La resistencia civil continúa con la Convención Nacional Democrática
Está por iniciar una nueva etapa de la resistencia civil pacífica con la instalación el próximo 16 de septiembre de la Convención Nacional Democrática donde se dará cause a la inconformidad por el fraude y por el uso faccioso de las instituciones, que hasta el momento solamente han servido a quienes las crearon: los empresarios, partidos políticos, medios de comunicación, líderes corruptos que llevan décadas al frente de sindicatos progobiernistas y jueces que dictaminan a favor del mejor postor.
A todas luces la fase que termina fue exitosa, el fraude aunque consumado, quedó exhibido a los ojos de quien quiera verlo y la impotencia de millones dio paso a la manifestación organizada y pacífica a lo largo de más de dos meses, en los que la sociedad rebasó con su ingenio cualquier liderazgo. Un movimiento sostenido desde abajo -con algunos dirigentes para encausarlo a lo común- pero claramente horizontal y unido.
Ni el linchamiento mediático, ni las amenazas de represión han surtido efecto, la sensación de estar codo a codo con el prójimo en una causa compartida hicieron posible tal hazaña. Una lección que no pasará desapercibida en la historia de México y que fructificará en el mediano y largo plazos.
El grito de Independencia con un Zócalo tomado por la gente que ya no se deja llevar por el patrioterismo de Televisa y TV Azteca, será precisamente eso, de independencia. Tan sólo una muestra de lo que vendrá.
La organización social es la única alternativa que han dejado para conseguir el México para todos. Una nación lejos de la planteada por quienes vendieron la idea de respeto a las instituciones y terminaron por socavarlas. Una país de pie, en paz y sin los privilegios de unos cuantos.
Los logros de estas semanas: a) Dejar claro que las elecciones no fueron limpias e inmaculadas como lo planteó el IFE, b) la gran desigualdad social, el racismo y clasismo imperantes y la intolerancia, c) los fracasos e ineptitud del traidor de Fox, quien no gobernó y que ya bajó la cortina, d) el poder de manipulación y de que lado están las televisoras, radiodifusoras, medios impresos y sus bien pagados lectores de noticias -¿esos serán los periodistas y líderes de opinión con que cuenta el país?-, e) lo que realmente quieren los empresarios -seguir lucrando- y un México desunido, f) la actuación de los jueces es a favor de quien pueda pagarla, g) el PRI y el PAN son lo mismo, h) los partidos "morralla" -como alguna vez los llamó Fernández de Cevallos- no representan más que el interés de los poderosos y se venden al mejor postor, i) su unión para realizar el mega fraude a ojos de todos y con el cinismo de esperar que se acepte como hecho consumado, j) la capacidad organizativa e inventiva de la gente que esta vez no se fue a su casa a rumiar y hacer coraje; que reflejó el tamaño de la indignación y el ¡ya basta! de una sociedad cansada de tanta corrupción y harta de su clase política -léase legisladores calientasillas y levantadedos-; empresarios racistas y abusivos; televisoras y medios idiotizantes que cada vez ofrecen horas interminables de telebasura y jueces sin escrúpulos.
Esta vez decidimos salir a tomar la calle y será difícil que nos saquen de las plazas públicas.
Vamos todos a la Convención Nacional Democrática, a diseñar el país que queremos donde la patria sea para todos.
Enseguida una columna tomada de La Jornada
http://www.jornada.unam.mx
Julio Hernández López
Variaciones
Resistencia instituida
Felipismo perseguido
Cadenas y perdones
Ironías de la vida: el movimiento contra el fraude electoral se encamina a una forma de institucionalización convencionalista, mientras el felipismo se mueve en la semiclandestinidad organizada por el EMP y monta desmayadas formas de protesta pública. Obradorismo negociante y calderonismo en resistencia. La izquierda anuncia flexibilidad en el Zócalo y los empresarios yunquistas tienden cadenas viales en Insurgentes. El tabasqueño se concentra en la convención nacional democrática y, a fin de evitar que haya pretexto para la represión, anuncia tempranamente que dará vía libre a los militares en marcha, mientras el michoacano -se habla de FCH, no de Cuau ni de Lazarillo- hace trampa en Morelia para montar casi a hurtadillas una ofrenda floral y luego hace una faena oratoria de mal novillero en la Plaza de Toros México.
López Obrador prepara el cierre de un episodio de resistencia cívica que le permitió no ser arrollado por el tren mediático y propagandístico con el que se pretendió instalar la peregrina percepción de que las elecciones recién pasadas habían sido ejemplo de limpieza indiscutible. El capital del candidato perredista sufrió merma, sobre todo en función del plantón vial del Zócalo a Reforma, pero esa pérdida era absolutamente indispensable para sostener un movimiento de protesta que de otra forma se habría desvanecido entre amargura e impotencia. De hecho, al diseñar la ruta de la resistencia, López Obrador hubo de asumir que la etapa electoral había terminado y, con ella, las estrategias y cuidados correspondientes a un candidato deseoso de conseguir votos a granel.
