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miércoles, diciembre 02, 2009

La despedida de Genaro*


















Tomados de La Jornada, El Fisgón, Hernández, Helguera y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.



JENARO VILLAMIL

MÉXICO, D.F., 1 de diciembre (apro).- El mismo día que el ministro Genaro Góngora Pimentel afirmó que las decisiones de Estado están en función de intereses políticos o de grupo, el Senado de la República aprobó por mayoría designar como su sustituto a Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, un especialista en amparo, egresado de la Escuela Libre de Derecho, vinculado más al entorno de intereses del gobierno de Felipe Calderón que a las necesidades del máximo tribunal.

Muy pronto observaremos el contraste entre la solidez y la acción jurídica de Góngora Pimentel y lo que ocurrirá en una Suprema Corte ante la llegada de Lelo de Larrea y de Luis María Aguilar, un jurista con amplia carrera en el Poder Judicial, quien sustituye a Mariano Azuela.

La despedida de Genaro Góngora Pimentel constituyó también un recordatorio del enorme vacío que este jurista dejará con su salida del pleno de la Suprema Corte

Góngora no sólo fue el representante de una de las alas "liberales" o de "izquierda" más reconocidas en el máximo tribunal, sino el artífice de dos discusiones clave que dejaron profunda huella en el Poder Judicial: su posición en favor de la despenalización del aborto y su condena a los excesos anticonstitucionales generados por la Ley Televisa.

Incansable, todavía la semana pasada Góngora Pimentel presentó un proyecto de sentencia que le quitaba atribuciones a la SCT para otorgárselas a la Cofetel, a partir de entonces único órgano regulador en materia de radio y televisión.

Aficionado al personaje de Homero Simpson, abierto simpatizante del excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador y hábil provocador de discusiones internas, la era de Góngora Pimentel bien puede ser caracterizada como la de un disidente constante de las posiciones mayoritarias y conservadoras de un poder que él conoció muy bien desde sus entrañas, tras 37 años de carrera judicial.

Claridoso, Góngora Pimentel lanzó su última advertencia durante su discurso de despedida del lunes 30 de noviembre. El ministro de origen chihuahuense alertó que de mantenerse la tendencia de mayor inseguridad y de creciente distancia entre la sociedad y el gobierno, "no es necesario tener una bolita de cristal para avizorar sobre el alto riesgo social. Creo que la paz duradera no se logra con confrontaciones o cobro de facturas políticas ni tampoco con falsos triunfalismos".

Góngora, quien fue presidente del máximo tribunal en el periodo de 1999 a 2003, ocupó un lugar privilegiado en el proceso de alternancia y también comparte la expectativa frustrada ante la democratización incumplida, tras la llegada del PAN a la presidencia en el 2000.

Así lo dejó entrever en su discurso del lunes 30 de noviembre, que constituye también un legado y una reflexión del llamado "ministro incómodo" de la Suprema Corte, incómodo para poderes fácticos e institucionales (Televisa, jerarquía eclesiástica, banqueros, gobernadores) que fueron duramente acotados en sus sentencias.

"No desaprovechemos la oportunidad para construir consensos por el bien de nuestra patria. Es hora de dejar atrás divisionismos, porque lo único que se logra es el debilitamiento del Estado", advirtió.

Por ahora, Genaro Góngora no podrá dirigir el Instituto Federal Electoral –cargo para el que compitió sin mucha fortuna ante el veto de las dos fuerzas mayoritarias en la Cámara de Diputados–, pero se dedicará a la enseñanza académica y, muy probablemente, a editar buena parte de sus polémicas sentencias que siempre enriquecieron el debate en la Suprema Corte.

email: jenarovi@yahoo.com.mx



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La sombra de Hank Rhon*


RICARDO RAVELO

TIJUANA, BC.- “Yo sentía que gobernaba con el enemigo en casa y no tuve más opción que solicitar el apoyo del Ejército. Sólo así he podido sacar adelante los compromisos ofrecidos a la sociedad.”

Habla Jorge Ramos Hernández, presidente municipal de esta ciudad, quien a dos años de haber asumido el cargo dice que su antecesor, Jorge Hank Rhon, le heredó una ciudad sumida en el desorden, con las bandas del narcotráfico desatadas y una policía atrofiada que más bien parecía una extensión de la delincuencia.

El alcalde resume la gestión de Jorge Hank como presidente municipal de Tijuana: “Fue el caos, el desgobierno. No hubo rumbo y se cobijaron intereses oscuros que tuvieron un alto impacto social, pues la gente perdió la confianza en la autoridad”.

De 41 años de edad, Ramos Hernández había competido con el hijo del profesor Carlos Hank González tres años atrás por la alcaldía de esta ciudad, pero fue derrotado –dice– mediante un abierto fraude electoral que nunca se investigó.

En su siguiente oportunidad venció al PRI, “con toda su mafia”, pero la herencia, reconoce, fue un cúmulo de problemas: corrupción, impunidad, violencia, muertes, deudas y un ambiente de terror por todas partes.

“Hace dos años, Tijuana estaba en el primer lugar en temas de delincuencia organizada. Lo que ocurría aquí se destacaba en las primeras planas de todos los periódicos. Parecía algo irreversible. El crimen se prohijaba desde el poder y se le protegía desde esas altas esferas sin recato alguno.

