Ahora resulta…
Tomados de La Jornada, El Fisgón, Hernández y Helguera y El Universal, Helioflores.
cecilia lavalle*
México, D.F., 3 de abril (apro-cimac).- ¿Cuán parecidas pueden ser las lesiones ocasionadas por una violación anal tumultuaria a las causadas por úlceras gástricas? No se ría. Es en serio. Porque ahora resulta que Ernestina, la indígena de 73 años que se dijo murió a consecuencia de las lesiones producidas de la violación de que fue objeto por parte de cuatro militares, en realidad se murió de anemia.
Por eso pregunto, ¿“una anemia aguda por sangrado de tubo digestivo secundario a úlceras gástricas pépticas agudas en una persona que cursaba con una neoplasia hepática maligna y un proceso neumónico en etapa de resolución” se parecen, así sea de lejos, a las lesiones que provocaría una violación vaginal y anal perpetrada por al menos cuatro sujetos?
Porque ahora resulta que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) dice que de eso se murió Ernestina. Es más, dice que ni siquiera fue violada.
Ernestina Asunción Rosario, indígena mazahua de 73 años, que vivía en Tetlacinga, pueblo ubicado en la sierra Zongolica, municipio de Atzompa, Veracruz, falleció el 26 de febrero, y su muerte creó gran indignación entre la población, indígena casi toda, de la región.
Y es que Ernestina fue encontrada gravemente herida por familiares a quienes alcanzó a decir antes de morir que los militares se le “habían venido encima”.
Este hecho fue la gota que derramó el vaso para la población, la que ya había denunciado diversos abusos cometidos por los militares destacados en la sierra. Tan es así que indígenas de varias comunidades mantuvieron como rehenes a 150 soldados que estaban en el cuartel.
Al lugar acudió el procurador y el gobernador de Veracruz para distender el conflicto y asegurar, ya sabe, que se haría justicia, que todo el peso de la ley, etcétera, etc.
Tras la autopsia de rigor practicada por tres médicos legistas –tres--, la Procuraduría veracruzana afirmó que Ernestina había sida violada, que tenía graves lesiones anales, fractura de cráneo y la hemorragia interna, producto de la violación, provocó la muerte.
La Secretaría de la Defensa concentró a los soldados en la Ciudad de México. En un boletín de prensa dio a entender que no habían sido sus elementos sino paramilitares. Luego cambió ese boletín por otro.
Luego dijo que ya les había revisado el pene a sus soldados y que ninguno tenía muestras de haber sostenido relaciones sexuales en los días anteriores (¿¡!?).
Después resultó que en la autopsia nadie había tomado muestras de semen porque, al parecer, no se cuenta con el equipo necesario (doble ¿¿¡¡??!!).
Luego --y aquí entra en acción la CNDH-- convencieron a la familia para que se permitiera exhumar el cadáver y realizar todos los estudios necesarios.
Luego, casualmente el lunes anterior, el presidente Felipe Calderón dijo que en realidad Ernestina había muerto de una gastritis mal cuidada. Y el jueves un boletín de la CNDH dice lo que puse entre comillas líneas arriba.
Total, Ernestina no sólo no se murió a consecuencia de las lesiones provocadas por una violación tumultuaria, sino que ahora resulta que ni siquiera fue violada, que no tiene fractura de cráneo, y que su ano y vagina estaban muuuy bien.
Y yo, que entiendo que nuestro glorioso Ejército Nacional expone su vida al estar al frente de la batalla contra el narcotráfico y el crimen organizado. Que entiendo que la Seguridad Pública sea la prioridad para el presidente, al grado de tener que poner al frente al Ejército. No entiendo cómo doña Ernestina pudo confundir una anemia con el hecho de que los militares se le fueron encima.
No entiendo cómo tres médicos legistas –tres-- pudieron confundir “una anemia aguda por sangrado de tubo digestivo secundario a úlceras gástricas pépticas agudas” con fractura de cráneo y lesiones anales.
Ahora, con razón, diputadas piden la exhumación del cadáver nuevamente para que un grupo de especialistas extranjeros dictamine. De ese tamaño es la desconfianza.
Y no es para menos. Si Digna Ochoa “se suicidó”, Ernestina se puede morir de cáncer. Y si me apura, en una de esas también se suicidó.
A pie de página. ¿Quién cree usted que fue invitado especial al segundo informe de gobierno de Félix González Canto, gobernador de Quintana Roo? ¡El góber precioso!, el mismísimo Mario Marín, gobernador de Puebla, quien es investigado por la Suprema Corte de Justicia por la violación de las garantías individuales de la ciudadana quintanarroense Lydia Cacho, quien defiende de la violencia a mujeres y niñas.
Eso sí, en su discurso, el gobernador quintanarroense refrendó su compromiso “de combatir con instrumentos jurídicos eficaces la violencia contra la mujer”.
Comentarios: cecilialavalle@hotmail.com
* Periodista mexicana en Quintana Roo, integrante de la Red Internacional de Periodistas con Perspectiva de Género.
