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martes, diciembre 01, 2009

En Tijuana “El Alineador” manda*









Tomados de La Jornada, Hernández y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.


RICARDO RAVELO

Una nueva generación de narcotraficantes está al frente del cártel de los Arellano Félix y libra despiadadas batallas contra exsubordinados que se aliaron
al cártel de Sinaloa para desplazarlos de Tijuana. Para el jefe de la Policía Municipal, lo más complicado es que la delincuencia común ha sido absorbida por
el crimen organizado, por lo que urge al gobierno federal a realizar un trabajo de inteligencia más eficaz para desmantelar a las bandas criminales.

Tijuana, BC.- El cártel de Tijuana, uno de los más poderosos de las últimas tres décadas, sufre embates que lo dividen en sus principales plazas, pero mantiene intacta su estructura operativa y de lavado de dinero, ahora bajo el liderazgo de una nueva generación de narcotraficantes encabezados por Luis Fernando Sánchez Arellano, a quien llaman El Alineador.

Según datos confirmados en la Procuraduría General de la República (PGR), Sánchez Arellano es hijo de Alicia Arellano, quien junto con Enedina Arellano Félix se ocupan de administrar casas de cambio y empresas de bienes raíces, negocios creados al amparo de la boyante actividad criminal desarrollada en los ochenta y noventa por dos de sus hermanos caídos en desgracia: Ramón y Benjamín.

Precisamente tras la muerte de Ramón y el encarcelamiento de Benjamín Arellano –quien recientemente perdió un amparo interpuesto para impedir su extradición a Estados Unidos–, Luis Fernando Sánchez Arellano se posicionó como pieza importante del cártel, aunque su poder se afianzó cuando fueron detenidos sus tíos menores: Eduardo y Francisco Javier Arellano Félix, conocidos como El Doctor y El Tigrillo, respectivamente, actualmente sometidos a juicio en Estados Unidos por narcotráfico.

De acuerdo con su ficha criminal, El Alineador tiene 35 años de edad y cobró fuerza como jefe del cártel de Tijuana tras asociarse con Teodoro García Simental, El Teo o El Tres Letras. Al igual que lo hicieron sus tíos Ramón y Benjamín cuando se iniciaron en el narcotráfico, a principios de los ochenta, Sánchez Arellano comenzó a sembrar terror en esta ciudad fronteriza y en buena parte del territorio.

Era común ver de día y de noche convoyes repletos de gente armada transitando por las principales calles, persiguiendo rivales, desatando balaceras y asesinando a todo aquel que pretendiera penetrar el territorio sin su autorización, mientras que la Policía Municipal brindaba protección a los cabecillas del cártel.

A pesar de su juventud, Sánchez Arellano es un personaje temido. Cuenta con una estructura criminal sólida y comparte el poder con su medio hermano, Samuel Zamora Arellano, a quien llaman El Ingeniero.

Justo cuando Sánchez Arellano y García Simental se aliaron, comenzó el auge de la nueva generación del cártel de Tijuana. El grupo criminal alcanzó dominios incluso nunca antes vistos en territorio estadunidense.

Por su parte, El Teo creó su propia base de sicarios, entre quienes destaca Raydel López Uriarte, El Muletas. Su hermano, Juan Manuel García Simental, El Chiquilín, es el jefe de seguridad; Ángel Jácome Gamboa, El Kaibil, era jefe de las plazas de Rosarito y Ensenada, hasta que fue detenido por efectivos militares en marzo pasado.

Hasta octubre último, otro personaje conocido como El Coki Veloz también operaba en Ensenada junto con El Tres Animales. Paul Salomón Sauceda, El Paul, es el responsable del trasiego de droga en la zona este de Tijuana. Otros dos miembros del cártel, El Rambo y El Bronco, están afincados en Rosarito, con control sobre unas 350 narcotienditas.
Según datos oficiales, dentro de la estructura de El Teo está incrustado Luis Gilberto Sánchez Guerrero, expolicía de Tijuana, conocido como El Gil, quien comanda una célula de esa organización.

