Lucran con el dolor de las víctimas
Tomados de La Jornada, Helguera, El Fisgón y Rocha y El Universal, Naranjo.
Para la televisión y la radio lo que vale es el rating, no importa si es a causa de un atentado, la elección presidencial de Estados Unidos o una desgracia mayúscula como un terremoto o las inundaciones. La trágica muerte de 14 personas el pasado martes sustituyó el espectáculo de las elecciones en Estados Unidos. Día y noche los noticieros de Televisa y TV Azteca saturan las pantallas con una sola noticia: la muerte de Juan Camilo Mouriño Terrazo. El dolor de sus deudos poco importa, todo se vale a la hora de elevar el mentado rating.
Para la corrupta política mexicana tampoco hay límites. La muerte de las 14 personas ha sido utilizada para trata de limpiar la imagen de dos de los fallecidos. Con discursos llenos de mentiras –“su doloroso deceso ocurrió en la plenitud de sus vidas, cuando contribuían con su talento, experiencia y energía al progreso y al bienestar de la patria”-, hechos para llevar agua a su molino demostraron su estatura política: “desde la Secretaría de Gobernación trabajó por el bien de la Patria al promover el diálogo y el acuerdo con los Poderes de la Unión, especialmente con el Legislativo. Su labor fue fundamental para avanzar en diversas reformas, entre ellas la reforma en materia de Seguridad y Justicia o la reforma para el Fortalecimiento de Petróleos Mexicanos”. En el colmo del descaro: “Puedo asegurar que fue un hombre franco y honesto, con una extraordinaria capacidad para resolver problemas. Como el demócrata que era, el licenciado Mouriño estaba convencido de que el diálogo y la pluralidad política enriquecen y fortalecen a la democracia y la vida pública del país. Con el doloroso fallecimiento de Juan Camilo, nuestro país ha perdido a un gran hombre, inteligente, leal, comprometido con sus ideales y apasionado de México; un hombre honesto y trabajador”. Y entrados en gastos: “Sabemos que son bienaventurados los limpios de corazón, bienaventurados los pacíficos, bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, bienaventurados los que por causa de lo alto son insultados y se diga toda clase de calumnias en su contra, porque su recompensa será grande”. Estas fueron las palabras pronunciadas por el pelele Felipe Calderón Hinojosa en la ceremonia luctuosa efectuada en el Campo Militar Marte.
La lamentable muerte de 14 seres humanos, incluidos Juan Camilo Mouriño Terrazo y José Luis Santiago Vasconcelos, no debería ser motivo para proselitismo político, toda vez que su deceso trajo consigo el fallecimiento de otros tantos inocentes y heridas a otras 40 personas, que ni la debían ni la temían. No se puede lucrar con el dolor de los familiares de las víctimas para ganar el rating publicitario o el político. El respeto por las personas debería empezar por los poderes fácticos y los políticos transas que se reunieron –por enésima vez- en un pacto de impunidad. ¿Cómo es posible que se hable de honestidad y valores humanos en presencia de tanto corrupto como los góbers preciosos de Puebla, Mario Marín, y de Oaxaca, Ulises Ruiz? ¿Qué sabrán de justicia y rendición de cuentas personajes tan oscuros como Manlio Fabio Beltrones, Germán Martínez, Guadalupe Acosta Naranjo o Emilio Gamboa Patrón?
Por otra parte, la muerte de Mouriño Terrazo –terrible y dolorosa para sus familiares- de ninguna manera borra los hechos, ni mucho menos modifica la historia. Vicente Fox Quesada será recordado como un traidor a la democracia y un corrupto que se enriqueció robando al país y haciendo negocios sucios al amparo del poder. Carlos Salinas de Gortari después de 14 años es recordado por sus raterías y es repudiado por la inmensa mayoría de mexicanos. Juan Camilo Mouriño Terrazo será recordado –obviamente no por sus familiares ni personas que lo quieren y quisieron- como el traficante de influencias que utilizó los cargos públicos para beneficiar a las empresas familiares que el encabezaba, siendo funcionario federal. Los contratos firmados con Pemex, cuando el era apoderado legal del Grupo Energético del Sureste (GES), fueron reconocidos por el mismo, luego de ser acorralado. Antes de su muerte se dieron a conocer otros contratos para la venta de gas con el IMSS, que dirige otro corrupto panista, Juan Molinar Horcasitas. Los hechos quedan, la muerte no los borra. Si quieren escribir otra historia, entonces transparenten los negocios de los Mouriño. Hoy se dio un lamentable espectáculo en una ceremonia luctuosa que fue irrespetuosa del dolor familiar y de la memoria del amigo que se dijo querer.
¿Por qué insistir en lo del accidente antes de contar con los elementos que prueben de manera irrefutable el hecho? Tanta insistencia crea un mayor recelo entre la ciudadanía, para quien el desplome del jet fue obra de los capos del narcotráfico. Se necesitará mucho más que el bombardeo mediático para quitar esa creencia. Si no, pregúntele al innombrable Salinas de Gortari.
