Espejitos por oro*
Tomados de La Jornada, Helguera, El Fisgón y Rocha y El Universal, Helioflores.
JOHN M. ACKERMAN
En lugar de realizar su primera visita de Estado a México, tal como en 2001 lo hiciera George W. Bush cuando fue recibido por Vicente Fox en su rancho, Barack Obama decidió atender a Felipe Calderón en Estados Unidos en una reunión informal y sin su investidura presidencial. Mientras Fox tuvo la oportunidad de recibir a Bush en su propio territorio y dialogar con un presidente en funciones, Calderón se vio obligado a hacer maletas para comer mole en Washington con un presidente electo sin poder alguno.
Se equivocan los que repiten ad nauseum que existe una "tradición" en el sentido de realizar un encuentro entre el presidente mexicano y el presidente electo de Estados Unidos antes de que tome posesión. El único antecedente histórico de una reunión de este tipo fue la visita de Carlos Salinas de Gortari a Bill Clinton en 1993, la cual se justificó bajo el argumento de que a éste último se le pondría al tanto de las negociaciones respecto al Tratado de Libre Comercio. Ningún otro presidente electo de los Estados Unidos se ha reunido con el mandatario mexicano antes de su "inauguración".
Tal como nos lo ha recordado el analista Dan Lund, la verdadera "tradición", establecida por cierto desde los tiempos de John F. Kennedy, ha sido que el presidente estadunidense realice su primera visita de Estado a su vecino de arriba. Y así será de nuevo en esta ocasión. En las próximas semanas, Obama visitará al primer ministro de Canadá, Stephen Harper, en un acto que los canadienses ya celebran como un indicador de la gran importancia de las relaciones bilaterales entre ambos países.
Hablando de tradiciones, la que efectivamente sigue vigente en nuestro país es la del intercambio de espejitos por oro. Tanto el gobierno mexicano como la mayoría de los medios de comunicación masiva se han aprestado a festejar los espejitos que ofreció Obama al presidente mexicano al concederle un par de horas de su agenda y felicitarle protocolariamente por su gran "liderazgo" y "compromiso". Pero mientras Calderón se mira y admira en los espejitos de Obama, Estados Unidos ya ha iniciado el saqueo del oro de la soberanía nacional.
Hoy México es relevante en la agenda internacional de esa nación principalmente por tres asuntos: narcotráfico, seguridad pública y petróleo. Desde la Doctrina Monroe, siempre ha existido un enorme interés de parte de los mal llamados "americanos" por controlar la seguridad interna y el oro negro de nuestro país. Como botón de muestra tenemos el más reciente informe del Comando Conjunto de Fuerzas (Joint Forces Command) que manifiesta abiertamente la disposición del gobierno estadunidense de intervenir militarmente en caso de que ocurra un "colapso rápido" del Estado mexicano. Este escenario supuestamente tendría que ver con la toma de las instituciones públicas por el narcotráfico, pero de ninguna manera se podría descartar una acción similar en el caso de una eventual victoria política de la izquierda social.
Por lo visto, el presidente mexicano está dispuesto a entregarles a los estadunidenses "lo que gusten y manden". Al anunciar la nueva "alianza estratégica" entre ambos países en materia de seguridad, Calderón ha ratificado la tradicional subordinación y servilismo del Estado mexicano a los dictados del Tío Sam. En lugar de defender enérgicamente los derechos de los connacionales en el país del norte o de demandar apoyo para salir de la crisis económica causada en gran medida por el propio régimen estadunidense, Calderón se limitó a felicitar al presidente electo, gestionar el siguiente cheque del Plan Mérida y prometer su lealtad a los dictados de Washington.
Si bien el equipo de política exterior de Obama es más inteligente y "pragmático" que los ideólogos retrógrados que operaron bajo el gobierno de Bush, sería ingenuo esperar que los nuevos inquilinos de Washington tengan en mente defender los intereses de México y los mexicanos. La nueva secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el vicepresidente, Joe Biden, son ampliamente conocidos por sus posiciones belicistas y buscarán de forma férrea seguir promoviendo el neoliberalismo por el mundo. Ambos también apoyaron la invasión de Irak y respaldan plenamente a Israel en su conflicto con los palestinos. El secretario de Defensa de Bush, Robert Gates, continuará en su puesto y Obama entregó el cargo clave de asesor nacional en seguridad a James Jones, un militar cercano a los republicanos y en especial al derrotado John McCain. Llama la atención que el presidente electo no incluyó un solo representante del ala diplomática pacífica ("las palomas") del Partido Demócrata en su equipo de política exterior.
Todo parece indicar que tendremos más de lo mismo en la política exterior de Estados Unidos. Sin embargo, todavía existe la posibilidad de aprovechar la transición y la supuesta buena voluntad expresada por Obama para "darle la vuelta" a las relaciones con América Latina con el fin de hacer valer los intereses de México. Pero esto definitivamente no se logrará con reuniones protocolarias a manera de intercambios de "espejitos" por oro, sino con una diplomacia fuerte y autónoma, así como con un arraigo y comunicación constante con el pueblo mexicano y los países de América Latina.
Lamentablemente, la escenografía, las declaraciones y los nulos resultados de este primer encuentro entre Obama y Calderón no son buenos augurios para las relaciones entre México y Estados Unidos.
