Y ahora contra el cigarro electrónico*
Tomados de La Jornada, Helguera, Hernández, Rocha y El Fisgón y El Universal, Helioflores.
Octavio Rodríguez Araujo
El 24 de octubre la Comisión Federal para la Protección
contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) declaró, en un comunicado de prensa, que
es ilegal la importación, distribución y comercialización de cigarrillos
electrónicos. El comunicado fue ampliamente difundido por diversos medios
impresos en México, incluso en La Jornada. Es ilegal porque en lugar de
autorizar su importación y comercialización, como ocurre con miles de productos
que dejan impuestos por ambas actividades, la Organización Mundial de la Salud
(OMS) resolvió este año recomendar a los países asociados que se prohíban los
cigarrillos electrónicos porque se parecen a los comunes y al ser usados
podrían socavar la idea de normalizar el consumo de tabaco. No es broma, así lo
dijo la OMS.
Uno esperaría que la Organización Mundial de la “Salud” se
preocupara por ésta, pero no es así. Los cigarrillos electrónicos ayudan mucho
a dejar de fumar y esto se ha comprobado en varios países donde ha disminuido
el número de fumadores y ha aumentado el de usuarios de cigarros electrónicos.
De hecho ayudan más que los chicles, parches e inhaladores de nicotina (los
productos llamados de terapia de remplazo de nicotina –NRT en inglés–).
Precisamente por el fracaso de estos “medicamentos”, autorizados y que se venden
incluso en farmacias, es que millones de personas que quieren dejar de fumar o
fumar menos han optado por los cigarros electrónicos. Sin embargo, la OMS ha
demostrado estar más interesada por desalentar comportamientos en los que se
parezca que se fuma que evitar que se fume tabaco. Es la apariencia de los
cigarros electrónicos lo que le preocupa y no que la gente deje de fumar.
Los otros enemigos de los cigarros electrónicos son los
gigantes farmacéuticos que producen Nicorett (GlaxoSmithKline y filiales) y
Champix (Pfizer), entre otros “medicamentos” para dejar de fumar. Su fracaso y
efectos secundarios son los que han llevado a varios fumadores y ex fumadores a
usar los cigarros electrónicos. Éstos no tienen las más de 4 mil sustancias que
la OMS dice que son dañinas, entre éstas 60 supuestamente cancerígenas, pues el
contenido de un cigarro electrónico es propilenglicol y/o glicerina vegetal,
saborizantes y, si el usuario lo desea, nicotina (en menor o igual proporción
que los Nicorett). La nicotina, dicho sea de paso, no sólo se puede extraer del
tabaco, sino también de la coliflor, papa, berenjena, tomates verdes, tomates
maduros, puré de tomates, pimientos verdes y té negro. El propilenglicol (que
se usa en alimentos) no debe confundirse con el etilenglicol (anticongelante de
motores y disolvente de pintura y plásticos) ni con el dietilenglicol (éter de
glicol). Estos dos últimos compuestos son tóxicos.
Para quien no lo sabe, los cigarros electrónicos no producen
humo, sino vapor, y éste, además de inocuo, se disuelve en el aire en menos de
un segundo sin afectar ni molestar a quienes rodean al “vapeador” (como se le
llama al usuario de estos dispositivos).
Otro punto curioso (y risible) del comunicado de la Cofepris
es donde dice que los cigarrillos electrónicos no cuentan con registro
sanitario como medicamentos o dispositivos médicos, por lo que ni su contenido
ni sus propiedades de tratamiento para supuestamente dejar de fumar han sido
comprobadas ante la Cofepris. ¿Por qué habrían de contar con registro sanitario
como medicamentos o dispositivos médicos, si no lo son? Nadie ha dicho que sean
medicamentos ni dispositivos médicos. La cuestión, ya en el colmo del ridículo,
es el final del comunicado: “estos productos por su diseño, apariencia y uso encuentran
identificación directa con los productos del tabaco, lo cual está prohibido por
la legislación nacional”. ¡Sopas! Esto se llama repetición, como un loro, de lo
que ha recomendado la OMS, como se señaló al principio. ¿Qué prohíbe la
legislación nacional?
La Ley General para el Control del Tabaco, en su artículo
16, fracción VI, en una extraña y sorprendente redacción, dice: Se prohíbe
“comerciar, vender, distribuir, exhibir, promocionar o producir cualquier
objeto que no sea un producto del tabaco, que contenga alguno de los elementos
de la marca o cualquier tipo de diseño o señal auditiva que lo identifique con
productos del tabaco” (las cursivas son mías). Y este artículo se refiere a la
prohibición de objetos que, sin ser productos del tabaco, tengan un tipo de
diseño que los identifique con productos del tabaco. Si un cigarrillo
electrónico parece más bien un bolígrafo que un cigarrillo, ¿deberá prohibirse?
Y si el tabaco es para mascar, aspirar o ponerse en la boca (los snus suecos,
por ejemplo) y está suelto, en sobres o cajitas, ¿también? Ningún cigarrillo
electrónico tiene forma de cajita ni de sobre como bolsita de té. ¿Y si
fabrican los cigarrillos electrónicos con forma de Mickey Mouse o de una bola
con boquilla, entonces sí estarán permitidos?
¿Por qué, entonces, prohibir los cigarrillos electrónicos
que en otros países son absolutamente legales? La respuesta es sencilla: la
Cofepris, como entidades de regulación sanitaria en otros países, han
favorecido siempre a las grandes empresas farmacéuticas, especialmente
trasnacionales (contra la industria nacional del ramo), y lo más interesante y
paradójico es que esas empresas basan buena parte de sus ganancias en el
consumo de cigarrillos comunes, pues ellas venden los productos que supuestamente
sirven para que la gente deje de fumar. Los expertos en la materia dicen que en
10 años el consumo de cigarrillos electrónicos en los países desarrollados
podría ser mayor que el de los comunes y esto, obviamente, no les conviene a
las grandes farmacéuticas que venden productos para dejar de fumar; éstos sí
legales y aprobados por la Cofepris.
Ya publiqué el 22 de abril de 2010 sobre cómo se beneficia
la Cofepris de las grandes empresas farmacéuticas. Entre las empresas que
apoyan el Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco y la Cofepris
está Pfizer, ni más ni menos que el poderosísimo laboratorio farmacéutico que
produce Champix para dejar de fumar (aunque sus efectos secundarios sean
altamente peligrosos). Para que el lector se dé una idea del poder económico de
Pfizer, en 2011 sus ingresos fueron de 67 mil 400 millones de dólares. Sólo la
venta de Champix le ha proporcionado un ingreso de 720 millones de dólares en
2011. Estos “vigilantes” de la salud son como las empresas de antivirus para las
computadoras: entre más virus se inventen más venden.
*Tomado de La Jornada
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