ATLIXCO: AQUÌ EMPEZÓ LA CACERÍA...*
Tomado de La Jornada, Hernández.
Patricia Dávila
Arturo Beltrán Leyva estuvo a punto de ser capturado a principios de diciembre en Puebla, tras un enfrentamiento con policías y militares, por un exceso de confianza: asistió como padrino al bautizo del hijo de un joven matrimonio amigo. Logró escapar, pero ya se había iniciado la última etapa de la cacería contra él, que dejó huellas en Atlixco y Tepoztlán y que culminó en el fraccionamiento Altitude, en Cuernavaca.
ATLIXCO, PUE.- Era 5 de diciembre, sábado. En la capilla privada del fraccionamiento Club Campestre El Cristo de esta ciudad se realizaba una discreta ceremonia religiosa. Un pequeño de apenas meses de edad recibía el sacramento del bautismo. El padrino era el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, quien había viajado hasta esta localidad expresamente para la ocasión.
Los padres del niño, un joven matrimonio residente en Cuernavaca, Morelos, viajaron a su casa de descanso ubicada en Paseo del Cristo número 880 en esta ciudad poblana para realizar el acto religioso, que tuvo lugar en la capilla colonial de muros blancos con un gran crucifijo en el altar.
Habitantes del lujoso conjunto residencial recuerdan que el sacerdote Delfino Heredia Vázquez ofició la misa; es él quien atiende siempre los oficios religiosos privados. Afuera del templo, a los adinerados vecinos y a los trabajadores de El Cristo no les sorprendió la caravana de lujosos vehículos último modelo, tan comunes en este Club Campestre, pero sí los choferes y la escolta que cuidaron desde su arribo al famoso narcotraficante.
Tras el acto litúrgico, sólo unos pocos fueron invitados a una comida en la casa de fin de semana de los papás del bautizado: no pasaron de 20, según consta en declaraciones rendidas ante la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR), asentadas en la averiguación previa AP/PGR/PUE/PUE-I/1199/2009, abierta por los delitos de violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos y a la Ley contra la Delincuencia Organizada.
El acceso principal de la residencia está enmarcado por un gran arco color café. Días antes de la celebración, de este lugar entraban y salían vehículos de un servicio de banquetes.
Habitantes y trabajadores del fraccionamiento comentan: “Es frecuente que realicen fiestas con muchos invitados, pero nos pareció extraño que fuera privada”. Los asistentes llegaron el día anterior, el 4 de diciembre, y pasaron la noche en una casa para huéspedes que se encuentra en el jardín posterior de la residencia.
Después del banquete, cuentan los vecinos, Arturo Beltrán Leyva estaba alegre. A ritmo de tambora y acordeón, cuatro músicos interpretaban corridos de Badiraguato, Sinaloa, tierra natal de El Jefe de Jefes. El repertorio fue cuidadosamente seleccionado: no hubo narcocorridos.
La banda dejó de tocar a las tres de la mañana del 6 de diciembre; ya era domingo. El padrino se quedó el fin de semana en casa de sus compadres, señala el expediente.
A partir del día siguiente, lunes 7, Beltrán Leyva se puso a trabajar: sostuvo reuniones en Cholula y Puebla con integrantes de la estructura del cártel que él encabezaba establecida en Puebla desde junio del año pasado para minar la actividad de narcomenudeo controlada por gente perteneciente a Los Zetas. Los encuentros, que se realizaron en casas de seguridad en Puebla y en San Pedro Cholula, apuntaban a la consolidación de la organización de los hermanos Beltrán Leyva en esta entidad.
Tres días después, el jueves 10, Beltrán Leyva decidió regresar a Cuernavaca, Morelos. Salió de Cholula con rumbo a la capital poblana, pero el convoy que lo resguardaba (tres Suburban negras y un Stratus blanco) llamó la atención por lo ostentoso. Alrededor de las 11:30 horas, el Centro de Respuesta Inmediata (Ceri) recibió reportes de una “situación sospechosa”. La movilización fue inmediata.
