Crimen y ¿castigo?*
Tomado de La Jornada, Hernández.
Jorge Carrasco Araizaga
En tiempos de Felipe Calderón el periodismo se ha convertido
en un oficio de muerte. No para todos. Hay quienes intercambian silencio o
complicidad por seguridad. Otros, muchos, optan por no tomar riesgos. Regina
Martínez, asesinada atrozmente la madrugada del sábado 28 en su casa de Xalapa,
Veracruz, formaba en las filas de los periodistas que incomodan al poder. A
nuestra querida compañera la mataron, en conjunción, la mente asesina que urdió
el crimen y la mano presta que lo ejecutó. Pero la privó de la vida también la
descomposición que invade como cáncer el organismo nacional y, en este caso
particular, el estado de Veracruz, donde crímenes semejantes se repiten en
medio de la impunidad. A Regina la mató de igual forma el clima de hostilidad
manifiesta en el que desempeñaba su trabajo como corresponsal de Proceso.
Lastimados e indignados, el domingo 29 de abril acudimos a la sede del Poder
Ejecutivo de Veracruz y fuimos recibidos por el gobernador y sus colaboradores.
Pocos minutos duró el encuentro. Julio Scherer García atajó la retórica vacua
de Javier Duarte: Es inútil, señor gobernador, no le creemos…
XALAPA, VER.- Ante la tragedia, el derroche, la ostentación
del poder. La retórica por delante del gobernador Javier Duarte de Ochoa.
Helicópteros de la Secretaría de Seguridad Pública y el
espacioso aparato tipo Bell en que él mismo se traslada, camionetas Van
blindadas, una sala de juntas en el hotel Crown Plaza local…, todo a
disposición de Proceso.
Ese día, a la residencia oficial que Duarte amplió el año
pasado, comprando casas vecinas, había llegado un nutrido grupo de funcionarios
de seguridad y justicia encabezado por el procurador Felipe Amadeo Flores Espinosa.
Estaba también un fiscal que lo mismo atiende delitos electorales que
“denuncias contra periodistas y/o comunicadores”.
Consabidas las frases: “Tengan ustedes la seguridad de que
llegaremos hasta las últimas consecuencias”, “destacada periodista”,
“prestigiado medio que usted dirige”…
Luego pide a sus funcionarios convocados que enlisten sus
actuaciones desde que se conoció el asesinato, la tarde del sábado 28 de abril.
Después de las explicaciones técnicas, Duarte vuelve a hablar.
Un silencio espeso en la sala de juntas. Quizás, la
respiración entrecortada del gobernador.
“La muerte de Regina Martínez es producto de la
descomposición del estado y del país. Queremos saber qué es lo que hay debajo
de esa superficie. Aunque en suma, señor gobernador, no les creemos.”
Por segundos nadie habló.
Ante el silencio del gobernador y sus colaboradores,
Rodríguez Castañeda les dijo que en Veracruz ha existido un “ambiente de hostilidad”
hacia la revista. Le mencionó la frecuente desaparición de ejemplares cuando
contienen información sobre seguridad en el estado. La más reciente, apenas el
8 de abril pasado, cuando se publicó información sobre dos de los candidatos a
diputados federales por el PRI bajo el título Dos regresos peligrosos (Proceso
1849).
A esa hostilidad también contribuyó el vacío informativo
gubernamental que padecía Regina Martínez desde la administración anterior a
Duarte. Un humillante ninguneo desde el poder, contrastante con los cuantiosos
recursos que movilizó el gobierno el 29 de abril pasado para la reunión con
Proceso.
“No les creemos y así se los hicimos saber”, expresó la
revista en un comunicado después del encuentro. La PGJ dio una conferencia de
prensa para informar de la reunión y anunciar la incorporación de la revista a
la “comisión especial”.
En realidad, no es una instancia en la que se tomen
decisiones conjuntas. Sólo es lo que en derecho corresponde a cualquier parte
afectada en un delito, participar como coadyuvante en las investigaciones para
evitar desviaciones en las indagatorias.
“El propósito de la CNDH es verificar que la procuraduría
del estado integre la averiguación previa como debe ser”, explicó a Proceso el
director general del Programa de Agravios a Periodistas y Defensores Civiles
del organismo, Javier Sepúlveda Amed, el mismo 29 de abril. Desde ese día
peritos de la delegación de la CNDH en Xalapa y de las oficinas en la Ciudad de
México siguen las acciones de la procuraduría estatal.
