Desfiladero*
∙ México 2010: ineptitud, impunidad, inundaciones
Jaime Avilés
Los estragos causados por el huracán Álex en el noreste del país confirmaron que el llamado “gobierno” federal ha perdido el control territorial de muchas regiones. La imagen, en Nuevo Laredo, TamaulipasFoto Ap
Amedida que baja el nivel de las aguas depositadas por el huracán Álex sobre el río Santa Catarina en Monterrey, suben a la superficie los cuerpos de las personas que murieron cuando la crecida se las llevó, a su paso por los barrios de ricos y pobres que se aglomeran en las orillas. Entre los cadáveres que salen a flote, el martes fue recuperado el de un hombre que tenía las manos atadas por la espalda, los ojos vendados y un tiro en la frente.
La precipitación de 446.5 milímetros de lluvia que cayó el domingo –casi el doble de los 280 milímetros que el Gilberto derramó en 1980 (datos de Abraham Nuncio)– dio a conocer el paradero de esa aparente víctima de secuestro, pero también confirmó que el llamado “gobierno” federal ha perdido el control territorial de muchas regiones, como los anegados desiertos del noreste mexicano, a los que el usurpador de Los Pinos tardó cinco días en llegar, para supervisar, con los pies en el suelo y no desde un helicóptero, las tareas de rescate.
En el México de la triple i –impunidad, ineficiencia e inundaciones (Moany Compeán dixit)–, los jueces de la Suprema Corta se compadecieron de los trabajadores del SME en huelga de hambre y pospusieron su visita a los mejores hoteles y restaurantes del mundo, para aprobar por consigna el decreto anticonstitucional que liquidó Luz y Fuerza del Centro, envió al desempleo a 44 mil electricistas y regaló, a la mafia que se adueñó de México, los 23 mil kilómetros de líneas de fibra óptica que eran y siguen siendo propiedad de la nación.
Aunque la sentencia de los togados no cancela, ni mucho menos, las vías legales de lucha, abre la puerta a una forma de resistencia popular que ha permanecido latente y ahora puede y debe ser promovida por la dirigencia de Martín Esparza: la huelga general de pagos a la Comisión Federal de Electricidad. En el DF, Hidalgo, Morelos y Puebla, millones de consumidores se preguntan: ¿pago o no pago la luz? Y algunos les dicen: no la pagues, la CFE no te la puede cortar; primero, porque no tiene personal para hacerlo y, segundo, porque no mantiene una relación contractual contigo, es como si un extraño se metiera a tu casa y te robara el medidor.
El razonamiento es lógico, pero el pueblo necesita una orientación específica y los líderes sindicales no dicen nada al respecto. Mientras tanto, así como en el noreste el agua denuncia la enorme capacidad destructiva del prianismo (derrumbes en obras de concreto que en realidad eran de arena, presas llenas al máximo para no afectar los intereses de los productores privados de electricidad, corrupción, descomposición social, inexistencia de la rectoría del Estado), en las 12 entidades en donde el pasado domingo hubo elecciones para gobernador, los números ponen a cada cual en su sitio.
El sábado anterior, Desfiladero apostó a que los comicios de Oaxaca y de Puebla serían resueltos, dentro de meses y al cabo de grandes tensiones, por el tribunal federal electoral. Pues no: en ambos casos, las urnas dijeron la última palabra y las mayorías se inclinaron por los candidatos adversos al PRI. Tampoco se rompió la clase política de Sinaloa por la victoria del empresario priísta Mario López Vázquez, Malova, que contendió por el PAN, contra el empresario, también priísta, Jesús Vizcarra, que perdió sudando la camiseta tricolor.
Dado que todo quedó en el seno de la sagrada familia oligárquica, el resultado no alterará, como se temía, la alianza visible e invisible del bloque del Pacífico que lucha contra los cárteles de la otra costa de México. Pero en cambio, contra todo pronóstico, en Veracruz, Hidalgo y Durango saltó la liebre: los priístas ganaron por una nariz y sus contrincantes (del PAN y del PRD) adoptaron la consigna obradorista que en 2006, unos y otros abominaban: “voto por voto, casilla por casilla”.