El enfrentamiento
A la altura de Camino Real a Cholula y Avenida Zavaleta, elementos de la Policía Judicial del estado interceptaron el convoy. Los agentes le marcaron el alto, pero el grupo de sicarios abrió fuego. En medio de la persecución y el tiroteo, que alcanzó su punto máximo a la altura del bulevar Forjadores, ambos bandos solicitaron refuerzos por radio.
A la persecución de los narcos se sumaron policías municipales de Puebla, integrantes de las unidades Panteras, Espartacos y Guardianes. En apoyo del convoy de Beltrán Leyva llegaron cinco vehículos con pistoleros y se internaron en la colonia Libertad. Al pasar por la calle Hidalgo, los sicarios dispararon contra el policía de barrio Juan Carlos Oropeza Villaráuz, quien murió de inmediato.
El convoy se introdujo a las instalaciones de Autotransportes Saldaña Granada, en calle Esteban de Antuñano y Calle 5 Oriente, en la capital poblana. Los hombres de Beltrán Leyva lograron huir de ahí y para cuando llegaron las corporaciones policiacas al inmueble sólo encontraron una Suburban negra con placas del Distrito Federal, uniformes negros, armas y chalecos antibalas.
Un reporte oficial de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal de Puebla (SSPM), que no fue dado a conocer por las autoridades estatales, detalla: “Al seguir con la búsqueda, un taxista informó a los agentes que los sicarios lo despojaron de su vehículo color negro con amarillo, placas 4052-SSF, tipo Atos, en el cual algunos de los hombres de Arturo Beltrán Leyva lograron escapar con rumbo desconocido”.
Un segundo enfrentamiento se registró en el bulevar Forjadores, a la altura de El Cuexcomate, ya en la capital poblana, en el que participaron cerca de 200 elementos de las policías estatal y municipal que seguían al convoy de El Jefe de Jefes.
La SSPM reportó que “minutos después, una camioneta Tahoe negra, sin placas, fue localizada en calle Melchor Ocampo número 14 de la colonia Pueblo Momoxpan, en el municipio de Cuautlancingo. En el interior había tres armas de fuego AK-47 con cargadores, armas tipo escuadra, estuches de armas cortas, dos chalecos balísticos y granadas de fragmentación. Sus ocupantes escaparon”.
Durante el tiroteo, en la calle Francisco I. Madero y Forjadores, frente al motel Las Carretas, dos elementos de la PJ fueron heridos: uno con un rozón de bala en el cuello; el otro, en la cabeza. Los sicarios se fugaron con rumbo a San Pedro Cholula “con dirección a las vías, no logrando su detención”.
El gobierno del estado emitió un comunicado poco después de la refriega, en el que mencionó los cuatro vehículos localizados, uno de ellos blindado y equipado como patrulla, con torretas y códigos. En su interior se encontraron dos rifles AK-47 y 250 gramos de cocaína, relatan a Proceso policías que pidieron omitir sus nombres.
Entre las 17:30 y las 18:00 horas de ese 10 de diciembre fueron detenidas cinco personas en el motel Castilla, en la colonia Belisario Domínguez, en la capital poblana. Dos son originarios de Culiacán, Sinaloa: Alejandro Araujo Martínez, Jando, de 18 años, y Eliseo Morales Rodríguez; otros dos son de Acapulco, Guerrero: Francisco Arturo Baños Catalán, de 28 años, y Alejandro Flores Peláez, de 47. El último es Juan Carlos Pérez García, de 23 años.
Gracias a las primeras declaraciones de los arraigados en la delegación de la PGR en el estado –AP/PGR/PUE/PUE-I/1199/2009– se ubicó una casa de seguridad en bulevar Forjadores, en Cholula, conocida como finca Las Bugambilias. Ahí, el Ejército se sumó al operativo de las policías estatal y municipal y en el interior de la vivienda encontraron dos vehículos: un Mercedes blindado, placas TWR-7082, y un Pointer, placas TSA-1821, ambos del estado de Puebla.
