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domingo, mayo 03, 2009

El saldo de la inoperancia oficial*

Tomado de La Jornada, Hernández.


JORGE CARRASCO ARAIZAGA

Si bien el gobierno federal consideraba inminente una pandemia de influenza, que acarrearía severos daños a la población y a la economía del país, el brote del virus A (H1N1) dejó al descubierto la inoperancia del gobierno de Felipe Calderón para poner en marcha un plan, elaborado desde el sexenio anterior, con el que México supuestamente estaba preparado para una crisis epidemiológica.


Sin tener la certeza sobre el número de fallecidos y, sobre todo, de las condiciones en que se produjo el contagio que alarmó y semiparalizó al país desde el 23 de abril, la sociedad mexicana se quedó en vilo cuando el gobierno federal anunció las medidas de emergencia previstas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para una pandemia de influenza.
Desde una semana antes, el 16 de abril, debido a un inusitado incremento de los reportes de neumonía en Veracruz y Oaxaca, pero sobre todo en la Ciudad de México, el gobierno mexicano ya había emitido una alerta nacional de salud al organismo de las Naciones Unidas. Incluso, el personal médico del IMSS y del ISSSTE fue alertado entre los días 18 y 19 sobre la contingencia.

El aviso a la OMS confirmó que el Plan Nacional de Preparación y Respuesta ante una Pandemia de Influenza, presentado por México ante el organismo en 2005, sencillamente no se había puesto en marcha porque sólo existe en el papel.

La bolita, a la OMS

Por haber dado esa alerta y por tratarse de un virus nuevo –cuya letalidad es menor que la inicialmente prevista–, el gobierno de Calderón ahora achaca a la OMS la responsabilidad de la propagación del organismo contagioso en el mundo, a pesar de que su gobierno desestimó el potencial del problema incluso en el Programa Nacional de Salud 2007-2012.
La doctora Carmen Soler Claudín, viróloga del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM y jefa de la Unidad de Investigación en Retrovirus Humanos que operó en el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (Indre) entre 1990 y 2000, asegura que el gobierno mexicano presenta ante la OMS los planes como si se cumplieran.

“Es un engaño. Cuando sucede este tipo de cosas se les cae el teatro. ¿Por qué, si están tan bien los planes, se ha muerto tanta gente y en otros países no?”, pregunta la investigadora con 25 años de especialización en VIH, en entrevista telefónica.

Según las cifras de la OMS, que tiene su sede en Ginebra y que trabaja con los datos que le dan los gobiernos, hasta el pasado viernes 1 de mayo había 367 casos confirmados de influenza en 13 países, de los cuales 156 eran de México, donde se habían registrado nueve decesos.

La noche del mismo viernes 1, el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, dio a conocer que esas cifras eran en realidad más altas en el país: 397 casos positivos del virus A (H1N1) y 16 fallecidos; de los cuales 12 eran mujeres y cuatro hombres. De ellos, 11 fueron atendidos en el Distrito Federal, tres en el Estado de México, uno en Oaxaca y otro en Tlaxcala. Nueve de las víctimas tenían entre 21 y 40 años.

Hasta ese momento se habían realizado 908 pruebas, con 397 casos positivos; es decir, 43.7% de las muestras. Entre ellos se registraron los 16 decesos.

La cifra de contagiados empezó a fluir en México tras la llegada de dos equipos de laboratorio al Distrito Federal y a Veracruz, procedentes de Arizona y California, una semana después de que se declaró la alerta. El equipo permitió el análisis de las muestras correspondientes a las personas ingresadas en los hospitales de todo el país con cuadros de influenza.

De acuerdo con testimonios recabados por Proceso en el IMSS y el ISSSTE, los médicos fueron avisados de la emergencia entre 48 y 72 horas después de que el gobierno de México emitiera la alerta a la OMS. Según el director del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica, Miguel Ángel Lezana, el organismo de Naciones Unidas reaccionó tarde ante esa alerta porque no fue sino hasta el 18 de abril cuando tuvo conocimiento formal de la notificación.

