Autoridades y "representantes del pueblo" encabezan corrupción en México
Tomados de La Jornada, El Fisgón, Hernández y Rocha y El Universal, Helioflores.
Faltan poco más de seis meses para que sea renovada la Cámara de Diputados, que por otros 3 años más desangrará las arcas nacionales al pagar enormes salarios a 500 “legisladores”, que en su mayoría, ni siquiera se presentan al recinto de San Lázaro a hacer “horas nalga”.
Con la mano en la cintura los “productivos” levantadedos dejaron de lado proyectos de ley de importancia fundamental para la ciudadanía, entre ellas, el plebiscito y el referéndum, tampoco la reforma electoral que evitaría que se usaran recursos públicos en campañas electorales. Los autonombrados “representantes populares” del PAN y PRI evitaron mediante su mayoría en las comisiones respectivas, que se dictaminara sobre ambos casos, en cambio dejarán de pagar impuestos sobre el aguinaldo que reciben, este último año de “labores”, claro que es un decir. Así los diputados de todos los partidos políticos obtendrán una percepción libre de “polvo y paja” superior a los 100 mil pesos, equivalente a más de 5 años de trabajo de un obrero que perciba el salario mínimo.
Sin embargo, ellos mismos reformaron las leyes fiscales para que trabajadores por su cuenta y pequeños empresarios pagaran más impuestos. De esta manera quedó vigente el Impuesto a Tasa Unica y el impuesto sobre depósitos en efectivo superiores a 25 mil pesos mensuales. Este es el pregonado Estado de derecho, en el que sólo los asalariados, trabajadores por su cuenta y pequeños empresarios pagan impuestos, pues como es de conocimiento público los grandes empresarios de México, no los pagan y si lo hacen se los devuelven de cualquier otra forma.
Los poderes fácticos en México deciden el rumbo y dirección de todo lo importante en el país. El magnate Carlos Slim gritó en contra de las altas tasas de interés y las calificó de impagables, no porque esté del lado de la ciudadanía, sino porque en el mes de septiembre, el servicio de mensajes de su empresa estrella, Telcel, tuvo una fuerte baja en su tendencia alcista. Es decir, vio lesionadas sus ganancias, ese fue el motivo de su berrinche ante sus compañeros banqueros.
Otra muestra del poder de estos empresarios cómplices del fraude electoral de 2006, es la nula legislación en materia de Radio y Televisión. La anterior fue declarada inconstitucional, en sus artículos medulares, por la Suprema Corte de Justicia de la Nación hace más de un año. Desde entonces los levantadedos se “comprometieron” a mandar otra. Al final de la legislatura no salió nada y en el Senado –que durará otros 3 años- decidieron mandarla a la congeladora, dicen que estará lista el próximo año. Un año electoral como el de 2006, donde Televisa y TV Azteca, presionaron para que saliera el mamotreto que al final resulto contrario a la Constitución.
Esos son los “representantes” populares, esos los “plurales” medios electrónicos y ese el mentado Estado de derecho, que no respeta ni los ordenamientos del máximo tribunal del país. Y ese es el México de hoy.
La siguiente colaboración fue tomada del periódico La Jornada.
Con la mano en la cintura los “productivos” levantadedos dejaron de lado proyectos de ley de importancia fundamental para la ciudadanía, entre ellas, el plebiscito y el referéndum, tampoco la reforma electoral que evitaría que se usaran recursos públicos en campañas electorales. Los autonombrados “representantes populares” del PAN y PRI evitaron mediante su mayoría en las comisiones respectivas, que se dictaminara sobre ambos casos, en cambio dejarán de pagar impuestos sobre el aguinaldo que reciben, este último año de “labores”, claro que es un decir. Así los diputados de todos los partidos políticos obtendrán una percepción libre de “polvo y paja” superior a los 100 mil pesos, equivalente a más de 5 años de trabajo de un obrero que perciba el salario mínimo.
Sin embargo, ellos mismos reformaron las leyes fiscales para que trabajadores por su cuenta y pequeños empresarios pagaran más impuestos. De esta manera quedó vigente el Impuesto a Tasa Unica y el impuesto sobre depósitos en efectivo superiores a 25 mil pesos mensuales. Este es el pregonado Estado de derecho, en el que sólo los asalariados, trabajadores por su cuenta y pequeños empresarios pagan impuestos, pues como es de conocimiento público los grandes empresarios de México, no los pagan y si lo hacen se los devuelven de cualquier otra forma.