Posteriormente, los militares se trasladaron al hotel Villa Florida, en la exclusiva zona denominada Angelópolis. Según uno de los detenidos, después del bautizo Arturo Beltrán Leyva se alojó en este lugar y para escapar utilizó el helipuerto localizado a un costado del hotel.
Durante la persecución y tiroteo, escuelas, casas, negocios y vehículos quedaron perforados por las balas.
“Vi cuando los sicarios bajaron de una camioneta negra y la dejaron frente al Instituto La Paz. No sé cuántos eran, pero dos de ellos se metieron a casa de una amiga. Iban armados y afortunadamente no le hicieron daño. Ella salió espantada”, narra una joven que vive en la Calle 5 Oriente de la colonia Libertad.
En la calle, trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad que realizaban reparaciones lograron refugiarse en un negocio de ropa. Sin embargo, uno de ellos, que se encontraba sobre la grúa, no tuvo tiempo de bajar. Desde ahí guió a los policías hacia las zonas por las que los pistoleros intentaban escapar.
Las escuelas recibieron la orden de la policía de aplazar la salida. Los padres de familia esperaron a sus hijos hasta las 4:30 de la tarde, en medio de rumores sobre la incursión de los sicarios en una de ellas, cuenta un hombre que esperaba la salida de su hijo de secundaria.
La versión de la DEA
Vecinos de la finca Las Bugambilias afirman a Proceso que esa casa de seguridad localizada en San Pedro Cholula fue ocupada desde junio del año pasado por la gente de Beltrán Leyva. Actualmente, el inmueble es custodiado por una patrulla de la Policía Municipal y por dos de la Policía Preventiva Estatal.
La presencia de elementos del cártel de los hermanos Beltrán Leyva y la asistencia del capo al bautizo fue documentada por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA). El 17 de diciembre pasado, Anthony Placido, director operativo de la DEA, declaró a El Noticiero de Televisa que Arturo Beltrán Leyva había permanecido cinco días en el estado de Puebla, y le atribuyó propiedades en Cholula. También aseguró que el capo resultó herido durante el enfrentamiento con los policías estatales y municipales del 10 de diciembre.
Ante ello, tanto el secretario de Gobierno de Puebla, Mario Montero Serrano, como el procurador de Justicia, Rodolfo Archundia Sierra, se apresuraron a aclarar que El Jefe de Jefes permaneció en el estado menos de 24 horas. Además, negaron que la entidad esté en manos de algún cártel del narcotráfico.
–¿En qué se basa para afirmar que Beltrán Leyva pasó menos de 24 horas en Puebla? ¿Qué hizo durante ese tiempo? –pregunta la reportera al procurador.
–Sólo afirmamos que estaba de paso –contesta, evasivo, y se niega a profundizar.
Lo que sí hace Archundia Sierra es un “recuento de sucesos a lo largo de 2009 que pudieran estar vinculados con la delincuencia organizada:
“Los homicidios en los meses de marzo, junio, octubre y diciembre, en los distritos judiciales de Tehuacán, Xiocotepex, Cholula, Atlixco y Puebla. Dos de las víctimas permanecen en calidad de desconocidas; además, hay seis agentes fallecidos de las policías municipales de Atlixco, San Andrés Cholula y Puebla.”
El 27 de julio, policías municipales de Cholula detuvieron a Mauricio Aldear Espino y a Eder Felipe Villanueva Sotelo en las inmediaciones del bulevar Forjadores y la plaza comercial San Diego. Ambos admitieron formar parte de Los Pelones, grupo de sicarios a las órdenes del cártel de los hermanos Beltrán Leyva.
El 21 de agosto, Jorge Iván González Betts cayó en el cruce del tren sobre bulevar Forjadores, a un costado de la marisquería Juquila. Este hombre se dijo integrante del cártel de La Familia y amagó con detonar una granada de fragmentación luego de que se le descubrió en posesión de una camioneta Honda CRV con reporte de robo, en la que, además, se encontró droga.
