progressif

jueves, enero 24, 2008

"Justicia" a la mexicana







Tomados de La Jornada, Hernández, Helguera, El Fisgón y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.

Como es sabido la justicia en México no existe, más bien se trata de una suerte de negocios entre jueces y abogados, además de que se encarcela a quien sea bajo consigna. Por ser un peligro para México, dicen. De los 147 pobladores de San Salvador Atenco que fueron detenidos luego del asalto a esa población por parte de la policía federal y local en mayo de 2006 la mayoría –91- han ganado amparos federales. En palabras llanas no se les pudieron comprobar los delitos de ataques a las vías de comunicación, asociación delictuosa, secuestro, etc. Todos los cargos, que como machote los gobiernos del PRIAN y algunos del PRD, aplican a los luchadores sociales.

Sin embargo, siguen presos en la cárcel de máxima seguridad federal del Altiplano –antes Almoloya y luego La Palma- los principales líderes de la comunidad, que se opuso a la construcción del aeropuerto. Ese fue su “delito” defender sus tierras ante la arbitrariedad del traidor y corrupto Vicente Fox Quesada, quien pretendía hacer otro de sus millonarios negocios a expensas del erario. Ya habían comprado tierras aledañas a lo que sería el aeropuerto y a los campesinos pretendían pagarles precios de risa por sus propiedades.

Y como de farsas se trata ahora el Consejo Coordinador Empresarial –esos que hicieron el fraude junto al espurio Felipe Calderón Hinojosa- anunció que se sumará al Programa de Apoyo Familiar para reducir el precio de 300 productos de la canasta básica. Claro, junto con las tiendas de autoservicio quieren hacer caravana con sombrero ajeno, pues serán los productores quienes carguen con las rebajas. ¿Pero, no que México tenía blindada su economía, que nada de esto era necesario? ¿Entonces para qué pactos?
Y como el corrupto Fox Quesada, el pelele Calderón Hinojosa no pierde oportunidad para ponerse a la "altura" de Salvaje de Guanajuato. Ayer declaró lo siguiente:
El presidente Felipe Calderón se dijo “tranquilo” ante la incertidumbre que vive la economía estadunidense. “Estamos decididos a convertir los riesgos en oportunidades”, señaló ante miembros de la Asociación Mexicana de Fondos Inmobiliarios y de Infraestructura, quienes, a su vez, informaron que en los próximos cuatro años prevén invertir, sólo en proyectos inmobiliarios, 25 mil millones de dólares, con lo que se generarán 1.5 millones de empleos directos, indirectos y temporales vinculados a esta industria.

Inclusive, dijo que la “cautela” con la que actuarán los inversionistas ante la difícil situación económica internacional, beneficiará al país, pues los índices macroeconómicos se encuentran sólidos y estables, con lo cuales los inversionistas nacionales y extranjeros verán a México como un buen destino para invertir.
La Jornada, 24 de enero de 2008.

Ahora no sabemos quien de los dos "ilustres" panistas es "el más sabio".



A continuación un análisis tomado de la revista Proceso.











Calderonomics o la nanocracia


jenaro villamil

México, D.F., 23 de enero (apo).- Durante el sexenio de Miguel de la Madrid se acuñó el término tecnocracia para describir a la nueva generación de funcionarios de primer nivel, con un cúmulo de maestrías y doctorados en universidades extranjeras, especialistas en economía pero sin ningún cargo de elección popular previo.

Su sucesor, Carlos Salinas, el tecnócrata por excelencia, negó siempre este término por considerarlo peyorativo, y se inventó a sí mismo el mote de “modernizador”. Ernesto Zedillo llegó al poder con las mismas herramientas que De la Madrid y Salinas: su dogmatismo monetarista y su desdén hacia la política tradicional.

Con Vicente Fox los tecnócratas siguieron controlando los centros neurálgicos de las decisiones económicas, diplomáticas y sociales, en conflictiva relación con los “gerentes” o empresarios que se incorporaron al gobierno sin ninguna experiencia previa en gestión pública.

Francisco Gil Díaz, el maestro de una generación de funcionarios de las finanzas públicas, se mantuvo al frente de la Secretaría de Hacienda durante seis años, extraño privilegio que sólo compartió con Pedro Cerisola, titular de Comunicaciones y Transportes.

