mil 500 horas de vuelo.
-¿Entonces cómo explica lo que pasó?

-No lo sé, pues era un avión muy estable y de la más avanzada tecnología. Incluso podía volar con una sola turbina. Lo podíamos operar a un techo de hasta 51 mil pies, aunque nunca lo subimos a esa altura. Cuando íbamos a San Luis Potosí lo volábamos a unos 31 mil pies.

Estrada supone que cuando el avión caía en picada, segundos antes de estrellarse, los pilotos se concentraron sólo en "jalarlo" y no en pedir auxilio.

-¿Qué posibilidades ve de sabotaje?

-Ninguna, porque en el hangar siempre hay guardias de seguridad, gente de Gobernación y un mecánico permanente que daba servicio al avión. Cuando salíamos de gira, al aeropuerto al que llegáramos, a la aeronave siempre la custodiaban elementos del Ejército y se quedaba siempre cerrada. El suministro de gas y aceite tenía una llave especial que sólo llevábamos los pilotos.

Sin embargo, los cárteles ya han logrado vulnerar la seguridad de las terminales aéreas. Tal es el caso de los hermanos Beltrán Leyva, que corrompieron al excomandante policiaco José Luis Soladana Ortiz, funcionario de la Dirección General de Aeronáutica Civil, cuando se desempeñaba como administrador general del Aeropuerto Internacional de Cancún.
"En menos de un minuto"

Con la experiencia que le dan 30 años de piloto y 32 años de controlador aéreo, Ángel Iturbe comenta: "Si en realidad fue un accidente provocado por alguna falla, tuvo que ser algo muy catastrófico, muy grave, que ni siquiera les dio tiempo a los pilotos de reportar una emergencia. No tuvieron tiempo de nada".

-Se dice que fue cuestión de un minuto...

-¡Menos, menos! Entre la pérdida del control y la caída a tierra pasarían unos 30 segundos, no más. Todo fue rapidísimo.

-¿Son comunes esas caídas súbitas?

-Hasta donde tengo conocimiento, no hay accidentes así de drásticos, y mucho menos en ese tipo de aviones, que son muy seguros, con un bajo porcentaje de accidentes. ¿Que tuvo una falla en una turbina? ¡Hombre!, esos aviones pueden volar horas con un solo motor.
-¿Y si de plano le hubieran fallado sus dos turbinas?

-Aún en ese remoto caso, el avión hubiera podido sostenerse en el aire durante unos minutos y buscar una zona donde caer. Los pilotos hubieran podido reportar una emergencia. Es como si a un camión le fallan los frenos: el conductor sigue teniendo la dirección y puede llegar a una rampa de arena que lo detenga, o puede toparse con un barranco y caer en él.

"Con esto quiero decirle que un evento, por sí solo, es difícil que provoque un accidente. Tienen que conjugarse otros eventos adversos. Pero en el caso del Learjet, si realmente se cayó por accidente, tuvo que ser por algo muy grave que está fuera de mis conocimientos técnicos.

"Todos estaríamos más tranquilos si los pilotos hubieran reportado una emergencia, porque entonces sabríamos lo que pasó. Pero no sucedió así. No reportaron nada. Lo más intrigante es que, en la grabación que se hizo del último reporte de los pilotos, sus voces se escuchan muy calmadas y serenas, sin indicio de que atravesaran por una emergencia. Esto abre toda una gama de posibilidades, entre las que se puede incluir el sabotaje."

-Ya se habla de que los pilotos pudieron haber cometido un error.

-No, en esto quiero ser muy claro: los pilotos y los controladores se ajustaron a las velocidades, altitudes, rumbos y trayectorias señaladas. Lo constatan las imágenes de radar que presentó el secretario Luis Téllez. Además, los pilotos de Gobernación tienen mucha experiencia. En fin, mientras no tengamos una información concreta, no sabremos lo que realmente pasó.

En la Cámara de Senadores se está pidiendo aclarar si fue accidente o atentado. Los senadores priistas Pedro Joaquín Coldwell y Carlos Jiménez Macías señalaron que sólo así se evitarán las dudas y suspicacias. Gustavo Madero, panista y presidente del Senado, también pidió llevar las pesquisas a fondo.

A su vez, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) publicó un desplegado en el que pide al gobierno federal "una rigurosa investigación técnica, profesional y completa que permita llegar a conclusiones lo más pronto posible; que explique lo ocurrido y desentrañe los pormenores de este lamentable acontecimiento". Agregó que el "pueblo mexicano" tiene el derecho de "conocer la verdad".

El jueves 6, Luis Téllez anunció que ya se habían encontrado las dos cajas negras del avión, con las cuales podrán conocerse las causas del percance. Una contiene los datos aeronáuticos, como la velocidad y la altitud precisa de la aeronave, y la otra tiene la grabación de los diálogos entre el piloto y el copiloto en la cabina.