Los poderes fácticos en México deciden el rumbo y dirección de todo lo importante en el país. El magnate Carlos Slim gritó en contra de las altas tasas de interés y las calificó de impagables, no porque esté del lado de la ciudadanía, sino porque en el mes de septiembre, el servicio de mensajes de su empresa estrella, Telcel, tuvo una fuerte baja en su tendencia alcista. Es decir, vio lesionadas sus ganancias, ese fue el motivo de su berrinche ante sus compañeros banqueros.
Otra muestra del poder de estos empresarios cómplices del fraude electoral de 2006, es la nula legislación en materia de Radio y Televisión. La anterior fue declarada inconstitucional, en sus artículos medulares, por la Suprema Corte de Justicia de la Nación hace más de un año. Desde entonces los levantadedos se “comprometieron” a mandar otra. Al final de la legislatura no salió nada y en el Senado –que durará otros 3 años- decidieron mandarla a la congeladora, dicen que estará lista el próximo año. Un año electoral como el de 2006, donde Televisa y TV Azteca, presionaron para que saliera el mamotreto que al final resulto contrario a la Constitución.
Esos son los “representantes” populares, esos los “plurales” medios electrónicos y ese el mentado Estado de derecho, que no respeta ni los ordenamientos del máximo tribunal del país. Y ese es el México de hoy.
La siguiente colaboración fue tomada del periódico La Jornada.
Crisis en todo y de todo
Octavio Rodríguez Araujo
El fin de la actual fase del capitalismo, conocida como neoliberalismo, comienza a ser realidad. La crisis no es sólo económica (financiera y monetaria): es también política y ambiental. Y en países como México, también de seguridad y de valores.
Los mitos del neoliberalismo se están cayendo uno tras otro. Una vez más el Estado tiene que intervenir (como en los años 30 del siglo pasado) para salvar a las empresas y, puesto que estamos hablando de estados capitalistas, salvar a millones de personas amenazadas por el cierre de esas empresas, no porque sean personas, sino porque si ya no son productores que por lo menos sean consumidores (el capitalismo funciona con base en el mercado y éste no existe si no hay consumidores de las mercancías que se producen). El desempleo masivo ya es una certeza porque la producción ha disminuido y ésta ha bajado porque la gente no tiene dinero para comprar: un perverso círculo vicioso que ya se veía en el horizonte próximo, pero al que nadie le hizo caso hasta que nos alcanzó.
La especulación, el enriquecimiento desmedido, la ganancia fácil son elementos que provocaron la crisis que vivimos. Todos los días se despiden trabajadores de bancos, de industrias, de grandes comercios, etcétera, y lo peor para los capitalistas es que con esos despidos están muy lejos de resolver el problema, pues están acabando con los consumidores (los desempleados consumen lo mínimo para sobrevivir). Sólo los estados pueden paliar esta tragedia reactivando la economía con obras de infraestructura, evitando la quiebra de empresas, regulando precios y, para colmo de la contradicción ortodoxa del pensamiento neoliberal, regresando a los subsidios y a las inyecciones de divisas para mantener más o menos estables las monedas.
¿No hay recesión? ¿Y cómo se llama al estancamiento inmobiliario, a las ofertas de automóviles de lujo (que en México se ofrecen en dólares de menos de 11 pesos), a la promesa de los supermercados de que no variarán los precios? Basta ir a las tiendas para ver lo que sucede. ¿Cuándo se iban a imaginar, hace un lustro, la nacionalización-estatización de instituciones financieras en países donde surgió el neoliberalismo con Reagan y Thatcher hace poco más de 25 años? El Consenso de Washington propuesto por Williamson en 1989, y adoptado como receta maestra por decenas de gobiernos en el mundo, se ha vuelto una contradicción. ¿Dónde quedó la liberalización de las tasas de interés, del comercio internacional y de la entrada de inversiones extranjeras que se asumió como dogma para el funcionamiento del capitalismo? Se desvaneció o, peor, se volvió una pesadilla de la que todo mundo quiere despertar, con Bush como personaje central y tan distorsionado como lo es en la realidad: sólo falta que en Times Square aparezca un gran reloj digital y luminoso que marque los días de manera regresiva para terminar con una explosión radiante el día que Obama tome posesión. Así se ven las cosas en el país vecino, o así la quieren ver los que aún quieren tener la esperanza de que algo cambie o de que las cosas no sigan iguales.
