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sábado, octubre 07, 2006

La represión de hoy; el fascismo que viene

Fotos tomadas de La Jornada

Falta una semana para que se lleven a cabo elecciones para gobernador, legisladores y presidentes municipales en Tabasco. Como era de esperarse este fin de semana los medios de comunicación oficiales y oficiosos iniciarán la semana para apuntalar al candidato priísta Andrés Granier Melo y denostar a la Coalición Por el Bien de Todos y a su candidato a gobernador Raúl Ojeda.



Este sábado 7 de octubre de 2006 Horacio Duarte denunció el bloqueo de los medios y la falta de equidad en los mismos, pues "ni pagando" abren los espacios. Esta práctica es común en este país "demócrata" y con medios de comunicación "plurales", que siempre están del que puede pagarles mejor.



Mientras las encuestas se uniforman para dar triunfador al candidato del PRIAN la situación en Oaxaca se agrava y los integrantes de la APPO denunciaros la existencia del operativo hierro en el que intervendrían más de 2 mil agentes y sicarios que intentarían recuperar las estaciones de radio y televisión tomadas así como el zócalo oaxaqueño. Aunque el gobierno estatal ha desmentido el plan la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca cuenta con una copia del mismo.



Por otra parte organizaciones y miembros del magisterio marcharán de distintos lugares del país con dirección al Distrito Federal para poyar la salida de Ulises Ruiz de gobierno de Oaxaca ante la pasividad de las "instituciones" encargadas de hacer respetar el Estado de derecho.



Enseguida una colaboración tomada del diario La Jornada



http://www.jornada.unam.mx



No a la represión




Miguel Concha




Durante la glosa del sexto Informe de gobierno sobre política interior, el diputado oaxaqueño Othón Cuevas, del Partido de la Revolución Democrática, pidió "en nombre de Dios" al secretario de Gobernación, Carlos Abascal, que no se lleve a cabo la represión en Oaxaca. Sus palabras, que por cierto sonaron inapropiadas en un recinto laico como la Cámara de Diputados, se explican sin embargo por la angustia de la situación, ante las provocaciones y amenazas del uso de la fuerza, y porque el recién estrenado legislador, conocido desde hace muchos años en las organizaciones civiles de su estado como infatigable promotor de los derechos humanos integrales de los pobres, expresó en público compartir honradamente la misma fe religiosa con el funcionario.



Es muy posible que el luchador social, metido ahora en la aventura de la representación política para impulsar también por esa vía el logro de causas nobles, esté en su imaginación experimentando por adelantado, como muchas personas en Oaxaca, la misma sensación que tenía el arzobispo mártir de San Salvador el 23 de marzo de 1980, y se halla casi literalmente inspirado en las palabras que éste entonces pronunció, las cuales, desgraciadamente, sellaron su sentencia de muerte por parte de los agentes represores del Estado.



En efecto, en aquellas circunstancias, a las que venturosamente no hemos llegado en nuestro país, y a las que esperamos nunca llegar, monseñor Oscar Arnulfo Romero se dirigió a los soldados y cuerpos de seguridad con las siguientes palabras, que ya se han vuelto históricas, al final de su homilía del quinto domingo de Cuaresma: "En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!"



Y es que sin duda no hay palabras para describir adecuadamente el estado de ánimo que prevalece en Oaxaca, por la falta de oficio y de voluntad política del actual régimen para solucionar por la vía pacífica, y sobre todo por encima de intereses partidarios, un conflicto cuyas raíces sociales y políticas vienen de muchos años atrás.



Nerviosismo, hartazgo, miedo, cansancio, depresión, desesperación, ira... en fin, un cúmulo de sensaciones que demandan de todos los actores sociales y políticos responsabilidad ética a la altura de las circunstancias, con dos exigencias fundamentales: no volver a la situación anterior y dejar de pensar que la intervención de la fuerza pública solucionaría los rezagos estructurales que se viven en Oaxaca.



Suscribimos por ello plenamente el comunicado de prensa que dieron a conocer el miércoles los participantes en el Encuentro Nacional de Pastoral Social-Cáritas, convocado por la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Iglesia católica, y que se está llevando a cabo en la diócesis de Tlaxcala, con la presencia de 63 diócesis de toda la República: "Si bien es cierto que la problemática social y política viene de muchos años atrás, también es cierto que el actual conflicto se ha agravado enormemente en buena parte por la falta de oficio y de voluntad política por parte del actual régimen.



"Cuando los gobiernos no aciertan a dar respuestas a las justas demandas del pueblo, recurrir a la fuerza es la vía más viable para ellos, justificándola en 'aras de establecer el orden y la seguridad' que, finalmente, redunda en la agudización del ancestral desorden social de marginación y pobreza.



"Por todo ello, exhortamos vivamente a las autoridades para que eviten cualquier signo de provocación y de manifestación de fuerza como lo están siendo los vuelos rasantes, los helicópteros y aviones de la fuerza armada. El mensaje que, con ello, se está dando a la población es de intimidación y con la intención de provocar. Con esto se inhibe la posibilidad del auténtico diálogo y pareciera que se está invitando más que a 'una mesa de negociación' a 'una mesa de rendición'.



"La violencia nunca es justificable, menos cuando los perdedores son los pobres, y mucho menos cuando a ellos mismos se les culpa por el uso de la fuerza pública. Tampoco es aceptable que se recurra a la Federación para el uso de la fuerza y no se le convoque para atender a los graves problemas sociales que mantienen en la postración al pueblo de Oaxaca."



