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martes, septiembre 23, 2008

Con descaro se niegan a renunciar






Tomados de La Jornada, Hernández, Rocha y El Fisgón y El Universal, Helioflores y Naranjo.

La corrupción en México sigue viento en popa con todo y los llamados de la Iglesia católica y los señores del dinero de los poderes fácticos. Los mismos desean que la corrupción –encabezada por ellos- no sea parte de la vida común del ciudadano de a pie, resienten que el mal ejemplo haya cundido entre la población y ahora sean vulnerables. También que no puedan seguir robando con el descaro acostumbrado, pues cada vez existen más denuncias por casos de corrupción.

Desde el último año del traidor y corrupto Vicente Fox Quesada hasta la fecha México ocupa el mismo nivel de corrupción, es decir de los calificados como corrupción “desenfrenada” por Transparencia Internacional al no rebasar los 4 puntos de un total de 10. La corrupción en el país -3.6- se ubica por encima de la de Brasil y de naciones como El Salvador, Uruguay, Chile, República Dominicana, Costa Rica, Puerto Rico y Cuba.

Como no catalogar al desgobierno del pelele Felipe Calderón Hinojosa -de acrónimo Hic, según publicaciones en internet- de corrupto si en sus informes sobre Pemex, coloca a la paraestatal en bancarrota, mientras que los datos duros –de la misma paraestatal- señalan que a pesar de toda la debacle en exportaciones y producción obtuvo ganancias por 16 mil millones de dólares por arriba de lo estimado.

Como no llamar corrupto al usurpador Calderón Hinojosa si de estas ganancias –no incluidas en el presupuesto y por tanto no programadas para gastarse- no se destina ni un peso a la construcción de infraestructura petrolera, sino van a parar a sus cuentas personales, ya que ni siquiera van a gastos prioritarios como salud, educación, etc. Hace unas semanas se presentó el proyecto de presupuesto para 2009 que incluye recortes en esos rubros prioritarios, por la “guerra” contra la inseguridad, pero no se dice a dónde van a parar las inmensas cantidades de dinero recibidas por los altos precios del petróleo que ayer volvieron a colocar la mezcla mexicana en la barrera de los 100 dólares por barril.

Como no llamar corruptos a los grandes empresarios mexicanos que no pagan impuestos y a los poderes fácticos mediáticos que mantienen una campaña de odio, mentiras y hostigamiento en contra de todo descontento popular. De todo movimiento ciudadano que esté en contra del saqueo a la nación y la baja en la calidad de vida y la educación. Desde la semana pasada los lectores de noticias de los medios electrónicos no cejan en sus ataques y descalificaciones a movimientos de maestros en contra de la corrupta cacique magisterial Elba Esther Gordillo, exhibida en toda su dimensión en las pasadas elecciones presidenciales de 2006. Que decir de que ayer informaron que México ocupa el penúltimo lugar en el área de ciencia y tecnología de los países miembros de la OCDE con apenas 35 mil investigadores en un país de 106 millones de habitantes, con una producción de patentes que apenas llega a las 500 anuales. No importa que la nación ocupe el lugar 14 por su economía, en materia de competitividad está en el 60 y en corrupción en el 72 de 180 países.

Como no llamar corruptos al PAN, PRI y los Chuchos del PRD si en las comparecencias de los miembros del “gabinetazo” del espurio Calderón Hinojosa abunda el compadrazgo y la complacencia. Donde los encargados de la seguridad de México insisten en que no habrá resultados “significativos” cuando se cumplan los 100 días acordados en el mentado pacto de seguridad firmado por los empresarios, sus representantes de la “sociedad civil” como Iluminemos México -pero no la corrupción en México Unido Contra la Delincuencia, que ahora firmará un pacto con las “instituciones” que criticó hace unas semanas- y los conocidos corruptos Elba Esther Gordillo, Carlos Romero, Deschamps, Mario Marín y Ulises Ruiz Ortiz.

Genaro García Luna y Eduardo Medina Mora reiteraron que no renunciarán, ni por los 24 decapitados en La Marquesa, ni por los 8 muertos y 130 heridos en Morelia, ni por las decenas de ejecuciones de las últimas semanas. Ellos aducen que trabajan “con pasión” por México aunque cobren millonarios sueldos por su ineficacia y negligencia. No quieren entender que el principal reclamo de la marcha del 30 de agosto pasado fue: “Si no pueden, renuncien, pues cobrar por no hacer nada también es corrupción”. ¿Alguien se dice sorprendido por el lugar que ocupa el gobierno mexicano en corrupción a nivel internacional?


La siguiente colaboración fue tomada del periódico La Jornada.












Narcoterrorismo en México


Carlos Montemayor

Los atentados terroristas perpetrados en la ciudad de Morelia el pasado 15 de septiembre suscitaron en gran parte de los medios mexicanos e internacionales diversos enfoques sobre la relevancia del narcotráfico en México y su paralelismo con Colombia.

