El cadáver exhibido “no es del Lazca”*
Tomado de La Jornada, Hernández.
Patricia Dávila
De acuerdo con expertos en criminalística y ciencias
forenses que laboran en el ámbito judicial consideran falso que el cadáver
presentado por la Secretaría de la Marina Armada de México (Semar) y el
gobierno de Coahuila como el de Heriberto Lazcano Lazcano corresponda realmente
al del líder de Los Zetas.
A petición de Proceso, especialistas de varias instituciones
que pidieron el anonimato realizaron una identificación criminal empleando
fotografías del cadáver exhibidas por la Semar, así como las imágenes en que el
jefe de Los Zetas aparece en vida. Este ejercicio lo realizaron con base en el
dictamen médico legal de la necropsia difundido por la prensa el viernes 12.
“El día 7 de octubre de 2012, en el anfiteatro de la
Funeraria García, de Sabinas, Coahuila –señala el documento–, el perito médico
forense de la PGJE (Procuraduría General de Justicia del Estado) realizó la
necropsia de ley al cadáver de una persona que se tenía como no nombre (nn),
emitiendo el dictamen médico legal de necropsia en los términos siguientes:
Examen traumatológico: “Herida (ocasionada) por proyectil de
arma de fuego de grueso calibre con orificio de entrada en región occipital,
alojando el proyectil en la base del cráneo, en la parte anterior izquierda,
con trayectoria de atrás hacia adelante, de abajo hacia arriba y de izquierda a
derecha”.
Una segunda herida “por proyectil de arma de fuego de grueso
calibre con orificio de entrada en la parte posterior de la región parietal
izquierda y orificio de salida en región parietal derecha, que fracturó el
hueso occipital”, además de otras cuatro heridas, también por proyectil de arma
de fuego, que en opinión de los especialistas no son causa de fallecimiento:
una en el glúteo derecho, otra en el glúteo izquierdo, la quinta en la región
pectoral derecha –debajo de la tetilla– y la sexta en el codo derecho.
–¿En la herida número uno encontró incongruencias –se le
pregunta a uno de los especialistas.
–Sí. Porque, ¿cómo es posible que una bala de grueso calibre
se aloje en la base del cráneo? Normalmente, cuando son proyectiles de esta
dimensión entran y salen, la atraviesan completamente porque el poder de
destrucción es muy alto. Es el mismo efecto que los humanos tenemos cuando nos
disparan en la cabeza, salvo en calibres pequeños: las paredes del cráneo
pueden resistir esos impactos. Sin embargo, la Semar dice que los marinos
dispararon a una distancia de 30 metros. ¡Imagínese el poder de fuego que tiene
el arma para disparar de esa distancia y darle a la cabeza a alguien! No es
común. No es normal que el rostro del cadáver esté completamente limpio.
–En la población de Progreso, donde, según las autoridades,
fue abatido El Lazca, una testigo declaró al periódico Excélsior que a uno de
los ejecutados lo obligaron a hincarse y luego le dispararon…
–Como no tenemos acceso al resto de la información –sobre
todo a los indicios que nos permitirían reconstruir el hecho o por lo menos
acercarnos al mismo a través de las fotografías y el rastreo pericial que
levantan– , no sabremos si efectivamente se realizaron estas maniobras en este
lugar.
–Coincide con la herida número uno. Lo tienen boca abajo y
tirado en el piso; bien podría concordar. Pero, repito: tendríamos que tener
acceso a más documentación para buscar otros indicios, como rastros de pólvora
o quemaduras, porque el cadáver, o al menos la parte que nos muestran de él, no
tiene quemaduras.
Imágenes manipuladas
Otro de los peritos consultados se refiere a la herida dos:
“La necropsia dice que entra (una bala de grueso calibre) en
la parte posterior de la región parietal izquierda y sale por la derecha –esta
región es el hueso que tenemos por arriba de la oreja–, y que el orificio de
salida en la región parietal derecha fractura el hueso occipital. Si uno se
toca atrás de la cabeza, sentirá una protuberancia, como una bolita, ese es el
hueso occipital; o sea que la bala penetra y rompe todo el cráneo y fractura
este hueso. Y si nos fijamos en las fotografías donde el muerto aparece
acostado y se le ve la oreja derecha, no aparece ningún orificio de salida”.