El 12 de septiembre, un oficial de la Policía Municipal de Atlixco murió de un balazo en la cabeza durante un enfrentamiento con un grupo de secuestradores.
Sobre la presencia de Beltrán Leyva en el fraccionamiento Club Campestre El Cristo, en Atlixco, policías municipales confirman: “Después del 16 de diciembre, cuando Beltrán Leyva fue asesinado en Cuernavaca, nos mandaron a revisar la casa. Sabemos que (él) asistió aquí a un bautizo”.
Los vecinos y trabajadores de El Cristo aseguran que desde esa fiesta no han vuelto a ver al joven matrimonio que convocó al capo. Y nadie recuerda sus nombres. Sólo saben que la encargada de la limpieza acude los martes y jueves. Otra persona va diariamente a alimentar a los perros.
“¡La fiesta salió muy cara!”, exclama uno de los empleados.
El 11 de diciembre Arturo Beltrán Leyva ya se encontraba en Morelos. Por la noche, asistió a una narcoposada en el fraccionamiento Limoneros, en Tepoztlán. Horas después, alrededor de las 2:30 horas del 12 de diciembre, elementos de la Marina irrumpieron en la casa número 124 de Paseo Naranjos en busca del capo. Sus sicarios enfrentaron a los marinos y se desató una balacera que se prolongó dos horas.
Ahí los marinos arrestaron a 40 personas, entre ellas varios integrantes del cártel de El Jefe de Jefes, así como a los músicos Ramón Ayala y Los Cadetes de Linares, quienes amenizaban la fiesta. Beltrán Leyva logró huir, junto con su lugarteniente Édgar Valdez Villarreal, La Barbie. Sin embargo, la noche del 16 de diciembre, en un operativo por aire y tierra, un comando de marinos rodeó el complejo Altitude, en Cuernavaca, donde se refugiaba Arturo Beltrán.
Los militares se enfrentaron a los gatilleros y dieron muerte a varios. Al final, cuando intentaba huir del departamento en el que se había atrincherado, Arturo Beltrán fue abatido (Proceso 1729).
Arturo Beltrán Leyva estuvo a punto de ser capturado a principios de diciembre en Puebla, tras un enfrentamiento con policías y militares, por un exceso de confianza: asistió como padrino al bautizo del hijo de un joven matrimonio amigo. Logró escapar, pero ya se había iniciado la última etapa de la cacería contra él, que dejó huellas en Atlixco y Tepoztlán y que culminó en el fraccionamiento Altitude, en Cuernavaca.
ATLIXCO, PUE.- Era 5 de diciembre, sábado. En la capilla privada del fraccionamiento Club Campestre El Cristo de esta ciudad se realizaba una discreta ceremonia religiosa. Un pequeño de apenas meses de edad recibía el sacramento del bautismo. El padrino era el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, quien había viajado hasta esta localidad expresamente para la ocasión.
Los padres del niño, un joven matrimonio residente en Cuernavaca, Morelos, viajaron a su casa de descanso ubicada en Paseo del Cristo número 880 en esta ciudad poblana para realizar el acto religioso, que tuvo lugar en la capilla colonial de muros blancos con un gran crucifijo en el altar.
Habitantes del lujoso conjunto residencial recuerdan que el sacerdote Delfino Heredia Vázquez ofició la misa; es él quien atiende siempre los oficios religiosos privados. Afuera del templo, a los adinerados vecinos y a los trabajadores de El Cristo no les sorprendió la caravana de lujosos vehículos último modelo, tan comunes en este Club Campestre, pero sí los choferes y la escolta que cuidaron desde su arribo al famoso narcotraficante.
Tras el acto litúrgico, sólo unos pocos fueron invitados a una comida en la casa de fin de semana de los papás del bautizado: no pasaron de 20, según consta en declaraciones rendidas ante la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR), asentadas en la averiguación previa AP/PGR/PUE/PUE-I/1199/2009, abierta por los delitos de violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos y a la Ley contra la Delincuencia Organizada.
