Ideas cortas para una crisis grande*
Tomados de La Jornada, Helguera, El Fisgón, Hernández y Rocha y El Universal, Helioflores y Naranjo.
SABINA BERMAN
1.
Ya el diagnóstico del presidente Calderón se quedaba corto. Según su análisis, nuestra crisis económica tiene una causa: la crisis en Estados Unidos. Lo que podría sonar lógico: Al norte va 80% de nuestras exportaciones y del norte vienen las remesas de nuestros paisanos exiliados, nada menos que la segunda entrada de divisas del país. Pero contrastado con los números mundiales de la crisis, el diagnóstico se revela brutalmente insuficiente.
El último trimestre Estados Unidos decreció 1% mientras México decreció 10.5%. Y otras economías igual de enganchadas a la estadunidense decrecieron mucho menos que la nuestra o ya reiniciaron su crecimiento. El Salvador decreció 2%; Guatemala decreció 1%; Honduras decreció 2.5%; mientras Canadá creció ya 2.8%.
No, la crisis estadunidense sólo fue la primera ficha que hizo caer al resto del dominó de nuestra enfermedad económica. Las fichas mexicanas de ese dominó aciago son varias: el aumento de 59% del gasto de la burocracia en los últimos nueve años; el incremento, de 2007 al día de hoy, de 140% del presupuesto de las agencias de seguridad para mantener la guerra contra el narco; el espanto –por esta guerra y por la epidemia de influenza– del turismo, nuestra tercera fuente de ingresos; la sangría anual de los monopolios mexicanos trasnacionales, principalmente Telmex y Cemex, que en esta tierra se hinchan de recursos para su expansión mundial; el desplome del precio del petróleo, pero también la ausencia de aumento de la infraestructura de Pemex.
Y la pieza mayor de nuestra desgracia, que acaso resume las otras: la falta de un plan racional y ambicioso para nuestro crecimiento.
2.
Bueno, pues, ya estamos en la peor crisis económica de la historia del país, y si el diagnóstico de sus causas fue corto y brutalmente simple, la propuesta de remedio naturalmente es brutalmente simple y corta.
Una receta tan antigua y poco imaginativa como la división de las personas en las que mandan y las que obedecen. ¿Hace falta dinero?: que la población económicamente activa lo ponga para que el gobierno no sufra. Subamos impuestos por aquí y por acá y por donde se pueda a la gente productiva; recortemos un tantito el gasto de la burocracia (hagamos de tres secretarías tres subsecretarías) y reguemos algunas monedas hacia los más pobres, para que su hambre no se vuelva revolución.
Ni una sola idea para el crecimiento del país.
La simple idea que subyace en el remedio es sobrevivir en la inercia en el corto plazo. Un año o dos, hasta que la economía de Estados Unidos crezca de nuevo y, enganchados a ella, volvamos a crecer tantito, como en el pasado mediato. Con el 2.5% de crecimiento anual del foxismo está bien para este gobierno.
Es decir, si nos va extraordinariamente bien, mañana volveremos a estar igual de mediocremente que ayer. Un horizonte tan corto que dan ganas de emigrar a Honduras, para buscar un futuro más alto.
3.
¿Por qué Brasil sólo ha decrecido 1.6% este último trimestre? Principalmente porque su gobierno lleva una década abriendo para sus empresas privadas y públicas el camino de aprovechamiento de la globalización de las economías, y hoy Brasil exporta más a China e India que a su socio antaño imprescindible, Estados Unidos.
¿Y por qué Brasil creció la última década a un promedio de 5% anual, que sin ser una cifra espectacular duplica la del crecimiento de México? Por esa diversificación y aumento de sus exportaciones, pero sobre todo por un proyecto decidido y complejo que se ha sostenido a través de varios gobiernos, gracias a sus evidentes resultados y consecuente popularidad, y que incluye ideas grandes: un programa de expansión de la empresa estatal petrolera, Petrobras; un sistema de alicientes fiscales para convertir la empresa mediana en grande; un plan de educación para elevar a una generación al nivel de la competencia con los países del Primer Mundo.
Lo que México necesita ahora es lo mismo que ha estado necesitando durante los últimos tres gobiernos. Es lo mismo que necesitará en 2012 y es lo mismo que, mientras no exista, seguirá necesitando:
Un proyecto ambicioso de crecimiento.
Un proyecto que surja de un diagnóstico objetivo y amplio de la enfermedad económica que nos aqueja, y de la definición de un horizonte futuro amplio e inspirador. Un proyecto donde quepamos todos.
Esta es la mayor tristeza. Del otro lado de la caída económica no nos espera un proyecto para la bonanza. Y lo que no se piensa no se hace. Esta es la crisis intelectual que subyace en la económica: una clase política sin ideas generosas para México.
