Ansias de legitimidad*
Tomado de La Jornada, Hernández.
Carlos Acosta Córdova
Las supuestas bondades de las Acciones en apoyo a la economía familiar anunciadas por el presidente Felipe Calderón en cadena nacional no son novedosas, pues según analistas entrevistados por este semanario algunas de ellas ya estaban presupuestadas o incluidas en diversos programas. Muestra de lo anterior, dicen, es que mientras él magnifica la gravedad de las cosas, sus secretarios de Economía y de Desarrollo Social insisten en que no hay problema de abasto, que la crisis no nos ha pegado tanto. Y rematan: en el fondo, el mandatario sólo busca un reposicionamiento mediático.
Urgido de reposicionar su imagen pública –abatida lo mismo por la brutalidad de la respuesta del narcotráfico a la guerra que le declaró el gobierno, que por la incapacidad de convencer de las bondades de su propuesta en un debate petrolero–, el presidente Felipe Calderón quiere encontrar en la crisis alimentaria que se registra en el mundo un punto de apoyo para salvar la cara y recuperar presencia –así sea sólo mediáticamente– en la conducción del país.
Como en los últimos gobiernos priistas, cuando había una emergencia nacional, convocó la tarde de 25 de mayo, en Los Pinos, a la mayor parte de su gabinete y a los medios de comunicación, para hacer públicas algunas medidas que le permitan enfrentar los efectos de esa crisis alimentaria.
El 26 de mayo, durante el día, se reunió con los líderes de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) para explicarles y pedirles su apoyo a las Acciones en apoyo a la economía familiar anunciadas la víspera. Por la noche emitió un mensaje a la nación en radio y televisión, para hacer extensivas a la población las medidas con las que se sortearán en México los efectos del alza en los precios internacionales de los alimentos. Al día siguiente, también en Los Pinos y para los mismos propósitos, comió con los representantes del Consejo Coordinador Empresarial, el organismo cúpula de los empresarios mexicanos.
El diagnóstico que una y otra vez hizo Calderón del problema mundial, puede resumirse así: en los últimos meses se ha registrado en el mundo una fuerte alza en los precios de los alimentos, y México no escapa esa situación. Las causas del fenómeno: desde hace más de una década, las economías asiáticas –particularmente las de China y la India–, que concentran la tercera parte de la población mundial, han venido creciendo de manera extraordinaria, lo cual se ha traducido en un aumento en el ingreso de sus habitantes y, por tanto, en un aumento en el consumo de alimentos.
En esa alza incide también el crecimiento récord en el precio internacional del petróleo, que ha encarecido los costos de producción de los alimentos. También contribuye al fenómeno el hecho de que cada vez se usa más maíz y otros granos para producir etanol y otros biocombustibles, como complementos de la gasolina en el uso de los automóviles.
La estrategia
Las acciones anunciadas por Calderón están englobadas en tres ejes. El primero: medidas para facilitar el abasto y el acceso a los mejores precios de los alimentos en el mercado internacional. Para ello, se eliminan todos los impuestos a la importación de trigo, de arroz, maíz blanco y amarillo, de tal suerte que puedan ser traídos “desde cualquier parte del mundo, al mejor precio para los consumidores mexicanos”.
Con el mismo propósito, se autorizará una cuota de importación de frijol libre de arancel; se reduce a la mitad el impuesto a la importación de leche en polvo, y se eliminan los aranceles a la importación de sorgo y pasta de soya, para apoyar a los productores de ganado, leche, pollo y huevo. También se pactarán con la industria alimentaria y las tiendas de autoservicio alternativas para evitar alzas abruptas en los precios de los alimentos más sensibles a la población.
En el segundo eje se hallan las acciones orientadas a elevar la producción de alimentos y la productividad en el campo mexicano. Para ello, se elimina todo impuesto a la importación de fertilizantes nitrogenados y todo arancel a los insumos químicos necesarios para la producción de fertilizantes en el país.