“La ciudad vivía sitiada por el crimen organizado. Había balaceras por todas partes, gente armada salía a las calles a ajustar sus cuentas o bien se organizaban grupos, especies de comandos armados, que se adueñaban de la ciudad y amenazaban a quien se les ponía enfrente.

“Nadie podía hacer nada porque la policía era parte de lo mismo. No sólo arrastraba el problema de la infiltración, sino que estaban al servicio de las organizaciones criminales. En resumen, el municipio no tenía policía, carecíamos de ese instrumento y, por lo tanto, no podíamos garantizar ningún tipo de seguridad a la gente.”

Frente al poder del narcotráfico y de otras modalidades del crimen organizado, la autoridad municipal estaba debilitada, reconoce Ramos. Y además, Hank Rhon le entregó el ayuntamiento quebrado.

Cuenta: “Encontré las finanzas públicas hechas pedazos y el endeudamiento era tan grave que no tuvimos dinero para pagarle a los empleados de base la primera catorcena ni sus aguinaldos. Los empleados de confianza tuvieron que trabajar todo un mes sin cobrar, porque simplemente no había dinero”.

Expone que eso no fue lo peor que encontró al asumir como presidente municipal: “Lo más grave fue un reporte que recibí en el que me indicaban que más de la mitad de las patrullas estaban descompuestas. Otras no tenían llantas y otro tanto estaban totalmente desvalijadas”.

Narcopolicías

Cuando tomó posesión como alcalde, Ramos Hernández tenía 39 años de edad y reconoce que la decisión más fuerte que tuvo que tomar fue enfrentarse a una parte del crimen organizado representado entonces en la policía de Tijuana, famosa por ser una de las más corruptas del país.

“Tuve que nombrar a un militar al frente de la Secretaría de Seguridad Pública municipal y encontré un eficaz apoyo en el teniente coronel Julián Leizaola Pérez, con quien comenzamos a depurar a la policía, pues el primer paso que tenía que dar como autoridad era contar con policía.”

Con base en los reportes que ha recibido, Ramos Hernández explica que la policía comenzó a ser atacada por grupos armados tras la depuración: “Me di cuenta que esa armonía que existía era porque la corporación servía a los intereses del crimen. Eran sus empleados y nadie se metía con ellos”.

Conforme fueron cambiando las cosas, lo que ocurrió a raíz del procesamiento de más de 400 policías, la violencia se desató: más de 40 agentes han sido asesinados en dos años de gobierno.
–Con una policía que tiene larga historia como protectora del narcotráfico, ¿qué le garantiza a usted que la corporación ya está saneada? ¿Acaso no es una posición ilusa?

–Falta mucho por hacer, es verdad, pero los comandos negros ya no se pasean impunes como amos y señores de la ciudad. Los delincuentes se sienten acorralados y saben que la Policía Municipal ya no es su aliada y por eso reaccionan con violencia.

Desde el primer gobierno panista de Baja California, encabezado por Ernesto Ruffo en 1989, surgieron los escándalos por supuestos pactos del poder político con el narcotráfico, en particular con el cártel de Tijuana (Proceso 867).

–¿Le han ofrecido pactar con el crimen?

–Decidí enfrentar al crimen y en ningún momento voy a pactar con ellos.

–¿Le mandaron mensajes para negociar?

–Nunca he recibido ofrecimiento alguno y me siento seguro porque tengo un equipo de seguridad confiable que no tiene vínculos con nadie.

–¿Cree que la mejor decisión fue entregarle al Ejército el control total de la policía?

–Pienso que para poder limpiar a la policía había que estar ajeno a los intereses de la corrupción. Lo de adentro no podía reformar a lo de adentro. No tuvimos otra opción –y te lo digo con honestidad– que apoyarnos en el Ejército, y creo que ya tenemos resultados.

Ramos Hernández dice que la policía de Tijuana ahora es más confiable –“seguimos al tanto de su comportamiento y eso debe ser permanente”–, pero reconoce que el narcomenudeo sigue siendo el principal problema a vencer, pues gran parte de la droga que cruzaba a Estados Unidos ahora se queda en el municipio, lo que significa librar otra batalla más contra el crimen organizado.

–Si la policía ya no es tan corrupta, como usted afirma, ¿cómo explica que el narcomenudeo siga en jauja?

–Esas son redes poderosas que tienen que ser combatidas con el apoyo federal. Nosotros hacemos nuestra parte, pero solos no vamos a poder vencer ese flagelo.

–¿Está usted solo en esta lucha?

–No, contamos con el respaldo del Ejército y de las policías federales, pero hace falta mucha más coordinación entre todas las instancias. Creo que debemos vencer la barrera de la desconfianza para ganarle la guerra al crimen.

–¿No cree usted que la guerra está perdida?

–No, para nada, y el mejor ejemplo son los resultados que tenemos en Tijuana.

–¿Pesa todavía la herencia de Jorge Hank?

–La hemos superado. Pesa para el priismo, seguramente. No es fácil cargar con una historia tan negra como esa. Creo que fue el periodo de oscuridad más difícil que vivimos los tijuanenses.

*Tomados de la revista Proceso.