Por lo demás, tal como se esperaba, el PRI se impuso claramente en Quintana Roo, Tamaulipas, Chihuahua, Zacatecas, Aguascalientes y Tlaxcala, pero en los tres estados que ganó la alianza PAN PRD –Oaxaca, Puebla y Sinaloa–, sólo un candidato (Gabino Cué) era panista; los otros dos (Moreno Valle y Malova) eran priístas que se pasaron al PAN para participar en la elección. Y en los tres estados en donde dice que ganó esa misma alianza PAN-PRD –Veracruz, Durango e Hidalgo–, Miguel Ángel Yunes y José Aispuro Torres también eran priístas que se fueron al PAN para competir, y sólo Xóchitl Gálvez era panista de siempre.
Ahora bien, ninguno de los cuatro panistas de nuevo cuño que contendieron en este proceso –Moreno Valle, Malova, Yunes y Aispuro– ganó, o estuvo cerca de ganar, con los votos del PAN: a Moreno Valle y Yunes los empujó la tremenda maquinaria de acarreo y compra de votos de Elba Esther Gordillo; a Malova lo benefició la mitad del PRI sinaloense y la fracción del PAN acaudillada por la familia Clouthier, que detesta a Calderón, mientras a Aispuro, en Durango, los votos panistas y perredistas juntos no le alcanzaron para obtener la victoria, como tampoco le fueron suficientes a Xóchitl en Hidalgo.
En Oaxaca, Gabino Cué tampoco ganó gracias al PAN ni mucho menos al PRD, sino a Andrés Manuel López Obrador. El año pasado, durante cuatro meses, el tabasqueño lo llevó a recorrer los más de 400 municipios de usos y costumbres (80 por ciento del total de la entidad) en donde viven los indígenas oaxaqueños, y le mostró la miseria extrema que los aflige, y lo sensibilizó para que escuchara sus demandas, de manera que, antes incluso de ser candidato, Cué se comprometió a luchar por ellos. Y ni Eviel Pérez, ni Jesús Ortega, ni César Nava, ni Ebrard pisaron jamás esos caminos sin pavimento, ni visitaron esos pueblos sin teléfono ni luz eléctrica, ni hospitales, ni escuelas, ni centros de trabajo, ni nada. Así pues, con el triunfo de Cué, López Obrador se alza como el único actor político de izquierda que en este proceso obtuvo un triunfo propio, y de enorme importancia.
En Zacatecas, por el contrario, único estado en donde el candidato era totalmente PRD, los grandes perdedores fueron Amalia García y Marcelo Ebrard. Amalia, porque no impuso a su delfín y ahora no tiene quién le cuide las espaldas, cosa que la pondrá muy nerviosa de aquí en adelante. Y Ebrard, porque apostó todo en favor de ella, para colgarse la medalla de que, gracias a su carisma, el PRD conservó ese estado norteño. Pero nones. Los habitantes del DF podemos volver a respirar tranquilos: si Amalia se hubiera salido con la suya en Zacatecas, Ebrard la habría lanzado de inmediato como aspirante al Gobierno del Distrito Federal (y ahí sí que estaríamos fritos).
Moraleja provisional: el PRD, secuestrado por Jesús Ortega con el respaldo de Calderón y llevado al abismo por Manuel Camacho (que anduvo por todo el país levantándole la mano a César Nava, a Javier Lozano y simbólicamente al Yunque), ya no existe: yace, devorado, en las tripas del PAN. Éste, a su vez, corroboró que su fuerza propia es nula, que sigue dependiendo de Elba Esther Gordillo, igual que en 2006, y no tiene nada que hacer en 2012 (alabado sea Alá en Alabama).
Por último, Peña Nieto no es dueño de ninguna aplanadora, el PRI no tiene el camino libre hacia Los Pinos, y la candidatura presidencial de López Obrador coloca a los mexicanos, desde ya, en la posibilidad de escoger, defender e impulsar una auténtica opción de cambio, o volver a creerle a Televisa, a Javier Aguirre y al osito Bimbo.
jamastu@gmail.com
*Tomado de La Jornada.