El secretario dijo que dichas cajas negras inmediatamente se enviaron a "laboratorios especiales que existen en Washington", donde las analizan peritos del National Transportation Safety Board (Buró Nacional de Seguridad en el Transporte, NTSB), un organismo que ha investigado más de 2 mil accidentes aéreos.

Téllez agregó que en las investigaciones que se llevan a cabo en México participan expertos de la Dirección de Transporte Aéreo, del Reino Unido, así como peritos de la Administración Federal de Aviación, del Departamento de Transporte de los Estados Unidos.

La PGR, por su parte, está investigando a los controladores aéreos de la Ciudad de México y San Luis Potosí que tuvieron injerencia en el vuelo del Learjet. "Son unos cinco controladores los que están yendo a declarar", dice al respecto Ángel Iturbe.

Téllez calculó que esta semana ya podrá dar a conocer información contenida en las cajas negras, en un intento de disipar las dudas.

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Un testimonio que falta

De acuerdo con la información que proporcionó el ingeniero Agustín Arellano, director del Servicios a la Navegación e el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam)el radar detectó en el perímetro, la presencia de dos helicópteros. Uno de ellos, el marcado en las imágenes con el número 1505, se encontraba, según Arellano a 600 metros de diferencia de altitud con respecto al avión en que viajaba Mouriño. Por ello, dijo el funcionario, no representó "ningún riesgo y ningún peligro".

Sin embargo, para algunos controladores aéreos, la tripulación de dicho helicóptero, que despegó del helipuerto de ICA con ruta a Toluca, estaba en posición de, por lo menos, presenciar el momento en que el avión desapareció del radar, momento en que se supone se desplomó.


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"Traía la aleta prendida..."

MARCELA TURATI

Testimonios de quienes vieron desplomarse el jet ejecutivo en el que viajaba el secretario de Gobernación coinciden: el aparato se precipitaba incendiándose de la "cola" o una "aleta". En la siguiente crónica, esos relatos de quienes estuvieron en la zona donde se estrelló la nave, junto con los de algunos sobrevivientes, revelan también la dimensión de los temores que se hallan enquistados en el ánimo de los capitalinos: "¡Fueron los narcos, fueron los narcos..."

Las descripciones populares:

Una bola de fuego cruza el aire. Tiene ruido de motor y forma de miniavión blanco. La nave vuela encendida. Lleva lumbre. En "la aleta", dicen unos; en "la cola", recuerdan otros. Se desploma casi en Periférico y en hora pico. Jala un cable de alta tensión. Provoca un apagón. Cimbra el suelo. Explota y se hace llamas. Contagia de fuego todo a la redonda. Enciende autos, los quema uno tras otro, con todo y tripulantes. Abrasa a personas que estaban en la calle. Ilumina el cielo de color naranja y lo deja encendido durante horas.

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Margarita Camilo Chico siente el estruendo en la espalda ("haga de cuenta que era una bomba"). Voltea y encuentra un incendio. Corre hacia las llamas. La impulsa el instinto: su hijo quinceañero acaba de irse del puesto de dulces con rumbo a donde ahora se ve el fuego. Varios flamazos la detienen: las explosiones simultáneas de carros la mueven hacia atrás.

El fuego se extiende como telón. Entre las llamas distingue algunas en forma de personas. Hombres y mujeres antorchas que corren angustiados. El corazón se le estruja: uno de ellos puede ser su chamaco.

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Los gritos se suceden como las explosiones: "¡Coooorraaaan, los coches se están prendieeendooo!". En segundos el inconsciente colectivo traiciona y modifica la tonada: "¡Coches-bomba, coches-bomba!". Son los síntomas del trauma post-Morelia, el impacto de nuestro 15-S.

Desde el segundo piso del número 5 de la calle de Pedregal, un curioso se asoma por la ventana momentos después de la explosión. Horrorizado, se aleja del cristal como movido por un resorte. No aguantó ver fuego en movimiento, fuego desesperado, fuego en forma de silueta humana que corre angustiada intentando huir de la propia piel.

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Los automovilistas varados miran cómo los carros de adelante se queman en cadena y tratan de echarse en reversa. El fuego ni siquiera les da tiempo de pensar en bajarse, ya lo tienen encima, manoseando el tanque de gasolina. No hay a dónde hacerse. Los de adelante se calcinan, los que vienen atrás presionan para que la fila avance, sin saber que más allá no hay conductores.

