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lunes, noviembre 19, 2007

Doble cara del alto clero católico, linchamiento mediático premeditado










Zócalo de la Ciudad de México, 18 de noviembre de 2007.








Tomados de La Jornada, Hernández, Helguera y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.



Justo cuando la fuerza y organización demostrada por la Convención Nacional Democrática (CND) se hace patente. Vuelve el cerco informativo a lo que es de verdad importante. Sin minimizar el hecho de que fieles -que nunca han sido numerosos- fueran interrumpidos en su misa dominical, se trata de un burdo intento de manipular la opinión pública y el suceso es tomado como ariete para desviar la atención de que ayer decenas de miles siguen creyendo que hubo fraude, que Felipe Calderón Hinojosa es un pelele y que el alto clero católico apoya a los corruptos de México.

Y es que los representantes del gobierno legítimo son decenas de miles -más de un millón en todo el país y sigue creciendo- y las acciones concretas para la defensa de los recursos naturales, de los derechos humanos, la libertad de los presos políticos -tantos hoy como en los regímenes priístas- y la organización grupal vecinal son una realidad. Ya no es una masa informe, se trata de la ciudadanía organizada. Por eso se recrudece el ataque de los medios, de los poderes fácticos, del gobierno pirata y de la Iglesia católica. Todos ellos son tocados y desenmascarados en la cinta Fraude: México 2006. Por eso utilizan un altercado menor -los insultos y jaloneos fueron de ambos lados- para engañar al público del país. Los videos que no pasaron en la televisión y los audios que no fueron transmitidos en la radio ponen a cada uno en su lugar.

La embestida mediática por los sucesos –reprobables sí, pero sobredimensionados, como siempre- ocurridos en la catedral metropolitana, no es nueva. Pocos minutos después del altercado, los medios paleros ya editorializaban con graves desinformaciones y pedían la caída de cabezas. Eso habla de una línea dictada desde el único lugar que puede volver en tan poco tiempo uniforme la desinformación, es decir la orden sólo pudo partir de Gobernación.

Una provocación en la que tal vez cayeron algunos –no tantos, pues la imágenes no muestran los 150 o 200, que según dice la iglesia fueron- o en la que participaron infiltrados –como siempre- para intentar desacreditar un movimiento organizado, democrático y pacifista.

Por el video presentado en el diario Reforma, se puede al menos concluir que la entrada de manifestantes estaba prevista, pues hasta se contaba con un buen número de fotógrafos. Otro dato es que quienes estaban en el interior cercaron con bancas el altar. Una acción presumiblemente pactada con anterioridad. Ahora acusan que otros fueron los que “maltrataron” las bancas.

Desmesura en el uso del lenguaje por parte de quienes –por credo, por enseñanza, por convicción- deben guardar la compostura, las buenas costumbres y el llamado a la paz. Pero tal parece que el vocero de la arquidiócesis tiene línea de hacer todo lo contrario. Las palabras –a igual que las escritas en el semanario Desde la Fe- son violentas y provocadoras, todo lo contrario a las enseñanzas de Cristo. Usar términos como terrorismo o actos de terror, es mentir con descaro. Porque de ser así, los indígenas, los parroquianos que se confiesan o los feligreses en general deben “sentir terror” cuando los voceros de la Iglesia católica, apoyan a los represores, ayudan a los pederastas o sufren las amenazas de irse al infierno –aunque ya no exista por obra y gracia del Papa-, mientras son dejados a su suerte cuando son reprimidos por la policía- con lujo de violencia- como en Guadalajara, Oaxaca, Atenco, y Guerrero, por citar algunos casos.

Ante esos hechos y los asesinatos cotidianos de campesinos por parte de caciques y terratenientes, la Iglesia católica guarda silencio y en el mejor de los casos, hace una condena tibia. En el peor –como en octubre de 1968- hace un llamado a los padres a que no dejen salir a sus hijos, porque ellos son los causantes de los desmanes y es su culpa que los mataran. Esa es la verdadera cara del alto clero católico mexicano y mundial. Excepciones hay, como son los casos del obispo en retiro Samuel Ruiz o del obispo de Saltillo, Raúl Vera, por citar algunos. Este último dejado a su suerte y ese sí amenazado de muerte por defender a 13 prostitutas que fueron violadas por militares, la mayoría de los cuales no tuvo condena alguna y sólo dos fueron condenados a una pena mediana respecto al daño físico, material y psicológico que ocasionaron a sus víctimas al violarlas reiteradamente, con el uso de las armas de cargo y la superioridad numérica.

¿Entonces a que “terror” se refiere el sacerdote Hugo Valdemar? ¿Al que causa la propia Iglesia, al que causa el sacerdote pederasta, que es cobijado por la Iglesia? ¿Al de los militares y cuerpos policiacos que son encubiertos con la complicidad del silencio por parte de la Iglesia? ¿O al terrorismo verbal que utiliza cada vez que quiere minimizar la inconformidad y el coraje que sienten cientos de miles de ciudadanos que se reúnen en la Convención Nacional Democrática para forjar estrategias de lucha ante los agravios de decenas de años? ¿A quienes protegen Valdemar, Rivera Carrera, Sandoval Iñiguez, Cepeda? ¿A los ricos y corruptos de siempre como se ve en el documental Fraude: México 2006? ¿Esa fue la causa del montaje? Una cosa es cierta provocaciones como la de ayer al echar las campanas al vuelo durante más de 10 minutos, han sucedido en otras ocasiones, los videos están de prueba. Tal vez el pueblo ya se cansó de llevar siempre las de perder. El buen juez por su casa empieza y para exigir respeto, primero hay que darlo a los demás, máxime cuando se trata también de católicos que se reúnen por voluntad propia en número de decenas de miles. ¿La sensibilidad de la que hacen gala los del alto clero, no pudo hacer que las campañas sonaran menos tiempo y en menor número? O ¿se trato de un plan bien organizado?








