progressif

jueves, julio 03, 2008

Nuevamente pierde el PAN el "debate" petrolero










Tomados de La Jornada, Hernández, El Fisgón, Helguera y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.

Los panistas decían hace semanas, una vez que la sociedad y los legisladores del Frente Amplio Progresista los obligaron al debate, que no había prisa, que se debatiría todo el tiempo que fuera necesario y que las decisiones se harían con responsabilidad. Claro sabemos que son las típicas mentiras del PAN y del PRI (PRIAN). Como en los mejores tiempos del PRI, cuando se decía: no habrá devaluación, no habrá aumento a las gasolinas y al día siguientes en pocas semanas, había una tremenda devaluación o el incremento desmesurado en el precio de los combustibles.

El PAN usa la misma táctica, pues son la misma cosa que el PRI. Aún no terminan los debates y ya están apurando a que se abra un periodo extraordinario –uno más, pues hubo uno fast track que duró dos días- para “aprobar” las reformas privatizadoras del pelele Felipe Calderón Hinojosa. La siempre “inteligente y acertada” Georgina Kessel, dizque secretaria de Energía del gobierno pirata, ya dijo que la reforma va y que todos están de acuerdo, por lo que a partir del 22 de julio se votarán las iniciativas y no se podrá tomar en cuenta la consulta ciudadana del próximo 27 de julio.

El “hombrecito” –de lo cual ha dado cabal prueba, pero en contra- Santiago Creel Miranda apura a sus contrapartes para que “no se vayan de vacaciones en agosto” y se pueda votar la mentada reforma. Si el periodo normal de sesiones inicia el 1 de septiembre ¿cuál es la prisa? Bueno pues el compromiso del usurpador Calderón Hinojosa es aprobar ya la entrada del capital privado extranjero en Pemex, para que las empresas estadunidenses puedan comenzar a trabajar y utilizar las plataformas para aguas profundas que ya tienen contratadas. Otra razón es que en agosto dan inicio los juegos olímpicos en China y qué mejor cortina de humo que esa.

Para darse una idea del tremendo fracaso que para el PAN y PRI han resultado los foros de “debates” en el Senado de la República están las dos sesiones seguidas de ayer miércoles y de hoy jueves. En ambas quedó demostrado una vez más que se quiere privatizar el petróleo con el único fin de hacerse millonarios y hacer nuevos multimillonarios como el traidor y corrupto Vicente Fox Quesada y su familia.

No hay argumentos, ninguno para vender. Es más el foro de este jueves incluyó el tema de la ciencia y la tecnología donde se dejó en claro que no hay ninguna política federal sobre este sector. Ante los señalamientos de tan grave error y estúpida política el diputado del PAN Juan José Rodríguez Prats –con su actuar al estilo del góber de Jalisco Etilio Márquez- aclaró: Estamos aquí para discutir las iniciativas mandadas por el Ejecutivo, no para vincular temas como la ciencia y tecnología, ni el país que queremos, punto. Sus palabras lo definen y describen de pies a cabeza. Se trata de un buscapleitos callejero.

Los panelistas le reviraron que el presupuesto para esta área viene disminuyendo de manera drástica desde 2002 y que aún con el “impresionante” presupuesto aprobado para el presente año no se ha recuperado lo quitado durante el sexenio del “sabio” Fox Quesada.

Entonces de nueva cuenta quedó evidenciado que ni al PRI, ni al PAN les interesa el tema del desarrollo científico y tecnológico. Aunque todo el tiempo se quejen de que México llegó tarde a la repartición del pastel. De que no se cuente con personal calificado, que la tecnología necesaria está en el extranjero, de que los mexicanos calificados se vayan porque aquí no tienen trabajo. Como se ve son buenos para la mentira, la repiten con fe, a ver si se les hace verdad.




La siguiente colaboración fue tomada del periódico La Jornada.




















Dos regímenes en disputa

Octavio Rodríguez Araujo

En 1997 se asomó la posibilidad de una disyuntiva para el país a partir de una situación peculiar. Las elecciones del 6 de julio de ese año revelaron dos fenómenos inéditos: por primera vez en la historia de México fue electo el jefe del Gobierno del Distrito Federal por sufragio directo, universal y secreto, y además dicho triunfo recayó en un partido de oposición de centro-izquierda: el Partido de la Revolución Democrática, y 2) por primera vez desde la fundación del partido oficial, éste no obtuvo la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

Esos dos hechos me hicieron pensar hace 11 años (en un ensayo publicado en la Revista de Administración Pública) que en el país había dos regímenes políticos sobrepuestos. Por un lado el viejo régimen político, que he denominado estatista, populista y autoritario, y por otro uno nuevo que he caracterizado como neoliberal, tecnocrático y también autoritario (más en lo económico que en lo político). El primero se fundó con el gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924) y el segundo, aunque todavía con ciertas ambigüedades e indefiniciones, en 1982 con Miguel de la Madrid Hurtado.