Son las 6:45 de la tarde, hora pico en la confluencia de Monte Pelvoux, Paseo de la Reforma, Pedregal y Ferrocarril de Cuernavaca, Periférico y Palmas, zona de edificios con helipuertos, de corporativos con nombres gringos, de niños y niñas bien y lugar elegido para la polémica Torre Bicentenario ("¿Se imagina tamaña tragedia si el avión se estrella contra la torre?", dice una vecina. "A esa hora pasa un carro por segundo", dice el ingeniero Adán Rabiela. "Es la hora de salida de los trabajadores, esto estaba lleno", alterna otra vecina, incrédula de que oficialmente sean cinco los muertos que no iban en el avión.)

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El auxiliar de computación Francisco Velázquez ve que del cielo cae un avión que "traía la aleta prendida". Hace trizas varios carros. Su lumbre agarra a otros.

Un Fiesta rojo está en la hilera de carros que intenta pasar a Reforma. Estefanía Rosette, la conductora, siente el impacto y las explosiones que le siguen. No sabe qué ocurre, de pronto su auto está rodeado de llamas y del cielo cae una especie de lodo que salpica los vidrios. Ve por el retrovisor que los carros de atrás se queman. Abandona el asiento pero un policía le ordena que regrese y avance. Es la última que escapa del fuego. Tras ella se corta la fila.

Avanza por Reforma, el olor a combustible es insoportable. Nerviosa, se detiene a unos metros del Auditorio Nacional y telefonea a su novio. Él le pide que deje el auto y llame al seguro. Después llegarán hombres y mujeres con batas blancas que examinarán la carrocería y señalizarán las salpicaduras de tejido humano.

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El avión cae justo frente al cajero automático de un HSBC. La persona que en ese momento sacaba dinero se tira al piso. La cabina de cristal blindado la salva. No tiene tanta suerte el joven que recién salió de la oficina a fumar un cigarro y que será imagen de la tragedia en varios noticiarios. Su novia trabaja a dos cuadras.

Los empleados del banco intentan domar las llamas con extintores a base de chisguetes. El chapoteadero inútil de espuma sólo refresca la lumbre. El fuego crece alimentado por el combustible.

José Andrés de la Cruz, del Grupo de Apoyo Técnico de Telmex, corre hacia la nube naranja, directo a un auto prendido y saca a una pareja de ancianos. La señora emite quejidos, casi inconsciente. Su esposo, a un lado, la consuela. Él sólo ardió de manos, cara y pelo.

Los valet parking y los viene-viene que controlan las calles de la zona son de los que más se la rifan en eso de disputarle al fuego las vidas humanas.

"Todos buscábamos una cobija para el señor que ya no traía ropa", dice el valet José Manuel Fonseca. "Traía puros jirones y lo empezamos a apagar con las manos", dice su colega Alfredo Ramírez.

El hombre desnudo les pide que le quiten los zapatos hechos chicle. Ellos dudan. No quieren que al jalarlo se despegue también la planta de los pies.

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De un carro huye un hombre. Es Pedro Sánchez. Está quemado.

La vecina Elizabeth Vázquez lo ayuda a salir del fuego y lo acompaña en el piso. No puede calcularle la edad. Las quemaduras le borraron los rasgos.

Él se queja, le duele el cuerpo. Ella le pide que se concentre en cosas positivas. Él le dice que iba a recoger a su hijo, que estaba por llegar a su trabajo. Comenta que teme que los policías le roben su cartera (no se da cuenta que quedó hecha cenizas). Siente dolor. Ella le pide que se bloquee, que piense en su familia y en todo lo que queda por hacer. Se acompañan. Juntos repiten: "Padre Nuestro, que estás en el Cielo...".

Se acercan unos policías. Le gritan a Elizabeth que no estorbe. La sacan del lugar, atrás del vallado. Ella contiene la rabia.

Al día siguiente se enterará de que Pedro Sánchez aguantó sólo medio día. Tenía 58 años.

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En el negocio HomeLab esperan a una diseñadora. Varios empleados están asomados a la ventana. Ella está perdida, le dan instrucciones por teléfono y se fijan en la calle por si la ven pasar. Ella alcanza a decirles que cayó "un misil". El suelo se cimbra.

En Corpofin, casa financiera, tiembla cuando los ejecutivos están en junta. "Algo cayó del cielo", grita alguien que justo está asomado a la ventana. Se va la luz. Explota afuera. El cielo se vuelve naranja. Todos se avientan debajo de la mesa.

El financiero Alberto Gómez piensa que es una bomba. El efecto del narcoterror lo traiciona.

"Parecía una película de guerra", dice Gómez al día siguiente en la cafetería gourmet donde almuerza y donde todos los comensales tienen una historia que contar. Hasta que llegó a su casa Gómez se enteró de que uno de los tripulantes era el secretario de Gobernación.

"Lo primero que pensé fue: 'Este es el narco, guerra frontal, van a sacar al Ejército a las calles'", admite al día siguiente, con una sonrisa nerviosa.

"Todo mundo trae el show del narco contra el gobierno", afirma en el mismo restaurante el publicista Jorge González, testigo de la tragedia.