Incluso muestra imágenes que circulan en internet: “Fíjese
–dice– cómo el cadáver está en posición de tres cuartos y se le ve claramente
la oreja del lado derecho. Y por arriba de ella está el hueso occipital por
donde supuestamente salió la bala… No se ve ningún orificio”.
–¿Esto qué quiere decir?
–Que las imágenes presentadas al público están manipuladas y
fueron hechas especialmente para aparentar que la víctima es El Lazca. Sin
embargo, el protocolo de necropsia y lo que nos muestran los medios no es lo
que sucedió. Científicamente no es posible comprobar la identidad de este
sujeto por lo que nos están diciendo. Científicamente, las fotografías que nos
presentan no concuerdan con las que conocemos de él. ¡Imagínese! Se ha
difundido que la Marina utilizó armas de 2.23 mm. Con su poder destructivo, le
hubiera volado la cabeza. Es sencillo: no concuerdan las armas utilizadas con
las lesiones que presenta el sujeto fallecido.
–¿Y en cuanto a la herida tres?
–El resto de las lesiones no son importantes para un uso
criminalístico mortal porque no causan la muerte. Las importantes son las de la
cabeza.
–¿Estas son las dos heridas que, al comparar los cuerpos en
fotografía, nos hacen estar seguros de que no se trata de la misma persona?
–Sí. Si usted observa las imágenes del sujeto, verá que las
regiones en las cuales deben aparecer heridas, no tiene lesión alguna.
–El médico forense de Coahuila declaró que no eran seis,
sino cinco las heridas, y también dijo que había señales de cirugía plástica en
las orejas. ¿Es lógico que alguien se opere las orejas y no el resto de la
cara?
–Es ilógico. Ahora que ya no tienen el cuerpo, cómo es
posible que salga un doctor a decir que tenía una cirugía plástica en las
orejas, cuando lo debieron haber dicho desde un principio; y ahora retiran las
fotografías de internet para que no se vea la comparación. El certificado debió
incluir las cicatrices y las heridas encontradas en el sujeto.
–En algunos sitios de internet circula una fotografía del
cuerpo donde aparece con la frente y parte de la nariz deshechas, además de una
herida en el labio. ¿A cuál de las heridas de la necropsia corresponde?
–Tendría que ser a la primera, porque cuando el proyectil
disparado por arma de fuego entra en la región occipital, es decir en la nuca,
de arriba hacia abajo, la bala pega en el hueso contrario, que es el hueso
frontal. Pero el sujeto que nos presentan no tiene ninguna herida. O nos
hicieron un photoshop o un gran teatro.
Los peritos consultados aceptaron realizar el análisis de
manera no oficial, sólo por “inquietud” forense, para saber si las cosas están
bien o mal hechas.
–¿Y cómo están? –se le pregunta a un tercer experto.
–Estaban mal hechas. Ahora, sobre la marcha, tratan de
recomponer la situación.
–¿Puede ser que Lazcano Lazcano no esté muerto?
–Hasta no tener las pruebas de ello, afirmarlo sería faltar
a una ética profesional.
Algunos peritos realizaron una explanometría facial, tanto
al rostro del cadáver como a una fotografía tomada a Lazcano cuando aún vivía.
–¿Qué indican las mediciones? –se les pregunta a los
peritos.
–No concuerdan. El estudio denominado explanometría facial
consiste en realizar ciertas mediciones en el rostro de las personas para
tratar de identificar esas pequeñas características que son únicas y que a
pesar de que se practique cualquier operación, no variarán. Son perennes –dice
uno de ellos.
Explica que estas características son la comisura de los
labios, el tamaño de las orejas y de los huesos de los pómulos, así como las
“entradas” entre el cabello.
–¿Qué resultados obtuvieron?
–Lo que nos provoca dudas es la posición de las orejas.