El acceso principal de la residencia está enmarcado por un gran arco color café. Días antes de la celebración, de este lugar entraban y salían vehículos de un servicio de banquetes.
Habitantes y trabajadores del fraccionamiento comentan: “Es frecuente que realicen fiestas con muchos invitados, pero nos pareció extraño que fuera privada”. Los asistentes llegaron el día anterior, el 4 de diciembre, y pasaron la noche en una casa para huéspedes que se encuentra en el jardín posterior de la residencia.
Después del banquete, cuentan los vecinos, Arturo Beltrán Leyva estaba alegre. A ritmo de tambora y acordeón, cuatro músicos interpretaban corridos de Badiraguato, Sinaloa, tierra natal de El Jefe de Jefes. El repertorio fue cuidadosamente seleccionado: no hubo narcocorridos.
La banda dejó de tocar a las tres de la mañana del 6 de diciembre; ya era domingo. El padrino se quedó el fin de semana en casa de sus compadres, señala el expediente.
A partir del día siguiente, lunes 7, Beltrán Leyva se puso a trabajar: sostuvo reuniones en Cholula y Puebla con integrantes de la estructura del cártel que él encabezaba establecida en Puebla desde junio del año pasado para minar la actividad de narcomenudeo controlada por gente perteneciente a Los Zetas. Los encuentros, que se realizaron en casas de seguridad en Puebla y en San Pedro Cholula, apuntaban a la consolidación de la organización de los hermanos Beltrán Leyva en esta entidad.
Tres días después, el jueves 10, Beltrán Leyva decidió regresar a Cuernavaca, Morelos. Salió de Cholula con rumbo a la capital poblana, pero el convoy que lo resguardaba (tres Suburban negras y un Stratus blanco) llamó la atención por lo ostentoso. Alrededor de las 11:30 horas, el Centro de Respuesta Inmediata (Ceri) recibió reportes de una “situación sospechosa”. La movilización fue inmediata.
El enfrentamiento
A la altura de Camino Real a Cholula y Avenida Zavaleta, elementos de la Policía Judicial del estado interceptaron el convoy. Los agentes le marcaron el alto, pero el grupo de sicarios abrió fuego. En medio de la persecución y el tiroteo, que alcanzó su punto máximo a la altura del bulevar Forjadores, ambos bandos solicitaron refuerzos por radio.
A la persecución de los narcos se sumaron policías municipales de Puebla, integrantes de las unidades Panteras, Espartacos y Guardianes. En apoyo del convoy de Beltrán Leyva llegaron cinco vehículos con pistoleros y se internaron en la colonia Libertad. Al pasar por la calle Hidalgo, los sicarios dispararon contra el policía de barrio Juan Carlos Oropeza Villaráuz, quien murió de inmediato.
El convoy se introdujo a las instalaciones de Autotransportes Saldaña Granada, en calle Esteban de Antuñano y Calle 5 Oriente, en la capital poblana. Los hombres de Beltrán Leyva lograron huir de ahí y para cuando llegaron las corporaciones policiacas al inmueble sólo encontraron una Suburban negra con placas del Distrito Federal, uniformes negros, armas y chalecos antibalas.
Un reporte oficial de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal de Puebla (SSPM), que no fue dado a conocer por las autoridades estatales, detalla: “Al seguir con la búsqueda, un taxista informó a los agentes que los sicarios lo despojaron de su vehículo color negro con amarillo, placas 4052-SSF, tipo Atos, en el cual algunos de los hombres de Arturo Beltrán Leyva lograron escapar con rumbo desconocido”.
Un segundo enfrentamiento se registró en el bulevar Forjadores, a la altura de El Cuexcomate, ya en la capital poblana, en el que participaron cerca de 200 elementos de las policías estatal y municipal que seguían al convoy de El Jefe de Jefes.
La SSPM reportó que “minutos después, una camioneta Tahoe negra, sin placas, fue localizada en calle Melchor Ocampo número 14 de la colonia Pueblo Momoxpan, en el municipio de Cuautlancingo. En el interior había tres armas de fuego AK-47 con cargadores, armas tipo escuadra, estuches de armas cortas, dos chalecos balísticos y granadas de fragmentación. Sus ocupantes escaparon”.