El año y medio del gobierno de Duarte de Ochoa ha sido de
pesadilla para los periodistas del estado asignados a la fuente de policía.
Cinco días después del asesinato de Regina Martínez, en la conurbación del
puerto de Veracruz-Boca del Río, fueron secuestrados y asesinados dos
fotógrafos de la agencia fotográfica veracruznews, un exfotógrafo que trabajó
para el periódico local AZ y TV Azteca Veracruz y una empleada administrativa
del periódico El Dictamen.
Sus cuerpos, desmembrados, fueron arrojados en bolsas a un
canal de aguas negras en la colonia de interés social Las Vegas II, rumbo al
aeropuerto internacional de Veracruz.
La PGR abrió una “averiguación previa alternativa, por
iniciativa propia, más allá de la petición de coadyuvancia del gobierno estatal”,
dijo a Proceso Ontiveros, quien el mismo día 30 respondió a la petición de
ayuda que le hizo por escrito el procurador estatal. Es “por la relevancia
nacional” del caso, justificó el encargado de procurar justicia en Veracruz.
En las declaraciones ministeriales de la procuraduría
estatal y en la PGR la revista dejó constancia de las condiciones adversas en
las que trabajaba Regina Martínez: la incautación de su material de trabajo y
el de otros reporteros de la revista, la falta de acceso a la información
pública gubernamental por parte de la reportera y el robo de que había sido
objeto en meses recientes, cuando entraron a su casa y se llevaron dinero y su
computadora.
Estaban sus agendas de trabajo, sus libretas de apuntes,
casetes de entrevistas. La procuraduría estatal no ha determinado si se
llevaron algo que estuviera investigando. Pero tampoco puede asentar que el
crimen esté desvinculado de su trabajo.
No se vaciaron los cajones de los muebles. Acaso algunos
estaban medio revueltos. Sólo un cajón del buró estaba en el piso. Tampoco
quedó registro de desorden por violencia en otras partes de la casa.
El portón de la entrada no estaba forzado, ni la chapa. No
había cristales rotos. Tampoco la puerta de acceso a la vivienda estaba
violada. Pero contrario a la costumbre de la periodista, el portón de herrería
blanca llevaba varias horas abierto.
Así estuvo desde la noche del 27 de abril, cuando la vecina
de la casa de junto lo advirtió y avisó por teléfono a la reportera. “Sí,
gracias, ya voy a cerrar”, le contestó Regina Martínez, cuyos hábitos de
persona aislada y reservada eran conocidos por los vecinos de la calle y
quienes le ayudaban en las cosas domésticas.
Al otro día la puerta principal del domicilio seguía abierta
y no se notaba movimiento en la casa. La vecina llamó a la policía. Elementos
de la Secretaría de Seguridad Pública llegaron hacia las seis de la tarde al
número 208 de la privada Rodríguez Clara. Entraron y vieron el cuerpo de la
periodista tirado entre el baño y la recámara.
Llamaron al Ministerio Público, pero también llegaron
elementos del Ejército que tomaron video del lugar y se fueron. Los agentes
ministeriales y los técnicos de los servicios periciales encontraron el cadáver
entre la puerta y la tina del baño, a un costado del inodoro.
Describieron un cuerpo menudo, de aproximadamente un metro
con 43 centímetros, delgado, de tez morena, cabello corto, de 49 años de edad.
Determinaron que murió a las cuatro de la mañana del sábado 28 de abril a causa
de una “anoxia por estrangulamiento”, es decir, falta total de oxígeno en la
sangre o en los tejidos corporales, según se asentó en el certificado de
defunción.
Vestía un pantalón de mezclilla, una blusa color naranja, un
chaleco café y unas botas de uso rudo de ese mismo color. En el cuello tenía
una jerga. Al retirarla, los peritos apreciaron moretones en el rostro, tanto
en el pómulo como en el mentón. Presentaba laceraciones dentro de la boca. En
el cuello tenía rasguños y moretones. Había rastros de sangre dentro de la taza
del baño, en la pared de la caja de agua y en la jerga que tenía en el cuello.
El lunes 30 de abril, en la reconstrucción de los hechos
“que permita una explicación plausible de las lesiones”, dos técnicos del
equipo criminalista de la procuraduría local simularon un sometimiento físico
por la espalda, con un intento de defensa, que al momento de la agresión
provocaron la rotura de un maxilar y de dos costillas.