México, D.F., 3 de abril (apro-cimac).- ¿Cuán parecidas pueden ser las lesiones ocasionadas por una violación anal tumultuaria a las causadas por úlceras gástricas? No se ría. Es en serio. Porque ahora resulta que Ernestina, la indígena de 73 años que se dijo murió a consecuencia de las lesiones producidas de la violación de que fue objeto por parte de cuatro militares, en realidad se murió de anemia.
Por eso pregunto, ¿“una anemia aguda por sangrado de tubo digestivo secundario a úlceras gástricas pépticas agudas en una persona que cursaba con una neoplasia hepática maligna y un proceso neumónico en etapa de resolución” se parecen, así sea de lejos, a las lesiones que provocaría una violación vaginal y anal perpetrada por al menos cuatro sujetos?
Porque ahora resulta que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) dice que de eso se murió Ernestina. Es más, dice que ni siquiera fue violada.
Ernestina Asunción Rosario, indígena mazahua de 73 años, que vivía en Tetlacinga, pueblo ubicado en la sierra Zongolica, municipio de Atzompa, Veracruz, falleció el 26 de febrero, y su muerte creó gran indignación entre la población, indígena casi toda, de la región.
Y es que Ernestina fue encontrada gravemente herida por familiares a quienes alcanzó a decir antes de morir que los militares se le “habían venido encima”.
Este hecho fue la gota que derramó el vaso para la población, la que ya había denunciado diversos abusos cometidos por los militares destacados en la sierra. Tan es así que indígenas de varias comunidades mantuvieron como rehenes a 150 soldados que estaban en el cuartel.
Al lugar acudió el procurador y el gobernador de Veracruz para distender el conflicto y asegurar, ya sabe, que se haría justicia, que todo el peso de la ley, etcétera, etc.
Tras la autopsia de rigor practicada por tres médicos legistas –tres--, la Procuraduría veracruzana afirmó que Ernestina había sida violada, que tenía graves lesiones anales, fractura de cráneo y la hemorragia interna, producto de la violación, provocó la muerte.
La Secretaría de la Defensa concentró a los soldados en la Ciudad de México. En un boletín de prensa dio a entender que no habían sido sus elementos sino paramilitares. Luego cambió ese boletín por otro.
Luego dijo que ya les había revisado el pene a sus soldados y que ninguno tenía muestras de haber sostenido relaciones sexuales en los días anteriores (¿¡!?).
Después resultó que en la autopsia nadie había tomado muestras de semen porque, al parecer, no se cuenta con el equipo necesario (doble ¿¿¡¡??!!).
Luego --y aquí entra en acción la CNDH-- convencieron a la familia para que se permitiera exhumar el cadáver y realizar todos los estudios necesarios.
Luego, casualmente el lunes anterior, el presidente Felipe Calderón dijo que en realidad Ernestina había muerto de una gastritis mal cuidada. Y el jueves un boletín de la CNDH dice lo que puse entre comillas líneas arriba.
Total, Ernestina no sólo no se murió a consecuencia de las lesiones provocadas por una violación tumultuaria, sino que ahora resulta que ni siquiera fue violada, que no tiene fractura de cráneo, y que su ano y vagina estaban muuuy bien.
Y yo, que entiendo que nuestro glorioso Ejército Nacional expone su vida al estar al frente de la batalla contra el narcotráfico y el crimen organizado. Que entiendo que la Seguridad Pública sea la prioridad para el presidente, al grado de tener que poner al frente al Ejército. No entiendo cómo doña Ernestina pudo confundir una anemia con el hecho de que los militares se le fueron encima.
No entiendo cómo tres médicos legistas –tres-- pudieron confundir “una anemia aguda por sangrado de tubo digestivo secundario a úlceras gástricas pépticas agudas” con fractura de cráneo y lesiones anales.
Ahora, con razón, diputadas piden la exhumación del cadáver nuevamente para que un grupo de especialistas extranjeros dictamine. De ese tamaño es la desconfianza.
Y no es para menos. Si Digna Ochoa “se suicidó”, Ernestina se puede morir de cáncer. Y si me apura, en una de esas también se suicidó.
A pie de página. ¿Quién cree usted que fue invitado especial al segundo informe de gobierno de Félix González Canto, gobernador de Quintana Roo? ¡El góber precioso!, el mismísimo Mario Marín, gobernador de Puebla, quien es investigado por la Suprema Corte de Justicia por la violación de las garantías individuales de la ciudadana quintanarroense Lydia Cacho, quien defiende de la violencia a mujeres y niñas.
Eso sí, en su discurso, el gobernador quintanarroense refrendó su compromiso “de combatir con instrumentos jurídicos eficaces la violencia contra la mujer”.
Comentarios: cecilialavalle@hotmail.com
* Periodista mexicana en Quintana Roo, integrante de la Red Internacional de Periodistas con Perspectiva de Género.
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