progressif

miércoles, octubre 03, 2007

Perversidades de la ex pareja presidencial






Tomados de La Jornada, El Fisgón, Helguera y Rocha y El universal, Helioflores.

Las denuncias públicas en los medios de comunicación se multiplican, los que hace unas semanas no alcanzaban a ver más allá de su escritorio, comparten la información que por años tuvieron a su alcance. La misma que se negaron a difundir y que ahora, por “arte de magia” nos proveen a diario.

La afirmación hecha hace unos días por el empresario Luis Miguel Moreno Vélez de que el jeep rojo en el que aparece el ladrón Vicente Fox Quesada en la revista Quién, fue comprado por el para recibir contratos de la fundación Vamos México, sólo confirma lo sabido por años, pero que “periodistas” probos guardaron para sí.

Durante años en los círculos de la política y los medios de comunicación era vox populi que la corrupta esposa de Fox Quesada, Marta Sahagún, se encargaba de hacerle el trabajo sucio al ranchero bocón. No hay novedad en el asunto, más que la revelación que empieza a hacerse como por “arte de magia” en este nuevo juego del poder presidencial.

Importante sin duda que lo es, pues por años tanto el traidor Fox Quesada como sus testaferros exigieron pruebas de los latrocinios y tráfico de influencias al mas alto nivel. Ahora que se tienen, quienes se apoderaron de Los Pinos flaquean porque saben que está en juego su permanencia en el poder, no su legitimidad, pues esa nunca la tendrán.

Poco se puede esperar del pelele Felipe Calderón Hinojosa que llegó a la presidencia robada atado de pies y manos. Los escándalos en los medios son un pálido manoteo de quien es incapaz de arrojar la primera piedra. Si no lo creen, al tiempo.


En seguida una muestra de aquellos a quienes les regresó la memoria y hoy se escandalizan de lo que ayer convalidaron.



Un misterio ronda Los Pinos. La residencia Lázaro Cárdenas, utilizada por la ex primera dama Marta Sahagún como despacho personal, tiene una habitación sellada desde el 30 de noviembre de 2006. Los sellos corresponden al Estado Mayor Presidencial. Nadie, ni los nuevos inquilinos conocen ni quieren conocer lo que hay dentro de este espacio, nos cuentan.

El salón se encuentra en la planta baja de la casa, junto a la Sala Blanca que sirvió de antesala cuando los presidentes (el último fue Ernesto Zedillo) utilizaban ese inmueble como despacho. Doña Marta fue la dueña y señora de ese complejo y, desde luego, del misterioso cuarto clausurado, nos explican.

Fiel a su costumbre, don Cuauhtémoc reservó su opinión sobre la polémica del presunto enriquecimiento y los regalos, como el jeep rojo, que recibió el ex presidente Vicente Fox. “Están muy bonitas las fotos”, exclamó.


Bajo Reserva, El Universal, 3 de octubre de 2007.




Estrictamente personal

Raymundo Riva Palacio

03 de octubre de 2007


Mendiga de lujo


Durante años, la señora Marta Sahagún presionó a empresarios para que aportaran recursos a Vamos México, algunos de los cuales, se empieza a conocer, terminaron en sus bolsillos
Por la parte más frágil se deshoja siempre la margarita. Luis Miguel Moreno, propietario de CMM Consultores, le reveló al reportero Alberto Aguirre, de EL UNIVERSAL, que el jeep rojo todo terreno con el cual ha aparecido Vicente Fox en varias fotografías no fue producto del esfuerzo del ex presidente, sino, muy probablemente, del de su esposa, Marta Sahagún. Moreno contó que en 2001 logró un contrato con la Fundación Vamos México para comercializar 5 millones de boletos tipo “ráscale”, y que conforme iban aumentando sus pedidos igual se incrementaban las solicitudes extraordinarias de la ex primera dama. Como por ejemplo, cuando en 2002, para celebrar el Informe presidencial, le pidió un jeep como el que usaba el presidente George W. Bush en su rancho en Texas. El 1 de septiembre de ese año, con una factura a nombre de otra persona, lo entregó en Los Pinos.

La revelación de Moreno es tremendamente significativa, pues por primera vez pone al descubierto el modus operandi que empleó la ex primera dama durante el arrogante reinado que presidió en Los Pinos. Mendiga de lujo, la señora Sahagún ejerció una permanente presión sobre la clase empresarial y en los círculos de poder político para allegarse bienes, conseguir recursos y obtener protección para su familia, sin pensar que, quizá en el futuro, le empezarían a cobrar las facturas. Moreno abre esa puerta, que es profunda y a veces parece interminable.

Marta Sahagún era terriblemente encajosa. Una de las perlas más significativas se dio en octubre de 2001, cuando para el lanzamiento de Vamos México organizó en el Castillo de Chapultepec un concierto con Elton John. No fue una función filantrópica, sino bajo el esquema de recaudación de fondos. Pero tampoco fue voluntaria, sino forzosa. La señora se dedicó a hablar a empresarios de todo tipo para presionarlos a que le compraran mesas de 10 lugares, a 10 mil dólares el cubierto, como su contribución a tan noble tarea. Muchos empresarios, aunque refunfuñando, compraron mesas completas.