El gobierno de Felipe Calderón se ha ido transformando ya no en un gobierno de gerentes o de tecnócratas sino en una nueva generación de funcionarios que se perfilan como la involución de la tecnocracia y de los gerentes: los nanócratas. Es decir, el gobierno de los estudiosos en el control y manipulación de las micropartículas de las áreas públicas, sin visión de Estado ni de elite ni de nación.

El término nanocracia proviene de nanotecnología, palabra común en las ciencias médicas para designar a los especialistas en computación cuántica y motores moleculares.

Los nanócratas en la política no ven la realidad sino como un nano (la mil millonésima parte de un metro) y prefieren venderse no como especialistas en algo sino como artesanos de la operación corta. Del poder del picaporte al picaporte con poder.

Los cambios recientes en el gabinete configuran a esta nueva generación de nanócratas: Juan Camilo Mouriño, nuevo titular de Gobernación; Ernesto Cordero, flamante secretario de Desarrollo Social, y los jóvenes del entorno calderonista: César Nava, jefe de la oficina presidencial; Alejandra Sota Mirafuentes, responsable ahora del discurso presidencial, imagen y análisis político, y Patricia Flores Elizondo, titular de la Coordinación de Administración de Los Pinos.

El problema de esta nueva generación de funcionarios no radica en su juventud sino en la ausencia de un currículum tecnocrático, gerencial o partidista que los acredite para los cargos de alto nivel de responsabilidad.

Se les conoce en función de su cercanía con Calderón, no en razón de sus méritos burocráticos, legislativos o intelectuales. Son nanócratas porque se han vuelto parte del entorno milimétrico de Los Pinos que confunde la realidad del país con las necesidades de control y de liderazgo a corto plazo de la casa presidencial.

El caso más emblemático es el de Juan Camilo Mouriño. Más allá de si es madrileño, gallego o campechano, Mouriño Terrazo encabezará la secretaría responsable de las áreas claves de la política y la seguridad nacionales sin tener una trayectoria mínima para ello.

Su paso por alguna universidad de Tampa, Florida, su papel como diputado y su cercanía a Calderón desde la Secretaría de Energía lo perfilan como un buen colaborador del presidente, no como un ministro del Interior.

Mouriño ni siquiera cuenta con el perfil tradicional de un panista sino de un eficaz gestor de recursos que le sirvió a Calderón para la campaña electoral.

Una especie de Lino Korrodi al que pretenden convertir por golpe de suerte en la reencarnación del mismísimo Fernando Gutiérrez Barrios. Sus promotores, con más lambisconería que realismo, ya lo perfilan como aspirante presidencial para el 2012.

El otro caso es el de Ernesto Cordero. Como Mouriño, al licenciado en Actuaría por el ITAM no lo distingue su conocimiento de la política social y mucho menos del combate a la pobreza, sino su breve trayectoria burocrática a la sombra de Calderón.

Fue subsecretario de Planeación Energética y Desarrollo Tecnológico cuando el actual presidente era titular de Energía. Luego fue director de Administración Integral de Riesgos en Banobras cuando Calderón estuvo al frente de este organismo, y finalmente se desempeñó como director general de la fundación “Miguel Estrada Iturbide” de la fracción panista en la Cámara de Diputados, durante la época en que Calderón coordinaba la fracción.

La nanocracia tiene ahora la responsabilidad de los dos pilares gubernamentales: política interior y política social.

En los asuntos públicos pueden reproducir los mismos riesgos que la nanotecnología: caer en una alta toxicidad potencial a partir de las nanosustancias que distorsionan las moléculas y el sistema inmunológico. Eso es mucho más riesgoso para la salud política de un país que reclama estadistas y no microprocesadores de las decisiones públicas.

Comentarios: jenarovi@yahoo.com.mx



La siguiente es una colaboración tomada del periódico La Jornada.