Dicen que se las operó, pero aun así no concuerdan, porque una cosa es operarse
las orejas y otra es cambiarlas de lugar. Las orejas están en diferente lugar.
En la foto del vivo la altura de la oreja está sobre la elevación del ojo,
mientras que en la foto del muerto está aún más arriba que la oreja del vivo.
En cuanto a la comisura de los labios, se realizaron
superposiciones en las que se acomodan de manera muy evidente; sin embargo, en
la foto del sujeto cuando estaba vivo están más pequeñas que en el fallecido.
En cuanto al tamaño de los huesos del pómulo, estos son más
prominentes en el vivo que en el muerto, “a menos que un doctor le haya
recomendado rebajarse los huesos; pero es una operación que aquí en México no
se lleva a cabo, y sinceramente no creo que se la haya practicado”, afirma.
Por lo que respecta a las “entradas”, si bien son similares,
en las fotos del sujeto vivo, están más cerca de la ceja, mientras que en el
muerto están más alejadas. Sé que se pueden quitar, pero como es un rasgo
genético, las entradas de pelo regresan a su lugar.
–Decía usted que estos rasgos genéticos no cambian. ¿No se
modifican cuando la persona muere?
–No. Salvo que el cuerpo esté putrefacto.
–¿Cuál es la conclusión a la que llegan ustedes?
–Que el sujeto que nos están presentando como Heriberto
Lazcano no es él. Salvo que tengamos más elementos, más indicios y acceso al
expediente, podríamos cambiar de opinión. Hasta ahora, con el conocimiento
científico que poseemos podemos determinar que no son la misma persona.
–¿Qué genera este tipo de posibles errores forenses?
–Que la mayoría de la gente no nos crea. Hay casos en la
opinión pública que han sido muy sonados –como el de la niña Paulette, en el
Estado de México–. No es posible perder años de experiencia y de estudio por el
mal manejo que se hace de estas informaciones. A los expertos forenses nos
están destruyendo. Son situaciones que desprestigian a los forenses que
realmente estudiamos y que tenemos el interés de que esto se resuelva de manera
imparcial.
“Espero que los expertos forenses tengamos un lugar
preponderante en este tipo de situaciones y que el gobierno mexicano voltee la
vista a la ciencia. Dejarse de hacer lucubraciones, cuentos y engañarse a sí
mismo. Y que la ciencia permee las investigaciones criminales como se hace en
todo el mundo, menos en México”, concluye el último de los entrevistados.
+++++++++++++++++
La caída y la sucesión*
Jorge Carrasco Araizaga y Juan Alberto Cedillo
Ahora que se da como un hecho oficial la muerte de Heriberto
Lazcano, El Lazca, la jefatura de Los Zetas recaerá en Miguel Ángel Treviño
Morales, El Z-40, siempre que éste pueda controlar a los grupos que lo
consideran un traidor. Aparentemente las dificultades para él ya comenzaron:
Matamoros –nido zeta– fue un caos de combates y bloqueos el fin de semana,
señal de posibles reacomodos. Por otra parte, el desaseo de la Marina en torno
a las circunstancias en las que presuntamente fue abatido el líder histórico
del grupo mafioso, así como el vergonzoso robo del cadáver, son tan burdos que
muchos especialistas –y la sociedad– dudan que en verdad El Lazca haya muerto.
SALTILLO, COAH./MÉXICO, DF.- Heriberto Lazcano Lazcano, El
Lazca, oficialmente ya no existe.
Su anunciado sucesor, Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40,
tendrá que sumar a los seguidores que quedan de aquél o acabar con ellos para
redefinir a la organización delictiva. Los expertos dudan que pueda cumplir
alguna de esas dos misiones. La única certeza que tienen es que la
reestructuración traerá más violencia, como ha ocurrido tras la caída de otros
capos.
Treviño carece de la formación militar del Lazca. Comenzó
robando vehículos y autopartes en Estados Unidos; aun así, único civil entre
los fundadores de Los Zetas, ascendió al liderazgo sólo por estar cerca de
Lazcano.