Durante el tiroteo, en la calle Francisco I. Madero y Forjadores, frente al motel Las Carretas, dos elementos de la PJ fueron heridos: uno con un rozón de bala en el cuello; el otro, en la cabeza. Los sicarios se fugaron con rumbo a San Pedro Cholula “con dirección a las vías, no logrando su detención”.
El gobierno del estado emitió un comunicado poco después de la refriega, en el que mencionó los cuatro vehículos localizados, uno de ellos blindado y equipado como patrulla, con torretas y códigos. En su interior se encontraron dos rifles AK-47 y 250 gramos de cocaína, relatan a Proceso policías que pidieron omitir sus nombres.
Entre las 17:30 y las 18:00 horas de ese 10 de diciembre fueron detenidas cinco personas en el motel Castilla, en la colonia Belisario Domínguez, en la capital poblana. Dos son originarios de Culiacán, Sinaloa: Alejandro Araujo Martínez, Jando, de 18 años, y Eliseo Morales Rodríguez; otros dos son de Acapulco, Guerrero: Francisco Arturo Baños Catalán, de 28 años, y Alejandro Flores Peláez, de 47. El último es Juan Carlos Pérez García, de 23 años.
Gracias a las primeras declaraciones de los arraigados en la delegación de la PGR en el estado –AP/PGR/PUE/PUE-I/1199/2009– se ubicó una casa de seguridad en bulevar Forjadores, en Cholula, conocida como finca Las Bugambilias. Ahí, el Ejército se sumó al operativo de las policías estatal y municipal y en el interior de la vivienda encontraron dos vehículos: un Mercedes blindado, placas TWR-7082, y un Pointer, placas TSA-1821, ambos del estado de Puebla.
Posteriormente, los militares se trasladaron al hotel Villa Florida, en la exclusiva zona denominada Angelópolis. Según uno de los detenidos, después del bautizo Arturo Beltrán Leyva se alojó en este lugar y para escapar utilizó el helipuerto localizado a un costado del hotel.
Durante la persecución y tiroteo, escuelas, casas, negocios y vehículos quedaron perforados por las balas.
“Vi cuando los sicarios bajaron de una camioneta negra y la dejaron frente al Instituto La Paz. No sé cuántos eran, pero dos de ellos se metieron a casa de una amiga. Iban armados y afortunadamente no le hicieron daño. Ella salió espantada”, narra una joven que vive en la Calle 5 Oriente de la colonia Libertad.
En la calle, trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad que realizaban reparaciones lograron refugiarse en un negocio de ropa. Sin embargo, uno de ellos, que se encontraba sobre la grúa, no tuvo tiempo de bajar. Desde ahí guió a los policías hacia las zonas por las que los pistoleros intentaban escapar.
Las escuelas recibieron la orden de la policía de aplazar la salida. Los padres de familia esperaron a sus hijos hasta las 4:30 de la tarde, en medio de rumores sobre la incursión de los sicarios en una de ellas, cuenta un hombre que esperaba la salida de su hijo de secundaria.
La versión de la DEA
Vecinos de la finca Las Bugambilias afirman a Proceso que esa casa de seguridad localizada en San Pedro Cholula fue ocupada desde junio del año pasado por la gente de Beltrán Leyva. Actualmente, el inmueble es custodiado por una patrulla de la Policía Municipal y por dos de la Policía Preventiva Estatal.
La presencia de elementos del cártel de los hermanos Beltrán Leyva y la asistencia del capo al bautizo fue documentada por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA). El 17 de diciembre pasado, Anthony Placido, director operativo de la DEA, declaró a El Noticiero de Televisa que Arturo Beltrán Leyva había permanecido cinco días en el estado de Puebla, y le atribuyó propiedades en Cholula. También aseguró que el capo resultó herido durante el enfrentamiento con los policías estatales y municipales del 10 de diciembre.
