progressif

viernes, diciembre 05, 2008

Arquitecto de su propio destino





Tomados de La Jornada, El Fisgón y Rocha y El Universal, Helioflores.


Cada día que pasa el pelele Felipe Calderón Hinojosa es obligado a dar marcha atrás en la integración de su gabinetazo. Desde el principio optó por desgobernar al país sólo con los leales, no importó que no tuvieran la más mínima idea del trabajo que realizarían. Su equipo Timbiriche fue el elegido, nadie de fuera de ese círculo cerrado podría tener un cargo relevante, lo primordial fue la lealtad, el compartir la corrupción y sobre todo la impunidad.

A dos años de infame desgobierno, el usurpador Calderón Hinojosa ha perdido poco a poco a su círculo cercano, va en reversa, muy lejos de “rebasar por la izquierda”, como había prometido. En otras administraciones cuando termina el primer tercio de los seis años, es cuando el preciso en turno tiene todos los hilos en la mano y comienza su mini-maximato.

Pero el espurio ha dado muestras de lo contrario. Títere de los poderosos como es, ilegítimo como ha quedado demostrado, e impopular, pese a las cientos de encuestas a modo pagadas con el dinero público, Calderón Hinojosa comenzó a perder el poco poder que tenía. A los levantadedos del Congreso de la Unión poco les importó que defendiera con ahínco al policía Genaro García Luna –recomendado por el magnate Carlos Slim-, le retiraron el cargo de titular de Consejo de Seguridad. A la Secretaría de la Defensa le hizo poca gracia que la mandaran por un tubo cuando advirtió hace más de dos años que personal cercano a García Luna tenía nexos inocultables con el narcotráfico. Ahora está cobrando la factura y ha colocado a dos generales en los puestos de dirección de la Policía Federal, luego de que las personas cercanas a García Luna fueran detenidas y están siendo investigadas por tener nexos con el crimen organizado y recibir cientos de miles de dólares por proteger a delincuentes y narcotraficantes.

Ya perdió hasta el puesto de secretario particular que ahora ocupa el ultraderechista Luis Felipe Bravo Mena, la secretaría de Gobernación quedó en manos de otro capo ligado a la coyota Diego Fernández de Cevallos. La corrupta secretaría de Hacienda está en manos del priísta Agustín “Tonina” Carstens –quien se aferra a seguir aumentando los combustibles para desquiciar a los consumidores con una inflación sin control- y la SCT, vocera oficial y declarante de “que todo fue un accidente” en la muerte de Juan Camilo Mouriño, también es del PRI, con el salinista Luis Téllez.

Los pronósticos de que no llegaría al final del sexenio se cumplen de manera inexorable. No fue retirado por el Estado de derecho, mucho menos por la legalidad de las instituciones. Está siendo removido y acotado por los mismos que lo impusieron. Es su pelele y lo tratan como tal, para eso lo colocaron en Los Pinos, para un “úsese y tírese”.


La siguiente información fue tomada de la revista Proceso.









La narcofiesta en el Desierto de los Leones


RICARDO RAVELO

MÉXICO, DF, 4 de diciembre (apro).- El decomiso de una fastuosa residencia en el Desierto de los Leones, presuntamente propiedad de una red de colombianos ligados a los hermanos Beltrán Leyva, tiene dos historias: la oficial y la que cuenta Ángela María Quintero, una de las mujeres detenidas el día del operativo.

Según la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal, el operativo, con la consecuente incautación de la casa, las mascotas -tigres siberianos, panteras y leones-- y la detención de La Gaviota, Teodoro Mauricio Fino Restrepo, presunto jefe de la banda, se efectuó el 19 de octubre último.

Pero según el testimonio de Quintero Martínez, cirujano plástico de profesión, empresaria de giros estéticos y vendedora de joyas, su captura se efectuó el 15 y, durante los días posteriores, es decir, del 15 al 19 de ese mes -cuando la SSP informó del operativo-, los policías se dedicaron a torturar a los detenidos y saquear las pertenencias, tanto de los inquilinos como de las personas que se encontraban festejando el cumpleaños de otra mujer, Juliana.
Quintero Martínez rindió declaración ante la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), en el marco de la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/347/2008, en que se le acusa de delitos relacionados con la delincuencia organizada.

En su testimonio --al que Apro tuvo acceso-- narra lo que según ella ocurrió antes, durante y después del operativo encabezado por los agentes Mauricio Navarro Hernández, El Mauro, y Edgar Bayardo del Villar, ambos arraigados semanas después por la presunta protección que brindaban a Jesús Zambada García, El Rey, hermano de Ismael El Mayo Zambada, una de las figuras emblemáticas del cártel de Sinaloa.