En declaraciones a la agencia de noticias estadunidense AP, difundida el viernes 1 de mayo, el epidemiólogo del gobierno de Calderón aseguró que “aparentemente hubo algún problema. No sé si fue en la oficina de la OPS (Organización Panamericana de la Salud) en México o en Washington (sede la OPS). Tenemos correos electrónicos para demostrar nuestros dichos. Hicimos lo que teníamos que hacer”. También a The Wall Street Journal le declaró Lezana que la alerta se notificó el 16 de abril, según la versión que publicó el diario el viernes 1.

Conocido el reclamo en México, el mismo viernes Lezana se desdijo. En declaraciones al noticiario radiofónico de Joaquín López Dóriga, aseguró: “Yo no he hecho ningún reproche. Sólo tengo palabras de reconocimiento” a la OMS.

La incapacidad de analizar el virus con recursos propios, resultado del desmantelamiento de la infraestructura de investigación médica en el país desde el gobierno de Ernesto Zedillo, echó abajo los planes y programas que el gobierno mexicano le ha reportado a la OMS para controlar una pandemia de influenza.

Elaborado durante la gestión de Julio Frenk como secretario de Salud, el Plan Nacional de Respuesta ante una Pandemia de Influenza inició algunas acciones de capacitación, como simulacros de emergencia, que hasta ahora no han sido seguidas por su sucesor.
Si ya de por sí el sexenio pasado había dejado incumplidas las metas del plan, Calderón de plano se limitó a reproducirlo. Sólo en junio de 2007 propuso una “estrategia operativa multisectorial” para mantener el funcionamiento económico y el orden social y civil en caso de una pandemia.

Ese mismo año, el Sistema de Vigilancia Epidemiológica de Influenza elaboró un manual para la vigilancia epidemiológica. Hasta ahí su contribución, aunque la vigilancia de la influenza es obligatoria de acuerdo con la Ley General de Salud y la Norma Oficial Mexicana en la materia. El manual tampoco operó para evitar la emergencia sanitaria.
Desatada la crisis, y a pesar de que desde el 16 de abril comunicó la alerta nacional de salud a la OMS, no fue sino hasta el día 25 cuando Calderón publicó el decreto por el que facultó a Córdova Villalobos para coordinar todas las acciones para prevenir, controlar y combatir el virus de lo que describió como “influenza estacional epidémica”. Entre esas medidas, prevé “el ingreso a todo tipo de local o casa habitación” para “controlar y combatir” la epidemia.

Más sorprendente, y muestra de la inoperancia, fue que apenas el jueves 30 se anunció la emisión de un acuerdo por parte de Córdova Villalobos para ordenar a todas las instituciones del Sistema Nacional de Salud, públicas y privadas, que concentren la información sobre casos de influenza en un sitio de internet del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica (Sinave). Antes de esa decisión, cada Secretaría de Salud estatal daba sus propias cifras de pacientes sospechosos, casos confirmados y decesos.

Nula capacitación

El plan de Fox asumido por Calderón en ningún momento consideró la posibilidad de que la pandemia se desarrollara en México. Todos sus escenarios eran de países asiáticos.
Entre sus metas, el plan previó una “reserva estratégica” de 1 millón 150 mil dosis antivirales y aumentarlas a 5 millones en tres años. También, 175 mil dosis de antibióticos para casos de complicaciones y en tres años escalar a 300 mil.

En el caso de la protección para el personal de salud, anunció una dotación de 10 mil equipos de trajes, mascarillas, respiradores y lentes; mientras que para la población ofreció 10 millones de cubrebocas.

