Un gobierno fallido*
Tomados de La Jornada, Hernández, Helguera, El Fisgón y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.
Octavio Rodríguez Araujo
Calderón no se mide. Ahora el argumento son los pobres, pero se les quiere cobrar un impuesto extra sobre el que pagan ya por IVA; la electricidad, el gas, la gasolina, el peaje en las carreteras, etcétera, etcétera, no sólo aumentan de precio, sino también el costo de los productos que consume la mayoría de los mexicanos. Hasta los empresarios, los que no forman parte de la centena más poderosa que ha gozado de enormes rembolsos desde que el PAN gobierna, están alarmados, pues mayores impuestos no sólo los afectan directamente, sino que disminuyen la capacidad de compra de los mexicanos. Y si disminuye el mercado interno eficiente el estancamiento de la economía será todavía más largo y la inflación crecerá, sólo en el año próximo, por encima de 6 por ciento. Inflación y contracción económica es un pésimo remedio para la crisis que atraviesa el país en estos momentos. Esto está más que probado, como demuestran el crecimiento del desempleo, la pobreza y de las desigualdades sociales.
Las medidas de los panistas en el poder han hecho crecer el número de pobres, y ahora quieren que sean más pobres para darles la oportunidad de “beneficiarse” con el programa Oportunidades, que les da algo a cambio de que sigan siendo más pobres, pero no se mueran de hambre.
Si a lo anterior se suma la disminución de las remesas de nuestros paisanos en Estados Unidos, por la crisis en aquel país, y el número de mexicanos que han perdido su empleo allá y están de regreso buscando chamba, que no hay, la situación para miles de familias que vivían en buena medida del trabajo de sus parientes allende el Bravo es peor de lo que era.
Juan Antonio Zúñiga nos ha descrito en este diario la situación con base en la información del Inegi: la economía mexicana ha sufrido “una recesión más profunda en el primer semestre del año, que la padecida en los cuatro episodios críticos registrados a partir de 1983, durante cinco gobiernos de corte neoliberal”. Y sí, así están las cosas, pero con tal de seguir favoreciendo a los más grandes empresarios del país y el nivel de vida de los altos funcionarios de la administración pública (además de ministros de la Corte y diputados y senadores), se requiere más dinero por la vía fiscal.
Zúñiga añadió: “El Inegi documentó ayer (el lunes) que, por el lado de la demanda global, el consumo privado de los hogares se derrumbó 9.2 por ciento, mientras el del gobierno aumentó 2.3; la inversión productiva, o formación bruta de capital fijo, cayó 11.5 por ciento y la exportación de bienes y servicios se hundió 22.7 por ciento”. (Tengo la impresión de que el consumo del gobierno aumentó bastante más, pero no tengo el dato preciso.)
López Obrador, por su parte, recomienda que a la llamada clase política (de los tres poderes de la Unión) se le reduzcan los salarios y las prestaciones. Estas últimas consisten, como todos sabemos, en gastos de representación, atención médica privada, bonos especiales, fondos de ahorro, aguinaldos desproporcionados, automóviles, helicópteros y hasta aviones, choferes y guaruras, viajes por el país y al extranjero, oficinas alternas y casas de fiestas, enfermeras y nanas para sus hijos que, con sus sueldos actuales, bien podrían pagar y todavía les quedaría algo para su libreta de ahorros.
Igualmente ha sugerido que dejen de existir las partidas especiales y los privilegios fiscales injustificables en un país donde la mayoría cuenta centavos para la comida del día, cuyo precio está en pesos. AMLO ha calculado que con su propuesta se podrían generar 500 mil millones de pesos a las finanzas públicas
Solidarizarse con los pobres, como ha pedido demagógicamente Calderón, no es cargarles más la mano ni que la extiendan para recibir migajas asistenciales de Sedesol y secretarías asociadas, sino incentivar la economía y las inversiones para que aumente el empleo y la gente se gane con dignidad su sustento.
Lo que hace falta, como han dicho economistas reconocidos, es aumentarles los impuestos a quienes ganan más y disminuirlos a quienes ganan menos. La política fiscal puede servir para disminuir las desigualdades, pero también, en manos irresponsables como las de los gobiernos neoliberales, para hacerlas más notorias. Éste debería ser el llamado de Calderón a la solidaridad social con los pobres, y no hacer más ricos a los que ya lo son.
No hay visión de largo plazo ni proyecto económico para el país. Todo lo que Calderón está haciendo es tan improvisado como su guerra contra el crimen organizado. Su explicación era semejante a la que da ahora para “solidarizarse” con los pobres. Combatiendo el crimen, aumentó, y cada día estamos más inseguros en la calle y nuestra casa. Combatiendo a la pobreza, desde su muy peculiar óptica, los pobres serán más y la clase media disminuirá en capacidad económica y en número.
El clamor de Martí, con quien no tengo ninguna simpatía que no sea por la pérdida de su hijo, es válido: si no pueden, renuncien.
Creo que Calderón aún puede hacer algo por el país que no sea tan drástico como renunciar: convocar a un plebiscito nacional como el que hizo Pinochet en octubre de 1988. No lo hará, no se arriesga, como tampoco se atrevió a aceptar que se contaran los votos en 2006, pero en 2010 su partido perderá las 10 elecciones para gobernador, y los días del PAN, como partido gobernante, comenzarán su cuenta regresiva.