La colombiana Ángela María Quintero asegura que visitó México en varias ocasiones, siempre en plan de negocios, particularmente la venta de joyería fina. Pero expone que la última vez que llegó a México fue para buscar trabajo, "así como buscando clientes para venderles joyería, y es por lo que un amigo, el licenciado Javier Sánchez, me comentó que él sabía que se iba abrir un restaurante-bar en Coyoacán, y que él me buscaría una entrevista para que trabajara (en el área) de relaciones públicas)".

Entonces "el miércoles 15 de octubre me entrevisté en dicho restaurante con el gerente, de quien de momento no recuerdo su nombre, para ver si podía conseguir el empleo, y quedando de vernos al día siguiente para finalizar la contratación, por lo que al estar con dicha persona recibí una llamada a mi celular...

"Era una amiga mía colombiana, de nombre Margarita Gómez

Arango, quien aparte de saludarme me llamó para recordarme que no se me fuera a olvidar que era el cumpleaños de Juliana (otra de sus amigas), a lo que le dije que sí, ya que horas antes, es decir, como a las 13:00, ya me había hablado Juliana para invitarme, por lo que además vería si podía vender algunas de las joyas que traía, así como mostrar el catálogo de otras más".

Ángela y Margarita quedaron de verse entre las 17:00 y las 18:00 del 15 de octubre en un Sanborns de Santa Fe. Al lugar fue trasladada "por Jesús", el chofer del gerente del restaurante-bar que con el que horas antes se había entrevistado.

Desde el interior del restaurante -recordó Quintero Martínez-, observó que su amiga arribó al sitio en un vehículo. Iba acompañada de otras personas, por lo que salió a recibirla para luego trasladarse todos, sostuvo, a otro lugar, cerca del Sanborns.
Dijo que alrededor de las 19:00 horas, ya en el nuevo sitio, su amiga le comentó que celebrarían el cumpleaños de Juliana, y se fueron a saludarla a su casa que, según refiere en su testimonio, se trata de la fastuosa 'narcomansión'.

"Después de saludarnos nos pasó al comedor de la casa, que era muy grande y muy bonita... Ahí comimos unas botanas y tomamos una copa de vino, y me pude percatar que había unas cocineras y un chef...

"Juliana nos dijo a Margarita y a mí si queríamos arreglarnos, por lo que en esos momentos le dije a Juliana que yo tenía un taller de joyería y que traía varias joyas, precisamente once piezas valuadas en más de 120 mil dólares, que les mostré", y también "traía fotografías de otras joyas para ver si me compraba algunas, y le comenté que si podría enseñárselas a las personas que fueran a ir a la fiesta, a lo que me dijo que sí, por lo que al terminar de arreglarnos y antes de bajar a la fiesta, ya se escuchaba que había gente".

La fiesta del cumpleaños de Juliana comenzó, en efecto, amenizada, según la testigo, "por el hijo de Enrique Guzmán y Silvia Pinal", según le comentó su amiga Juliana. Como el "reventón" ya estaba en su apogeo, Quintero Martínez le dijo a su amiga que le guardara el lote de joyas en su recámara. También le entregó -según cuenta- otras pertenencias:
"Mi cartera, un portafolios con nueve tarjetas de crédito, mis lentes, una agenda en donde están registrados todos mis clientes, tanto del spa (su negocio de Bogotá) como de la joyería, y los nombres de mis pacientes; dos lapiceras Cartier rosadas, un lápiz de platino negro, todos mis documentos (entre otros la FM3, credencial y licencias de Colombia).
Quintero Martínez revela:

"Nos movimos a la planta baja del domicilio, quedándonos un rato en la sala, y posteriormente Juliana nos llevó a Margarita y a mí a un lugar que parecía como una discoteca (dentro de la misma residencia), donde había ya aproximadamente ocho o diez hombres que no conozco, y muchas mujeres, es decir, unas cuarenta personas...

"Y al ir ingresando me pude percatar que la mayoría de las mujeres que ahí se encontraban eran prostitutas, por lo que me sentí muy mal y le dije a Juliana y a Margarita que yo me quería retirar ya, que el ambiente no me gustaba porque se veía el trato que le daban a los hombres que ahí estaban las prostitutas, lo que me hizo sentir muy mal, por lo que le insistí a Margarita que al menos me fuera a dejar a algún lugar, porque realmente yo no sabía dónde estábamos...

"Margarita y Juliana me comentaron que me esperara para que pudiera ofrecer la joyería, a lo que dije que no, ya que eran prostitutas las que estaban ahí, y además los hombres se veían muy tomados (por) lo que les insistí que por favor me fueran a dejar, pero en esos momentos llegaban más personas a felicitar a Juliana, por lo que tuve que esperarme y, como a las doce de la noche, insistí en salir de ese sitio".

El operativo

La insistencia de Ángela fue inútil y, quizás, tardía.

Revela en su testimonio ministerial: "Entre las 12:30 y una de la mañana del 16 de octubre, empecé a escuchar gritos y amenazas como '¡al suelo toda la bola de cabrones, Policía Federal Preventiva!'.