No sólo en este café el discurso de guerra hizo nido. La percepción es generalizada.
"Pensé que había sido una bomba, con eso de que mucha gente mata por matar", dice el cuidacoches Jesús Villegas, que quedó en shock al ver que algo explotó donde segundos antes había unas 15 personas.

"Esto no es casual, es un sabotaje, una venganza, un atentado contra el gobierno. Es un choque de trenes narcos-gobierno. Se necesita mano dura, aplicarles pena de muerte", opina el ingeniero Adán Rabiela, vecino de la calle Pedregal 17, que asegura haber visto 20 personas quemadas, tiradas en la banqueta.

"Es muy grave todo lo de la violencia que se desató este año, y da miedo. Antes esto sólo se veía en países como Irak o Paquistán, no aquí, se me hace un poco feo y triste", lamenta el barman del café Beretta. Aunque dice que hasta esta semana no sabía quién era el secretario Mouriño, considera que el avionazo es efecto de la violencia desatada.

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El dictamen colectivo apunta a que los culpables fueron "los narcos", así de general, esa especie de coco moderno que, aunque nadie sabe qué cosa es, vendrá y te comerá.

Son los síntomas del trauma que ha dejado "la guerra contra el narcotráfico, que costará muchas vidas"; la aceptación como destino de la colombianización mexicana; del miedo instalado en el estómago.

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El Ejército toma el control de la zona. Los funcionarios de bata de laboratorio espulgan el terreno. Los empleados de la Compañía de Luz reparan el cableado. Los policías federales hacen valla antimirones. Los judiciales del DF se quejan detrás de la valla porque no los dejan entrar. Unos perros se cuelan al área siniestrada y no precisamente para oler explosivos. Los soldados los corretean: "¡Úchtale, úchtale!". Los judiciales federales van de negocio en negocio: "¿Usted vio algo?"

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De Washington las cámaras se trasladan a Paseo de la Reforma.

Interrupción del programa porque acaba de caer una avioneta en el cruce de Palmas y Periférico. Transmisión en vivo desde el accidente. El conductor, cara de compungido, anuncia que esos escombros que se alcanzan a observar son los restos de un avión y que, versión sin confirmar de por medio, uno de los pasajeros posiblemente era el secretario de Gobernación.

En minutos lo da por cierto. Sí, era Juan Camilo Mouriño acompañado de José Luis Santiago Vasconcelos, el azote de los narcos.

Las palomitas saben diferente, como amargas. El triunfo de Barack Obama también.

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Las ambulancias están paralizadas junto al tráfico. Los fans de El Potrillo Fernández, que dará un concierto en el Auditorio Nacional, y la salida unánime de las oficinas tienen las vías paralizadas. Los carros de bomberos y las pipas de agua están en el embotellamiento.
Los vecinos de la colonia Molino del Rey se improvisan como tránsitos. Desvían a la gente, abren rutas alternas, se comunican con las ambulancias. Trasladan heridos a la lateral del Periférico para que ahí los recojan las ambulancias.

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"Por favor, me urge. ¿Alguien me puede decir dónde consigo la lista de los heridos?": es la súplica angustiada de una lectora de El Universal on line. La lista se oficializará al día siguiente. Por el momento fueron 14 muertos y más de 40 heridos.

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Margarita Camilo Chico, la vendedora de dulces, llora abrazada a su hijo que le dobla la estatura y viste chamarra negra deportiva. Se abrazan. Su quinceañero no estaba entre la lumbre. Su nieta se les abraza a los dos y juntas lloran de la pura angustia.


Melitón Valentín, esposo de Margarita, está triste. Suplica infructuosamente a los militares que lo dejen ir al Jetta a buscar el dinero que tenía apartado para pagar la letra del carro y para ver si sobrevivió la póliza de seguro.

En las noticias se ve el carro convertido en un armatoste quemado sin vidrios ni pintura.

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Unos chamacos van peinando el parque a media noche. Buscan entre los matorrales restos humanos para fotografiarlos.

Al día siguiente los voceadores de los periódicos tabloides hacen su agosto en el perímetro de la tragedia. Con altavoces y frases macabras se disputan a los mirones: "¡Llévelo, llévelo: mueren calcinados...!" "¡Muertos, heridos y quemados... Así quedaron, vea las fotos...!" "¡Vea los muertos y quemados de aquí, de las Lomas...!".


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La cultura del sospechosismo está en su auge. De pronto todo mundo es experto en aviación y tiene una fundamentada teoría.

"Si hubiera explotado en el aire los pedazos estarían regados hasta Santa Fe... Nunca lo van a decir, no les conviene... Se desplomó, es obvio... Estaba a 30 segundos de campo Marte, podía haber apagado el motor y llegar del puro vuelo... Al avión lo tiraron."