También: los pequeños productores agrícolas contarán con créditos preferenciales para que compren todo el fertilizante que necesiten y lo pagarán hasta que hayan cosechado. Por lo menos, según el gobierno, unos 500 mil pequeños agricultores se beneficiarán de esta medida. Inclusive, para los productores más pobres se comercializará fertilizante a precios accesibles a través de la red de Diconsa.
Además, se dará “un impulso sin precedente” a la tecnificación del riego en el campo. La meta es alcanzar un ritmo de 500 mil hectáreas tecnificadas por año hacia el fin de la administración calderonista.
Finalmente, se otorgará financiamiento a los productores para la compra de activos que permitan elevar su competitividad. Hay ya una bolsa de más de 20 mil millones de pesos para la compra de tractores, maquinaria y equipo, entre otros bienes.
En el último eje de acciones están las medidas orientadas a proteger el ingreso y la calidad de vida de las familias más pobres del país. Diconsa seguirá comercializando productos alimenticios a precios bajos en zonas marginadas: el kilogramo de harina de maíz seguirá en cinco pesos y el litro de leche Liconsa se mantendrá en cuatro pesos.
Se iniciará la integración de una reserva estratégica de maíz para proteger el abasto del grano en zonas marginadas, y el maíz en tiendas Diconsa mantendrá sin cambios su precio. Así mismo, se establece un apoyo económico adicional para más de 5 millones de familias que viven en pobreza extrema.
Los beneficiarios del programa Oportunidades recibirán 120 pesos más: de los 535 pesos mensuales que en promedio reciben ahora, pasarán a recibir 655 pesos mensuales a partir de la próxima entrega. Esta acción, que beneficiará a 26 millones de familias –5.3 millones de hogares–, le costará al gobierno, es decir, a los contribuyentes del país, “un esfuerzo presupuestal de 4 mil 500 millones de pesos”. Que saldrán de medidas de austeridad y ahorros en el gobierno.
“No toleraremos especuladores ni acaparadores y vamos a castigar a quienes pretendan lucrar con la necesidad y el hambre de los mexicanos”, advirtió Calderón.
Las críticas
Apenas se conoció, el programa de Acciones de apoyo a la economía familiar del presidente Calderón recibió la crítica de organizaciones campesinas, de partidos políticos y de expertos en el tema, quienes lo calificaron de inmediatista, de atender sólo la coyuntura, de tibio, de no resolver los problemas de fondo en el campo mexicano.
El Grupo Consultor de Mercados Agrícolas, empresa que desde hace 12 años se dedica al análisis de la información de los mercados nacionales e internacionales de granos y que presta sus servicios lo mismo a dependencias gubernamentales que a empresas del ramo, hace para Proceso una revisión crítica del programa.
La consultora dirigida por Juan Carlos Anaya sostiene que el diagnóstico que hizo Calderón del fenómeno internacional del alza en los precios de los alimentos es incompleto. El presidente olvidó varias causales de esa crisis: la principal es la especulación financiera en los mercados internacionales. Hay poderosos fondos de inversión que abandonaron ámbitos como el hipotecario –que ha generado en el mundo financiero pérdidas escandalosas– y se han refugiado en los mercados de granos.
Actualmente tienen posiciones cercanas a las 50 millones de toneladas de maíz, que es un volumen importante si se toma en cuenta que Estados Unidos produce 300 millones y en el mundo la producción del grano alcanza los 770 millones de toneladas.
Otro punto, según Anaya, es la magnificación del problema que hizo el presidente Calderón, para justificar el anuncio espectacular de sus medidas. La crisis alimentaria en el mundo es real, pero su dimensión es distinta en cada país. En México no hay tal crisis alimentaria, que por ella debería entenderse una crisis de abasto, de escasez, que obligara al racionamiento de los alimentos, como sucede en países de África, de Asia (Irak y Afganistán) y de América Latina (Bolivia, Dominicana, Ecuador, Haití y Nicaragua), países que, además, están en crisis porque su producción doméstica ha sido afectada por adversidades climáticas, problemas sociales internos y contracción en sus economías.