En su etapa de esplendor, que comenzó poco después de 2004, la sociedad Sánchez Arellano-García Simental fue de las más pujantes. A pesar de ser uno de los cárteles más golpeados en los últimos nueve años, el de Tijuana tiene importantes ramificaciones en Estados Unidos. Su presencia ha sido registrada por la DEA (Drug Enforcement Administration) en Nashville, Memphis y Knoxville (Tennessee); Indianápolis y Charlotte (Carolina del Norte); Columbia, Grenville, Charleston, Florence (Carolina del Sur), y en Phoenix (Arizona).

El grupo alcanzó mayor poder: abrió nuevas rutas y construyó varios narcotúneles, muchos de ellos descubiertos por la PGR, aunque otros siguen operando en toda la franja fronteriza de Baja California. Dentro del territorio nacional, según datos de la PGR, domina las ciudades de Tijuana –su cuna–, Rosarito y Ensenada, no así Mexicali, la capital del estado, bajo el dominio de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo.

Según reportes de la PGR y de la Secretaría de Seguridad Pública federal, los cárteles de Tijuana y de Sinaloa, pese a estar enfrentados, le permiten a la organización criminal La Familia michoacana utilizar sus rutas hacia la frontera norte, a fin de enviar la droga que produce hacia Estados Unidos.

El informe precisa: “La Familia trafica grandes cantidades de mariguana y cocaína que son llevados en tráileres por rutas que les facilitan Los Zetas por el territorio de Tamaulipas, y actualmente se encuentran utilizando rutas que les prestan los cárteles de Tijuana y de Sinaloa”.

De acuerdo con la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/398/2008, con el apoyo de las organizaciones de Tijuana y de Sinaloa, “La Familia puede mantener el control del puerto de Lázaro Cárdenas, por donde trafica cuantiosos cargamentos de seudoefedrina y otras sustancias tóxicas”.

La disputa

La sociedad entre Luis Fernando Sánchez Arellano y Teodoro García Simental no duró mucho y se fracturó. La discordia surgió por las ambiciones de poder y ahora ambos están enfrentados. Por esa razón se dividieron el estado y las principales plazas.

Y es que, con un abierto apoyo logístico y de recursos de la organización de El Chapo Guzmán Loera, el narcotraficante García Simental se convirtió en el enemigo público número uno de Baja California.

Ahora El Teo se propone lo que no lograron El Chapo ni Amado Carrillo: desplazar a la familia Arellano Félix, cuya hegemonía sigue intacta en Tijuana, considerada una de las plazas más importantes del país.

García Simental tiene historia en el trasiego de drogas: su familia creció bajo la férula de los Arellano Félix. Marco Antonio, su hermano, conocido como El Cris, se inició en la década de los noventa como ayudante de Ismael Higuera Guerrero, El Mayel (extraditado en enero de 2007 a Estados Unidos), lugarteniente de los Arellano y uno de los “pasadores” de droga más eficaces que ha tenido la organización.

Desde sus inicios, El Cris se caracterizó por su extremada violencia. Tras la captura de El Mayel, en mayo de 2000, se integró de lleno a la banda encabezada por Efraín Pérez Pazuengo, El Efra, quien fue sicario de Higuera Guerrero.

Gracias a su habilidad para los secuestros, levantones y ejecuciones, El Cris obtuvo la venia de los jefes del cártel de Tijuana para crear su propia célula y hacerse cargo de la zona este de Tijuana, que comprende las colonias Cerro Colorado, El Florido y Mariano Matamoros, entre otras.

Luego de la captura de Benjamín Arellano Félix, en febrero de 2002 en la ciudad de Puebla, Francisco Javier Arellano, El Tigrillo, asumió la jefatura del cártel y designó a Manuel Arturo Villarreal Heredia como su jefe de sicarios. Ambos serían capturados en febrero de 2007 por la Guardia Costera de Estados Unidos a bordo del yate Dock Holliday (Proceso 1582).

El llamado Nalgón tuvo a su cargo el nombramiento de células y dividió por zonas la ciudad de Tijuana. Gracias a sus buenos oficios, El Cris obtuvo como premio un área para sus actividades criminales.

En 2004, El Cris integró su banda con sus hermanos Teodoro García Simental, a quien también se le conoce como Eduardo o Diego García Simental. Al grupo se sumó Juan Manuel, el hermano menor, apodado El Chiquilín.