"Hable y díganos cuál es su hipótesis: ¿atentado?, ¿accidente?", invita un locutor de radio.
El veredicto unánime, por más que el secretario de Comunicaciones y Transportes se empeñe en decir que todas las evidencias apuntan a que fue un accidente aéreo, es que "fueron los narcos".

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Una cruz blanca, una treintena de veladoras y un altar sencillo con una cartulina: "Los colonos de Molino del Rey sentimos las pérdidas humanas". Los vecinos que ayudaron a salvar vidas se reúnen por las tardes para volver a encender las veladoras.

"Me dan mucha tristeza todos los muertos, también el de Gobernación, en primera porque es un ser humano, en segunda porque la suya fue una muerte horrible, en tercera porque es miembro del gabinete del presidente y es feo que no dejen al gobierno trabajar y tomen venganza", dice con velas blancas en la mano la vecina Yolanda Ramírez, todavía aturdida.

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Todos daban órdenes


GLORIA LETICIA DíAZ


Cerca de 3 mil personas, entre curiosos, testigos, paramédicos, bomberos, autoridades federales y locales, así como integrantes de las Fuerzas Armadas, llegaron a concentrarse en una zona de 500 metros, donde se diseminaron los escombros de la aeronave en la que viajaban el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, el extitular de la SIEDO, José Luis Santiago Vasconcelos, y siete personas más.

No había transcurrido mucho tiempo desde que, alrededor de las 18:45 horas del martes 4, el Learjet 45, matrícula XC-VMC, propiedad de la Secretaría de Gobernación, se precipitó a tierra e impactó sobre el cruce de las calles Ferrocarril de Cuernavaca y Pedregal, en las Lomas de Chapultepec.

A las 18:55 horas, personal de una de las coordinaciones territoriales de la Fiscalía Desconcentrada de la delegación Miguel Hidalgo, llegó al lugar de la catástrofe.

"Casi de inmediato supimos quiénes viajaban en la aeronave, y algo insólito, el que un jet se desplomara en una zona urbana tan concurrida, se volvía doblemente relevante por las víctimas", sostiene el subprocurador de Averiguaciones Previas Desconcentradas de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, Luis Genaro Vázquez Rodríguez.
En entrevista con Proceso, el funcionario, quien recibió la orden del procurador capitalino, Miguel Mancera Espinosa, y del jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard Casaubon, de encabezar las actuaciones relativas al siniestro, cuenta que más que la recolección y posterior identificación de las víctimas, "que quedaron irreconocibles por la devastación", el gran problema para realizar las primeras indagatorias fue la confusión que imperó.

Detrás de las autoridades locales acudieron "mandos federales y militares, y todos llegaron a dar órdenes: personal de la Armada de México, del Estado Mayor Presidencial, de la Fuerza Aérea Mexicana, de la I Zona Militar. Luego la Policía Federal Preventiva, la policía del DF, de la PGR, nosotros como Procuraduría, la policía judicial, los servicios de protección civil, paramédicos. Llegó un momento en que hubo tantas órdenes que el personal se confundió".

El sitio donde se estrelló la aeronave "estaba acordonado de manera improvisada, había gente que nada tenía que hacer en un lugar donde se tenía que preservar el indicio porque sus mandos no les estaban dando las indicaciones adecuadas".

Organización tortuosa

A las 20:00 horas, narra Luis Genaro Vázquez Rodríguez, una vez que la Presidencia de la República hizo oficial que Mouriño y Vasconcelos iban en el jet, "un megáfono que arrebaté a alguien que lo llevaba en el hombro fue crucial para poner orden y rescatar los restos de los nueve ocupantes del avión, así como de los cuatro transeúntes que pasaban por ahí".

Siguiendo instrucciones de Ebrard Casaubón, de "poner orden para preservar el lugar de los hechos", desde un puente de la ciclopista Vázquez Rodríguez, megáfono en mano, convocó a los responsables de las distintas instituciones a efectuar una reunión.

"Los primeros que tenemos que intervenir en este momento somos la PGJDF, porque acabamos de iniciar una averiguación previa (MH37T2/1066/O8-11) por tres delitos: homicidio culposo, lesiones y daño en propiedad ajena. Está interviniendo el Ministerio Público, ya llegaron los servicios periciales, y nos queda muy claro que por la naturaleza del hecho es materia federal, pero los primeros que llegamos aquí somos nosotros; tenemos que iniciar las actuaciones y posteriormente remitirlas a la PGR", aclaró a los presentes.

Fue así como, asegura el subprocurador, se pudo organizar el trabajo interinstitucional y dividir la zona del desastre para distribuir las competencias. "Trabajamos de la mano de la PGR; ellos aportaron peritos y ministerios públicos y asumieron la responsabilidad del levantamiento de indicios de fuselaje y del levantamiento de los restos humanos; nosotros asumimos la responsabilidad de rescatar la documentación del vuelo, que extrañamente no se calcinó, y la descripción de los daños causados a vehículos, a terceros y a los edificios del área".

