progressif

martes, abril 17, 2007

Doble moral del alto clero






Tomados de La Jornada, El Fisgón, Hernández y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.

De nuevo la doble moral y las dos caras que el alto clero católico mexicano –y mundial- han manejado a lo largo de siglos. Por una lado pide, suplica, reclama la reconciliación nacional, dejar a una lado la radicalización y la violencia verbal y por el otro exige las cabezas de quienes no piensan como ellos. La Iglesia católica se sustenta en una filosofía de vida, no es una empresa particular, por más que quienes disfrutan de sus ganancias así lo crean.

Los evangelios y sus enseñanzas son abiertos a cualquiera que desee acogerse a ellos y seguir sus dictados. No son tampoco propiedad de cardenales, obispos o sacerdotes, son patrimonio de aquellos que profesan esa fe. Las interpretaciones de los mismos han causado pugnas tremendas con resultados nefastos para la cristiandad. En lugar de unificarse existen diversos credos basados todos ellos en los mismos evangelios, distinta interpretación.

Sin embargo, la falta de interés de los practicantes ha hecho que los dirigentes católicos, los de altos cargos, quieran imponer su visión “única” de cómo debe entenderse esta filosofía, que en la mayoría de los casos más polémicos se contrapone a las mismas creencias.

El defender el derecho a la vida no es privativo de la cristiandad, ni siquiera de alguna religión en particular. Se trata de un valor inherente al ser humano, ligado fundamentalmente a su instinto de supervivencia. En general ningún ser humano es proclive a matar a semejantes, son situaciones extremas como guerras, violencia social, drogadicción, etc., las que llevan a un desenlace de este tipo.

Por ello el utilizar la bandera de la “defensa de la vida” contra los que califica de “querer acabar con ella” es una mentira descarada y un ardid de fácil uso para despertar simpatías sobre algo que queda claro para la humanidad: el respeto irrestricto a la vida.

Pero esta defensa a ultranza que hacen los jerarcas católicos se cae por su propio peso cuando guardan silencio –así ha sido en situaciones claras y sin ninguna duda- ante los asesinatos –directos o no- de los mineros en Pasta de Conchos, Coahuila, en los de San Salvador Atenco, Estado de México, en los de Oaxaca, Oaxaca y en la anciana indígena de la sierra de Zongolica, Veracruz. A los que, a lo más, han expresado su pésame general.

Acaso no valen las personas lo mismo. ¿Esos muertos no cuentan? A casi una año de distancia ¿no emprenderán una cruzada nacional para acabar con sus asesinos, llevarlos a los oscuros calabozos? Esa es la doble moral que siempre –sí siempre- maneja el alto clero católico, los que mandan en la institución –que para ellos es empresa, según el propio Cardenal Rivera Carrera en alegatos judiciales ante un tribunal de Estados Unidos- que es la Iglesia católica mexicana.

Con voz en cuello exigen respeto a su forma de pensar y a sus decisiones, pero pasan por encima de las de las demás, en el caso concreto del aborto, la libre opción de decidir de las mujeres. Pretenden por sobre todas las cosas imponer su punto de vista, pero en otros temas piden, suplican dejar de lado la violencia verbal.

En el caso concreto de la próxima votación sobre la quinta causal para abortar, envalentonados declaran: la lucha apenas empieza. Pero en los casos también concretos de la pobreza extrema que lleva a millones de mexicanos a emigrar y a que muchos pierdan la vida y otros miles mueran de hambre a lo largo y ancho del país, sólo expresan buenos deseos a un gobierno espurio y usurpador. Quieren ellos también –como sus amigos los grandes millonarios del país, a quienes casan y bendicen- que se aprueben rápidamente las tan “necesarias” reformas estructurales para que se resuelvan todos los problemas del país.

De nada les ha servido que en las últimas semanas el auditor superior de la federación denunciara que sus amigos, esos grandes empresarios que financiaron el fraude electoral de 2006, no pagan impuestos, es más que el IVA que la inmensa mayoría de los mexicanos sí pagamos, a ellos les sea devuelto. Claro todo en la legalidad de las leyes aprobadas por los legisladores a modo, que después calificarán como “legales, pero inmorales”.

Esa es la verdadera cara de quienes ocupan lo cargos más altos dentro de la Iglesia católica mexicana. No los confundamos pues con la religión católica, y mucho menos con los millones de seres que la practican, como debe ser, de buena fe. Los primeros no son más que unos vivales.


En seguida un análisis tomado de la revista Proceso.








Histeria de masas

angélica de la peña gómez

México, D.F., 16 de abril (apro-cimac).- A través de los medios de comunicación, nos informamos que en México se han asentado dos instituciones de carácter filantrópico que albergan, en forma de internados, a niñas y niños adolescentes de entre 12 y 17 años de edad, que son ingresados por sus familias en extrema pobreza a estas instituciones, con el fin de continuar su educación.

La instalación, en primer lugar, del internado de las niñas ubicado en Chalco, estado de México y, posteriormente, del internado de los niños en Guadalajara, Jalisco, se debe a que, hace 15 años, un mexicano visitó en Corea un internado similar, e invitó al padre Al Schwatz, fundador de la Congregación de las Hermanas de María, promotora y directora de estos proyectos, a que viniera a México a seguir con su hazaña caritativa a favor de niñas y niños pobres mexicanos.

No sabemos si este bondadoso mexicano anónimo les ayudó a gestionar los permisos indispensables ante las autoridades mexicanas para que se instalaran en el país, o si les contactó con alguna institución de la Iglesia católica y lograr que las monjas coreanas de ésta congregación pudieran no sólo construir esos internados, sino también quedar al frente de ellos.