Pero El Cris pronto caería en desgracia. El 22 de junio de 2004 un grupo especial de la SIEDO lo ubicó a él y a sus escoltas cerca del boulevard Cucapah, en la zona este, y se desató una balacera y una persecución.

El Cris alcanzó a llegar a su casa, en la colonia Loma Dorada, en donde se pertrechó por varias horas y abrió fuego con una ametralladora calibre .50 en contra de los agentes federales, antes de intentar huir en una camioneta blindada.

La superioridad numérica de los policías federales, auxiliados por policías de otras corporaciones, se impuso frente a la extrema violencia del narcotraficante. Un escolta cayó muerto, otro resultó herido y El Cris –también apodado El 89– fue aprehendido. Así se comenzó a escribir la historia sanguinaria de Teodoro García Simental, El Teo.

En un narcocorrido, en el que se exaltan las hazañas de El Cris, se cuenta que, al enterarse de la detención de su hermano, El Teo pretendió rescatarlo junto con su grupo de sicarios, pero al ver de lejos que era imposible prefirió la retirada.

Desde 2004, El Teo se hizo cargo de la célula que dejó su hermano, y hasta 2008 trabajó bajo las órdenes de Luis Fernando Sánchez Arellano, quien asumió el liderazgo del cártel de Tijuana luego de la captura de su tío Francisco Javier, El Tigrillo.

Sánchez Arellano es considerado un personaje tan violento como lo fue su tío Ramón Arellano Félix. A este grupo, las autoridades estatales y federales le atribuyen el atentado perpetrado en mayo de 2006 en contra del secretario de Seguridad Pública del estado, Manuel Díaz Lerma, quien sobrevivió a un ataque armado en Mexicali. Después renunció al cargo.

Bajo el mando de Sánchez Arellano, el cártel de Tijuana diversificó sus actividades: no sólo operan el tráfico de enervantes, sino que también han practicado el secuestro en todo Baja California: más de 150 plagios se le endilgan a los nuevos jefes del cártel de Tijuana, los que generaron indignación entre la sociedad que se expresó con marchas, plantones y protestas.

Los secuestros calentaron la plaza de Tijuana. Sánchez Arellano responsabilizó de los plagios a García Simental y ambos se enfrentaron. Una noche de abril de 2008, Sánchez Arellano mandó a su gente a ajustar cuentas con El Teo. El grupo armado lo encabezaba Fausto Sánchez, El 7-7. El encuentro terminó en una balacera. En el boulevard Insurgentes, a la altura de la zona conocida como El Cañaveral, en la delegación Centro-Colorado, varios hombres de Fausto Sánchez vestidos con uniformes de la Policía Federal emboscaron a los sicarios de El Teo.

El saldo de la batalla fue de 16 muertos, varios heridos y una docena de detenidos. Fueron asegurados vehículos y decenas de armas. Según se sabe, el objetivo de Sánchez Arellano era ejecutar a El Teo y Raydel López Uriarte, El Muletas, pero ninguno de ellos llegó a la cita.

Se cuenta que, al sentirse traicionado por el cártel de Tijuana, El Teo y su gente se refugiaron en el estado de Sinaloa. Ahí, desde el año pasado, trabó una alianza con Joaquín El Chapo Guzmán e Ismael El Mayo Zambada García, con un objetivo claro: despojar del territorio a los Arellano Félix. Hasta ahora, los de Sinaloa sólo han podido penetrar en la ciudad de Mexicali.

El cártel vive

Para el teniente coronel Julián Leizaola Pérez, secretario de Seguridad Pública Municipal, el cártel de Tijuana sigue activo y disputa la plaza con el cártel de Sinaloa, grupos de Michoacán y del Golfo.

En entrevista con Proceso, dice que en Baja California, y en particular en Tijuana, sólo cuenta con el apoyo del Ejército y reconoce que la Federación requiere hacer “un mayor trabajo especializado y de inteligencia” para poder detener a las principales cabezas del narcotráfico: Teodoro García Simental y Luis Fernando Sánchez Arellano.