Dije “dos regímenes sobrepuestos” porque al iniciarse el neoliberal tecnocrático el estatista populista no había desaparecido del todo. Muchos de los defensores del viejo régimen, con o sin adecuaciones a los tiempos cambiantes, estaban vigentes dentro y fuera del gobierno federal, de no pocos gobiernos estatales y del Partido Revolucionario Institucional (PRI), uno de sus principales soportes desde su creación en 1929 como Partido Nacional Revolucionario. Al mismo tiempo, los defensores del nuevo régimen –también en el PRI–, que ya habían sobresalido desde el gobierno de López Portillo (1976-1982) en su gabinete económico, afianzaron su hegemonía al ganar para ellos la presidencia de la República, en un país presidencialista altamente centralizado. Podría decirse que a pesar de que los defensores del régimen neoliberal tecnocrático contaban con el gobierno nacional no habían logrado derrotar a los representantes del viejo régimen. Quizá esto explicaría por qué tuvieron que recurrir a un golpe de Estado técnico imponiendo, primero en el PRI (como candidato) y luego en la presidencia del país, a un tecnócrata también neoliberal: Carlos Salinas de Gortari. Fue éste quien habría de precisar el carácter del nuevo régimen, y afianzarlo sin importarle los medios para conseguirlo.

Para los fines de este artículo entiendo por régimen político (que no gobierno) una forma de existencia del Estado que depende de la correlación de fuerzas sociales y políticas en un país y en un momento dados, además de ciertas tradiciones que tienen que ver con una cultura política generalizada aunque no siempre asumida como tal. Al PRI, actor importantísimo del viejo régimen, lo entiendo como partido del régimen (y no como partido de Estado), de aquel fundado por Obregón y sostenido por varias décadas. Fue, explícitamente, el viejo régimen el que creó al partido y le dio como función principal el apoyo al gobierno en turno. Cárdenas, en 1930, lo llamó “el organismo dinámico del régimen”, no del Estado ni del gobierno. Cuando el régimen que lo creó entró en crisis, su partido también, como pudo observarse sobre todo a partir de 1988 y más precisamente en 2000 cuando perdió la elección presidencial por primera vez en su larga historia de dominación política.

En 1997 todo indicaba que la hipótesis de los dos regímenes sobrepuestos tendría que definirse por uno de los dos, y tal vez la elección presidencial de 2000 habría de ser la que marcara el principio del fin del viejo régimen. Y así fue al ganar el Partido Acción Nacional (PAN) –con Vicente Fox– el gobierno nacional, la presidencia de la República. La superposición de los dos regímenes fue relativamente efímera para terminar definiéndose por uno de ellos, el que ya se perfilaba como hegemónico con Salinas en la presidencia.

Salinas de Gortari y Zedillo Ponce de León no dudaron en entregarle el poder al PAN con tal de garantizar la continuidad y afianzamiento del nuevo régimen: el régimen neoliberal tecnocrático. Esta forma de existencia del Estado mexicano es la que domina en la actualidad y todas las baterías de sus gobiernos han sido dirigidas a evitar que el estatismo y cualquier modalidad de populismo vuelvan a gobernar el país.

Los bombardeos, valga la figura, contra Andrés Manuel López Obrador, que todavía no han cesado, no se explican de otra manera. Se impuso el nuevo régimen y con priístas y/o panistas habrá de continuarse hasta donde sea posible, si así les conviene a sus representantes y representados más conspicuos. Al igual que el gobierno de Salinas, el de Calderón Hinojosa y la imposición de éste como presidente de la República no se entenderían sin la amenaza que López Obrador, en la última elección, representaba para la continuación del régimen neoliberal y tecnocrático. Había que detenerlo, y lo hicieron.

Cualquier pretexto, incluso un operativo policiaco lamentable, es utilizado obsesivamente por los defensores del nuevo régimen: su idea, desde sus múltiples tribunas sobre todo en medios de derecha, es despejarle el camino, en primer lugar, a Felipe Calderón para darle por lo menos la apariencia de legitimidad que no obtuvo en las urnas y, en segundo lugar, a todo lo que facilite la continuidad del régimen neoliberal y tecnocrático en el país.

Pocas veces en la historia reciente de México la sociedad ha estado tan polarizada como en los dos últimos años. Y así seguirá con altibajos hasta 2012, pues bien se sabe que siguen en disputa dos modelos de país, dos regímenes políticos: uno, el actual, y otro antineoliberal, nacionalista y favorable a la intervención del Estado para regular la economía como mecanismo de apoyo a las crecientes necesidades de la mayoría de los mexicanos.

+++++++++++


El siguiente análisis fue tomado de la revista Proceso.