Esos enfoques distorsionan en varias direcciones la vida política de México, a veces magnificando el conflictivo proceso del narcotráfico en nuestro país, otras confundiendo y olvidando el derrumbe real de nuestra vida económica, y otros momentos tratando de capitalizar políticamente, o mejor, partidariamente, la escalada de violencia de los cárteles del narcotráfico. Un ejemplo contundente y grave es el proyecto de Presupuesto de Egresos que se avecina para el próximo ejercicio de 2009: incremento notable a las partidas de Sedena, SSP y Cisen, y decremento en las áreas de salud, educación y seguridad social. Este enfoque de política presupuestal demuestra que la administración federal supone que los graves conflictos del país se resolverían con más aparatos de represión y reducción de garantías, y aleja la atención del empobrecimiento y estancamiento real de la economía nacional, que se encuentra en el sótano de los 20 países latinoamericanos analizados por la Cepal. Lo ocurrido en Morelia puede rendir, pues, óptimos resultados mediáticos al gobierno mexicano.

Difícil tener dudas acerca del atentado: es narcoterrorismo. Se trata de una acción inédita cometida en la tierra natal del presidente Felipe Calderón, que fue el estado donde se inició la guerra mediática y militar contra el narcotráfico. En muchos sitios del país, por otra parte, desde hace meses, han proliferado narcomantas denunciando la parcialidad gubernamental de esta guerra. Se trata de un cambio de mensajes al gobierno federal: de las narcomantas y los ataques a población civil (Creel y Ciudad Juárez, en Chihuahua; Ocoyoacac, en el estado de México; Mérida, en Yucatán), a granadas de fragmentación. Estamos, por tanto, ante un proceso gradual, ascendente y continuado.

Y en efecto, tenemos una posible similitud con la Colombia de los años 80: la fuerza económica, social y armamentista del narcotráfico, por un lado, y la porosidad y corrupción de políticos, de estructuras policiales y militares y algunos cuadros de la administración pública en carreteras, aeropuertos, aduanas o puertos, por otro. Todo esto es reflejo de los insuficientes e ineficaces servicios de inteligencia, situación que se ha agudizado en las pasadas cuatro administraciones federales. La guerra contra el narcotráfico carece de servicios de inteligencia y es sumamente errática. Es un caldo de cultivo para avivar el sometimiento policial y militar de México a los proyectos de seguridad hemisférica de Estados Unidos mediante proyectos como el Plan Colombia y el Plan Mérida.

Un periodista argentino del diario La Nación me comentó hace poco que algunos analistas han empezado a usar la expresión narco-Estado a la hora de hablar de México. Me parece exagerado y sobre todo erróneo. El Estado mexicano se está desmantelando por su sometimiento a la globalización económica irracional, no por el narcotráfico. Es un Estado debilitado por el neoliberalismo, con una población cada vez más empobrecida, con un gobierno cada vez más inepto y vulnerable y de gran docilidad y fidelidad a los intereses de los grandes consorcios. El narcotráfico no es el enemigo mortal del país, sino los consorcios trasnacionales, la extranjerización de nuestra economía en servicios bancarios y financieros, en el comercio, en productos agrícolas y en el sector de la energía. Hablar de narco-Estado equivale a olvidar la postración económica a que nos han llevado el desmantelamiento de la empresa pública y el repliegue del Estado en la rectoría de la economía nacional.

Desde hace tiempo me han preguntado en México y fuera de aquí si era posible que existiera alguna relación entre la guerrilla y los clanes del narcotráfico, como sí ocurrió en Colombia. No sólo me parece impensable, sino ridículo. Está claro que los vínculos reales y que más interesan al narcotráfico se encuentran en las corporaciones policiales y militares, entre políticos y diversos niveles de la administración pública, con bancos y financieras en el lavado de dinero y en la inversión legal de recursos blanqueados. Éstos son los vínculos reales y útiles al narcotráfico. La guerrilla opera en otros órdenes sociales y con otros objetivos.

En suma, no bastan ahora al crimen organizado las varias decenas de ejecuciones y decapitados diarios, ni las narcomantas para denunciar a autoridades federales. Ahora, en la tierra natal de Felipe Calderón, fueron dos granadas de fragmentación arrojadas a la multitud los nuevos mensajes. En el país entero, el narcoterrorismo demuestra que no es un fenómeno de criminalidad regional, como pretende hacernos creer la perspectiva gubernamental, sino un proceso de descomposición nacional, reflejo de los insuficientes servicios de inteligencia en México. Lo ocurrido en Morelia fue una acción terrorista, que expande la violencia en el corazón de la población civil. Los avisos y amenazas que fueron del conocimiento de autoridades locales aseguraron la inmediata respuesta de ambulancias, pero no la prevención del acto terrorista ni la cancelación de la concentración popular. México no sólo ocupa el último lugar de crecimiento económico en los 20 países latinoamericanos estudiados por la Cepal, insisto. Hoy se estrena como país vulnerable al narcoterrorismo. Una demostración palpable de que el gobierno mexicano está perdiendo el control del país.