Si al Lazca lo apodaban también El Verdugo por sus métodos
violentos, Treviño lo supera en estas lides. Y su hermano Omar, El Z-42, más.
“En esa relación Lazcano era el estratega”, dice una fuente
oficial de seguridad. La permanencia del Z-40 en Los Zetas le ha permitido
conocer la estructura y operación de distintas organizaciones, principalmente
del Cártel del Golfo (CDG) y de La Familia Michoacana. Formó parte del brazo
armado de aquélla y a la segunda le dio entrenamiento.
Fue uno de los consolidadores de Los Zetas como cártel con
presencia más allá de México. Estados Unidos lo tiene como uno de sus objetivos
a encarcelar. En tribunales federales de Texas y Washington se le siguen
juicios por tráfico de cocaína y mariguana y por lavado de dinero, igual que al
Z-42. Otro de sus hermanos, José, fue detenido en junio pasado en Oklahoma,
acusado de lavar dinero con la compra de ranchos y caballos de carreras.
La justicia estadunidense tiene el historial del Z-40 como
operador en el tráfico de droga y de lavado de dinero y además como responsable
de la compra de autoridades federales y estatales, civiles y militares de
México (Proceso 1736 y 1840).
Entre las relaciones que se le atribuyen destaca la de jefes
y oficiales de la Marina con quienes supuestamente coordinó detenciones de
hombres de confianza del Lazca, del que al parecer ya estaba distanciado.
Una de las fuentes consultadas por Proceso describe a
Treviño como un hombre grueso, de bigote y cabello corto y que suele vestir
camisetas tipo polo, pantalones de mezclilla y tenis. Uno de sus refugios es la
casa de su abuela en Piedras Negras, Coahuila.
Un teniente coronel retirado –quien combatió al narcotráfico
desde la Operación Cóndor en los setenta– considera que en los próximos días se
definirá si el grupo se divide o si El Z-40 mantiene el control. “Se verá si
las facciones zetas de San Luis Potosí, Zacatecas y Nuevo León se someterán a
las órdenes de Treviño”, dice.
Lo que confirmaría esta eventualidad sería la aparición de
“narcomantas” acusando al Z-40 de haber traicionado a Salvador Alfonso Martínez
Escobedo o Carlos García, La Ardilla –uno de los hombres más cercanos al Lazca
y quien fue detenido un día antes de la muerte oficial de su jefe– para
quedarse al frente del cártel.
Por lo pronto Los Caballeros Templarios, escisión de La
Familia Michoacana ya le declaró la guerra en mantas que colocó en Michoacán,
Guanajuato, Guerrero y el Estado de México después de la anunciada muerte del
Lazca. Días antes ya habían advertido que llegarían hasta Nuevo León, zona
zeta, para enfrentar a Treviño.
Otro posible derrotero para Los Zetas es que la captura de
La Ardilla, Iván Velázquez Caballero, El Talibán y la muerte del Lazcano dejara
muchas células sueltas y que éstas “se vayan por la libre”, como ocurrió en
Monterrey después del atentado al Casino Royale.
Las células sueltas de Monterrey pronto se convirtieron en
grupos autónomos y como consecuencia se redujeron en esa ciudad los delitos de
alto impacto, las matanzas y los enfrentamientos, pero se dispararon los
secuestros y las extorsiones.
Hace cinco años Nuevo León tenía en promedio uno o dos
secuestros por año. Ahora, según las estadísticas del Consejo de Seguridad, hay
al menos 25 plagios y levantones al mes. En el último año el ejército y la
Agencia Estatal de Investigaciones han desarticulado 165 bandas de
secuestradores y detenido a unos 12 mil delincuentes, muchos de ellos
exmiembros de Los Zetas y del CDG.
El caos
Por lo pronto hay indicios de que las fuerzas se están
reacomodando en los feudos que fueron del Lazca. El pasado fin de semana
efectivos militares tuvieron enfrentamientos contra hombres armados –sin que
hasta el momento se sepa si se trata de zetas o de integrantes del CDG– en
poblados y zonas del poniente de la ciudad tamaulipeca de Matamoros, choques
que a su vez desataron bloqueos.