Tampoco sabemos quiénes les han autorizado semejante crecimiento de su población: algunas notas periodísticas señalan que la Villa de las Niñas tiene más de 4,000 adolescentes; otras dicen 6,000, y otros, 3,606. Sobre la Villa de los Niños mencionan 2,000 adolescentes.

Existen internados dirigidos por esa congregación en Brasil, Guatemala, Filipinas y Corea. La propaganda oficialista de la Villa de las Niñas anuncia que las adolescentes de entre 12 y 14 años ingresan con su certificado de primaria; cursan la secundaria técnica y el bachillerato intensivo, además hacen deporte o manualidades. La misma propaganda menciona que el padre Al Schwatz decidió Chalco por ser un municipio muy pobre y porque, además, le encantaron los volcanes del Valle de México.

Desconocemos cómo gestionó la compra o donación de las hectáreas donde se ubica esta Villa.

Lo que sí sabemos es que, a fines de febrero pasado, empezó a manifestarse en algunas niñas adolescentes síntomas de diarrea, vómitos, gripe, náuseas, dolores de cabeza y dolores musculares. Poco a poco son más adolescentes las que se quejan de estos males, y la manifestación más delicada es que pierden la coordinación motora de sus piernas, no se pueden sostener en pie y no pueden caminar.

A finales del mes de marzo sabemos que son alrededor de 600 adolescentes las que se encuentran en esta situación y que las autoridades de salud, tanto del estado de México como del ámbito federal, se apersonan a investigar cuáles pueden ser las causas que han llevado, incluso, a que decenas de estas chicas sean rescatadas por sus familiares.

Hoy, el diagnóstico del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia señala que se trata del Trastorno Psicogénico de la Marcha. Este trastorno psicológico por transmisión visual y auditiva es el causante principal de la invalidez temporal, y es común en población vulnerable que se encuentra en sitios de alta concentración; en pocas palabras, es una histeria de masas, se somatiza y es sicosomático.

Las autoridades nos informan que han iniciado terapias grupales, las cuales llegarán a su conclusión en 20 ó 30 días, luego de lo cual darán su diagnóstico oficial y nos informarán por qué se dio este problema. Y señalarán a las monjas cómo deben tratar a esas numerosas niñas, a partir del conocimiento de su diversidad cultural, alertando además que son demasiadas.

Más allá de las reacciones de todo tipo que provocan estas noticias, surgen interrogantes que es necesario saber: por ejemplo, ¿quién autorizó el permiso para que estos internados se asienten en el país? Hasta ahora no han dado señales de vida informándonos de los preceptos legales en las que se sustentan estos sitios con tal cantidad de personas con un objetivo proselitista religioso y medidas estrictas sin sustento pedagógico.

¿Cual ha sido el papel de la autoridad local? Hasta donde sabemos, el ombusdman mexiquense se apersonó por oficio a conocer la situación, pero no sabemos si finalmente pudo ingresar a las instalaciones e investigar lo conducente.

El primer impacto al observar a las adolescentes todas vestidas igual, como alumnas de un internado tutelar de los años 20, con el pelo recortado y peinado de un mismo estilo, es que no se distingue la personalidad de cada una de ellas. Pero mi horror continúa cuando conocimos por las cámaras de televisión los dormitorios y las regaderas generales, sin una elemental división que garantice cierta privacidad cuando se bañan. ¿A qué temen estas monjas?

La discusión no es si esto es mejor o que continúen en sus lugares de origen empobrecidos y con las repercusiones que ya conocemos: interrupción de sus estudios, trabajo infantil, casamientos antes de la mayoría de edad, etc. Por supuesto, nada sustituye la convivencia con sus familias originales y el Estado está obligado a coadyuvar a sus familias para proveerlas de todo lo necesario para el ejercicio pleno de sus derechos. Sin embargo, ante las carencias, para las familias pobres y numerosas de Chiapas, Campeche, Veracruz, Tabasco, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Hidalgo, Morelos, es mejor contar con un internado que gratuitamente les eduque a sus niñas. No importa, incluso, si sólo las pueden ver dos veces al año.

Las instituciones filantrópicas y no gubernamentales deben contribuir con el Estado y con las familias en la resolución de sus carencias, tomando en consideración que a la exclusión social no se deben sumar otros estereotipos sexistas y discriminatorios y las normas que autorizan este tipo de sitios deben derivarse de la ley.

Una revisada a la Ley de Protección de los derechos de Niñas, Niños y Adolescentes sería necesaria para las autoridades que hoy tienen este asunto en su escritorio y corrijan lo que tengan que corregir y garanticen los derechos de estas adolescentes, especialmente los derechos de opinión en los asuntos de su incumbencia, de participación y de respeto a su dignidad humana y, sobre todo, protegerles de todo tipo de violencia.

Las leyes que deben aplicarse y respetarse son las del Estado mexicano, no las de la experiencia coreana, por mucho que se haya sorprendido el mexicano promotor de los quehaceres del Padre Schwatz.

La Villa de las Niñas es una evidencia de la falta de responsabilidad del Estado para garantizar cuidados alternativos adecuados a niñas y niños pobres, y es poco afortunado que las instituciones filantrópicas religiosas trasculturales construyan estos sitios, en lugar de que el gobierno fortalezca y apoye a los internados y normales rurales de la Secretaría de Educación Pública.

En estas instituciones, las niñas y los niños reafirman su personalidad y reciben una educación laica y gratuita como lo establece la Constitución, y siguen en contacto periódicamente con sus familiares como debe ser. Las autoridades deben garantizar, además, que ningún cuidado alternativo deberá emprenderse con el propósito primario de promover objetivos religiosos de los proveedores de dichos cuidados.