progressif

jueves, octubre 08, 2009

Los énfasis de las ultraderechas*


















Tomados de La Jornada, El Fisgón, Helguera, Hernández y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.


Octavio Rodríguez Araujo

No quisiera parecer exagerado, pero es mi convicción que las ultraderechas, que parecían fuera de foco hace todavía 20 años, se han fortalecido y han aumentado su beligerancia en el mundo y en México en particular. Ahora son más evidentes, digámoslo así.

Las ultraderechas, como bien se sabe, no son iguales que las derechas, aunque tengan puntos de contacto y de coincidencia. Las principales características de las primeras son su intolerancia y la defensa intransigente de sus valores, a menudo influidos por las iglesias más conservadoras y por ideologías que nutrieron a los movimientos fascistas de diferente grado en los años 20 a 45 del siglo pasado. Las ultraderechas de ahora no son iguales a las que precedieron y provocaron la Segunda Guerra Mundial: las de ahora, sin ir más lejos, son antiestatistas, las de antes eran estatistas y buscaron, con diferentes matices, que el caudillo (también duce o führer) estuviera por encima del Estado o que éste fuera un instrumento de aquél en una confusión difícil de resolver teóricamente. Hitler fue el caso más extremo de lo anterior.

Las ultraderechas de ahora no son estatistas, pero aspiran a influir y, en su caso, a modificar el papel del Estado en las sociedades contemporáneas con la idea de convertirlo en una entidad subordinada a sus valores “morales” y religiosos. Y esto es válido para sociedades mayoritariamente cristianas y para las musulmanas que solemos denominar fundamentalistas (ambas), entre otras razones porque quieren terminar con la separación Iglesia-Estado y que este último deje de ser laico.

En el pasado el énfasis se puso en la economía y en la negación de la democracia (producto del liberalismo, en una ecuación que decía que el liberalismo era contrario al estatismo); hoy el acento se ha puesto en la lucha contra el aborto, los homosexuales, el feminismo, el sexo que no sea exclusivo para la reproducción de los seres humanos (de preferencia sin mencionarlo), el tabaco y el alcohol, la anticoncepción en cualquiera de sus formas, la tolerancia religiosa y la multiculturalidad. En Europa, Estados Unidos y algunos estados musulmanes se expresan diferentes formas de racismo-religiosidad en contra de quienes no son cristianos y blancos, en un caso, y en contra de quienes no son musulmanes, en otro.

La adopción de valores religiosos es la que mejor les ha redituado para convencer a amplios sectores de población. Así, en varios países de Europa, para no hablar de Estados Unidos después del 11 de septiembre, las ultraderechas no dicen que están en contra del color de quienes discriminan, sino que su cultura y prácticas religiosas no son compatibles con las de la mayoría cristiana y caucásica. En Estados Unidos los grupos de odio racial, que crecieron en número durante el largo gobierno de Bush junior, se han recrudecido con Obama en el gobierno de ese país, pues de ninguna manera aceptan que un afrodescendiente, aunque sea mulato, dirija sus destinos. En la mayor parte de América Latina y el Caribe el racismo no les queda, pues tendrían que actuar contra ellos mismos dado que el mestizaje es muy extendido, pero sí usan los valores religiosos como arma de convencimiento y de penetración.
México no sólo no es excepción, sino que aquí la ultraderecha es tal vez más beligerante que en otros países de la región. En un lúcido artículo (honor a quien honor merece): “Gómez Morín, el PAN y la Iglesia católica” (Nexos, del mes pasado), Lujambio destacó la diferencia histórica e ideológica entre la ACJM (Asociación Católica de la Juventud Mexicana) y la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC, ya desaparecida). Esta última era plural y tolerante, y a ella pertenecieron algunos de los más destacados panistas más o menos liberales que ya han sido derrotados y desplazados por los pragmáticos empresariales y por la ultraderecha yunquista y acejotamera. La ACJM junto con El Yunque y la ya antigua, pero vigente Unión Nacional de Padres de Familia son las que dominan entre las filas de las ultraderechas mexicanas y las que promueven todos los movimientos reivindicativos de los valores más conservadores de la Iglesia católica vaticana. Aunque son adversarios históricos, muchas de las reivindicaciones morales de contenido religioso de los católicos son defendidas con la misma belicosidad, sobre todo en Estados Unidos, por los cristianos fundamentalistas bíblicos, también fanáticos e intolerantes (los creacionistas, por ejemplo).

Todos estos grupos, que no deben ser desdeñados, han abandonado la discusión relativa al estatismo y al liberalismo como factores económicos y políticos, para concentrarse en valores despojados de contenidos ideológico-clasistas. Me explico mejor: los viejos debates que, por lo menos en teoría, tenían que ver con posiciones de clase y que hoy por hoy sólo asumen los marxistas y algunas corrientes de la teología de la liberación y ciertos grupos de evangélicos y episcopales liberales, han sido dejados de lado por las ultraderechas para poner el énfasis en valores desposeídos de todo tipo de connotación clasista, es decir, que puedan ser aceptados por campesinos, obreros, clases medias bajas o ricos y muy ricos igual sean, como suelen ser estos últimos, opusdeístas o legionarios de Cristo. Son estas ultraderechas las que censuran y queman libros de biología, las que reprueban en las escuelas novelas como Aura, de Fuentes, las que hacen manifestaciones contra el aborto, los homosexuales y el feminismo, las que se suman con entusiasmo a las leyes antitabaco y que más adelante lo harán contra el alcohol como bebida, las que quieren abolir la separación Estado-Iglesia, las que demandan que la Unión de Padres de Familia tenga injerencia en los planes de estudio de todas las escuelas, incluyendo las públicas, las que están en contra del condón y de las píldoras anticonceptivas, las que destruyen obras de arte con desnudos, las que, en fin, están en contra de la pluralidad en todas sus manifestaciones y de la coexistencia cultural y religiosa. Ésta es su nueva estrategia y les está dando resultado para tener cada vez más poder.

*Tomado de La Jornada.