Completa la explicación Fernando Cruz Morales, jefe de Estudios Económicos del mismo Grupo Consultor de Mercados Agrícolas: “A pesar de que México es un tomador de precios, las repercusiones en la inflación de alimentos no es tan grave, ya que el incremento en alimentos, bebidas y tabaco fue de 7.48%; pero estamos lejos de encontrarnos en una situación de desabasto de alimentos o de gran inflación en los precios.
“Las expectativas de producción nacional para 2008 en maíz son superiores a 20 millones de toneladas, en trigo y soya son superiores a la producción del año anterior. En el caso de arroz, se puede incrementar ligeramente la producción nacional pero seguiremos importando de mercados con excedentes comerciales.”
¿Y por qué en México no tenemos una crisis de abasto, sino de precios? Responde Anaya: Porque tenemos producción interna de granos; insuficiente, sí, porque somos deficitarios. Pero tenemos junto a nosotros al mayor productor y exportador del mundo, que es Estados Unidos. Además, está el Tratado de Libre Comercio, que facilita el acceso a los granos.
Nadie, dice, está dejando de vender arroz, frijol, maíz… ni nadie deja de comprarlo, con todo y los precios altos. ¡Y vaya que han subido! En un año, el maíz subió 60.5%; el trigo, 75.6%; la soya, 73.1%. Y se venden y se compran. Aquí o afuera, pues la producción nacional sólo cubre 60% del consumo nacional. Y si se importa mucho –como en el caso del arroz, que se compra afuera el 70% de lo que consumimos–, es porque el mercado lo está comprando.
Advierte también una contradicción: mientras el presidente magnifica la gravedad de las cosas, los secretarios de Economía y de Desarrollo Social dicen lo contrario: que no hay problema de abasto, que la crisis no nos ha pegado tanto y que somos el país que mejor ha sorteado los efectos inflacionarios de ese fenómeno internacional.
Entonces, hay o no crisis en México; y cuál es su tamaño, pregunta Anaya.
Omisiones
Según el entrevistado, también faltó en el análisis del presidente Calderón un mejor dimensionamiento del problema de los precios altos. Ciertamente los más golpeados son los mexicanos de menos recursos, y más los de las zonas marginadas. Y por ello son correctos los apoyos directos para fortalecer sus ingresos, como el de Oportunidades y otros programas.
Pero hay que reconocer, agrega, que el mejor fertilizante para el productor, de todos los tamaños, es el precio. La única manera de contrarrestar los precios altos es con mayor oferta, pues a mayor oferta bajan los precios; éstos suben cuando hay escasez. Entonces el punto es cómo hacemos para producir más, y el presidente nada propuso de manera contundente para atacar eso.
De hecho, insiste Anaya, sólo se anunciaron medidas para el corto plazo. Pero para el mediano y largo plazos no se propuso cómo hacer para que México produzca más e importe menos. Los problemas estructurales quedaron fuera del análisis presidencial. Nada de promover la organización de los productores para que tengan acceso a semillas mejoradas, a mejor tecnología, para aumentar la producción.
Nada tampoco de compactar superficies –el 70% de los productores tienen menos de cinco hectáreas– para hacer más productivas y eficientes las tierras; nada de tecnificar al campo, de más inversión en infraestructura carretera y multimodal.
Fernando Cruz aborda algunas de las falacias del mensaje presidencial: “El primer grupo de medidas están encaminadas a disminuir los precios domésticos a través de la desgravación arancelaria (medidas de comercio exterior), las cuales tendrán un impacto nulo debido a que Estados Unidos es nuestro mayor proveedor de granos y oleaginosas. Dichos productos dentro del TLCAN ya se encuentran totalmente desgravados.
“Por otro lado, los costos de transporte hacen poco competitiva la importación de granos y oleaginosas, legumbres secas y lácteos de Argentina y Brasil u otros países en otros continentes. En cuanto a la importación de granos forrajeros y leche en polvo, dichos productos desde hace varios años no han pagado arancel a la importación debido a los cupos y sobre cupos que cada año asigna la Secretaría de Economía. Y en el caso de fertilizantes, solamente 5.5% de las importaciones paga arancel, el cual es de 7%.”