Ante ello, tanto el secretario de Gobierno de Puebla, Mario Montero Serrano, como el procurador de Justicia, Rodolfo Archundia Sierra, se apresuraron a aclarar que El Jefe de Jefes permaneció en el estado menos de 24 horas. Además, negaron que la entidad esté en manos de algún cártel del narcotráfico.
–¿En qué se basa para afirmar que Beltrán Leyva pasó menos de 24 horas en Puebla? ¿Qué hizo durante ese tiempo? –pregunta la reportera al procurador.
–Sólo afirmamos que estaba de paso –contesta, evasivo, y se niega a profundizar.
Lo que sí hace Archundia Sierra es un “recuento de sucesos a lo largo de 2009 que pudieran estar vinculados con la delincuencia organizada:
“Los homicidios en los meses de marzo, junio, octubre y diciembre, en los distritos judiciales de Tehuacán, Xiocotepex, Cholula, Atlixco y Puebla. Dos de las víctimas permanecen en calidad de desconocidas; además, hay seis agentes fallecidos de las policías municipales de Atlixco, San Andrés Cholula y Puebla.”
El 27 de julio, policías municipales de Cholula detuvieron a Mauricio Aldear Espino y a Eder Felipe Villanueva Sotelo en las inmediaciones del bulevar Forjadores y la plaza comercial San Diego. Ambos admitieron formar parte de Los Pelones, grupo de sicarios a las órdenes del cártel de los hermanos Beltrán Leyva.
El 21 de agosto, Jorge Iván González Betts cayó en el cruce del tren sobre bulevar Forjadores, a un costado de la marisquería Juquila. Este hombre se dijo integrante del cártel de La Familia y amagó con detonar una granada de fragmentación luego de que se le descubrió en posesión de una camioneta Honda CRV con reporte de robo, en la que, además, se encontró droga.
El 12 de septiembre, un oficial de la Policía Municipal de Atlixco murió de un balazo en la cabeza durante un enfrentamiento con un grupo de secuestradores.
Sobre la presencia de Beltrán Leyva en el fraccionamiento Club Campestre El Cristo, en Atlixco, policías municipales confirman: “Después del 16 de diciembre, cuando Beltrán Leyva fue asesinado en Cuernavaca, nos mandaron a revisar la casa. Sabemos que (él) asistió aquí a un bautizo”.
Los vecinos y trabajadores de El Cristo aseguran que desde esa fiesta no han vuelto a ver al joven matrimonio que convocó al capo. Y nadie recuerda sus nombres. Sólo saben que la encargada de la limpieza acude los martes y jueves. Otra persona va diariamente a alimentar a los perros.
“¡La fiesta salió muy cara!”, exclama uno de los empleados.
El 11 de diciembre Arturo Beltrán Leyva ya se encontraba en Morelos. Por la noche, asistió a una narcoposada en el fraccionamiento Limoneros, en Tepoztlán. Horas después, alrededor de las 2:30 horas del 12 de diciembre, elementos de la Marina irrumpieron en la casa número 124 de Paseo Naranjos en busca del capo. Sus sicarios enfrentaron a los marinos y se desató una balacera que se prolongó dos horas.
Ahí los marinos arrestaron a 40 personas, entre ellas varios integrantes del cártel de El Jefe de Jefes, así como a los músicos Ramón Ayala y Los Cadetes de Linares, quienes amenizaban la fiesta. Beltrán Leyva logró huir, junto con su lugarteniente Édgar Valdez Villarreal, La Barbie. Sin embargo, la noche del 16 de diciembre, en un operativo por aire y tierra, un comando de marinos rodeó el complejo Altitude, en Cuernavaca, donde se refugiaba Arturo Beltrán.
Los militares se enfrentaron a los gatilleros y dieron muerte a varios. Al final, cuando intentaba huir del departamento en el que se había atrincherado, Arturo Beltrán fue abatido (Proceso 1729).
*Tomado de la revista Proceso.
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