En las actuaciones judiciales participaron alrededor de 40 agentes ministeriales y periciales, por cada una de las procuradurías, federal y local.

En la improvisada reunión convocada por Vázquez se organizó el trabajo de las autoridades que tenían personal armado, de manera que acordonaran y preservaran el sitio del desastre. En ello, afirma el funcionario de la procuraduría local, la labor que desempeñaron los elementos del Ejército Mexicano y de la Armada de México fue fundamental para evitar que "personal de distintas dependencias se metiera a contaminar aún más el lugar de los hechos, porque en la oscuridad todos estaban pisando indicios".

Fue hasta las 22:00 horas, con la iluminación de reflectores, cuando se pudieron recabar de manera más eficiente los restos de las víctimas.

"En un principio nos habían dicho que eran ocho pasajeros, pero en realidad eran nueve. Inicialmente no teníamos identificados a nadie. El grado de devastación era terrible, eran restos irreconocibles totalmente, calcinados, desintegrados", precisa Vázquez Rodríguez.

Afirma que la identificación de las víctimas se realizó gracias a datos aportados por familiares, funcionarios federales y amigos en las diligencias, así como a pertenencias personales que quedaron diseminadas y, sobre todo, al trabajo científico del personal del Servicio Médico Forense. De manera que a las 14:00 horas del miércoles 5 pudo concluirse la identificación de ocho de las nueve personas que viajaban en el jet, así como de dos de cuatro transeúntes cuyos restos fueron encontrados en el lugar.

Dos personas que se hallaban en tierra murieron en hospitales del ISSSTE y la Cruz Roja, en tanto que los restos del copiloto, Álvaro Sánchez y Jiménez, no han podido ser identificados plenamente, lo que hará necesario realizar pruebas de ADN.

"El primer cuerpo que fue identificado fue el del licenciado José Luis Santiago Vasconcelos, porque parte del mismo quedó proyectado en el interior del edificio dañado; en el saco había una receta médica con su nombre, y en lo que era el pantalón se encontró su credencial de elector.

"En el caso de Mouriño, se logró la identificación gracias a que en su mano llevaba una alianza de matrimonio, que tenía la fecha de su boda y un nombre: Marigeli", refiere Vázquez Rodríguez.

Entrevistado la noche del jueves 6, después de la entrega a la PGR de cinco tomos con las actuaciones realizadas por la PGJDF, explica que la documentación contiene la inspección de los hechos, el levantamiento de todos los restos, placas fotográficas, peritajes en criminalística, en valuación, en arquitectura y en incendios, así como averiguaciones previas de los lesionados, algunas de sus declaraciones, y dos videos: el de una cámara de seguridad de Bancomer y la del edificio dañado.

Después de solventar las fricciones iniciales entre distintas dependencias, servicios de emergencia y corporaciones, la experiencia que deja el desplome del avión en el que viajaban Mouriño, Santiago Vasconcelos y otras siete personas es que "puede dar lugar a establecer procedimientos sistematizados de operación, para que en una situación similar, en un futuro, todas las autoridades tengamos previsto qué hacer, en qué momento intervenir sin estorbarnos ni confundirnos".


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Su grupo, en la orfandad

ÁLVARO DELGADO

El mismo día en que asumió la Secretaría de Gobernación, el miércoles 16 de enero de este año, Juan Camilo Mouriño pretendió negar su aspiración de ser candidato presidencial y relevar a su jefe, Felipe Calderón.

"No es mi proyecto, no vengo a eso. Vengo a ser el titular de la Secretaría de Gobernación y seguramente tendré un estilo propio y distinto a quienes han ocupado la titularidad con anterioridad", expresó.

-En el argot político, como se dice, ¿se da por muerto?

-No, ese no es mi lenguaje. Lo que sí le puedo decir, asegurar, y quiero ser muy claro al respecto, es que ese no es mi proyecto ni es esa la razón por la que llego a la Secretaría de Gobernación.

Sin embargo, justamente por ese cargo, Mouriño robusteció el grupo político que comenzó a integrar desde que era coordinador del equipo de transición de Calderón y después como jefe de la Oficina de la Presidencia, el mismo que ahora -con su repentina muerte- queda en la orfandad.

Ese grupo -un subgrupo del felipismo- incluye secretarios de Estado, subsecretarios, gobernadores y delegados federales, pero también dirigentes del Partido Acción Nacional (PAN) de todas las jerarquías, así como diputados y senadores.

La tupida red de relaciones del político que nació en 1971 en Madrid, España, fue tejida gracias a su poder de asignar cargos en la estructura del gobierno federal y que usó, además, para ejercer influencia en el PAN, inclusive ya con Germán Martínez como presidente.