Leizaola Pérez ha logrado evadir planes para ser asesinado por el narcotráfico en los dos años que lleva al frente del cargo y afirma que cuando tomó posesión se enfrentó a una situación caótica, pues toda la policía, con excepción de unos cuantos, estaba al servicio del crimen organizado.

Explica que en los 11 distritos de Tijuana se encontró personal ocupando los mismos cargos desde hace 20 años, sin capacitación y abiertamente ligados a la delincuencia.
Reconoce que no llegó ciego a Tijuana: ya había fungido como director de la Policía Estatal Preventiva y tenía información de la contaminación de la policía tijuanense: “Cuando llegué el problema estaba agravado y el panorama era deprimente, caótico. Tenía que trabajar con una policía infiltrada por grupos delictivos, y no sólo de narcotráfico, sino de criminalidad de bajo y alto niveles… de todo.

“Era un mosaico. Las mafias estaban bien definidas dentro de la propia policía. Polleros, narcotráfico, extorsionadores, secuestradores… todo estaba bien organizado dentro de la corporación. Había una delincuencia desatada en la ciudad, con mucha impunidad. No digo que toda la policía haya estado totalmente involucrada, pero esa corrupción tan arraigada impedía actuar a los buenos elementos porque se veían acotados y amenazados de muerte por hacer su trabajo.”

–¿Cómo se infiltró el narco en la policía y cómo explica usted que este municipio haya podido ser gobernado con una estructura policiaca que más bien era una extensión del cártel de Tijuana?

–Cuando la delincuencia iba a llevar a cabo una actividad, le hablaba a sus contactos aquí adentro, que estaban a niveles muy altos, como directores y subdirectores, y les ordenaban que movieran unidades y que limpiaran zonas para que ellos desarrollaran su trabajo sin contratiempos.

“En otras ocasiones, detenían a algún delincuente de poca monta, algún cristalero o trapero, de esos que rompen los vidrios de los carros para robar, y cuando los policías detenían a los delincuentes les decían: ‘No me puedes tocar, yo trabajo para tal persona’. El policía, al verlo todo sucio, no daba crédito, pero a los dos minutos ya le estaban hablando a su teléfono para que lo soltara. Y lo tenía que dejar en libertad, pues de lo contrario la amenaza se cumplía.”

Ante la descomposición, explica Leizaola, “lo primero que tuve que hacer fue depurar a la corporación para contar con policías, porque no teníamos con qué enfrentar a nadie”.
En dos años de gobierno han sido destituidos 478 servidores públicos, entre directores, subdirectores, comandantes y agentes, “por sus nexos con la delincuencia”, y 100 de ellos están procesados a nivel federal.

–Entonces, ¿por qué la criminalidad sigue siendo el principal problema de Tijuana?
–Lo seguirá siendo porque sucedió que la delincuencia organizada cobijó a la delincuencia común, la atrajo a su ambiente. Por eso le decía yo que no podíamos detener a un trapero, porque ya trabajaba para alguien más. La situación delictiva de Tijuana era una sola, no había delincuencia de alto impacto y común.

Los cambios que Leizaola efectuó al interior de la policía de Tijuana derivaron en enfrentamientos y muertes. En dos años han sido ejecutados 42 agentes, 28 de ellos en 2009. En distintos puntos de la ciudad aparecían los policías ejecutados y al lado de sus cuerpos sobresalían mensajes dirigidos al secretario de Seguridad Pública. “Si no nos dejan trabajar, mataremos a un policía cada hora”, le decían.

De mayo a agosto de 2009 se respiró un ambiente de tranquilidad en Tijuana, pero fue efímero. La organización de Sánchez Arellano había puesto en su lugar al Teo, su rival, y a su compadre Raydel López Uriarte, El Muletas, a quienes se les achacan decenas de muertes, desapariciones y secuestros.

El choque de estos grupos antagónicos inundó de nuevo la ciudad de sangre y de mensajes: “Aquí está tu gente, Ingeniero (así le dicen a Sánchez Arellano), voy por ti”, decía una cartulina colocada sobre 12 cadáveres.

El militar retirado reconoce que el cártel de Tijuana sigue muy activo y que la lucha por la plaza continuará mientras el gobierno federal no se aplique con un trabajo de inteligencia más eficaz que destruya a los cárteles.

*Tomado de la revista Proceso.