1.
Ya el diagnóstico del presidente Calderón se quedaba corto. Según su análisis, nuestra crisis económica tiene una causa: la crisis en Estados Unidos. Lo que podría sonar lógico: Al norte va 80% de nuestras exportaciones y del norte vienen las remesas de nuestros paisanos exiliados, nada menos que la segunda entrada de divisas del país. Pero contrastado con los números mundiales de la crisis, el diagnóstico se revela brutalmente insuficiente.
El último trimestre Estados Unidos decreció 1% mientras México decreció 10.5%. Y otras economías igual de enganchadas a la estadunidense decrecieron mucho menos que la nuestra o ya reiniciaron su crecimiento. El Salvador decreció 2%; Guatemala decreció 1%; Honduras decreció 2.5%; mientras Canadá creció ya 2.8%.
No, la crisis estadunidense sólo fue la primera ficha que hizo caer al resto del dominó de nuestra enfermedad económica. Las fichas mexicanas de ese dominó aciago son varias: el aumento de 59% del gasto de la burocracia en los últimos nueve años; el incremento, de 2007 al día de hoy, de 140% del presupuesto de las agencias de seguridad para mantener la guerra contra el narco; el espanto –por esta guerra y por la epidemia de influenza– del turismo, nuestra tercera fuente de ingresos; la sangría anual de los monopolios mexicanos trasnacionales, principalmente Telmex y Cemex, que en esta tierra se hinchan de recursos para su expansión mundial; el desplome del precio del petróleo, pero también la ausencia de aumento de la infraestructura de Pemex.
Y la pieza mayor de nuestra desgracia, que acaso resume las otras: la falta de un plan racional y ambicioso para nuestro crecimiento.
2.
Bueno, pues, ya estamos en la peor crisis económica de la historia del país, y si el diagnóstico de sus causas fue corto y brutalmente simple, la propuesta de remedio naturalmente es brutalmente simple y corta.
Una receta tan antigua y poco imaginativa como la división de las personas en las que mandan y las que obedecen. ¿Hace falta dinero?: que la población económicamente activa lo ponga para que el gobierno no sufra. Subamos impuestos por aquí y por acá y por donde se pueda a la gente productiva; recortemos un tantito el gasto de la burocracia (hagamos de tres secretarías tres subsecretarías) y reguemos algunas monedas hacia los más pobres, para que su hambre no se vuelva revolución.
Ni una sola idea para el crecimiento del país.
La simple idea que subyace en el remedio es sobrevivir en la inercia en el corto plazo. Un año o dos, hasta que la economía de Estados Unidos crezca de nuevo y, enganchados a ella, volvamos a crecer tantito, como en el pasado mediato. Con el 2.5% de crecimiento anual del foxismo está bien para este gobierno.
Es decir, si nos va extraordinariamente bien, mañana volveremos a estar igual de mediocremente que ayer. Un horizonte tan corto que dan ganas de emigrar a Honduras, para buscar un futuro más alto.
3.
¿Por qué Brasil sólo ha decrecido 1.6% este último trimestre? Principalmente porque su gobierno lleva una década abriendo para sus empresas privadas y públicas el camino de aprovechamiento de la globalización de las economías, y hoy Brasil exporta más a China e India que a su socio antaño imprescindible, Estados Unidos.
¿Y por qué Brasil creció la última década a un promedio de 5% anual, que sin ser una cifra espectacular duplica la del crecimiento de México? Por esa diversificación y aumento de sus exportaciones, pero sobre todo por un proyecto decidido y complejo que se ha sostenido a través de varios gobiernos, gracias a sus evidentes resultados y consecuente popularidad, y que incluye ideas grandes: un programa de expansión de la empresa estatal petrolera, Petrobras; un sistema de alicientes fiscales para convertir la empresa mediana en grande; un plan de educación para elevar a una generación al nivel de la competencia con los países del Primer Mundo.
Lo que México necesita ahora es lo mismo que ha estado necesitando durante los últimos tres gobiernos. Es lo mismo que necesitará en 2012 y es lo mismo que, mientras no exista, seguirá necesitando:
Un proyecto ambicioso de crecimiento.
Un proyecto que surja de un diagnóstico objetivo y amplio de la enfermedad económica que nos aqueja, y de la definición de un horizonte futuro amplio e inspirador. Un proyecto donde quepamos todos.
Esta es la mayor tristeza. Del otro lado de la caída económica no nos espera un proyecto para la bonanza. Y lo que no se piensa no se hace. Esta es la crisis intelectual que subyace en la económica: una clase política sin ideas generosas para México.
*Tomado de la revista Proceso.
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