La siguiente colaboración fue tomada del periódico La Jornada.
Para la corrupta política mexicana tampoco hay límites. La muerte de las 14 personas ha sido utilizada para trata de limpiar la imagen de dos de los fallecidos. Con discursos llenos de mentiras –“su doloroso deceso ocurrió en la plenitud de sus vidas, cuando contribuían con su talento, experiencia y energía al progreso y al bienestar de la patria”-, hechos para llevar agua a su molino demostraron su estatura política: “desde la Secretaría de Gobernación trabajó por el bien de la Patria al promover el diálogo y el acuerdo con los Poderes de la Unión, especialmente con el Legislativo. Su labor fue fundamental para avanzar en diversas reformas, entre ellas la reforma en materia de Seguridad y Justicia o la reforma para el Fortalecimiento de Petróleos Mexicanos”. En el colmo del descaro: “Puedo asegurar que fue un hombre franco y honesto, con una extraordinaria capacidad para resolver problemas. Como el demócrata que era, el licenciado Mouriño estaba convencido de que el diálogo y la pluralidad política enriquecen y fortalecen a la democracia y la vida pública del país. Con el doloroso fallecimiento de Juan Camilo, nuestro país ha perdido a un gran hombre, inteligente, leal, comprometido con sus ideales y apasionado de México; un hombre honesto y trabajador”. Y entrados en gastos: “Sabemos que son bienaventurados los limpios de corazón, bienaventurados los pacíficos, bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, bienaventurados los que por causa de lo alto son insultados y se diga toda clase de calumnias en su contra, porque su recompensa será grande”. Estas fueron las palabras pronunciadas por el pelele Felipe Calderón Hinojosa en la ceremonia luctuosa efectuada en el Campo Militar Marte.
La lamentable muerte de 14 seres humanos, incluidos Juan Camilo Mouriño Terrazo y José Luis Santiago Vasconcelos, no debería ser motivo para proselitismo político, toda vez que su deceso trajo consigo el fallecimiento de otros tantos inocentes y heridas a otras 40 personas, que ni la debían ni la temían. No se puede lucrar con el dolor de los familiares de las víctimas para ganar el rating publicitario o el político. El respeto por las personas debería empezar por los poderes fácticos y los políticos transas que se reunieron –por enésima vez- en un pacto de impunidad. ¿Cómo es posible que se hable de honestidad y valores humanos en presencia de tanto corrupto como los góbers preciosos de Puebla, Mario Marín, y de Oaxaca, Ulises Ruiz? ¿Qué sabrán de justicia y rendición de cuentas personajes tan oscuros como Manlio Fabio Beltrones, Germán Martínez, Guadalupe Acosta Naranjo o Emilio Gamboa Patrón?
Por otra parte, la muerte de Mouriño Terrazo –terrible y dolorosa para sus familiares- de ninguna manera borra los hechos, ni mucho menos modifica la historia. Vicente Fox Quesada será recordado como un traidor a la democracia y un corrupto que se enriqueció robando al país y haciendo negocios sucios al amparo del poder. Carlos Salinas de Gortari después de 14 años es recordado por sus raterías y es repudiado por la inmensa mayoría de mexicanos. Juan Camilo Mouriño Terrazo será recordado –obviamente no por sus familiares ni personas que lo quieren y quisieron- como el traficante de influencias que utilizó los cargos públicos para beneficiar a las empresas familiares que el encabezaba, siendo funcionario federal. Los contratos firmados con Pemex, cuando el era apoderado legal del Grupo Energético del Sureste (GES), fueron reconocidos por el mismo, luego de ser acorralado. Antes de su muerte se dieron a conocer otros contratos para la venta de gas con el IMSS, que dirige otro corrupto panista, Juan Molinar Horcasitas. Los hechos quedan, la muerte no los borra. Si quieren escribir otra historia, entonces transparenten los negocios de los Mouriño. Hoy se dio un lamentable espectáculo en una ceremonia luctuosa que fue irrespetuosa del dolor familiar y de la memoria del amigo que se dijo querer.
¿Por qué insistir en lo del accidente antes de contar con los elementos que prueben de manera irrefutable el hecho? Tanta insistencia crea un mayor recelo entre la ciudadanía, para quien el desplome del jet fue obra de los capos del narcotráfico. Se necesitará mucho más que el bombardeo mediático para quitar esa creencia. Si no, pregúntele al innombrable Salinas de Gortari.
La siguiente colaboración fue tomada del periódico La Jornada.
