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viernes, septiembre 19, 2008

¿Renunciarán quienes dejaron morir a los michoacanos?




Tomados de La Jornada, El Fisgón y Rocha y El Universal Helioflores.


Como si de leyes se tratara el pelele Felipe Calderón Hinojosa insiste en mandar iniciativas al Congreso de la Unión para “endurecer” las penas contra el crimen organizado. En las mismas no se prevé y mucho menos se dice nada en contra de la corrupción de las “instituciones” encargadas de “velar” por la seguridad de los mexicanos. Múltiples denuncias documentadas dan cuenta del contubernio entre las policías federales, estatales y municipales con el narcotráfico y el crimen organizado, también de los diversos órdenes de gobierno y de empresas y bancos que realizan el indispensable “lavado” de dinero.

Nada de ello es tema del combate a la delincuencia. Tan patético resulta el asunto que los propios criminales anunciaron que ellos encontrarán a los culpables de los atentados contra la población indefensa de Morelia el pasado 15 de septiembre, “caiga quien caiga”. En tanto, la PGR informó que los “presuntos sospechosos” detenidos en Zacatecas –casi sentenciados por los medios electrónicos todo el día de ayer y hoy misteriosamente protegidos por el ejército ¿no será que ellos si son los verdaderos culpables?- no tienen ninguna relación con los hechos ocurridos en Michoacán.

De nada sirve pues el aparatoso y anticonstitucional operativo policiaco-militar armado por el usurpador Calderón Hinojosa desde hace casi 2 años. Tampoco han servido las muertes de inocentes a manos del ejército y policía federal. Mucho menos los miles de millones de pesos gastados en mantener a miles de soldados fuera de los cuarteles. Y por si fuera poco el traficante de influencias oficial Juan Camilo Mouriño advirtió que no se modificará la “estrategia” del combate a la delincuencia.

Todo se traduce a más y mejor verborrea que en los hechos sirve para atacar de manera artera –como siempre- al movimiento de resistencia civil que ha dado innumerables muestras de ser pacífico. Todos los lectores de noticias oficiales y oficiosos enfocan sus baterías contra la Convención Nacional Democrática y contra Andrés Manuel López Obrador, el tema del petróleo lo relegan a nada desde hace meses. Como si la principal empresa del país, generadora del 40 por ciento de los recursos con los que se pagan escuelas, hospitales, policía, etc., no tuviera importancia y su venta aún menos.

Ninguna crítica se ha escuchado en contra de dos negligentes y sus “equipos de trabajo”. Ni con el pétalo de una insinuación se ha escrito o hablado mal del gobernador de Michoacán, Leonel Godoy y del espurio Calderón Hinojosa. Ellos son los principales responsables de la seguridad de los ciudadanos muertos y heridos en Morelia hace cuatro días. También sus subordinados, pero como siempre todos gozarán de la impunidad que es cobijada por las pantallas de televisión y las estaciones de radio.

Y para cerrar con broche de oro volvieron a resucitar a los fascistas del Yunque como Guillermo Velasco Arzac y a la madre del asesor de Genaro García Luna, Maria Elena Morera. Los dos pagados por grandes empresarios que cooperaron en el fraude electoral de 2006. El primero descalificado como representante de la sociedad civil, por estar ligado claramente a la cúpula empresarial y a la ultraderecha del panista Yunque. La segunda hace unas semanas desnudada como quien recibe dinero del desgobierno al que “critica”, además de ser financiada por la Coparmex y de que su hijo de apenas 23 años es asesor del principal responsable de la “seguridad” en el país. Con ese currículum a cuestas ambos han sido entrevistados por los medios electrónicos como “voceros” de la sociedad civil que “exige” un alto a la delincuencia y unidad de todo México para combatirla. Sin embargo, la demanda más escuchada en la marcha convocada por ellos mismos, el “si no pueden, renuncien”, no es repetido ni por Velasco Arzac ni por Morera. Los dos han dicho por separado que no se resolverá el problema con renuncias. Y nosotros nos preguntamos: después de 8 años –son los que lleva el PAN en Los Pinos- de impunidad y crecimiento de las bandas delincuenciales en el país, del incremento de drogadictos y narco tienditas, de miles de muertos –3 mil en lo que va de 2008- y de prácticamente ningún “pez gordo” atrapado ¿tendremos que seguir aguantando que ineptos y negligentes sigan hundiendo el “barco de gran calado” y gastando miles de millones de dólares para nada?

Hoy que se reúne el famoso Consejo de Seguridad para “evaluar” los “avances” tal vez, si es que tienen un poco de vergüenza, renuncien, pues quedó claro que no pueden y cobrar dinero de los contribuyentes por hacer nada “también es corrupción”, sentenció hace pocas semanas Alejandro Martí, padre del menor que llevó a miles a “iluminar” México y a exigir la renuncia de los que no puedan con el paquete, que en este caso son muchos.


El siguiente material fue tomado de Reporte Índigo.



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Territorios perdidos

Un mandatario no puede aceptar la pérdida del control del Estado porque estaría admitiendo de facto que alguien más lo asumió. Es admitir que la guerra que se decía “vamos ganando”, está ya bajo el manto protector del enemigo. Sea narcotraficante, secuestrador o terrorista. Y quizá con uniforme de la AFI.