Marta Sahagún también era atrabancadamente encajosa. Trepadora social, no había tenido realmente una oportunidad para encontrarse en el lugar adecuado. En Celaya, donde vivía con su familia antes de involucrarse con Fox, alternaba la venta de quesos en las esquinas con la atención a su botica veterinaria. Su vestuario, del que tanto se habla, era muy modesto en aquellos años, e incluso en los que fungió como responsable de comunicación social del entonces gobernador de Guanajuato, su futuro esposo Vicente. Cuando ganó la elección y era presidente electo, su ex amigo y cerebro financiero de Amigos de Fox, Lino Korrodi, le daba dinero para que se comprara mejores ropitas y zapatos. Pedir nunca se le quitó. Con el paso del tiempo llegó a pedir —y le dieron— ropa fina que llegó a ver en las casas de algunas amistades coyunturales que adquirió como primera dama.

Este hábito, narrado por algunas damas de la más alta sociedad que la padecieron y la despreciaban en su fuero interno, fue desapareciendo. Marta Sahagún fue acumulando bienes comprados con dinero que no tiene huellas aparentes. La ropa, paradójicamente, la desnuda. Hay propietarias de boutiques en la aspiracionista avenida Mazaryk en la ciudad de México que recuerdan cómo llegaba, regularmente con sus escoltas, a vaciar los estantes de Escada, Prada y Channel. Sus vestidos más baratos costaban 15 mil pesos, y en la remodelación de Los Pinos, cuando Fox decidió construir dos “cabañas”, su recámara estaba tan atiborrada de ropa que los anaqueles para colgarla empezaban prácticamente al pie de la cama.

La nueva rica también era miserable en el alma. No tuvo reparo en golpear sistemáticamente a las hijas adoptivas de su esposo Vicente, a quienes les cerró la cartera. Peleó contra la mayor, Ana Cristina, quien jugó siempre del lado de su madre adoptiva, Lilián de la Concha. No pudo con la señora de Los Pinos. Fox decidió cancelar de una vez por todas las disputas palaciegas de la familia, y mandó una larga temporada a Ana Cristina, a la segunda hija, Paulina, y a su madre, Lilián, a Europa. Se fueron a Florencia, Italia, pero no fueron mantenidas por Fox. Quien se hizo cargo de ellas fue el empresario tapatío y accionista mayoritario del Grupo Fertinal —que emprendió con éxito una larga demanda contra ING—, Fabio Covarrubias, quien sufragó todos sus gastos hasta que las jóvenes se mudaron a Madrid a estudiar.

En la capital española el ex presidente volvió a hacerse cargo de sus hijas, pero de manera muy limitada. Les enviaba a las dos menos de mil 500 dólares al mes —una cifra nada cómoda para vivir—, con lo cual podían pagar un piso modesto en el barrio universitario y moverse en transporte público. Nada que ver con otros familiares de ex presidentes que vivieron en el exterior. Pero las carencias de unas eran las bonanzas de otros, los hijos de la señora, los Bribiesca Sahagún. Para ellos Los Pinos y los privilegios. Y los aviones del Estado Mayor Presidencial puestos a su disposición para lo que se les ocurriera. La señora no tenía límites.

Ella misma había pedido a dos empresarios, un textilero y otro propietario de medios de comunicación, que introdujeran a su primogénito Manuel en el mundo de los negocios. Así fue. El joven Manuel voló rápido. Se metió a la construcción y en negocios aún no terminados de discernir, en los que las presiones directas de la ex primera dama hacia el ex director de Aduanas, José Guzmán Montalvo, facilitaban las cosas. No se han podido probar actividades ilícitas de ambos, pero cuando la periodista argentina Olga Wornat publicó su libro La Jefa, donde recopilaba algunas de las imputaciones de presunta corrupción de los hijos de la señora, hubo otros medios que decidieron seguir el tema. Ahí volvió a mostrar su mano implacable. Cuando el dueño de una importante publicación envió a varios reporteros a León a investigar a sus hijos, le habló para canjearle la protección a su hijo Manuel por ayudarle a resolver un problema judicial del primogénito del periodista. Así se hizo.

La colusión y las componendas que existieron han impedido profundizar en la investigación sobre la (ex) familia presidencial. Pero las revelaciones de Moreno abren nuevas formas de analizar el presunto enriquecimiento del ex presidente y de su avorazada Dulcinea. No es un trabajo arqueológico, pero sí metódico. El trabajo de Aguirre abre el cascarón de resentimiento de un empresario que, se puede decir, fue cuando menos chantajeado por la señora Sahagún, quien le pidió pago en especie a cambio de contratos para Vamos México. Moreno no es la excepción, y puede ser el principio del fin del deshoje de la margarita. Es la historia que siempre se ha esbozado en la Fundación Vamos México, parapeto de los abusos y excesos de una señora a la que hay que ponerle un hasta aquí.


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