Cambios y retos

Octavio Rodríguez Araujo


Los cambios en el gabinete de Calderón no son meros ajustes ni facturas pagadas y archivadas. Mouriño, al margen de todo lo que se ha dicho de él, es un operador político, el más importante que tiene Los Pinos para tratar y negociar, no con la oposición, sino con los posibles aliados (el PRI en primer lugar). La Secretaría de Gobernación había sido, por décadas de priísmo, una suerte de vicepresidencia. El último secretario fuerte en Bucareli fue Fernando Gutiérrez Barrios. Después de él desfilaron por el Palacio de Covián personajes menos fuertes, pero no precisamente decorativos: González Blanco, Carpizo, Moctezuma (el más débil de este conjunto), Chuayffet, Labastida (también débil) y Carrasco.

Con el oaxaqueño Carrasco, ahora panista, se acabaron los más o menos poderosos secretarios de Gobernación. Luego vinieron los francamente débiles: Creel, Abascal y Ramírez Acuña, políticos sin poder ni iniciativa, empleados a secas del presidente en turno. Con el cambio Ramírez-Mouriño se intenta recuperar al secretario fuerte, aunque no se podrá regresar al pasado, entre otras cosas porque la política ya no es como antes. Ahora hay demasiadas cámaras y luces encima de las acciones gubernamentales como para que se pueda reinstaurar la política caciquil y temida del pasado.

En el PAN y en Los Pinos El Yunque ha sido desplazado, y siguen los ajustes. El calderonismo se está convirtiendo en una realidad, con Mouriño, con Cordero, con Germán Martínez, todos de su confianza, del círculo interno. El objetivo del calderonismo es garantizarse el poder más allá de este sexenio, y no le será tan fácil. Este año habrá seis elecciones locales y en ellas el PAN no tendrá muchas probabilidades de ganar posiciones importantes, por lo que las baterías apuntarán más a la de diputados en 2009, cuando Calderón-Mouriño tendrán que demostrarle al PRI que las alianzas valen la pena, porque este partido no ha doblado las manos y va por lo mismo, incluida la Presidencia en 2012.

La estrategia que se seguirá no es difícil adivinarla: me apoyas y te apoyo, reparto de poder que sólo se romperá si el PRI verdaderamente se recompone, lo cual se duda, por lo menos en estos momentos. En el tránsito, esa alianza servirá para llevar a cabo las reformas neoliberales que ya conocemos, incluidas las participaciones privadas (extranjeras y nacionales) en petróleo (y derivados) y en electricidad. El prianismo no es un mote, sino una realidad, no sólo porque así lo quisieron e hicieron, exitosamente, Salinas de Gortari y Zedillo (incluso dejando atrás al viejo PRI), sino porque los proyectos económicos realmente importantes para ellos, que no para México, son compartidos. Los negocios también.

La única oposición que el PAN y el PRI podrían tener está en el PRD, siempre y cuando este partido entienda su papel histórico para modificar el rumbo, cada vez más evidente, que están imponiendo los panpristas (otra manera de llamarlos).

En 2006 el PRD fue la segunda fuerza electoral del país, pero no ahora. En las elecciones locales de este año (2008) el sol azteca es y será muy débil en Coahuila y, con las excepciones de Baja California Sur y de Guerrero, en los demás estados tendrá que competir con dificultades con el PRI. Ya no digamos en los comicios locales de 2009: de seis gobiernos estatales en disputa, no tiene posibilidades de ganar siquiera uno; de 12 diputaciones locales sólo tendrá mayoría en el Distrito Federal y quién sabe si en Tabasco, dados los efectos de las inundaciones y la percepción que tengan para entonces los damnificados de su situación y de las ayudas que recibieron.

Si los perredistas todos logran entender, en sus elecciones internas, la importancia del partido y no de la hegemonía de sus corrientes y tribus, puede ser que esté mejor pertrechado para las batallas que tendrá que enfrentar este año y el siguiente, que son claves para 2012, como bien lo ha entendido Calderón (aunque me moleste decirlo). Si sus adversarios, en diferentes partidos, hacen alianzas, más deberían establecerlas los de un mismo partido, en este caso los del PRD. Si no las hacen, si no anteponen lo importante sobre lo ratonil, unos ganarán sobre otros, pero su partido perderá. No es difícil entenderlo, ¿o sí? El PRD no sólo tiene retos enfrente, sino también una responsabilidad histórica: salvar al país de sus depredadores internos y externos. ¿Estará a la altura?