El saldo es políticamente positivo para AMLO, aunque la manipulación mediática aprovechó sus lances para insistir en los rasgos de mesianismo y caudillismo que ya le habían atribuido y aunque la primera etapa de la polarización social inducida lleve hoy a ciudadanos exacerbados a justificar y defender incluso la opción de la eliminación física de ese "peligro" que habría sido confirmado con la instalación de campamentos populares en la más exquisita de las avenidas capitalinas. El lopezobradorismo avanzó porque mantuvo vigente el movimiento de resistencia y se encamina a institucionalizarlo mediante la convención nacional democrática, pero además impidió al presidente de la República desarrollar la rutina del informe anual leído y exhibió tanto el tamaño del miedo gubernamental como los límites extremos a que está dispuesto a llegar (golpes a legisladores, virtual estado de sitio en San Lázaro, tanquetas) el neofranquismo cada vez menos disimulado.
No es poca cosa, además, que ante los embates que lo tildan de loco aislable se hayan mantenido unidos tanto el caminar de los partidos coaligados como las bancadas legislativas y la canasta social básica del lopezobradorismo. Si prospera la más reciente maniobra de judo andresino, al anunciar desde ahora que dejará el paso a la parada militar, pero que persistirá en dar un Grito popular, aunque Vicente Fox se empeñe en dar el propio (plaza contra balcón, masa contra elite, una campana oficial frente a decenas de miles de campanas ciudadanas), y si con ello López Obrador consigue que no se dé la represión tan preparada, y se instala la tal convención y tiene acuerdos y plan, entonces se estará en presencia de una movilización social convenida, institucionalizada, que podrá caer más delante, víctima de sus contradicciones y errores, o darle la vuelta a la historia de México, pero a fin de cuentas será una criatura política parida, no abortada; una expectativa, no una frustración; un camino, no un abismo.
Felipe Calderón está apostando a un esquema frívolo y tardío de llamados a la reconciliación, como si los profundos agravios cometidos por su presidente patrono y por él mismo (Felipente y Vicelipe, dos caras de la misma moneda fraudulenta) pudiesen ser borrados a base de pujantes ejercicios de voluntad. Las exhortaciones a una facilona "unidad nacional" no conllevan autocrítica ni expiación, pero sí requiebros oratorios contra un "pasado" que habría sido derrotado, según la alegre simplificación felipista, pero que sigue persiguiéndole en actos públicos con protestas que le llevan a ser usuario frecuente de puertas traseras y consumidor en dosis militares de protecciones y cercos escandalosos.
Los aliados de Felipe para esta cruzada de pacificación anunciada en la Plaza México tampoco parecen demasiado dispuestos a guardar sus armas. El movimiento empresarial yunquista mueve sus piezas ciudadanas en un tramo de la avenida Insurgentes para demostrar (débilmente, sin experiencia ni ánimos suficientes: esta clase media alta sí se ve) que la insurrección cívica también puede prender por la derecha (sobre todo en demanda o apoyo a la mano dura con que sueñan esos socios en movimiento). Somos más y queremos paz, dicen los hombres (y mujeres) de blanco, pero apenas duran dos horas dominicales en cómodo plantón y realmente parecen una minoría congregada con mucho esfuerzo para extenderse discontinuamente en una avenida amable en la que, sin embargo, aparecen seguidores de AMLO más duchos en la confrontación y pasan vehículos automotores cuyos ocupantes igual apoyan que rechazan el picnic de banqueta.
El mismísimo Manuel Espino se disfraza de político piadoso y se permite recordar que históricamente los panistas han sido el partido del perdón (a Salinas de Gortari, por ejemplo, le perdonaron con redituable entusiasmo su ilegitimidad). Perdonable será también, por lo visto, que en diciembre se realice la quema anunciada de las boletas electorales, para que no quede testimonio documental de lo que hubiera sucedido el anterior 2 de julio. Fuego a la historia, fuego en Oaxaca, entidad que sigue a la deriva mientras en Los Pinos y en Bucareli juegan a la política dizque maquiavélica. Catástrofes, golpes de poder, conjuras y corrupción de periodistas "independientes" en un 11 que recuerda a Salvador Allende, derrocado por un complot -sí, con esas letras- de gringos, empresarios y derechistas, y también la caída de las Torres Gemelas que acabó beneficiando a las industrias militar y petrolera y al interés electoral de George W. Bush. ¡Ah, y los periodistas y comentaristas de Miami que recibían dinero del gobierno estadunidense para hablar de democracia y libertades! Bueno, ¡hasta mañana, en esta columna resistente!
Fax: 56 05 20 99 juliohdz@jornada.com.mx
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