Jaime Avilés
Los estragos causados por el huracán Álex en el noreste del país confirmaron que el llamado “gobierno” federal ha perdido el control territorial de muchas regiones. La imagen, en Nuevo Laredo, TamaulipasFoto Ap
Amedida que baja el nivel de las aguas depositadas por el huracán Álex sobre el río Santa Catarina en Monterrey, suben a la superficie los cuerpos de las personas que murieron cuando la crecida se las llevó, a su paso por los barrios de ricos y pobres que se aglomeran en las orillas. Entre los cadáveres que salen a flote, el martes fue recuperado el de un hombre que tenía las manos atadas por la espalda, los ojos vendados y un tiro en la frente.
La precipitación de 446.5 milímetros de lluvia que cayó el domingo –casi el doble de los 280 milímetros que el Gilberto derramó en 1980 (datos de Abraham Nuncio)– dio a conocer el paradero de esa aparente víctima de secuestro, pero también confirmó que el llamado “gobierno” federal ha perdido el control territorial de muchas regiones, como los anegados desiertos del noreste mexicano, a los que el usurpador de Los Pinos tardó cinco días en llegar, para supervisar, con los pies en el suelo y no desde un helicóptero, las tareas de rescate.
En el México de la triple i –impunidad, ineficiencia e inundaciones (Moany Compeán dixit)–, los jueces de la Suprema Corta se compadecieron de los trabajadores del SME en huelga de hambre y pospusieron su visita a los mejores hoteles y restaurantes del mundo, para aprobar por consigna el decreto anticonstitucional que liquidó Luz y Fuerza del Centro, envió al desempleo a 44 mil electricistas y regaló, a la mafia que se adueñó de México, los 23 mil kilómetros de líneas de fibra óptica que eran y siguen siendo propiedad de la nación.
Aunque la sentencia de los togados no cancela, ni mucho menos, las vías legales de lucha, abre la puerta a una forma de resistencia popular que ha permanecido latente y ahora puede y debe ser promovida por la dirigencia de Martín Esparza: la huelga general de pagos a la Comisión Federal de Electricidad. En el DF, Hidalgo, Morelos y Puebla, millones de consumidores se preguntan: ¿pago o no pago la luz? Y algunos les dicen: no la pagues, la CFE no te la puede cortar; primero, porque no tiene personal para hacerlo y, segundo, porque no mantiene una relación contractual contigo, es como si un extraño se metiera a tu casa y te robara el medidor.
El razonamiento es lógico, pero el pueblo necesita una orientación específica y los líderes sindicales no dicen nada al respecto. Mientras tanto, así como en el noreste el agua denuncia la enorme capacidad destructiva del prianismo (derrumbes en obras de concreto que en realidad eran de arena, presas llenas al máximo para no afectar los intereses de los productores privados de electricidad, corrupción, descomposición social, inexistencia de la rectoría del Estado), en las 12 entidades en donde el pasado domingo hubo elecciones para gobernador, los números ponen a cada cual en su sitio.
El sábado anterior, Desfiladero apostó a que los comicios de Oaxaca y de Puebla serían resueltos, dentro de meses y al cabo de grandes tensiones, por el tribunal federal electoral. Pues no: en ambos casos, las urnas dijeron la última palabra y las mayorías se inclinaron por los candidatos adversos al PRI. Tampoco se rompió la clase política de Sinaloa por la victoria del empresario priísta Mario López Vázquez, Malova, que contendió por el PAN, contra el empresario, también priísta, Jesús Vizcarra, que perdió sudando la camiseta tricolor.
Dado que todo quedó en el seno de la sagrada familia oligárquica, el resultado no alterará, como se temía, la alianza visible e invisible del bloque del Pacífico que lucha contra los cárteles de la otra costa de México. Pero en cambio, contra todo pronóstico, en Veracruz, Hidalgo y Durango saltó la liebre: los priístas ganaron por una nariz y sus contrincantes (del PAN y del PRD) adoptaron la consigna obradorista que en 2006, unos y otros abominaban: “voto por voto, casilla por casilla”.
