El país de Calderón*
Octavio Rodríguez Araujo
Felipe Calderón fue a Berlín a vender un país que no existe como lo presentó. Ni la gripe A-H1N1 fue tan grave como la quisieron presentar las autoridades, ni está totalmente superada, como bien lo explica Javier Flores en estas páginas (4 de mayo). Sabemos que las muertes que provocó fueron menos que las de la gripe común que cada año hace estragos en todo el mundo, pero también fuimos testigos de una alarma irresponsable, de parte del gobierno, que encerró a miles de personas en sus casas y llevó a pérdidas considerables a los dueños de lugares de esparcimiento y alimentación en donde sólo se pararon las moscas. Los únicos beneficiados fueron los productores de inútiles tapabocas, de antivirus, no todos efectivos, y de tardías vacunas, algunas contraproducentes.
Su segundo problema del “que estamos saliendo con determinación” es la crisis económica que, mientras no sea superada cabalmente en Estados Unidos, tampoco lo será en México, dada nuestra creciente dependencia de la economía de ese país. Pero tampoco será superada en nuestro país con las políticas que se han seguido hasta ahora. Los datos optimistas que nos presentan las autoridades económicas soslayan que sus comparaciones se basan en los primeros meses de 2009, es decir el año en que la actividad económica disminuyó casi 10 por ciento en relación con el mismo periodo de 2008. Por si no fuera suficiente, el empleo no eventual ha aumentado en cantidades minúsculas, en tanto que los precios de bienes y servicios han crecido y el costo de la canasta básica alimentaria subió a 156.76 pesos (La Jornada, 4/05/10). El consumo interno, por lo tanto, ha disminuido y cientos de pequeñas y medianas empresas se han visto obligadas a cerrar. A esto debe agregarse que las remesas de nuestros paisanos que trabajan en Estados Unidos también han disminuido.
En el campo las cosas no han estado mejor. La sequía y la disminución de créditos han depauperado a millones de mexicanos y nuestros productos agrícolas no han fluido con igual intensidad, dada la situación económica del vecino norteño y la disminución del poder adquisitivo de los mexicanos.
La actividad económica de México, sobre todo en el rubro del comercio establecido (que paga impuestos), también se ha visto afectada por la inseguridad y por el crecimiento de la economía informal (que evade impuestos), tanto en giros legales como ilegales (contrabando, por ejemplo). La guerra contra el crimen organizado ha cobrado más de 22 mil vidas y no se le ve salida a corto y mediano plazos. Del respeto a los derechos humanos, de la formación de grupos paramilitares, de la muerte de periodistas, de leyes restrictivas que invaden o tratan de invadir la esfera de lo privado, y más, mejor ya no hablamos: nunca, en los últimos 70 años, hemos estado peor que ahora, salvo el pequeñísimo porcentaje de empresarios que hace 40 años no habían soñado con tener las riquezas que tienen.
Bien señaló Pablo González Casanova (2/05/10) que “es ingenuo pensar que el capitalismo respetará la democracia y la soberanía de los países más o menos subdesarrollados y las democracias; que acabará con el analfabetismo y la miseria, las pandemias y las epidemias, las hambrunas y los pueblos hambrientos, los enfermos sin médicos y sin medicinas, los jóvenes sin empleos y sin escuelas, las familias sin techos, sin servicios y sin basura”. Semejante apreciación es la de Michael Moore refiriéndose a Estados Unidos en su documental Capitalism: a love story (2009), en el que demuestra que el sistema en su país, el más poderoso del mundo, tampoco tiene salidas para las mayorías de su población, todo lo contrario.
En la esfera de la política las cosas no son mejores. Los partidos están dominados por grupos oligárquico-burocráticos que sólo ven para su santo, con independencia de posiciones ideológicas y políticas definidas y diferenciadas. Las elecciones locales de este año están demostrando lo que ya se suponía, que los partidos no existen, sólo sus dirigentes, y que éstos no tienen empacho en proponer como candidatos a quienes piensan que pueden ganar votos, no realizar propuestas en favor de la población.
El Congreso de la Unión no ha sido capaz, hasta ahora, de presentar y aprobar reformas necesarias y alternativas a las propuestas por el Ejecutivo en materia fiscal, laboral, de telecomunicaciones y medios en general, e incluso en el orden de la política y las instituciones. Como se decía antes, todo quedó en la congeladora (más de 700 iniciativas); y sólo se espera que no se vaya la luz, pues se echarán a perder. Para colmo, algunas iniciativas que fueron aprobadas en la Cámara de Diputados no fueron ratificadas en el Senado, y viceversa (en la primera cámara dominan los priístas, en la segunda los panistas).
¿Ante este panorama, será cierto, como dijo Calderón, que México está en excelente lugar para convertirse en una de las economías más competitivas del mundo? Yo no lo creo, ¿le habrán creído los empresarios a los que se dirigió en Berlín?