La policía local reportó que los tiroteos comenzaron antes
del mediodía del viernes 12 en pueblos sobre la vía libre Matamoros-Reynosa.
Las escaramuzas se extendieron a diversos sectores de la fronteriza Matamoros y
luego ocurrieron los bloqueos en diversas vialidades.
Los enfrentamientos del viernes 12 aparentemente fueron
consecuencia del operativo federal y estatal del día anterior en la colonia
Modelo, que permaneció más de seis horas sitiada para asegurar una residencia.
La situación se tornó tan violenta en Matamoros que el mismo
viernes 12 el consulado de Estados Unidos emitió una alerta para sus
ciudadanos. Aunque las autoridades locales no han informado nada al respecto,
la legación atribuyó la escalada de violencia a la detención de familiares de
un presunto “líder criminal” y habló de posibles represalias contra
estadunidenses “tras la detención de integrantes de la Organización
Trasnacional Criminal”.
Hasta la noche del viernes 13 los enfrentamientos
continuaban, ahora en ejidos de la carretera Matamoros-Playa Bagdad.
Cadáver ausente
La presunta eliminación de Lazcano, líder histórico de Los
Zetas, sintetizó el sexenio de Felipe Calderón: mucha bala, poca inteligencia.
Lo que las autoridades federales quieren presentar como el mayor golpe al narco
en México en más de una década –a dos meses y medio de que concluya el gobierno
panista– acabó en el vergonzoso robo del supuesto cadáver del capo.
Ni los servicios de seguridad e inteligencia civiles y
militares ni los propios infantes de marina protagonistas de la caída de
renombrados jefes del narcotráfico en años recientes estaban preparados para el
fin de Lazcano. Las inconsistencias de la Marina y de la Procuraduría General
de Justicia del Estado (PGJE) de Coahuila lo demuestran.
La Semar dio una versión simple, rayana en la candidez
tratándose de uno de los jefes más importantes del narcotráfico internacional.
Como en la mayoría de sus acciones, en un comunicado de prensa contó que el
domingo 7 “en atención de diversas denuncias ciudadanas” supo que “personas
armadas integrantes del crimen organizado se encontraban en el área de
Progreso, Coahuila, procediendo a efectuar un patrullaje por el área a fin de
verificar la información”.
Sin precisar el lugar, que resultó el campo de beisbol de la
comunidad, dijo que cuando llegó el personal de la Marina fue agredido con
armas de fuego por los delincuentes. Los marinos respondieron y mataron a dos
delincuentes a los que les aseguraron dos armas largas, un tubo lanzagranadas
con 12 granadas útiles, un tubo lanzacohetes con dos cohetes, cargadores y
cartuchos de diversos calibres.
Deliberadamente vaga la Marina añadió: “Se obtuvo
información de que una vez que se realizaron las pruebas forenses
correspondientes, se alcanzaron indicios que señalan que uno de los cuerpos es
de Heriberto Lazcano Lazcano (a) El Lazca, líder principal de la organización
delictiva de Los Zetas”.
Un día después dijo que había confirmado la identidad del
narcotraficante “al cotejar en las bases de datos dactilares las huellas de los
dedos pulgar, índice y medio, tomadas de la mano derecha de uno de los
criminales abatidos”. Ahí comenzaron las inconsistencias.
La Marina lo describió como un hombre de 1.60 metros,
mientras la ficha de la DEA lo registra 20 centímetros más alto. La información
de un hombre alto coincide más con la que dio al reportero Rodrigo Vera un
excompañero de Lazcano en el Ejército.
El vocero de la Marina, José Luis Vergara, se enredó para
explicar que la diferencia se debía que la ficha de México correspondía a su
ingreso al Ejército, a los 17 años, por lo que después pudo crecer 20
centímetros.
No acabaron ahí los aprietos del vocero, que después tuvo
que admitir “el robo” del cadáver por un comando armado, como había informado
la PGJE.