Por lo demás, tal como se esperaba, el PRI se impuso claramente en Quintana Roo, Tamaulipas, Chihuahua, Zacatecas, Aguascalientes y Tlaxcala, pero en los tres estados que ganó la alianza PAN PRD –Oaxaca, Puebla y Sinaloa–, sólo un candidato (Gabino Cué) era panista; los otros dos (Moreno Valle y Malova) eran priístas que se pasaron al PAN para participar en la elección. Y en los tres estados en donde dice que ganó esa misma alianza PAN-PRD –Veracruz, Durango e Hidalgo–, Miguel Ángel Yunes y José Aispuro Torres también eran priístas que se fueron al PAN para competir, y sólo Xóchitl Gálvez era panista de siempre.
Ahora bien, ninguno de los cuatro panistas de nuevo cuño que contendieron en este proceso –Moreno Valle, Malova, Yunes y Aispuro– ganó, o estuvo cerca de ganar, con los votos del PAN: a Moreno Valle y Yunes los empujó la tremenda maquinaria de acarreo y compra de votos de Elba Esther Gordillo; a Malova lo benefició la mitad del PRI sinaloense y la fracción del PAN acaudillada por la familia Clouthier, que detesta a Calderón, mientras a Aispuro, en Durango, los votos panistas y perredistas juntos no le alcanzaron para obtener la victoria, como tampoco le fueron suficientes a Xóchitl en Hidalgo.
En Oaxaca, Gabino Cué tampoco ganó gracias al PAN ni mucho menos al PRD, sino a Andrés Manuel López Obrador. El año pasado, durante cuatro meses, el tabasqueño lo llevó a recorrer los más de 400 municipios de usos y costumbres (80 por ciento del total de la entidad) en donde viven los indígenas oaxaqueños, y le mostró la miseria extrema que los aflige, y lo sensibilizó para que escuchara sus demandas, de manera que, antes incluso de ser candidato, Cué se comprometió a luchar por ellos. Y ni Eviel Pérez, ni Jesús Ortega, ni César Nava, ni Ebrard pisaron jamás esos caminos sin pavimento, ni visitaron esos pueblos sin teléfono ni luz eléctrica, ni hospitales, ni escuelas, ni centros de trabajo, ni nada. Así pues, con el triunfo de Cué, López Obrador se alza como el único actor político de izquierda que en este proceso obtuvo un triunfo propio, y de enorme importancia.
En Zacatecas, por el contrario, único estado en donde el candidato era totalmente PRD, los grandes perdedores fueron Amalia García y Marcelo Ebrard. Amalia, porque no impuso a su delfín y ahora no tiene quién le cuide las espaldas, cosa que la pondrá muy nerviosa de aquí en adelante. Y Ebrard, porque apostó todo en favor de ella, para colgarse la medalla de que, gracias a su carisma, el PRD conservó ese estado norteño. Pero nones. Los habitantes del DF podemos volver a respirar tranquilos: si Amalia se hubiera salido con la suya en Zacatecas, Ebrard la habría lanzado de inmediato como aspirante al Gobierno del Distrito Federal (y ahí sí que estaríamos fritos).
Moraleja provisional: el PRD, secuestrado por Jesús Ortega con el respaldo de Calderón y llevado al abismo por Manuel Camacho (que anduvo por todo el país levantándole la mano a César Nava, a Javier Lozano y simbólicamente al Yunque), ya no existe: yace, devorado, en las tripas del PAN. Éste, a su vez, corroboró que su fuerza propia es nula, que sigue dependiendo de Elba Esther Gordillo, igual que en 2006, y no tiene nada que hacer en 2012 (alabado sea Alá en Alabama).
Por último, Peña Nieto no es dueño de ninguna aplanadora, el PRI no tiene el camino libre hacia Los Pinos, y la candidatura presidencial de López Obrador coloca a los mexicanos, desde ya, en la posibilidad de escoger, defender e impulsar una auténtica opción de cambio, o volver a creerle a Televisa, a Javier Aguirre y al osito Bimbo.
jamastu@gmail.com
*Tomado de La Jornada.
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