López Obrador después del 2012*
Tomados de La Jornada, Hernández, El Fisgón y Rocha y El Universal, Helioflores.
Álvaro Delgado
MÉXICO, D.F. (apro).- El registro del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) como asociación civil, este domingo 2 de octubre, tiene un significado insoslayable: Pase lo que pase en la elección presidencial, en la que no es seguro que sea candidato, Andrés Manuel López Obrador dispondrá de una estructura partidaria sin el sabotaje interno que supone su coexistencia con el perredismo.
La convocatoria al primer congreso nacional de Morena, en noviembre de 2012, un mes antes del fin del desastroso gobierno de Felipe Calderón, marcará, aunque aún no se acepte, la ruptura plena de López Obrador con el Partido de la Revolución Democrática (PRD), cuyo proyecto de izquierda se corrompió por los contubernios de Los Chuchos, la facción que domina la estructura burocrática.
La elección presidencial, entonces, es un acontecimiento clave para Morena, pero no es su razón de ser, porque –sostienen sus participantes– aun en la hipótesis de que López Obrador gane la candidatura y aun la Presidencia de la República, el proyecto en el que participan más de 4 millones 100 mil mexicanos va más allá, aun siendo parte de la base social de un “cambio verdadero”.
Pero si López Obrador no es el candidato de la izquierda –algo que él mismo insistió en no descartar–, Morena será con mayor razón una fuerza política fundamental ante quien resulte ser el próximo jefe del Ejecutivo, aun si lo fuera Marcelo Ebrard, que como candidato tendría que comprometerse a no materializar la tentación de aliarse con la derecha, un plan tramado por Calderón y Manuel Camacho Solís.
López Obrador y su entorno saben, salvo que caigan en el autoengaño, las remotas posibilidades de una victoria en las elecciones presidenciales de 2012, sobre todo por la descomunal campaña de odio y desinformación que se sigue orquestando contra él y su movimiento desde los enclaves de poder y sus empleados oficiales y oficiosos.
Esa campaña, que alcanza extremos patológicos, y el propio talante de López Obrador, a menudo repetitivo y huraño, contrasta con el encumbramiento mediático de Ebrard, cuyo pragmatismo lo ha convertido en una versión del priista Enrique Peña Nieto hasta en detalles de su vida personal, a tal punto de que su relación con la hondureña Rosalinda Bueso parece ser parte de un acuerdo con Televisa, incluyendo la transmisión de su boda.
Existen otros elementos en el ejercicio del gobierno que hacen presumir que Ebrard tiene, efectivamente, un pacto con Televisa: La actuación de la Procuraduría de Justicia en el escándalo del Bar Bar, donde fue baleado el futbolista Salvador Cabañas, y, sobre todo, la sospechosa manera en que se resolvió el litigio entre Paula Cusi, la viuda de Emilio Azcárraga Milmo, con el heredero de éste.
No es casual, tampoco, que Ebrard vaya a ser el orador principal en la Semana de la Radio y la Televisión de la CIRT, el próximo lunes 17 de octubre, un escaparate mediático que se intensificará a la ya rutinaria aparición de su imagen, en sus mejores ángulos, en los espacios de casi todos los canales de televisión y estaciones de radio.
Pero hay que ser claros: Esta exposición mediática de Ebrard no representa que los magnates del país lo prefieran por sobre Peña Nieto, que es su verdadero proyecto –un presidente totalmente títere de Televisa–, sino sólo para cerrarle el paso a López Obrador, como lo hicieron en 2006.
Y, salvo que haya un sacudimiento de sociedad, parece que los promotores de Peña Nieto, entre los que se encuentran Carlos Salinas, Carlos Slim, Roberto Hernández, Diego Fernández de Cevallos y Claudio X. González, se están saliendo con la suya.
Justamente ante esta realidad oprobiosa es que Morena cobra una gran relevancia por su estructura nacional de 2 mil 217 comités municipales y 37 mil 453 comités seccionales, integrados por 179 mil dirigentes, como informó López Obrador, pero también es cierto que, aun cuando sean reales los 4 millones 121 mil ciudadanos que forman parte de ese movimiento, no son suficientes para una victoria en 2012.
No son, además, porque aun si López Obrador es el candidato presidencial no se ve por dónde pueda haber un respaldo desde la propia izquierda: Los Chuchos, en vez de apoyarlo, lo sabotearían, y, fuera del Distrito Federal, en los estados donde gobierna formalmente el perredismo.–Michoacán, Guerrero, Chiapas– no se percibe ningún entusiasmo, peor aun en donde gobernantes como Amalia García o Zeferino Torreblanca han sido un fiasco.
Tras el registro de Morena como AC, embrión de un nuevo partido político sin los vicios del PRD, pero con otros que podrían emerger, queda claro que la articulación de un proyecto alterno al que representan cada vez más nítidamente PRI-PAN trasciende la elección de julio de 2012 y aun el sexenio que sigue, si es que hay elección y luego si queda país.
Apuntes
El pacto entre López Obrador y Ebrard para que sea candidato el que tenga mejor aceptación entre el electorado, que será respetado salvo que éste resulte candidato y se eche a los brazos de Calderón, tiene una implicación directa en la capital del país, porque entre los allegados de ambos se especula que el que no sea aspirante presidencial podrá sugerir candidato a jefe de Gobierno. Dan ganas que sea Ebrard y se lleve a campaña a Mario Delgado, que en el uso del aparato gubernamental aparece hasta en la sopa…
Comentarios: delgado@proceso.com.mx y Twiter: @alvaro_delgado
*Tomado de la revista Proceso.
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