Calderón no se mide. Ahora el argumento son los pobres, pero se les quiere cobrar un impuesto extra sobre el que pagan ya por IVA; la electricidad, el gas, la gasolina, el peaje en las carreteras, etcétera, etcétera, no sólo aumentan de precio, sino también el costo de los productos que consume la mayoría de los mexicanos. Hasta los empresarios, los que no forman parte de la centena más poderosa que ha gozado de enormes rembolsos desde que el PAN gobierna, están alarmados, pues mayores impuestos no sólo los afectan directamente, sino que disminuyen la capacidad de compra de los mexicanos. Y si disminuye el mercado interno eficiente el estancamiento de la economía será todavía más largo y la inflación crecerá, sólo en el año próximo, por encima de 6 por ciento. Inflación y contracción económica es un pésimo remedio para la crisis que atraviesa el país en estos momentos. Esto está más que probado, como demuestran el crecimiento del desempleo, la pobreza y de las desigualdades sociales.
Las medidas de los panistas en el poder han hecho crecer el número de pobres, y ahora quieren que sean más pobres para darles la oportunidad de “beneficiarse” con el programa Oportunidades, que les da algo a cambio de que sigan siendo más pobres, pero no se mueran de hambre.
Si a lo anterior se suma la disminución de las remesas de nuestros paisanos en Estados Unidos, por la crisis en aquel país, y el número de mexicanos que han perdido su empleo allá y están de regreso buscando chamba, que no hay, la situación para miles de familias que vivían en buena medida del trabajo de sus parientes allende el Bravo es peor de lo que era.
Juan Antonio Zúñiga nos ha descrito en este diario la situación con base en la información del Inegi: la economía mexicana ha sufrido “una recesión más profunda en el primer semestre del año, que la padecida en los cuatro episodios críticos registrados a partir de 1983, durante cinco gobiernos de corte neoliberal”. Y sí, así están las cosas, pero con tal de seguir favoreciendo a los más grandes empresarios del país y el nivel de vida de los altos funcionarios de la administración pública (además de ministros de la Corte y diputados y senadores), se requiere más dinero por la vía fiscal.
Zúñiga añadió: “El Inegi documentó ayer (el lunes) que, por el lado de la demanda global, el consumo privado de los hogares se derrumbó 9.2 por ciento, mientras el del gobierno aumentó 2.3; la inversión productiva, o formación bruta de capital fijo, cayó 11.5 por ciento y la exportación de bienes y servicios se hundió 22.7 por ciento”. (Tengo la impresión de que el consumo del gobierno aumentó bastante más, pero no tengo el dato preciso.)
López Obrador, por su parte, recomienda que a la llamada clase política (de los tres poderes de la Unión) se le reduzcan los salarios y las prestaciones. Estas últimas consisten, como todos sabemos, en gastos de representación, atención médica privada, bonos especiales, fondos de ahorro, aguinaldos desproporcionados, automóviles, helicópteros y hasta aviones, choferes y guaruras, viajes por el país y al extranjero, oficinas alternas y casas de fiestas, enfermeras y nanas para sus hijos que, con sus sueldos actuales, bien podrían pagar y todavía les quedaría algo para su libreta de ahorros.
Igualmente ha sugerido que dejen de existir las partidas especiales y los privilegios fiscales injustificables en un país donde la mayoría cuenta centavos para la comida del día, cuyo precio está en pesos. AMLO ha calculado que con su propuesta se podrían generar 500 mil millones de pesos a las finanzas públicas
Solidarizarse con los pobres, como ha pedido demagógicamente Calderón, no es cargarles más la mano ni que la extiendan para recibir migajas asistenciales de Sedesol y secretarías asociadas, sino incentivar la economía y las inversiones para que aumente el empleo y la gente se gane con dignidad su sustento.
Lo que hace falta, como han dicho economistas reconocidos, es aumentarles los impuestos a quienes ganan más y disminuirlos a quienes ganan menos. La política fiscal puede servir para disminuir las desigualdades, pero también, en manos irresponsables como las de los gobiernos neoliberales, para hacerlas más notorias. Éste debería ser el llamado de Calderón a la solidaridad social con los pobres, y no hacer más ricos a los que ya lo son.
No hay visión de largo plazo ni proyecto económico para el país. Todo lo que Calderón está haciendo es tan improvisado como su guerra contra el crimen organizado. Su explicación era semejante a la que da ahora para “solidarizarse” con los pobres. Combatiendo el crimen, aumentó, y cada día estamos más inseguros en la calle y nuestra casa. Combatiendo a la pobreza, desde su muy peculiar óptica, los pobres serán más y la clase media disminuirá en capacidad económica y en número.
El clamor de Martí, con quien no tengo ninguna simpatía que no sea por la pérdida de su hijo, es válido: si no pueden, renuncien.
Creo que Calderón aún puede hacer algo por el país que no sea tan drástico como renunciar: convocar a un plebiscito nacional como el que hizo Pinochet en octubre de 1988. No lo hará, no se arriesga, como tampoco se atrevió a aceptar que se contaran los votos en 2006, pero en 2010 su partido perderá las 10 elecciones para gobernador, y los días del PAN, como partido gobernante, comenzarán su cuenta regresiva.
*Tomado de La Jornada.
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