Éste es el panorama mundial, pero en México estamos peor. Además de la falta de previsión (un catarrito que se volvió neumonía) tenemos la inseguridad. Ésta ha crecido a un ritmo tal que la gente ya no quiere salir de su casa y, a decir verdad, ni la casa es protección contra asaltantes armados (el recientísimo caso de Rosa Luz Alegría en el sur de Morelos, por ejemplo). ¿De dónde surgió la inseguridad que padecemos? De Los Pinos. Calderón, como se ha dicho miles de veces, se puso a golpear el avispero sin medir las consecuencias y sin estar preparado para enfrentar el desmadre que produjo. Y todo por quedar bien con Washington, pues las consecuencias del narcotráfico no son, ni de lejos, tan graves como en Estados Unidos, el principal consumidor per cápita de drogas en el mundo. Según la Encuesta Nacional de Adicciones (La Crónica, 23/09/08), en los últimos seis años el número de adictos a drogas ilegales aumentó 51 por ciento hasta alcanzar la cifra de 500 mil personas. Parecen muchos, pero no representan ni 0.50 por ciento de la población del país. México sigue siendo un país productor y transportador de drogas hacia la potencia del norte, donde está el verdadero mercado, por eso la presión para que aquí se combata el narcotráfico y por lo mismo la Iniciativa Mérida. El problema es que el hampa se enojó y al sentirse como perro rabioso arrinconado convirtió su negocio en un problema de venganza. ¿En qué consiste esta venganza? Fácil: ¿quieres guerra?, la tendrás, y ahora el problema no es el consumo de drogas sino la inseguridad: asaltos, asesinatos, secuestros, golpe tras golpe. ¿No es sorprendente que sólo en 2008 haya casi tantos muertos civiles y de fuerzas de seguridad como en Irak? Sí, el lunes pasado habían muerto, durante 2008, 5 mil 376 personas en México y 5 mil 672 en Irak (véase http://icasualties.org/oif/). En un solo día leímos en páginas diferentes de La Jornada (2/12/09), México “empieza diciembre con récord criminal: 49 asesinatos en un día” y varias páginas después: “al menos 40 muertos en Afganistán e Irak”. Las notas no podrían ser más elocuentes.
Ya en la insania total, porque no cabe duda de que las crisis también provocan locura, el Partido Verde Ecologista y el gobernador de Coahuila, entre otros, piden pena de muerte a asesinos y secuestradores. ¿Por qué no, de una vez, quemarlos vivos en la plaza pública? El regreso a la noche oscura de la Edad Media. Esto es crisis de valores.
De la crisis política, ¿qué más se puede decir cuando vemos a Calderón coqueteándole a El Yunque para, unidos, tratar de no perder mucho en las próximas elecciones? ¿Qué más se puede decir de un sector del PRD que valida sus trampas gracias al tribunal electoral que legalizó la candidatura de Calderón en 2006? Estos dos ejemplos son equivalentes a que Beatriz Paredes invitara a Elba Esther Gordillo a la secretaría general del PRI para asegurarse el triunfo en 2009 (lo que no va a ocurrir). ¿Qué no está en crisis?
Octavio Rodríguez Araujo
El fin de la actual fase del capitalismo, conocida como neoliberalismo, comienza a ser realidad. La crisis no es sólo económica (financiera y monetaria): es también política y ambiental. Y en países como México, también de seguridad y de valores.
Los mitos del neoliberalismo se están cayendo uno tras otro. Una vez más el Estado tiene que intervenir (como en los años 30 del siglo pasado) para salvar a las empresas y, puesto que estamos hablando de estados capitalistas, salvar a millones de personas amenazadas por el cierre de esas empresas, no porque sean personas, sino porque si ya no son productores que por lo menos sean consumidores (el capitalismo funciona con base en el mercado y éste no existe si no hay consumidores de las mercancías que se producen). El desempleo masivo ya es una certeza porque la producción ha disminuido y ésta ha bajado porque la gente no tiene dinero para comprar: un perverso círculo vicioso que ya se veía en el horizonte próximo, pero al que nadie le hizo caso hasta que nos alcanzó.
La especulación, el enriquecimiento desmedido, la ganancia fácil son elementos que provocaron la crisis que vivimos. Todos los días se despiden trabajadores de bancos, de industrias, de grandes comercios, etcétera, y lo peor para los capitalistas es que con esos despidos están muy lejos de resolver el problema, pues están acabando con los consumidores (los desempleados consumen lo mínimo para sobrevivir). Sólo los estados pueden paliar esta tragedia reactivando la economía con obras de infraestructura, evitando la quiebra de empresas, regulando precios y, para colmo de la contradicción ortodoxa del pensamiento neoliberal, regresando a los subsidios y a las inyecciones de divisas para mantener más o menos estables las monedas.
