De refundaciones*
Tomado de La Jornada, El Fisgón.
Octavio Rodríguez Araujo
Después de la derrota, los partidos se han planteado su
refundación. Así lo hizo el PRD después de la elección intermedia de 2009, en
la que le fue muy mal. Ahora se propone en el PAN. El PRI no lo dijo, pero
después de 2006 y antes de 2009 se reconstituyó, aunque no se refundara.
El PRD no se refundó, y debió hacerlo. Sin embargo, ahora
que logró un significativo ascenso electoral se habla en su interior de
reconstituirlo y algunos piensan que hasta sería posible convertirlo en otro
junto con sus aliados. Si éstos y el sol azteca han venido juntos en las
últimas elecciones, quizá no tiene mucho sentido que sean tres partidos y no
uno.
Dos serían los principales impedimentos para que PRD, PT y
MC (y quizá Morena) se fusionen en un partido, con nombre nuevo o con el de
alguno de los existentes: que los dos últimos sean presas de los grupos
hegemónicos y mayoritarios del PRD y que los recursos del financiamiento
público no se distribuyan igual. No es lo mismo lo que obtienen el PT y el MC
de financiamiento público, como tales, de lo que les tocaría a sus líderes y
cuadros superiores en un nuevo partido. Y lo que se dice sobre recursos también
podría decirse de cuotas para ocupar cargos, sobre todo plurinominales, en el
Congreso y en otras instancias de representación política. Aunque suene raro,
no es lo mismo el todo y sus partes que las partes y las otras partes, aunque
formen un todo como sería la izquierda electoral en su conjunto, por alianzas o
coaliciones.
Las diferencias ideológico-políticas de los partidos de
nuestra izquierda no son grandes, pero existen, como también entre las llamadas
tribus en el interior del PRD. A veces estas diferencias son más estratégicas
que ideológicas, pero ocurre con frecuencia que la estrategia de unos no
coincide con las de otros y se dan rupturas. Sólo para poner algunos ejemplos:
unos estuvieron de acuerdo en reconocer, aunque fuera indirectamente, al
gobierno de Felipe Calderón, y otros no. Unos estuvieron de acuerdo en hacer
alianzas con el PAN “para cerrarle el paso al PRI” y otros no. Unos se dicen de
izquierda moderna y moderada (cualquier cosa que esto signifique) y otros se
piensan a sí mismos como opositores tanto al gobierno priísta o panista como a
sus partidos y lo que representan en términos del modelo de país por el que
pugnan. Hay semejanzas, cierto, pero no son iguales. En lo que sí son iguales
es en que les falta definición como partidos de izquierda propiamente dicha (y
no me refiero a que sean o no socialistas, que no lo son) y que en la práctica,
sobre todo como gobiernos que han sido, no se comportaran de manera muy
distinta a los gobiernos de los partidos que critican y a los que se oponen
(corrupción, clientelismo, autoritarismo, uso faccioso del poder, etcétera).
Lo que es un hecho, y a pesar de que en estos momentos no
está en crisis electoral (como sí es el caso del PAN), es que la izquierda debe
refundarse, corregir errores inocultables y, sobre todo, buscar entendimientos
con base en lo que los distingue de las derechas y actuar en consecuencia, como
partidos y como gobiernos. En todo conjunto humano de dos personas o más habrá
diferencias, pero los que se inscriben en un partido deberían saber de entrada
que dichas diferencias son inevitables pero que se pueden siempre posponer por
las coincidencias. Éstas son las que conforman a los partidos y que los hace
distintos de otros. Privilegiar las coincidencias sobre las diferencias es lo
que hacen o deben hacer los partidos y quienes se afilian a ellos. Otra cosa es
el debate, siempre sano si se hace con inteligencia, respeto y humildad para
reconocer si el otro tiene razón.
Por otro lado está el PAN. Por mí que desaparezca, no lo
extrañaré, y ya con el PRI como partido de derecha tenemos suficiente.
Hay quienes han dicho que el PRI se empanizó, y algo hay de
cierto en esto, pero tampoco hay que restarle méritos de mimetismo priísta al
blanquiazul. Desde 1976, cuando los pragmáticos proempresariales marginaron a
los doctrinarios, el PAN se convirtió en un partido poco diferente del
tricolor. Cuando Salinas los invitó a hacer causa común para darle en la madre
al país y a la mayoría de los mexicanos, el PAN no tuvo ningún impedimento ni
cargo de conciencia para sumarse a las trapacerías salinistas en materia de
reformas constitucionales regresivas y favorecedoras de los grandes capitales
en México. Como gobernantes, los panistas resultaron tan avorazados y
marrulleros como los priístas, pero menos experimentados en el arte de
gobernar.
El PAN debería refundarse también, pero para volver a sus
orígenes de una oposición respetable y con ideas sólidas. Pero si quienes
aspiran a refundarlo son gente como Calderón (él lo ha expuesto) y otros que
traicionaron los ideales de sus padres (y no es metáfora), no se refundará
realmente. Calderón, dicho sea de paso, es uno de los causantes del fracaso de
su partido: éste perdió por culpa de aquél. El país aceptaría una derecha
doctrinaria de tipo demócrata cristiana y liberal, pero no que sea fascista ni
propiamente religiosa, es decir tipo Yunque, opusdeísta o legionaria. El PAN
fue otra cosa y lo dirigieron personas de valor intelectual e ideológico. Nada
que ver con el actual.
El reto del momento no es para la derecha clerical,
pragmática y conservadora. Ya ocupó su lugar el “nuevo” PRI, hasta en temas
como el aborto. El reto es para las izquierdas y lo que se espera de éstas,
incluidos la honestidad y el buen ejemplo.
rodriguezaraujo.unam.mx
*Tomado de La Jornada.
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