Ante la crisis de credibilidad Vergara tuvo que hacer un
carrusel de entrevistas en radio, televisión y prensa escrita. Dio más
detalles, pero cada vez más inconsistentes, como la existencia de un tercer
delincuente que escapó y la supuesta carrera de 300 metros del Lazca para
intentar salvarse.
Dudas razonables
La Marina prefirió pasar como incompetente. En su propia
versión dijo que no sabía que había matado al Lazca, por lo que no custodió el
cuerpo. Culpó de la pérdida a los peritos de la PGJE que después de la autopsia
decidieron enviar el cuerpo a una funeraria. Pero la procuraduría también se
deslindó.
Funcionarios de seguridad y exmiembros de las Fuerzas Armadas
que han participado en acciones contra el narcotráfico derrumban la versión de
la Marina. Explican que ésta utiliza fusiles M-16 cuyas balas alcanzan una
velocidad de 960 metros por segundo, por lo que es imposible que el
narcotraficante hubiera podido correr 100 o 300 metros.
Pero sobre todo, por tratarse del máximo jefe de una de las
organizaciones más peligrosas, no podía estar sólo con dos hombres de guardia,
como dice la versión oficial.
“Su seguridad ha estado muy bien organizada. Su escolta está
integrada por estacas, grupos de 10 a 15 hombres, además de que a su alrededor
tiene cinturones de seguridad a los que llaman La Guardia, que no dejan que se
acerque nadie. Son quienes provocan los enfrentamientos para que logre
escapar”, explican los entrevistados.
Cuestionan incluso la identidad del cadáver pues sostienen
que los datos de las huellas dactilares pudieron ser manipulados por la PGJE,
que fue la que oficialmente realizó la primera identificación del cadáver y que
después le pasó la información a la Semar y a la PGR, a la que Marina no le
entregó el cadáver a pesar de que en el enfrentamiento del domingo 7 se
utilizaron armas de uso exclusivo del Ejército.
Consideran también la eventualidad de que El Lazca no
estuviera en Coahuila pues en los dos meses pasados esta entidad se ha vuelto
el centro de la crisis del narcotráfico en México, a pesar de que en agosto
pasado el gobernador Rubén Moreira aseguró que gracias a operativos de su
gobierno con el de Calderón había logrado sacar del estado al jefe de Los
Zetas.
Al hacer esas declaraciones, a mediados de agosto, en
Saltillo, Torreón y la región de Piedras Negras se registraban cotidianos
enfrentamientos y matanzas que terminaron por desplazaron a Nuevo León y
Tamaulipas de los primeros lugares en la violencia criminal.
La crisis se agudizó el 17 de septiembre con la fuga masiva
de 131 reos del Cereso de Piedras Negras, municipio controlado por Los Zetas.
Primero se dijo que habían huido por un túnel que se cavó desde el taller de
carpintería. Las investigaciones arrojaron que la realidad fue que los internos
salieron por la puerta principal con la complicidad de custodios y autoridades
carcelarias.
La fuga desencadenó una cacería de reos en la que
participaron todos los cuerpos de seguridad. Las autoridades estatales
ofrecieron una recompensa de 200 mil pesos por cada interno recapturado, oferta
que se hizo extensiva a los policías estatales que así se aplicaron en su
trabajo.
La cacería derivó en varios enfrentamientos. El miércoles 3
los policías estatales abatieron a cuatro sicarios, entre los que se encontraba
Alejandro Treviño Chávez, sobrino del Z-40.
Tras la muerte de Treviño Chávez comenzaron las amenazas
contra la familia del gobernador Moreira. Al siguiente día fue localizado en
una brecha de Ciudad Acuña José Eduardo Moreira Rodríguez, hijo mayor del
exmandatario Humberto Moreira, ejecutado con tres tiros en la cabeza.
Versiones no confirmadas mencionan que junto al cadáver del
joven había un letrero: “Familia X familia”.
Si el asesinato de José Eduardo Moreira parecía la cúspide
de una cadena de hechos violentos en el estado, la muerte oficial del Lazca aún
puede generar más derramamiento de sangre.
*Tomados de la revista Proceso.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home