"Y en esos momentos observé cómo unas cien personas, casi todas con pasamontañas en la cara y con armas largas, nos pusieron a todos los que estábamos ahí entre los varones, las prostitutas, el chef, las cocineras, varios meseros y músicos. A todos nos pusieron contra el piso y preguntaban por diversos nombres que no recuerdo, porque me dio mucho miedo, ya que estas personas empezaron a golpear a la mayoría de los hombres y, a nosotras las mujeres, nos empezaron a golpear las mujeres policías que llegaron.



"Unos treinta minutos sólo se escucharon gritos y amenazas, y pude percatarme que era una persona la que dirigía a los policías y le decían 'comandante Navarro o Negrete'".

La testigo se refería, según se comprobó después, a Mauricio Navarro Hernández, uno de los agentes federales implicados en la presunta protección a El Rey Zambada.

Según el testimonio de Quintero Martínez, los policías apartaron a las mujeres de los hombres. "A mí me pusieron con las prostitutas y me decían que si yo era prostituta, a lo que les dije que no, que yo era amiga de Juliana y de Margarita, que eran las únicas personas que yo conocía en esa fiesta. "El comandante me dijo que mejor dijera que era prostituta porque me iba a ir muy mal...

"Yo le dije al comandante (Navarro o a Edgar Bayardo) que yo había llegado a ese lugar a festejar el cumpleaños de Juliana, y le informé a ese comandante que en la recámara de arriba tenía yo unas joyas que iba a ofrecer en venta, así como todas mis pertenencias, y que me permitiera subir para mostrárselas, por lo que se volteó y empezó a golpear a Juliana y a Margarita, preguntándoles si me conocían, a lo que ellas respondieron que me habían invitado a la fiesta".

Según la colombiana actualmente indiciada, con excepción de los músicos, prostitutas y meseros (se retiraron como a las cuatro de la madrugada), sólo se quedaron en la casa los hombres -presuntos dueños de la residencia-- y las tres mujeres.

Prosigue el testimonio: "Me percaté que (los policías) estaban revisando la casa y a Juliana la golpeaban y le preguntaban por su novio, posteriormente nos subieron a las tres a una camioneta blanca cerrada, y ahí nos tuvieron hasta que amaneció, ya que como a las siete u ocho de la mañana, nos pusieron en el patio y no nos permitían que nos moviéramos...
"Empezaron a torturar a los hombres que ahí tenían, a quienes los amarraron de pies y manos y los metían a la alberca (y vi) que le habían puesto barras de hielo (a la alberca) y metían a los hombres y los sacaban haciéndoles muchas preguntas y, cuando veían que casi se estaban ahogando, los sacaban y los ponían en el suelo y los pateaban y los golpeaban con los puños cerrados...

"Ese día era jueves 16 de octubre (y) nos llevaron a un cuarto unas mujeres policías a Juliana, Margarita y a mí, siendo esto ya a media mañana.... Hasta donde alcanzábamos a escuchar, seguían golpeando a los hombres... Otras policías nos insultaban y a Juliana la empezaron a golpear de nueva cuenta y, al querer yo intervenir, me dieron varios golpes en la cara y en el cuello. Así pasó todo el jueves 16, en un cuarto sin comer y sin beber agua, y únicamente recibiendo maltratos e insultos y, al día siguiente, el viernes 17 de octubre, sacaron del cuarto a Juliana y una de las mujeres policías nos ordenó a Margarita y a mí que les entregáramos todas nuestras pertenencias.

"Le entregué unos aretes de diamantes de un kilate cada uno, un reloj Cartier y una pulsera de oro de 14 kilates con brillantes, y Margarita le entregó también sus pertenencias, ya que la policía nos dijo que a donde nos iban a llevar (a la SIEDO) nos iban a robar todo".

Los policías enviados por Genaro García Luna, el titular de la SSP federal, se quedaron en la casa después de poner a disposición de la Procuraduría General de la República (PGR) a los detenidos, entre ellos, al presunto enlace de los hermanos Beltrán Leyva con el cártel de Cali, afincado en Colombia, Teodoro Mauricio Fino Restrepo, La Gaviota.

Finalmente los agentes incautaron la 'narcoresidencia', fastuosa por donde se le mire, recubierta con finas maderas, el lujo en su máximo esplendor. También decomisaron las mascotas de los presuntos narcotraficantes, entre ellas panteras, tigres siberianos y leones.
Del lote de joyas que Ángela María Quintero guardó en la recámara de su amiga -valuado en 120 mil dólares- nada se sabe.

Según datos recabados por Apro, el lote fue robado por los mismos agentes que ahora se encuentran acusados de brindar protección al cártel de Sinaloa, en particular a la célula representada por Ismael El Mayo Zambada García.

Quintero Martínez y sus presuntos cómplices continúan arraigados bajo el cargo de ser proveedores de droga de los Beltrán Leyva, cuyos tentáculos, se reveló semanas después, ya habían infiltrado a la SIEDO y a la SSP federal.