Aunque en el homenaje luctuoso, el jueves 6, Calderón lo describió casi como un héroe nacional y estadista sin mácula - "fue objeto de críticas y víctima de calumnias"-, Mouriño acumuló numerosas evidencias del poco aprecio por la transparencia y, sobre todo, del uso faccioso del poder público para conseguir objetivos políticos.

Jamás aclaró el uso de un pasaporte como ciudadano español después de que ya había optado por la nacionalidad mexicana, menos aún informó sobre su doble nacionalidad, y fue él quien confesó la autenticidad de los contratos que, como servidor público, firmó con Petróleos Mexicanos (Pemex) a nombre de Ivancar, S.A. de C.V., una de las empresas familiares.

Él fue, también, quien ejecutó la estrategia para integrar, primero, una mayoría afín al grupo de Calderón en el Consejo Nacional del PAN y, después, formalizar el triunfo de Martínez, cuya candidatura única exhibió la imposición desde la casa presidencial, tal como lo denunciaron numerosos panistas.

El mismo Mouriño hizo proselitismo en Ciudad del Carmen, Campeche, a bordo de una camioneta oficial de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), conducida por el delegado en esa entidad, Enrique Iván González López, según fotografías que exhibieron panistas que tomaron la sede de su partido, el 4 de mayo de 2007, inconformes con las imposiciones del entonces jefe de la Oficina de la Presidencia.

Desde ese mismo cargo, Mouriño designó a la mayoría de los delegados federales de las secretarías de Estado, que en el caso de Campeche -el estado que su familia adoptó para levantar su imperio económico- incluyó a personajes sin aptitudes, con el objetivo de ganar adeptos para el Consejo Nacional. "El gobierno federal está comprando conciencias a través de su operador Juan Camilo", acusó en su momento el diputado federal Jorge Nordhausen.

Inclusive, afirmó, Mouriño celebró una reunión en su casa, el viernes 27 de abril, previo a la celebración del Consejo Estatal, para "comprar voluntades" entre panistas del estado encabezados por la entonces presidenta estatal del PAN, Nelly Márquez.

"Sus palabras textuales fueron: 'Tengo 40 subdelegaciones, con sueldos de 20 mil a 45 mil pesos mensuales, pero nosotros vamos a ganar el Consejo Estatal y el Consejo Nacional'", aseguró Nordhausen, quien acusó: "Mouriño tiene un poder discrecional para repartir el botín, aunque los designados no den el perfil."

Por ejemplo, el delegado de la Semarnat, Iván González López, es pediatra, pero además apoyó a los candidatos perredistas en las elecciones federales. "Es un acto totalmente incongruente de parte de Mouriño. ¡Incongruencia total, porque no tiene el perfil que se requiere y además apoyó al PRD. Todos los carmelitas lo sabemos!"

-¿Y por qué lo nombró?

-Solamente porque él opera los intereses de Juan Camilo.

Es el mismo caso del nuevo delegado de la Procuraduría Agraria, Juan Manuel González Navarrete: "¡Desplazó a un panista que tenía 10 años trabajando en el sector y él es un técnico en computación. Ah, pero es operador de Mouriño!"

En la delegación del Registro Agrario Nacional, añadió, Mouriño nombró a Socorro Gamboa Vela: "¡Es una maestra de kínder! ¡Por favor! Ella también es operadora política a favor de sus intereses. Son votos cautivos".

En la subgerencia corporativa de Desarrollo Social de Petróleos Mexicanos (Pemex) también intervino Mouriño al designar a Hiram Manzanero Carillo, afirma Nordhausen: "¡Pero es maestro de karate! ¡Qué nos pasa!".

Nordhausen afirmó: "Estos actos de incongruencia tienen muy molestos a los campechanos, pero sobre todo a los panistas, como yo, que queremos regresar a la mística que teníamos, y ahora resulta que los altos funcionarios compran conciencias. ¡Mira cómo operaron la rechifla a Manuel Espino!".

En efecto, ya con una mayoría en el Consejo Nacional, la facción del PAN encabezada por Calderón sometió a Espino a un ruidoso repudio en la Asamblea Nacional celebrada el sábado 2 de junio de 2007, en León, Guanajuato.

Quienes orquestaron la rechifla fueron identificados: Alejandro Vázquez Cuevas, presidente del PAN en Veracruz y cuyo hermano Alfonso es delegado de la Secretaría del Trabajo; Guillermo Gallard, presidente de ese partido en Hidalgo, y Ulises Ramírez, quien era entonces senador por el Estado de México y luego coordinador de asesores de Mouriño.
En la rechifla intervinieron, también, panistas de Zacatecas, Chiapas, San Luis Potosí y el Distrito Federal, encabezados por Mariana Gómez del Campo, sobrina política de Calderón, muy allegada también a quien entonces ocupaba la Oficina de la Presidencia.