Insistente el mensaje oficial para utilizar el cubrebocas, desde los primeros días de la crisis esa protección se agotó en el mercado, incluso para el personal de salud. El día 30, la dirección general del IMSS accedió a que se entregaran cubrebocas de alta eficiencia N95 a 80 médicos residentes del Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional La Raza, “aunque no son necesarios para todo el personal residente”, según indicó la institución en su comunicado 138.

Ante la escasez, el gobierno de China envió 3 millones de tapabocas y 240 mil protectores profesionales, como parte de un material donado que llegó en los primeros minutos del viernes y que tiene un valor de 4 millones de dólares. Además, ofreció 1 millón de dólares en efectivo y la llegada de más material para el lunes 4 de mayo. España, Japón y Alemania también ofrecieron ayuda.

Ante las advertencias internacionales sobre el riesgo de una nueva pandemia, en México se creó en 2001 el Grupo Federal de Seguridad en Salud. Dos años después, se estableció el Comité Nacional para la Seguridad en Salud; en 2004, el Grupo de Trabajo de Pandemia de Influenza y en 2005 se presentó el Plan Nacional de Preparación y Respuesta ante una Pandemia de Influenza.

El plan está concebido para la última de las fases establecidas por la OMS en caso de una pandemia. Desde el pasado miércoles 29 de abril, el organismo mundial elevó el nivel de alerta de pandemia de gripe a la fase 5. Se trata de la penúltima de las etapas previstas, que se caracteriza por la propagación del virus de persona a persona al menos en dos países de una región de la OMS.

Aunque la mayoría de los países no se ven afectados en esta fase, de acuerdo con el organismo su declaración “es un indicio claro de inminencia de una pandemia y de que queda poco tiempo para organizar, comunicar y poner en práctica las medidas de mitigación planificadas”. En la fase 6 existe ya una pandemia mundial porque hay brotes comunitarios en al menos un tercer país de una región distinta.

El plan contra la pandemia de la influenza siguió a las recomendaciones de la propia OMS luego del surgimiento de la influenza aviar A (H5N1), en 1997, en Hong Kong. El virus reapareció en 2003 en otros países del sureste asiático y se diseminó por Europa y Asia entre 2005 y 2006. Hasta noviembre de ese año, se habían registrado 258 casos, 154 de ellos fatales.

Además, consideró lo ocurrido con el SARS, también surgido en Hong Kong, que entre noviembre de 2002 y julio de 2003 afectó a 26 países con 8 mil 98 casos y 774 muertes.
Según las estimaciones del gobierno pasado, una vez iniciada una pandemia de influenza, en México se podría infectar entre 10% y 25% de la población. Eso significa, entre 10.7 y 23.3 millones de personas, tomando en cuenta los 107 millones de habitantes del país.
En un escenario extremo, llegó a calcular en 35% la población infectada (32.7 millones de personas), con cuadros graves, leves y sin síntomas; 200 mil muertos, 25 millones de consultas y medio millón de hospitalizaciones.

El actual gobierno estima en 25% la población afectada, según los datos que dio la directora general adjunta del Indre, Celia Mercedes Alpuche, el 20 de septiembre del año pasado durante una reu-nión con la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados.

Además, en sus supuestos para la preparación y respuesta ante una pandemia de influenza, indica que la tasa mayor de ataque, de hasta 40%, ocurriría entre los escolares; mientras que alcanzaría a cerca de 20% de adultos en edad productiva. El ausentismo laboral sería de 40%, y la duración, de seis a ocho semanas en las comunidades afectadas.
Desde el sexenio pasado, también de acuerdo con los protocolos de la OMS, se establecieron las medidas para una epidemia. Entre ellas, la detección oportuna de casos a través de la vigilancia epidemiológica con una red nacional de laboratorios, coordinada por el Indre.

El plan incluyó la atención médica y hospitalaria, preparando a los hospitales para hacer frente a la demanda; así como la limitación del contagio con el cierre de escuelas, cancelación de actos masivos y restricción de movimientos de personas y mercancías.
También comprometió a México a capacitar al personal de salud para el manejo de los casos, a crear una reserva estratégica de los antivirales Oseltamivir y Zanamivir, así como de vacunas y reactivos.