Por Ramón Alberto Garza

El discurso presidencial es impecable. Un llamado a la unidad de todos los mexicanos para combatir sin regateos al crimen organizado. Para frenar al nuevo enemigo, al narcoterrorismo que vio la luz en un parto de violencia y muerte, en medio de un grito abortado la noche del 15 de septiembre en Morelia.

En el desconcierto nacional, las palabras de Felipe Calderón topan con pared. Adentro de su mismo gabinete. Cómo pedir unidad afuera, cuando la principal división no está en la calle. La tiene en casa, con los suyos. La confianza entre la Procuraduría General de la República y las secretarías de Defensa, Gobernación y Seguridad Pública está en uno de sus puntos más bajos. No se hablan, apenas lo indispensable.

Y ese frío congela la eficiencia en el combate a los criminales, ahora a los narcoterroristas. Lo cierto es que los responsables de acordonar al crimen organizado difícilmente pueden comunicarse entre sí. Los códigos parecen no ser los mismos. Los lenguajes tampoco. Y mientras el protagonismo de algunos avanza sobre alfombras de impunidad, pisoteando a los demás, el territorio parece quedar libre o en subasta al mejor postor. La admisión en el discurso de que el Estado se nos fue de las manos es rotunda y contundente. No es una maliciosa interpretación. Es el mismo presidente el que hace el llamado explícito a recuperarlo.

“Seguiremos utilizando todos, todos los recursos a nuestro alcance, para recuperar el control del Estado y de su territorio en todos sus frentes”, dijo Calderón ante las fuerzas armadas el 12 de septiembre. ¿Dónde están los Niños Héroes? ¿Dónde los Niños Traidores? La aceptación de que el enemigo avanzó es más que explícita. Hay que recuperar territorios. Lo dice el presidente con todas sus letras. Lo que significa que en esta guerra que llevamos ganada ya hay terreno en poder de los contrarios. Como sucedió en Colombia.

¿Quién los ocupa? ¿Quién los rescatará? ¿A qué precio? ¿Negociándolos o con la fuerza? Pero esas palabras impecablemente dichas y que deberían inspirar esperanza, no pasan la prueba de ácido a la que las somete su confrontación con la realidad. Una y otra vez, las denuncias contra los máximos responsables de la seguridad nacional van y vienen. Pero hay oídos sordos. No se quiere admitir lo que es evidente, lo que no exige ni investigación. La mentira abierta y encubierta.

Pareciera como si el presidente viera en los medios de comunicación a sus principales detractores. A los que buscan destruir su equipo compacto. Y se resiste a tomar medidas. No quiere darles el gusto. Lo hizo en su momento con el debilitado Juan Camilo Mouriño.

Aun hoy es muy alto el costo de mantenerlo en Gobernación hasta que lleguen los tiempos para darle el salvavidas del fuero con una Diputación federal. Y lo prefiere arrinconado, ineficiente, sonámbulo entre los íntimos.

Y está repitiendo la receta con Genaro García Luna. A pesar de los documentos que dejan en claro que el secretario de Seguridad Pública y sus subalternos lo engañan flagrantemente.

Que aunque nieguen a Lorena González Hernández, ella, la acusada de participar con su uniforme en el secuestro de Fernando Martí, sí trabaja en la Policía Federal Preventiva. Y que a pesar de que hagan aparecer a María Elena Morera como una luchadora ciudadana, como la promotora de los observatorios contra la delincuencia, su hijo cobra en la ventanilla de la dependencia a la que se supone tiene que fiscalizar.

De la misma chequera oficial salen los donativos para promover las marchas y mantener los programas de México Unido Contra la Delincuencia. ¿Cómo cuestionar? ¿Cómo exigir? Quién es el jefe? Por eso la escalada de violencia va creciendo y va tomando el rostro, pero ya no del narcotraficante o del secuestrador. Ahora se esconde en el anonimato de un narcoterrorismo que cobra vidas ciudadanas. Porque la impunidad está instalada
adentro, sin que nadie rinda cuentas.

Es cierto que es hora de cerrar filas en torno a las instituciones y al presidente. Pero para que esa convocatoria se dé, el primer mandatario tiene que cerrar filas en torno a las instituciones y a los ciudadanos. Y eso comienza por elegir y depurar a quienes tienen la mano que frene al crimen organizado.

¿Cómo tener servicios efectivos de inteligencia o antisecuestros si las Lorenas González Hernández están trabajando desde adentro para el enemigo al que se quiere combatir? Si de verdad existiera una inteligencia nacional, ¿alguien habría detectado que los ciudadanos de Morelia ya tenían una alerta de que “algo grande” se les venía esa noche en la plaza? ¿Podrían haberse evitado los muertos y los heridos de la noche del 15 de septiembre en la capital de Michoacán?

No lo sabremos, porque tampoco sabemos cuántas comandantes Lores ponen su uniforme al servicio de los secuestradores o de los que detonan granadas. Lo único que se puede decir es que por más sana que sea la intención del presidente Felipe Calderón de combatir el crimen organizado, si no hace un ajuste de cuentas entre los suyos, la credibilidad continuará a la baja, sin la convocatoria suficiente para encender el corazón ciudadano.

Y si la inmovilidad y la ceguera persisten, serán la tierra más fértil para abonar la causa de quienes ya hicieron de la siembra del miedo la mejor cosecha para conservar intacta su cuota de impunidad. Analicemos.