En lugar de realizar su primera visita de Estado a México, tal como en 2001 lo hiciera George W. Bush cuando fue recibido por Vicente Fox en su rancho, Barack Obama decidió atender a Felipe Calderón en Estados Unidos en una reunión informal y sin su investidura presidencial. Mientras Fox tuvo la oportunidad de recibir a Bush en su propio territorio y dialogar con un presidente en funciones, Calderón se vio obligado a hacer maletas para comer mole en Washington con un presidente electo sin poder alguno.
Se equivocan los que repiten ad nauseum que existe una "tradición" en el sentido de realizar un encuentro entre el presidente mexicano y el presidente electo de Estados Unidos antes de que tome posesión. El único antecedente histórico de una reunión de este tipo fue la visita de Carlos Salinas de Gortari a Bill Clinton en 1993, la cual se justificó bajo el argumento de que a éste último se le pondría al tanto de las negociaciones respecto al Tratado de Libre Comercio. Ningún otro presidente electo de los Estados Unidos se ha reunido con el mandatario mexicano antes de su "inauguración".
Tal como nos lo ha recordado el analista Dan Lund, la verdadera "tradición", establecida por cierto desde los tiempos de John F. Kennedy, ha sido que el presidente estadunidense realice su primera visita de Estado a su vecino de arriba. Y así será de nuevo en esta ocasión. En las próximas semanas, Obama visitará al primer ministro de Canadá, Stephen Harper, en un acto que los canadienses ya celebran como un indicador de la gran importancia de las relaciones bilaterales entre ambos países.
Hablando de tradiciones, la que efectivamente sigue vigente en nuestro país es la del intercambio de espejitos por oro. Tanto el gobierno mexicano como la mayoría de los medios de comunicación masiva se han aprestado a festejar los espejitos que ofreció Obama al presidente mexicano al concederle un par de horas de su agenda y felicitarle protocolariamente por su gran "liderazgo" y "compromiso". Pero mientras Calderón se mira y admira en los espejitos de Obama, Estados Unidos ya ha iniciado el saqueo del oro de la soberanía nacional.
Hoy México es relevante en la agenda internacional de esa nación principalmente por tres asuntos: narcotráfico, seguridad pública y petróleo. Desde la Doctrina Monroe, siempre ha existido un enorme interés de parte de los mal llamados "americanos" por controlar la seguridad interna y el oro negro de nuestro país. Como botón de muestra tenemos el más reciente informe del Comando Conjunto de Fuerzas (Joint Forces Command) que manifiesta abiertamente la disposición del gobierno estadunidense de intervenir militarmente en caso de que ocurra un "colapso rápido" del Estado mexicano. Este escenario supuestamente tendría que ver con la toma de las instituciones públicas por el narcotráfico, pero de ninguna manera se podría descartar una acción similar en el caso de una eventual victoria política de la izquierda social.
Por lo visto, el presidente mexicano está dispuesto a entregarles a los estadunidenses "lo que gusten y manden". Al anunciar la nueva "alianza estratégica" entre ambos países en materia de seguridad, Calderón ha ratificado la tradicional subordinación y servilismo del Estado mexicano a los dictados del Tío Sam. En lugar de defender enérgicamente los derechos de los connacionales en el país del norte o de demandar apoyo para salir de la crisis económica causada en gran medida por el propio régimen estadunidense, Calderón se limitó a felicitar al presidente electo, gestionar el siguiente cheque del Plan Mérida y prometer su lealtad a los dictados de Washington.
Si bien el equipo de política exterior de Obama es más inteligente y "pragmático" que los ideólogos retrógrados que operaron bajo el gobierno de Bush, sería ingenuo esperar que los nuevos inquilinos de Washington tengan en mente defender los intereses de México y los mexicanos. La nueva secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el vicepresidente, Joe Biden, son ampliamente conocidos por sus posiciones belicistas y buscarán de forma férrea seguir promoviendo el neoliberalismo por el mundo. Ambos también apoyaron la invasión de Irak y respaldan plenamente a Israel en su conflicto con los palestinos. El secretario de Defensa de Bush, Robert Gates, continuará en su puesto y Obama entregó el cargo clave de asesor nacional en seguridad a James Jones, un militar cercano a los republicanos y en especial al derrotado John McCain. Llama la atención que el presidente electo no incluyó un solo representante del ala diplomática pacífica ("las palomas") del Partido Demócrata en su equipo de política exterior.
Todo parece indicar que tendremos más de lo mismo en la política exterior de Estados Unidos. Sin embargo, todavía existe la posibilidad de aprovechar la transición y la supuesta buena voluntad expresada por Obama para "darle la vuelta" a las relaciones con América Latina con el fin de hacer valer los intereses de México. Pero esto definitivamente no se logrará con reuniones protocolarias a manera de intercambios de "espejitos" por oro, sino con una diplomacia fuerte y autónoma, así como con un arraigo y comunicación constante con el pueblo mexicano y los países de América Latina.
Lamentablemente, la escenografía, las declaraciones y los nulos resultados de este primer encuentro entre Obama y Calderón no son buenos augurios para las relaciones entre México y Estados Unidos.
*Tomado de la revista Proceso.
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