Además, previó la adquisición de equipo para protección del personal de salud, equipo de bioseguridad para laboratorio y para fortalecer la vigilancia epidemiológica; así como la elaboración de vacunas en el país y de una estrategia de comunicación de riesgos.
Se comprometió así mismo a buscar la “autosuficiencia en desarrollo de conocimiento científico”, y a desarrollar nuevas técnicas de producción de una vacuna contra la influenza y tratamientos antivirales alternativos.

Como parte de la capacitación, en octubre de 2006 se realizó el simulacro “Escudo Centinela”, en el que participaron simultáneamente más de 2 mil integrantes del Sector Salud en Chihuahua, el Distrito Federal, Hidalgo y Tabasco.

Personal médico que formó parte del simulacro dijo a Proceso que la capacitación consistió en tres etapas para casos de emergencia: información a la población, reestructuración del sistema de salud y la realización de estudios epidemiológicos tanto a las personas contagiadas como a su entorno inmediato.

“Desde entonces no se ha vuelto a hacer ningún entrenamiento de ese tipo. Además, en lo que va de la emergencia sanitaria no ha ocurrido ninguna reorganización del sistema de salud para enfrentar la emergencia; cada hospital se organizó de acuerdo con las decisiones de sus propios directivos”, asegura uno de los médicos, que pidió no ser identificado.
Del abismo que se interpone entre los planes y la realidad, también da cuenta el Manual para la Vigilancia Epidemiológica de Influenza, elaborado por el Sistema de Vigilancia Epidemiológica de Influenza, fechado en 2007.

Según ese manual, para evitar una crisis a ese sistema se sumaría una Unidad de Salud Monitora de Influenza (USMI) en las 32 entidades federativa del país. Cada unidad debería tener un médico familiar, un enfermero y un promotor de la salud. El propósito es obtener muestras humanas para el diagnóstico, aislamiento y tipificación del agente causal por parte del Indre.

De acuerdo con el documento, la identificación del virus de la influenza se realiza en México desde 1957, y en el año 2000 se reforzó el sistema con una red de laboratorios para el procesamiento y diagnóstico de muestras, además de incorporarse a la red de notificación mundial de influenza Flunet. En teoría, la red tiene 34 laboratorios en todo el país.
“Los planes nacionales no son malos, pero hay que revisar lo que dicen que están haciendo”, dice la doctora Soler Claudín.

La especialista del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, que entre 2000 y 2006 estuvo a cargo de la coor-dinación del Programa VIH de la Ciudad de México, asegura que la crisis epidemiológica es resultado de la casi total destrucción del sistema de investigación en México.

Dice que el Indre lleva muchos años en deterioro, al igual que el sistema de investigación del IMSS. “Hace más de 20 años, el sistema de salud mexicano estaba al día y tenía instituciones de fama internacional. El propio Indre, que se llamaba Instituto de Enfermedades Tropicales, era uno de los mejores en el mundo para hacer diagnóstico” de ese tipo de males, añade.

Hasta enero pasado presidenta de la Asociación Farmacéutica Mexicana, Soler Claudín dice que antes de que llegara el equipo de laboratorio desde Estados Unidos, en el Indre había miles de muestras en espera de ser examinadas, pero no había reactivos.

Explica que lo realizado a partir de la llegada del equipo es lo que debieron hacer antes de declarar la emergencia, para tener datos reales y saber cuántas de las infecciones eran, por qué tipo de virus y, sobre todo, para conocer su letalidad.

“Ahora nos reportan también que han empezado a hacer estudios de trasmisibilidad entre los contactos de las personas. Todo esto confirma que no contaban con la información al momento de alarmar a la población, y no la tenían porque no habían hecho nada, que es lo que hacen siempre.”


*Tomado de la revista Proceso.