La duda sigue vigente

josé gil olmos

México, D.F., 2 de julio (apro).- Han pasado dos años de la elección presidencial y las dudas que entonces surgieron siguen vigentes, no obstante que en la memoria oficial se quiere cerrar el expediente.

La elección del 2 de julio del 2006, como lo fue la del 6 de julio de 1988; y mucho antes, la 1929, cuando participó José Vasconcelos en contra de Pascual Ortiz Rubio –el candidato impuesto por el caudillo Plutarco Elías Calles--, son de esas experiencias políticas que han dejado huella indeleble en la historia del país por las desconfianzas que han generado en la población.

En 1988, como se recuerda, Cuauhtémoc Cárdenas compitió en contra de Carlos Salinas de Gortari. Ese domingo el sistema priista no soportó el voto mayoritariamente en contra del candidato oficial y, ante la clara derrota que ya se perfilaba, el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, anunció la famosa “caía del sistema electoral”; al final del proceso no se tuvo conocimiento de más del 50 por ciento de las actas de escrutinio.

Antes, la elección de 1929 que fue también una elección de Estado, quizá la primera de la historia nacional, José Vasconcelos decidió enfrentar al jefe máximo de la Revolución, el general Plutarco Elías Calles, quien había elegido como su sucesor al también general Pascual Ortiz Rubio con la idea de manejar el país detrás de la silla presidencial.

El entonces secretario de Educación decidió participar apoyado por un fuerte grupo de intelectuales de la época, pero el peso del poder del caudillo surtió efectos y los resultados fueron apabullantes: 99% de los votos a favor de Ortiz Rubio y 1% para Vasconcelos. Nadie creyó que se había realizado una elección limpia; a partir de entonces inició el llamado “maximato” con tres presidentes manipulados por Plutarco Elías Calles.

Las victorias de Ortiz Rubio, como la de Salinas, dejaron una herida abierta en la historia política nacional y cuando se esperaba que esto fuera una deuda ya archivada en los anaqueles históricos, el 2 de julio del 2006 nuevamente se presentó una elección que generó una inconformidad social que no ha sido satisfecha y que, por lo que vemos, quedará abierta a la duda.

Este martes el politólogo José Antonio Crespo presentó su libro 2006, las actas hablan, donde desgrana las anomalías que se presentaron en una muestra de 16 mil actas de escrutinio –de un total de 135 mil--, donde se reflejaron 316 mil votos irregulares, cifra superior a los 233 mil con los que ganó Felipe Calderón.

El debate que suscitó la presentación del libro de Crespo fue una evidencia de que la polarización que generó la elección del 2006 aún se mantiene entre la población, pues la mayoría del público que asistió aplaudió los argumentos del autor y de dos de los ponentes, quienes criticaron la actuación del Instituto Federal Electoral y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, los cuales dejaron más dudas que certezas sobre el desarrollo del proceso electoral en el que ganó Felipe Calderón.

Otra parte del público aplaudió la opinión de dos de los presentadores, quienes afirmaron que no hay dudas de que no hubo fraude y ganó Calderón.

Cuando la editora Randon House Mondadori tuvo en sus manos el proyecto de Crespo algunos de los editores tenían dudas de sacar a la luz pública el libro, pues argumentaban que después de dos años poco interés habría entre los lectores seguir con el tema de lo que ocurrió el 2 de julio de 2006. Pero una vez que empezó a circular el libro del politólogo donde se analizan el cúmulo de errores del Instituto y del Tribunal Electoral en la calificación de la elección presidencial, se dieron cuenta de que una buena parte de la población mantiene la incertidumbre y el cuestionamiento de si el triunfo de Calderón fue legítimo.

Crespo no concluye en su investigación que tenga pruebas para afirmar que hubo fraude o un complot en contra de Andrés Manuel López Obrador. Nunca dice esto. Lo que afirma, con base en el análisis de las actas, es decir, de documentos oficiales del IFE, es que hubo demasiadas irregularidades en el conteo de votos y eso impide saber que el triunfo del panista Felipe Calderón fue transparente y legítimo, como se demanda en un sistema democrático.

La pertinencia de la presentación del libro es más que evidente. La elección presidencial de hace dos años no fue limpia ni imparcial, en ella intervinieron el presidente Vicente Fox, la Iglesia católica, los empresarios, las empresas televisoras, así como otros actores políticos en franca violación a la ley y bajo la permisividad de las autoridades electorales.

Lo preocupante del caso es el daño que provoca en la sociedad que se mantengan irresueltos estos casos y los efectos que ocasionan en el ánimo social. Habría que preguntarnos lo siguiente: Si en una relación personal los conflictos que no se resuelven a tiempo provocan dificultades individuales, qué ocurrirá cuando se trata de problemas sociales irresueltos a lo largo de mucho tiempo y que se repiten una y otra vez.