Lo insólito en la realidad
Octavio Rodríguez Araujo
Por momentos perdí conciencia de que lo que estaba viendo en la televisión eran las noticias y no una película. Una película con final feliz en la que un joven mestizo (más negro que blanco por el color de su piel), con un padre ausente y una madre romántica y luchadora (ambos fallecidos hace años), se fraguaba su destino con voluntad y audacia para terminar derrotando a un blanco que hace ocho o 20 años hubiera sido el prototipo del candidato para gobernar Estados Unidos. Cuando los datos de CNN iban surgiendo en la pantalla la emoción crecía. Cuando Barack Obama rebasó los 270 votos electorales la “película” que estaba viendo en la televisión comenzó a perfilar la realidad de un hecho histórico: en un país con 75 por ciento de población blanca ganaba un negro y en estados con población blanca entre 85 y 100 por ciento (ver mapa en http://en.wikipedia.org/wiki/Image:New_2000_white_percent.gif) de la población también votó mayoritariamente por un negro, sobre todo de Minnesota a Maine. Algo insólito. Cuando los datos fueron demostrando el triunfo de Obama en el Senado y en la Cámara de Representantes y, obviamente, en la presidencial, donde alcanzó 349 votos electorales, 186 más que John McCain, la “película” había llegado casi a su fin, pero faltaba la parte sensible que toda buena película debe contener: primero el discurso de McCain y luego el de Obama, ambos muy buenos y emotivos. Un final feliz en el que los sentimientos se desbordaron entre los asistentes (el reverendo Jesse Jackson y Oprah Winfrey, por ejemplo, llorando).
Hace un par de años nadie hubiera imaginado que ocurriría este fenómeno, pues pese a los resultados electorales el racismo es una realidad vigente en Estados Unidos. La población negra es la mayor víctima del desempleo, casi el doble que el porcentaje promedio nacional; el ingreso promedio de una familia negra es 38 por ciento menor que el ingreso promedio de una familia blanca y, en tanto menos de 11 por ciento de la población blanca vive por debajo de la línea de pobreza, para la población negra el porcentaje es 24. En educación y salud se dan diferencias semejantes. Sin embargo, esos mismos blancos menos desafortunados que los negros, y también los prósperos del este y el oeste, votaron en mayoría por un negro. ¿Votaron por un afroestadunidense o contra Bush? Algunos analistas afirman que el color de la piel no importó esta vez, sino la guerra en Irak y la crisis económica. No dudo que en parte tengan razón, pero tocó la casualidad de que en esta ocasión quien enarboló propuestas anti-Bush fue un negro, y no sólo ganó, sino que arrasó con una participación también poco común en las elecciones de ese país: alrededor de 66 por ciento y gente haciendo fila desde las cuatro de la mañana. Vale recordar que cuando Obama le ganó a la señora Clinton en las primarias del Partido Demócrata todavía no estallaba la crisis económica en ese país. Este es otro dato que no puede desdeñarse.
En 1964 Irving Wallace escribió The Man (El hombre), novela publicada antes de que fuera aprobada la 25 enmienda a la Constitución de Estados Unidos. En esta novela el senador Douglass Dilman (afrodescendiente), quien había sido elegido con base en deferencia a su raza por parte de los blancos y no por méritos personales excepcionales, se convirtió en presidente de esa nación a consecuencia de un accidente que llevó a la muerte al titular del Ejecutivo, y dado que su vicepresidente declinó por razones de edad y de salud. Dilman tuvo el gobierno, pero los poderes fácticos, como se les llama ahora, no quisieron que tuviera el poder, lo que podría ocurrirle a Obama. La novela fue un bestseller de más de 800 páginas, difíciles de abandonar incluso para comer. Fue una novela provocadora en más de un sentido, pues en aquellos tiempos era impensable que pudiera ser realidad que un negro ocupara la Casa Blanca, incluso que votara en los estados del sur, o que entrara al baño de blancos o a un restaurante donde se decía que estaba prohibida la entrada a animales, negros y mexicanos. Así eran las cosas entonces. Cuando los derechos civiles ya estaban en curso y el racismo estadunidense se había vuelto menos duro, Hollywood se atrevió a convertir la novela en una película (1972), con James Earl Jones en el papel de Dilman. La segregación racial ya no era igual y continuaría disminuyendo sin desaparecer totalmente (¿dónde sí?). Lo ocurrido el martes pasado, se vea como se quiera ver, es un hecho histórico: un voto a la esperanza y al cambio, que ofreció Obama, y un voto al hijo de un keniano que ni siquiera era ciudadano de Estados Unidos. Ni Wallace hubiera imaginado esto, aunque se hubiera tratado de un voto de castigo a los grandes errores de Bush y sus dos elecciones fraudulentas.
Mis amigos de la ultraizquierda de Estados Unidos (y de México) han dicho, incluso por escrito, que McCain y Obama son lo mismo, e invitaron a no votar por el menos peor sino por los candidatos alternativos, tales como Nader. Esto es pensar linealmente y con anteojeras pero, al parecer, nadie les hizo caso. Si yo fuera ciudadano de ese país tampoco les hubiera hecho caso y hubiera votado por Obama, por la misma razón por la que voté por López Obrador aunque no sea socialista.
Ya podré sacar de nuevo mi visa para Estados Unidos, después del próximo 20 de enero.
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