Al día siguiente, la fiscal especial de la FEADLE, Laura
Angelina Borbolla Moreno, estuvo en Xalapa para que la PGR hiciera su propia
inspección ocular y levantamiento de indicios. Peritos de la procuraduría
general tomaron muestras de sangre y de las huellas encontradas en las paredes
del baño y en envases de cerveza. Uno había quedado en un mueble de la
recámara, cerca del baño. Aseguraron instrumentos de trabajo de la periodista
para analizar su trabajo y sus posibles consecuencias.
Tanto en la Averiguación Previa 034/FEADLE/2012 de la PGR
como en la Averiguación Previa 19/2012/PC de la PGJ del estado, derivada de la
investigación ministerial 363/2012/2ª/XAL-04, Proceso pidió revisar y analizar
la cobertura periodística de Regina Martínez y de la revista en el caso de
Veracruz y las posibles afectaciones a intereses específicos de grupo o de
individuos.
Una segunda autopsia aún es posible, lo mismo que la
valoración de la necrocirugía realizada por la procuraduría estatal.
Una periodista rigurosa
De acuerdo con el protocolo internacional de investigación
de agresiones a periodistas, facilitado a la revista por el capítulo México de
la organización no gubernamental internacional Artículo 19, ambas procuradurías
deberán agotar también los vínculos o similitudes entre el modus operandi en la
agresión a la periodista y de hechos noticiosos reportados o investigados por
ella.
Lo que ella investigaba y reportaba se publicaba tanto en la
revista como en la agencia de noticias de Proceso, Apro, cuyos textos son
distribuidos en Veracruz por el diario Notiver. Sus notas se publicaban con su
nombre en ese periódico, donde trabajaban varios de los periodistas asesinados
en el estado. Eran las únicas notas sobre seguridad que el diario publicaba con
la firma de quien las escribía.
La procuraduría estatal tiene conocimiento de las dos
últimas publicaciones de Regina Martínez y de Proceso relacionadas con
Veracruz. El viernes 27 de abril, a las 19:01 horas, la agencia Apro recibió la
última nota informativa de la periodista: el asesinato, un día antes, del
coordinador general del Frente Amplio Social, Rogelio Martínez Cruz, en el
puerto de Veracruz.
“Sin conocer aún el resultado, las autoridades se
aventuraron a dar un primer reporte en el sentido de que Martínez Cruz
‘falleció por causas naturales’… De acuerdo con fuentes policiacas, el cuerpo
del exlíder perredista, de 47 años de edad, fue hallado alrededor de las 10 de
la mañana del jueves 26, cuando varios vecinos de la colonia Puente Roto
acudieron a su domicilio a visitarlo y se percataron de que la puerta de la
vivienda estaba abierta. Al entrar lo vieron muerto, aparentemente por asfixia.
“Según los testigos, al entrar a la casa encontraron el
cuerpo del exdirigente municipal del PRD ‘tirado en el suelo y ya sin vida’,
por lo que de inmediato dieron parte a las autoridades correspondientes”,
reportó la periodista.
En la procuraduría estatal también hay constancia
ministerial de la última nota sobre Veracruz publicada por la revista Proceso.
Firmada por el reportero Jenaro Villamil, no por Regina Martínez, la
información se refirió a las candidaturas a diputados federales para las
elecciones del 1 de julio del exprocurador Reynaldo Escobar Pérez y del
responsable de la seguridad pública en el estado durante el gobierno de Miguel
Alemán, José Alejandro Montano Guzmán.
Regina Martínez también tenía encomendado un trabajo
periodístico sobre la supuesta participación del alcalde panista de Chinameca
en la delincuencia organizada. Martín Padua Zúñiga había sido detenido por el
Ejército la madrugada del 18 de abril.
Quedó constancia también de que la reportera fue despedida
del diario local Política luego de su cobertura de la muerte de la anciana
indígena Ernestina Ascencio, en la sierra de Zongolica, en febrero de 2007.
Junto con el reportero Rodrigo Vera, la periodista echó
abajo la versión oficial dada a conocer por el propio titular del Ejecutivo
federal, Felipe Calderón, de que la anciana murió por “gastritis aguda” y no a
causa de una violación por parte de soldados en el marco de los operativos
militares ordenados por el presidente de la República contra el narcotráfico
(Proceso 1585).
La publicación de una foto de la autopsia en la que se
distingue una mancha de sangre en la cabeza de la mujer y en la que se determinó
que las causas de la muerte fueron traumatismo craneoencefálico, fractura,
luxación de vértebras y anemia aguda, derivó en una denuncia penal por parte
del gobierno de Fidel Herrera contra los periodistas, de la que finalmente se
desistió.
*Tomado de la revista Proceso.
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