Justamente Gómez del Campo es la principal promotora de un aspirante al gobierno del Distrito Federal y uno de los políticos más allegados a Mouriño, el expriista poblano Javier Lozano Alarcón, secretario del Trabajo y quien, junto con César Nava, secretario particular de Calderón, le estimulaban sus aspiraciones presidenciales.

Grupo a la expectativa

Aunque era sabida su ascendencia sobre Calderón, y aun su jerarquía como jefe de gabinete, casi todos los altos funcionarios del gobierno mantenían una relación institucional con Mouriño, incluyendo a Josefina Vázquez Mota, secretaria de Educación Pública (SEP), cuya rivalidad con él venía de la campaña.

Pero había un sector que, aun con las menguadas posibilidades de aspirar a la candidatura presidencial, seguía apostando por él.

A nivel de secretarios, Mouriño mantenía una estrecha relación con Georgina Kessel, de Energía; Ernesto Cordero, de Desarrollo Social; Gerardo Ruiz Mateos, de Economía, así como con el director de Pemex, el priista Jesús Reyes-Heroles, y con la gerente corporativa de Desarrollo Social de la paraestatal, la expriista Yolanda Valladares.

Entre otros mouriñistas dentro del gabinete se encuentran Patricia Flores Elizondo, jefa de la Oficina de la Presidencia; Mario Laborín, director de Nafin y Bancomext; Patricio Patrón Laviada, exgobernador de Yucatán, y Sigritz Arzt, secretaria técnica del Consejo de Seguridad Nacional, que presidía Mouriño.

En las dos cámaras del Congreso, Mouriño logró también integrar a prosélitos: Entre los senadores más allegados se encuentran Guillermo Anaya Llamas, de Coahuila; Rodolfo Dorador, de Durango; Guillermo Padrés, de Sonora, y Alberto Villarreal, de Guanajuato.
En la Cámara de Diputados, Mouriño tenía, inclusive, un "club de admiradoras", integrado entre otras por la poblana Violeta Lagunes, la chihuanuense María Eugenia Campos y las guanajuatenses Elia Hernández y Pilar Ortega, ésta última exhibida por traficar con influencias para aprobar un trabajo académico.

Con el fin de aprobar un examen de un curso en la Universidad de Harvard, Ortega solicitó el apoyo de Jordy Herrera, subsecretario de Energía, exsecretario particular de Calderón y justamente otro de los amigos íntimos de Mouriño.

De la Oficina de la Presidencia mudó a sus colaboradores a la Secretaría de Gobernación, entre ellos a su secretario particular, Abraham Cherem Mizrahi, y a Rodrigo Fernández Igual, coordinador de agenda.

Mouriño incorporó como subsecretarios a sus amigos Cuauhtémoc Cardona, de Enlace Legislativo; Ana Teresa Aranda, de Población, Migración y Asuntos Religiosos; Irma Pía González Luna, de Normatividad de Medios, y Daniel Cabeza de Vaca, de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos.

Como oficial mayor nombró a Abel Cuevas Melo y a Arne aus den Ruthen Haag como coordinador de asesores, quien dejó el cargo en Ulises Ramírez.

Aunque parecía inexplicable la ratificación de un subsecretario que había estado con Ramírez Acuña, sobre todo si era su alumno político, Mouriño dejó en el cargo a Abraham González Uyeda, en cuyo rancho se efectuó el destape de Calderón, en 2004, y quien se incorporó al equipo de campaña como coordinador de Giras, en sustitución del también jalisciense Alonso Ulloa.

En el PAN también hizo sentir su presencia: En las secretarías del CEN, Mouriño colocó a Jorge Manzanera Quintana, secretario general adjunto, y a los secretarios de elecciones, Alejandro Villalobos Bayón, y de Fortalecimiento Interno, Javier Rodarte de la Rosa, los tres socios en Desarrollo y Operación de Campañas (Docsa), la empresa que sirvió de fachada a la actuación del español Antonio Solá en la guerra sucia de 2006.

Al inicio de la gestión del actual Comité Ejecutivo Nacional, y por influencia de Mouriño, fue nombrado secretario general el senador coahuilense Guillermo Anaya Llamas, compadre de Calderón, pero Martínez logró sustituirlo por su amigo Rogelio Carvajal.
Aunque adversarios, por ser parte de subgrupos distintos, Mouriño y Martínez trabajaron juntos, y aun éste hizo una defensa abierta de quien era secretario de Gobernación, cuando estaba en auge el escándalo de los contratos:

"Él es una muestra de la nueva clase política que está construyendo el país, una buena muestra de profesionalismo, de decencia pública y capacidad... ¡Eso representa Juan Camilo Mouriño!"