¿No hay recesión? ¿Y cómo se llama al estancamiento inmobiliario, a las ofertas de automóviles de lujo (que en México se ofrecen en dólares de menos de 11 pesos), a la promesa de los supermercados de que no variarán los precios? Basta ir a las tiendas para ver lo que sucede. ¿Cuándo se iban a imaginar, hace un lustro, la nacionalización-estatización de instituciones financieras en países donde surgió el neoliberalismo con Reagan y Thatcher hace poco más de 25 años? El Consenso de Washington propuesto por Williamson en 1989, y adoptado como receta maestra por decenas de gobiernos en el mundo, se ha vuelto una contradicción. ¿Dónde quedó la liberalización de las tasas de interés, del comercio internacional y de la entrada de inversiones extranjeras que se asumió como dogma para el funcionamiento del capitalismo? Se desvaneció o, peor, se volvió una pesadilla de la que todo mundo quiere despertar, con Bush como personaje central y tan distorsionado como lo es en la realidad: sólo falta que en Times Square aparezca un gran reloj digital y luminoso que marque los días de manera regresiva para terminar con una explosión radiante el día que Obama tome posesión. Así se ven las cosas en el país vecino, o así la quieren ver los que aún quieren tener la esperanza de que algo cambie o de que las cosas no sigan iguales.
Éste es el panorama mundial, pero en México estamos peor. Además de la falta de previsión (un catarrito que se volvió neumonía) tenemos la inseguridad. Ésta ha crecido a un ritmo tal que la gente ya no quiere salir de su casa y, a decir verdad, ni la casa es protección contra asaltantes armados (el recientísimo caso de Rosa Luz Alegría en el sur de Morelos, por ejemplo). ¿De dónde surgió la inseguridad que padecemos? De Los Pinos. Calderón, como se ha dicho miles de veces, se puso a golpear el avispero sin medir las consecuencias y sin estar preparado para enfrentar el desmadre que produjo. Y todo por quedar bien con Washington, pues las consecuencias del narcotráfico no son, ni de lejos, tan graves como en Estados Unidos, el principal consumidor per cápita de drogas en el mundo. Según la Encuesta Nacional de Adicciones (La Crónica, 23/09/08), en los últimos seis años el número de adictos a drogas ilegales aumentó 51 por ciento hasta alcanzar la cifra de 500 mil personas. Parecen muchos, pero no representan ni 0.50 por ciento de la población del país. México sigue siendo un país productor y transportador de drogas hacia la potencia del norte, donde está el verdadero mercado, por eso la presión para que aquí se combata el narcotráfico y por lo mismo la Iniciativa Mérida. El problema es que el hampa se enojó y al sentirse como perro rabioso arrinconado convirtió su negocio en un problema de venganza. ¿En qué consiste esta venganza? Fácil: ¿quieres guerra?, la tendrás, y ahora el problema no es el consumo de drogas sino la inseguridad: asaltos, asesinatos, secuestros, golpe tras golpe. ¿No es sorprendente que sólo en 2008 haya casi tantos muertos civiles y de fuerzas de seguridad como en Irak? Sí, el lunes pasado habían muerto, durante 2008, 5 mil 376 personas en México y 5 mil 672 en Irak (véase http://icasualties.org/oif/). En un solo día leímos en páginas diferentes de La Jornada (2/12/09), México “empieza diciembre con récord criminal: 49 asesinatos en un día” y varias páginas después: “al menos 40 muertos en Afganistán e Irak”. Las notas no podrían ser más elocuentes.
Ya en la insania total, porque no cabe duda de que las crisis también provocan locura, el Partido Verde Ecologista y el gobernador de Coahuila, entre otros, piden pena de muerte a asesinos y secuestradores. ¿Por qué no, de una vez, quemarlos vivos en la plaza pública? El regreso a la noche oscura de la Edad Media. Esto es crisis de valores.
De la crisis política, ¿qué más se puede decir cuando vemos a Calderón coqueteándole a El Yunque para, unidos, tratar de no perder mucho en las próximas elecciones? ¿Qué más se puede decir de un sector del PRD que valida sus trampas gracias al tribunal electoral que legalizó la candidatura de Calderón en 2006? Estos dos ejemplos son equivalentes a que Beatriz Paredes invitara a Elba Esther Gordillo a la secretaría general del PRI para asegurarse el triunfo en 2009 (lo que no va a ocurrir). ¿Qué no está en crisis?
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