Felipe Calderón fue a Berlín a vender un país que no existe como lo presentó. Ni la gripe A-H1N1 fue tan grave como la quisieron presentar las autoridades, ni está totalmente superada, como bien lo explica Javier Flores en estas páginas (4 de mayo). Sabemos que las muertes que provocó fueron menos que las de la gripe común que cada año hace estragos en todo el mundo, pero también fuimos testigos de una alarma irresponsable, de parte del gobierno, que encerró a miles de personas en sus casas y llevó a pérdidas considerables a los dueños de lugares de esparcimiento y alimentación en donde sólo se pararon las moscas. Los únicos beneficiados fueron los productores de inútiles tapabocas, de antivirus, no todos efectivos, y de tardías vacunas, algunas contraproducentes.
Su segundo problema del “que estamos saliendo con determinación” es la crisis económica que, mientras no sea superada cabalmente en Estados Unidos, tampoco lo será en México, dada nuestra creciente dependencia de la economía de ese país. Pero tampoco será superada en nuestro país con las políticas que se han seguido hasta ahora. Los datos optimistas que nos presentan las autoridades económicas soslayan que sus comparaciones se basan en los primeros meses de 2009, es decir el año en que la actividad económica disminuyó casi 10 por ciento en relación con el mismo periodo de 2008. Por si no fuera suficiente, el empleo no eventual ha aumentado en cantidades minúsculas, en tanto que los precios de bienes y servicios han crecido y el costo de la canasta básica alimentaria subió a 156.76 pesos (La Jornada, 4/05/10). El consumo interno, por lo tanto, ha disminuido y cientos de pequeñas y medianas empresas se han visto obligadas a cerrar. A esto debe agregarse que las remesas de nuestros paisanos que trabajan en Estados Unidos también han disminuido.
En el campo las cosas no han estado mejor. La sequía y la disminución de créditos han depauperado a millones de mexicanos y nuestros productos agrícolas no han fluido con igual intensidad, dada la situación económica del vecino norteño y la disminución del poder adquisitivo de los mexicanos.
La actividad económica de México, sobre todo en el rubro del comercio establecido (que paga impuestos), también se ha visto afectada por la inseguridad y por el crecimiento de la economía informal (que evade impuestos), tanto en giros legales como ilegales (contrabando, por ejemplo). La guerra contra el crimen organizado ha cobrado más de 22 mil vidas y no se le ve salida a corto y mediano plazos. Del respeto a los derechos humanos, de la formación de grupos paramilitares, de la muerte de periodistas, de leyes restrictivas que invaden o tratan de invadir la esfera de lo privado, y más, mejor ya no hablamos: nunca, en los últimos 70 años, hemos estado peor que ahora, salvo el pequeñísimo porcentaje de empresarios que hace 40 años no habían soñado con tener las riquezas que tienen.
Bien señaló Pablo González Casanova (2/05/10) que “es ingenuo pensar que el capitalismo respetará la democracia y la soberanía de los países más o menos subdesarrollados y las democracias; que acabará con el analfabetismo y la miseria, las pandemias y las epidemias, las hambrunas y los pueblos hambrientos, los enfermos sin médicos y sin medicinas, los jóvenes sin empleos y sin escuelas, las familias sin techos, sin servicios y sin basura”. Semejante apreciación es la de Michael Moore refiriéndose a Estados Unidos en su documental Capitalism: a love story (2009), en el que demuestra que el sistema en su país, el más poderoso del mundo, tampoco tiene salidas para las mayorías de su población, todo lo contrario.
En la esfera de la política las cosas no son mejores. Los partidos están dominados por grupos oligárquico-burocráticos que sólo ven para su santo, con independencia de posiciones ideológicas y políticas definidas y diferenciadas. Las elecciones locales de este año están demostrando lo que ya se suponía, que los partidos no existen, sólo sus dirigentes, y que éstos no tienen empacho en proponer como candidatos a quienes piensan que pueden ganar votos, no realizar propuestas en favor de la población.
El Congreso de la Unión no ha sido capaz, hasta ahora, de presentar y aprobar reformas necesarias y alternativas a las propuestas por el Ejecutivo en materia fiscal, laboral, de telecomunicaciones y medios en general, e incluso en el orden de la política y las instituciones. Como se decía antes, todo quedó en la congeladora (más de 700 iniciativas); y sólo se espera que no se vaya la luz, pues se echarán a perder. Para colmo, algunas iniciativas que fueron aprobadas en la Cámara de Diputados no fueron ratificadas en el Senado, y viceversa (en la primera cámara dominan los priístas, en la segunda los panistas).
¿Ante este panorama, será cierto, como dijo Calderón, que México está en excelente lugar para convertirse en una de las economías más competitivas del mundo? Yo no lo creo, ¿le habrán creído los empresarios a los que se dirigió en Berlín?
*Tomado de La Jornada.
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