Pero no sólo eso. Resulta que mucho de lo que anunció y festinó el presidente son cosas que ya estaban presupuestadas o incluidas en diversos programas pero que se presentan como algo nuevo o resultado de una decisión apenas tomada.
Para Cruz Morales, “el tercer paquete de medidas se enfoca al incremento en la oferta de alimentos en el largo plazo. Las medidas que se tomaron no implican ningún incremento en el presupuesto de egresos, ya que el financiamiento y crédito para la compra de activos productivos se encuentran contenidos en el Programa de Adquisición de Activos Productivos y en el Programa de Inducción al Financiamiento en el Medio Rural. La única variante es que los créditos para fertilizantes se cobrarán hasta que se haya cosechado.
Pasa lo mismo, finalmente, con el asunto del subsidio a la gasolina. Calderón lo festina y presenta como una gran medida para evitar una mayor carestía. Pero resulta que es un subsidio injusto, pues mientras para los más pobres se hará un esfuerzo presupuestal de 4 mil 500 millones de pesos adicionales en este año, para los sectores de mayores recursos –los que tienen automóvil– se gastarán 200 mil millones de pesos, casi cuatro veces más lo que se gastó el año pasado para mantener el precios de las gasolinas y que este año consumirá prácticamente todos los excedentes petroleros.
Pero más allá de lo populista de la medida, Calderón no tenía opción: él mismo permitió que se rezagaran los precios locales de la gasolina –se apanicó el año pasado cuando se hizo el escándalo del mal llamado gasolinazo–, de tal suerte que si en 2006 la gasolina en México fue, en promedio, 11.6% más barata que en Estados Unidos, en abril pasado fue casi 33% más barata aquí que allá.
Y, con todo y lo irracional del hecho, Calderón no podía hacer otra cosa más que mantener el precio, así le cueste a los mexicanos 200 mil millones de pesos. Subir el precio ahora, con los alimentos al alza, en efecto, desataría la inflación y abonaría el descontento social.
Quedó entrampado, pues, en sus propios yerros.
*Tomado de la revista Proceso.
Las supuestas bondades de las Acciones en apoyo a la economía familiar anunciadas por el presidente Felipe Calderón en cadena nacional no son novedosas, pues según analistas entrevistados por este semanario algunas de ellas ya estaban presupuestadas o incluidas en diversos programas. Muestra de lo anterior, dicen, es que mientras él magnifica la gravedad de las cosas, sus secretarios de Economía y de Desarrollo Social insisten en que no hay problema de abasto, que la crisis no nos ha pegado tanto. Y rematan: en el fondo, el mandatario sólo busca un reposicionamiento mediático.
Urgido de reposicionar su imagen pública –abatida lo mismo por la brutalidad de la respuesta del narcotráfico a la guerra que le declaró el gobierno, que por la incapacidad de convencer de las bondades de su propuesta en un debate petrolero–, el presidente Felipe Calderón quiere encontrar en la crisis alimentaria que se registra en el mundo un punto de apoyo para salvar la cara y recuperar presencia –así sea sólo mediáticamente– en la conducción del país.
Como en los últimos gobiernos priistas, cuando había una emergencia nacional, convocó la tarde de 25 de mayo, en Los Pinos, a la mayor parte de su gabinete y a los medios de comunicación, para hacer públicas algunas medidas que le permitan enfrentar los efectos de esa crisis alimentaria.
El 26 de mayo, durante el día, se reunió con los líderes de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) para explicarles y pedirles su apoyo a las Acciones en apoyo a la economía familiar anunciadas la víspera. Por la noche emitió un mensaje a la nación en radio y televisión, para hacer extensivas a la población las medidas con las que se sortearán en México los efectos del alza en los precios internacionales de los alimentos. Al día siguiente, también en Los Pinos y para los mismos propósitos, comió con los representantes del Consejo Coordinador Empresarial, el organismo cúpula de los empresarios mexicanos.