A continuación una nota sobre el tema tomada de La Jornada.











Prolongado tañido de las campanas de Catedral irrita a asistentes a la CND

Partidarios de López Obrador entran al templo para denunciar boicot al encuentro

El recinto, cerrado hasta que sea posible “ejercer la libertad de culto”, anuncia la curia



Gabriel León, Alma E. Muñoz y Enrique Méndez



Justo cuando se realizaba en el Zócalo la tercera asamblea de la Convención Nacional Democrática (CND), encabezada por Andrés Manuel López Obrador, de manera inusual las campanas de la Catedral Metropolitana repicaron durante más de 12 minutos, lo que provocó la ira de decenas de simpatizantes del perredista que irrumpieron en el templo, donde acusaron al cardenal Norberto Rivera Carrera de pretender boicotear el acto.

A un costado del altar mayor del recinto se suscitó un agrio intercambio verbal entre los fieles congregados para la misa del mediodía y los asistentes a la asamblea. Mientras los primeros exigían respeto, los segundos coreaban: “¡Obrador! ¡Obrador!”

En respuesta a lo ocurrido, por la noche la Arquidiócesis de México anunció el cierre de la Catedral “hasta que los gobiernos federal y local garanticen condiciones para el ejercicio de la libertad de culto”.

Antes de la acostumbrada misa dominical del mediodía –sin la presencia del arzobispo Rivera, quien se encuentra en Roma–, las campanas fueron hechas sonar una sola vez, cuando regularmente se hace en tres ocasiones.

Según el vocero de la arquidiócesis, Hugo Valdemar, la duración de cada llamado es de tres a cinco minutos; el primero se realiza media hora antes de la celebración litúrgica, el segundo 15 minutos más tarde y el tercero cinco minutos antes de la ceremonia, con la posibilidad de prolongarse el doble de tiempo. Este último coincide con el ángelus, que marca el inicio de la misa.

Pero ayer sólo repicaron las campanas una vez –al 10 para las 12–, por alrededor de 12 minutos, lo que para los asistentes a la CND fue “un acto de provocación”.

Desde el templete instalado en el Zócalo, la senadora Rosario Ibarra de Piedra –quien en esos momentos había tomado la palabra para hacer un análisis sobre la situación de los derechos humanos en el país– destacó el hecho.

“¿Será que las campanas saludan a esta convención, o querrán hacer que callen las voces del pueblo? Hay que indagarlo”, sugirió Rosario Ibarra.

Al mismo tiempo, un grupo de simpatizantes de López Obrador entró por sorpresa en el recinto, por espacio de 10 minutos, sin dar tiempo a los elementos de seguridad de cerrar las puertas, como en ocasiones anteriores han hecho tras las interrupciones a homilías del cardenal, en protesta por sus posiciones políticas.

Los hechos fueron calificados por el deán de la catedral, Rubén Ávila, de “acto terrorista”, y anunció que se interpondrá una denuncia de hechos contra quien resulte responsable.

A su vez, Hugo Valdemar anunció en entrevista posterior que se imputarán delitos por daños en propiedad de la nación y agresiones a los fieles.

A punto de liarse a golpes con feligreses, los inconformes exigían a la arquidiócesis, a un costado del altar mayor de la Catedral, una explicación por el repicar las campanas cuando se desarrollaba la tercera asamblea de la CND.

En cuestión de segundos ocuparon uno de los pasillos laterales del templo, lo que propició el retraso de la misa por unos 15 minutos y la huida del deán Ávila, quien iba a oficiar, hacia la sacristía.

Los activistas se enfrascaron en un intercambio de insultos con laicos, fieles, personal de seguridad y religiosos.

En respuesta, algunos fieles les recriminaban su actuar, pedían a Dios que los perdonara por “rijosos y rateros” e intentaban tomarles fotografías, lo que enardeció aún más a los manifestantes.

Transcurridos 10 minutos, los inconformes de la CND iniciaron su retirada, coreando: “¡El pueblo unido jamás será vencido!”, y con gritos en favor de López Obrador. Abundaron las mentadas de madre de uno y otro lados.

A su paso, los fieles les gritaron: “ya lárguense”, “respeten, respeten”, y los despidieron con señas obscenas.

Representantes de medios de comunicación preguntaron insistentemente a los manifestantes si habían sido enviados por el ex candidato presidencial o por el PRD, lo cual rechazaron.
Cuando todo concluyó, apareció la policía capitalina. Su tardía presencia sólo sirvió para regular la salida semiordenada de los asistentes a la asamblea de la CND. Adentro, el deán se preparó para iniciar la misa, y luego calificó de “acto terrorista” lo realizado por, aseguró, unas 150 personas.