Porque, como escribió el 6 de agosto de 1968 el mismo monseñor Romero, en su carta pastoral sobre la Iglesia y las organizaciones políticas populares, la violencia represiva gubernamental "es una verdadera violencia y es injusta, porque con ella el Estado defiende por encima de todo y con sus poderes institucionales la pervivencia del sistema socioeconómico y político que está vigente, impidiendo toda verdadera posibilidad de que el pueblo, en uso de su derecho primordial de autogobernarse -como sujeto último de la voluntad política-, pueda hallar un nuevo camino institucional hacia la justicia".



Y para que no quepa duda del pensamiento y de que lado está el espurio de Calerón aquí está una nota tomada del semanario Proceso.



http://www.proceso.com.mx


Calderón, aliado del pinochetismo


jorge carrasco araizaga



México, D.F., 6 de octubre (apro).- El 5 de octubre de 1988, una coalición de partidos derrotó al dictador Augusto Pinochet en un plebiscito en el que la mayoría de los chilenos le dijo “no” al general golpista.





Justo 18 años después, el pasado jueves, Felipe Calderón fue a decirle “sí” a los pinochetistas.



En su viaje a Chile como parte de la gira que hizo la semana pasada a nueve países de América Latina para construir su legitimidad internacional como presidente electo, Calderón tendió los puentes con el pinochetismo.



Su obligada reunión con la presidenta socialista Michelle Bachelet fue seguida de encuentros con la cogobernante Democracia Cristiana, y de reuniones con los partidos herederos del pinochetismo, Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI).



Resultado de esos encuentros está el compromiso del empresario y político Sebastián Piñera, para asistir a la anunciada toma de posesión de Calderón como presidente el 1 de diciembre.



Hermano de José Piñera, el creador del sistema privado de pensiones de Chile, pionero en el mundo, el político y empresario chileno –que le compitió a Bachelet la presidencia y se mantiene como el más fuerte aspirante de la derecha para las elecciones de 2009– será uno de los puentes de Calderón con la derecha chilena.



Pero no el único. En su viaje relámpago, Calderón se reunió también con la dirigencia del partido más fiel al pinochetismo, la UDI, un partido que durante años deploró la política exterior que desplegó México hacia Chile después del golpe de estado.



Ahora, durante el proceso electoral, la UDI envío en varias ocasiones a uno de sus diputados para encontrarse con la dirigencia del PAN y su candidato.



Los movimientos de Calderón en Santiago de Chile descolocaron a la Democracia Cristiana, la derecha moderada que se creía el contacto natural de Chile con el PAN.



A Bachelet, Calderón le dijo que aspiraba a un gobierno de coalición como el que desde hace 16 años gobierna en Chile.



Pero sus encuentros con el pinochetismo revelaron que su pretendida coalición no pasa de la retórica, pues demostró que, ideológicamente, es más afín a la derecha chilena que tiene a la coalición gobernante como una amalgama de partidos unida sólo por el poder.



Lo mismo pensaba el dictador. Convencido por sus asesores de que ganaría aquella consulta, realizada bajo las reglas impuestas por la dictadura que instauró en 1973, pretendía, mediante un plebiscito, prolongar por ocho años más su permanencia en el poder y abandonarlo hasta 1998.



“Compitió sólo y llegó segundo”, se burló la prensa opositora al día siguiente del “no”.



La derrota de la dictadura fue posible por la alianza de partidos opositores que durante años estuvo desarticulada no sólo por la proscripción que sufrieron durante la dictadura, sino por las diferencias históricas que los separaban.



Atomizados, un total de 17 partidos integraron la Concertación de Partidos por el No, que después de su triunfo compitieron como Concertación de Partidos por la Democracia en 1989 en las primeras elecciones presidenciales realizadas en Chile después de 16 años.



Sus componentes más importantes son el Partido Socialista, su escisión el Partido por la Democracia –del expresidente Ricardo Lagos– y la Democracia Cristiana. Ese es el núcleo de la coalición de gobierno que Calderón dice querer imitar.



Retórica. Y Calderón lo sabe, pues si en el algún momento era posible intentar esa experiencia en México, fue con una eventual alianza entre el PAN y el PRD para derrotar al régimen autoritario del PRI.



Pero el PAN optó por el cogobierno con el PRI desde la época de Carlos Salinas de Gortari. Sólo con esa alianza formalizada es posible el gobierno de coalición que supuestamente ofrece Calderón y no una concertación como la chilena, pues las condiciones son radicalmente distintas.



Durante años, socialistas y demócrata-cristianos estuvieron enfrentados en Chile, debido al apoyo que la Democracia Cristiana le dio al golpe militar contra el gobierno del presidente Salvador Allende, que después de cuatro intentos había ganado la presidencia en 1970 con una alianza de partidos de izquierda, moderada y radical.



Tras vanos y sangrientos intentos de la izquierda radical por matar al dictador, socialistas y demócrata-cristianos hicieron a un lado sus mutuos agravios en aras de acabar con la dictadura valiéndose de las reglas que el propio Pinochet había impuesto en la Constitución promulgada en 1980.


Derrotado el dictador, la Concertación de Partidos por la Democracia ganó la presidencia y desde 1990 ha mantenido a cuatro presidentes en el Palacio de La Moneda. Los dos primeros de la Democracia Cristiana, Patricio Aylwin y Santiago Frei. Los otros dos, socialistas: Ricardo Lagos y Bachelet.



Después de 20 años el poder, la Concertación podría perderlo frente a la derecha dentro de tres años y Calderón se prepara para apoyar a los hijos del pinochetismo.



COMENTARIOS: jcarrasco@proceso.com.mx