El diagnóstico que una y otra vez hizo Calderón del problema mundial, puede resumirse así: en los últimos meses se ha registrado en el mundo una fuerte alza en los precios de los alimentos, y México no escapa esa situación. Las causas del fenómeno: desde hace más de una década, las economías asiáticas –particularmente las de China y la India–, que concentran la tercera parte de la población mundial, han venido creciendo de manera extraordinaria, lo cual se ha traducido en un aumento en el ingreso de sus habitantes y, por tanto, en un aumento en el consumo de alimentos.
En esa alza incide también el crecimiento récord en el precio internacional del petróleo, que ha encarecido los costos de producción de los alimentos. También contribuye al fenómeno el hecho de que cada vez se usa más maíz y otros granos para producir etanol y otros biocombustibles, como complementos de la gasolina en el uso de los automóviles.
La estrategia
Las acciones anunciadas por Calderón están englobadas en tres ejes. El primero: medidas para facilitar el abasto y el acceso a los mejores precios de los alimentos en el mercado internacional. Para ello, se eliminan todos los impuestos a la importación de trigo, de arroz, maíz blanco y amarillo, de tal suerte que puedan ser traídos “desde cualquier parte del mundo, al mejor precio para los consumidores mexicanos”.
Con el mismo propósito, se autorizará una cuota de importación de frijol libre de arancel; se reduce a la mitad el impuesto a la importación de leche en polvo, y se eliminan los aranceles a la importación de sorgo y pasta de soya, para apoyar a los productores de ganado, leche, pollo y huevo. También se pactarán con la industria alimentaria y las tiendas de autoservicio alternativas para evitar alzas abruptas en los precios de los alimentos más sensibles a la población.
En el segundo eje se hallan las acciones orientadas a elevar la producción de alimentos y la productividad en el campo mexicano. Para ello, se elimina todo impuesto a la importación de fertilizantes nitrogenados y todo arancel a los insumos químicos necesarios para la producción de fertilizantes en el país.
También: los pequeños productores agrícolas contarán con créditos preferenciales para que compren todo el fertilizante que necesiten y lo pagarán hasta que hayan cosechado. Por lo menos, según el gobierno, unos 500 mil pequeños agricultores se beneficiarán de esta medida. Inclusive, para los productores más pobres se comercializará fertilizante a precios accesibles a través de la red de Diconsa.
Además, se dará “un impulso sin precedente” a la tecnificación del riego en el campo. La meta es alcanzar un ritmo de 500 mil hectáreas tecnificadas por año hacia el fin de la administración calderonista.
Finalmente, se otorgará financiamiento a los productores para la compra de activos que permitan elevar su competitividad. Hay ya una bolsa de más de 20 mil millones de pesos para la compra de tractores, maquinaria y equipo, entre otros bienes.
En el último eje de acciones están las medidas orientadas a proteger el ingreso y la calidad de vida de las familias más pobres del país. Diconsa seguirá comercializando productos alimenticios a precios bajos en zonas marginadas: el kilogramo de harina de maíz seguirá en cinco pesos y el litro de leche Liconsa se mantendrá en cuatro pesos.
Se iniciará la integración de una reserva estratégica de maíz para proteger el abasto del grano en zonas marginadas, y el maíz en tiendas Diconsa mantendrá sin cambios su precio. Así mismo, se establece un apoyo económico adicional para más de 5 millones de familias que viven en pobreza extrema.
Los beneficiarios del programa Oportunidades recibirán 120 pesos más: de los 535 pesos mensuales que en promedio reciben ahora, pasarán a recibir 655 pesos mensuales a partir de la próxima entrega. Esta acción, que beneficiará a 26 millones de familias –5.3 millones de hogares–, le costará al gobierno, es decir, a los contribuyentes del país, “un esfuerzo presupuestal de 4 mil 500 millones de pesos”. Que saldrán de medidas de austeridad y ahorros en el gobierno.
“No toleraremos especuladores ni acaparadores y vamos a castigar a quienes pretendan lucrar con la necesidad y el hambre de los mexicanos”, advirtió Calderón.
Las críticas
Apenas se conoció, el programa de Acciones de apoyo a la economía familiar del presidente Calderón recibió la crítica de organizaciones campesinas, de partidos políticos y de expertos en el tema, quienes lo calificaron de inmediatista, de atender sólo la coyuntura, de tibio, de no resolver los problemas de fondo en el campo mexicano.
El Grupo Consultor de Mercados Agrícolas, empresa que desde hace 12 años se dedica al análisis de la información de los mercados nacionales e internacionales de granos y que presta sus servicios lo mismo a dependencias gubernamentales que a empresas del ramo, hace para Proceso una revisión crítica del programa.
La consultora dirigida por Juan Carlos Anaya sostiene que el diagnóstico que hizo Calderón del fenómeno internacional del alza en los precios de los alimentos es incompleto. El presidente olvidó varias causales de esa crisis: la principal es la especulación financiera en los mercados internacionales. Hay poderosos fondos de inversión que abandonaron ámbitos como el hipotecario –que ha generado en el mundo financiero pérdidas escandalosas– y se han refugiado en los mercados de granos.
Actualmente tienen posiciones cercanas a las 50 millones de toneladas de maíz, que es un volumen importante si se toma en cuenta que Estados Unidos produce 300 millones y en el mundo la producción del grano alcanza los 770 millones de toneladas.
Otro punto, según Anaya, es la magnificación del problema que hizo el presidente Calderón, para justificar el anuncio espectacular de sus medidas. La crisis alimentaria en el mundo es real, pero su dimensión es distinta en cada país. En México no hay tal crisis alimentaria, que por ella debería entenderse una crisis de abasto, de escasez, que obligara al racionamiento de los alimentos, como sucede en países de África, de Asia (Irak y Afganistán) y de América Latina (Bolivia, Dominicana, Ecuador, Haití y Nicaragua), países que, además, están en crisis porque su producción doméstica ha sido afectada por adversidades climáticas, problemas sociales internos y contracción en sus economías.
Completa la explicación Fernando Cruz Morales, jefe de Estudios Económicos del mismo Grupo Consultor de Mercados Agrícolas: “A pesar de que México es un tomador de precios, las repercusiones en la inflación de alimentos no es tan grave, ya que el incremento en alimentos, bebidas y tabaco fue de 7.48%; pero estamos lejos de encontrarnos en una situación de desabasto de alimentos o de gran inflación en los precios.
“Las expectativas de producción nacional para 2008 en maíz son superiores a 20 millones de toneladas, en trigo y soya son superiores a la producción del año anterior. En el caso de arroz, se puede incrementar ligeramente la producción nacional pero seguiremos importando de mercados con excedentes comerciales.”
¿Y por qué en México no tenemos una crisis de abasto, sino de precios? Responde Anaya: Porque tenemos producción interna de granos; insuficiente, sí, porque somos deficitarios. Pero tenemos junto a nosotros al mayor productor y exportador del mundo, que es Estados Unidos. Además, está el Tratado de Libre Comercio, que facilita el acceso a los granos.
Nadie, dice, está dejando de vender arroz, frijol, maíz… ni nadie deja de comprarlo, con todo y los precios altos. ¡Y vaya que han subido! En un año, el maíz subió 60.5%; el trigo, 75.6%; la soya, 73.1%. Y se venden y se compran. Aquí o afuera, pues la producción nacional sólo cubre 60% del consumo nacional. Y si se importa mucho –como en el caso del arroz, que se compra afuera el 70% de lo que consumimos–, es porque el mercado lo está comprando.
Advierte también una contradicción: mientras el presidente magnifica la gravedad de las cosas, los secretarios de Economía y de Desarrollo Social dicen lo contrario: que no hay problema de abasto, que la crisis no nos ha pegado tanto y que somos el país que mejor ha sorteado los efectos inflacionarios de ese fenómeno internacional.
Entonces, hay o no crisis en México; y cuál es su tamaño, pregunta Anaya.
Omisiones
Según el entrevistado, también faltó en el análisis del presidente Calderón un mejor dimensionamiento del problema de los precios altos. Ciertamente los más golpeados son los mexicanos de menos recursos, y más los de las zonas marginadas. Y por ello son correctos los apoyos directos para fortalecer sus ingresos, como el de Oportunidades y otros programas.
Pero hay que reconocer, agrega, que el mejor fertilizante para el productor, de todos los tamaños, es el precio. La única manera de contrarrestar los precios altos es con mayor oferta, pues a mayor oferta bajan los precios; éstos suben cuando hay escasez. Entonces el punto es cómo hacemos para producir más, y el presidente nada propuso de manera contundente para atacar eso.
De hecho, insiste Anaya, sólo se anunciaron medidas para el corto plazo. Pero para el mediano y largo plazos no se propuso cómo hacer para que México produzca más e importe menos. Los problemas estructurales quedaron fuera del análisis presidencial. Nada de promover la organización de los productores para que tengan acceso a semillas mejoradas, a mejor tecnología, para aumentar la producción.
Nada tampoco de compactar superficies –el 70% de los productores tienen menos de cinco hectáreas– para hacer más productivas y eficientes las tierras; nada de tecnificar al campo, de más inversión en infraestructura carretera y multimodal.
Fernando Cruz aborda algunas de las falacias del mensaje presidencial: “El primer grupo de medidas están encaminadas a disminuir los precios domésticos a través de la desgravación arancelaria (medidas de comercio exterior), las cuales tendrán un impacto nulo debido a que Estados Unidos es nuestro mayor proveedor de granos y oleaginosas. Dichos productos dentro del TLCAN ya se encuentran totalmente desgravados.
“Por otro lado, los costos de transporte hacen poco competitiva la importación de granos y oleaginosas, legumbres secas y lácteos de Argentina y Brasil u otros países en otros continentes. En cuanto a la importación de granos forrajeros y leche en polvo, dichos productos desde hace varios años no han pagado arancel a la importación debido a los cupos y sobre cupos que cada año asigna la Secretaría de Economía. Y en el caso de fertilizantes, solamente 5.5% de las importaciones paga arancel, el cual es de 7%.”
Pero no sólo eso. Resulta que mucho de lo que anunció y festinó el presidente son cosas que ya estaban presupuestadas o incluidas en diversos programas pero que se presentan como algo nuevo o resultado de una decisión apenas tomada.
Para Cruz Morales, “el tercer paquete de medidas se enfoca al incremento en la oferta de alimentos en el largo plazo. Las medidas que se tomaron no implican ningún incremento en el presupuesto de egresos, ya que el financiamiento y crédito para la compra de activos productivos se encuentran contenidos en el Programa de Adquisición de Activos Productivos y en el Programa de Inducción al Financiamiento en el Medio Rural. La única variante es que los créditos para fertilizantes se cobrarán hasta que se haya cosechado.
Pasa lo mismo, finalmente, con el asunto del subsidio a la gasolina. Calderón lo festina y presenta como una gran medida para evitar una mayor carestía. Pero resulta que es un subsidio injusto, pues mientras para los más pobres se hará un esfuerzo presupuestal de 4 mil 500 millones de pesos adicionales en este año, para los sectores de mayores recursos –los que tienen automóvil– se gastarán 200 mil millones de pesos, casi cuatro veces más lo que se gastó el año pasado para mantener el precios de las gasolinas y que este año consumirá prácticamente todos los excedentes petroleros.
Pero más allá de lo populista de la medida, Calderón no tenía opción: él mismo permitió que se rezagaran los precios locales de la gasolina –se apanicó el año pasado cuando se hizo el escándalo del mal llamado gasolinazo–, de tal suerte que si en 2006 la gasolina en México fue, en promedio, 11.6% más barata que en Estados Unidos, en abril pasado fue casi 33% más barata aquí que allá.
Y, con todo y lo irracional del hecho, Calderón no podía hacer otra cosa más que mantener el precio, así le cueste a los mexicanos 200 mil millones de pesos. Subir el precio ahora, con los alimentos al alza, en efecto, desataría la inflación y abonaría el descontento social.
Quedó entrampado, pues, en sus propios yerros.
*Tomado de la revista Proceso.
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